lunes, 30 de noviembre de 2009

La magia del lenguaje (1a)


"El poder de la palabra" trata de la magia de las palabras y del lenguaje. El lenguaje constituye uno de los componentes fundamentales a partir de los cuales construimos nuestros modelos mentales del mundo, y puede ejercer una tremenda influencia sobre el modo en que percibimos la realidad y respondemos ante ella. El lenguaje verbal constituye una característica exclusiva de la especie humana, siendo considerado como uno de los principales factores que nos distinguen de las demás criaturas El gran psiquiatra Sigmund Freud, por ejemplo, opinaba que las palabras son el instrumento básico de la conciencia humana y que, como tal, tienen poderes muy especiales. Como él mismo expuso:
"Palabras y magia fueron al principio una y la misma cosa, e incluso hoy las palabras siguen reteniendo gran parte de su poder mágico. Con ellas podemos darnos unos a otros la mayor felicidad o la más grande de las desesperaciones, con ellas importe el maestro sus enseñanzas a sus discípulos, con ellas arrastra el orador a quienes le escuchan, determinando juicios y sus decisiones. Las palabras apelas a las emociones y constituyen, de forma universal, el medio a través del cual influimos sobre nuestros congéneres."
Los patrones de "El poder de la palabra" proceden del estudio del modo en que el lenguaje ha sido y puede ser utilizado para influir sobre la vida de las personas. Consideremos, por ejemplo, los casos siguientes:

Una agente de policía recibe orden de acudir urgentemente a una vivienda para atender un incidente de violencia doméstica. Sabe que es precisamente en esta clase de situaciones en las que más peligra su integridad física. A la gente no le gusta que la policía se meta en sus asuntos familiares, sobre todo si se trata de personas violentas e irritadas. Al aproximarse a la vivienda en cuestión, la agente escucha voces y chillidos procedentes del interior de aquella. Un hombre está gritando fuertemente y se oye el ruido de objetos al ser arrojados contra la pared, junto con los chillidos de terror de una voz femenina. De repente sale volando a través de la puerta de entrada un televisor, que va a estrellarse contra el suelo para hacerse añicos ante los pies de la agente. Esta se precipita hacia la puerta y comienza a golpearla con todas sus fuerzas. Del interior de la vivienda surge una voz de trueno que pregunta:
-¡¿Quién demonios es?!
La agente echa una mirada de reojo a los restos del televisor, esparcidos por el lugar donde ella estaba tan sólo un par de segundos antes, y responde:
-Servicio de reparación de televisores.
Tras unos segundos de silencio sepulcral, el hombre de dentro estalla en una sonora carcajada y abre la puerta, permitiendo que la agente haga su trabajo sin más violencia ni entrentamientos. Como más tarde comentaría, aquellas afortunadas palabras le sirvieron a la agente mucho más que meses de preparación física para el combate cuerpo a cuerpo.

Un joven se halla internado en el ala de psiquiatría de un hospital mental, donde está siendo tratado de su creencia de ser "Jesucristo". Pasa sus días sin hacer nada, deambula por la sala y predica a los demás pacientes, que lo ignoran sistemáticamente. Hasta el momento, ni los psiquiatras ni los cuidadores has tenido el menor éxito en sus intentos por persuadirle de que abandone su ofuscación hasta que un buen día, llega un nuevo psiquiatra. Tras observar discretamente al paciente durante un tiempo, el recién llegado se acerca al joven y le dice:
-Tengo entendido que tienes experiencia como carpintero.
Al que el otro le responde, sorprendido:
-Bueno... si... más o menos.
Entonces el psiquiatra le explica que están construyendo una nueva instalación en la sala de recreo y que necesitan a alguien que sepa manejar la madera.
-Tu ayuda nos sería de gran utilidad -prosigue el psiquiatra-. Bueno, si es que eres de la clase de personas que gusta de ayudar a los demás.
Incapaz de negarse, el paciente decide prestarse al juego. Se implica en el proyecto y establece nuevas amistades con otros pacientes y con los obreros que trabajan en la construcción. Finalmente consigue establecer relaciones sociales normales, dejar el hospital y conseguir un empleo estable.

Un paciente despierta de la anestesia en la sala de recuperación de un hospital, tras una intervención quirúrgica. El cirujano va a verlo para informarle del resultado de la operación. Medio aturdido aún por los efectos de la anestesia y en cierta medida ansioso, el paciente le pregunta al médico cómo ha ido su intervención. Este le responde:
-Lamento tener malas noticias. El tumor que hemos extirpado es canceroso.
Enfrentándose a sus peores temores, el paciente le pregunta_
-¿Y ahora qué?
A lo que el cirujano le responde:
-Bueno, las buenas noticias son que hemos extirpado todo el tumor, en la medida de lo posible... El resto es ahora cosa suya.
Espoleado por el comentario del médico, el paciente comienza a reevaluar su estilo de vida y las posibles alternativas. Hace cambios en la dieta y comienza a hacer ejercicio con regularidad. Reflexionando acerca de lo estresante y poco gratificante que ha sido su vida en los años precedentes tras la intervención, se embarca en un proceso de crecimiento personal clarificando sus creencias, sus valores y su propósito vital. Su vida cambia espectacularmente para mejor y años más tarde, se siente feliz, libre de su cáncer y más sano de lo que nunca antes había estado.
(Texto extraído del libro "El poder de la palabra" Autor: Robert Dilts)

sábado, 28 de noviembre de 2009

Cambio de perspectiva. Encontrar el equilibrio (VI y último)


El enfoque flexible de la vida no es sólo un instrumento para abordar conflictos, sino también para alcanzar el estado indispensable para una vida feliz: el equilibrio.
Una mañana, cómodamente instalado en su silla, el Dalai Lama aclaró el valor de llevar una vida equilibrada.
-Asumir equilibradamente la vida, evitando los extremos, es de capital importancia en todos los aspectos de la vida. Por ejemplo. con una planta hay que ser muy habilidoso y delicado cuando se encuentra en sus primeras fases de crecimiento. Demasiada o poca humedad o luz solar la destruirá. Lo que necesita por tanto es un medio muy equilibrado, para que pueda disfrutar de un crecimiento saludable. Por lo que se refiere a la salud física de una persona, el exceso o la escasez de algunos elementos pueden tener efectos destructivos.
"Esto se aplica también al desarrollo mental y emocional. Si observamos que somos arrogantes, por ejemplo, que nos hinchamos dándonos importancia, basándonos en supuestos o reales logros o cualidades, el antídoto consiste en pensar un poco más en nuestros problemas y padecimientos, en contemplar los aspectos insatisfactorios de la existencia. Eso nos ayuda a rebajar nuestra soberbia y a ponernos más en contacto con la realidad. Por el contrario, si uno se da cuenta de que reflexiona sobre la naturaleza insatisfactoria de la existencia hasta el punto de sentirse abrumado e impotente, es aconsejable reflexionar sobre el progreso que se ha hecho hasta el momento y sobre las cualidades positivas que se posean, lo que nos ayudará a abandonar ese estado mental de desánimo. Es preciso buscar el equilibrio.
"Este enfoque no sólo es útil para la salud física y emocional de la persona, sino también para el desarrollo espiritual. La tradición budista ofrece muchas prácticas para él, pero es muy importante ser muy habilidoso en su ejecución y no excederse. También aquí se necesita un enfoque equilibrado y sagaz, combinar el estudio y el aprendizaje con la contemplación y la meditación. Esto es importante para que no se produzca ningún desequilibrio entre el aprendizaje académico o intelectual y su puesta en práctica. Si no, se correría el riesgo de que una excesiva intelectualización perjudicaría las prácticas contemplativas. Pero si pusiéramos un énfasis excesivo en la contemplación, sin que esta vaya acompañada por el estudio, limitaríamos la comprensión. Así pues, tiene que haber un equilibrio...
Tras una pausa añadió:
-En otras palabras, la práctica del Dharma, la verdadera práctica espiritual, es en cierto sentido como un estabilizador de voltaje. La función del estabilizador consiste en impedir los altibajos de la potencia eléctrica, que transforma en un flujo estable y constante.
-Aconsejo evitar los extremos -comenté-. pero ¿acaso no son los extremos los que aportan entusiasmo y gusto por la vida? Evitarlos, elegir siempre el "camino medio", ¿no conduce a una existencia blanda y incolora?
Negó con la cabeza antes de contestar.
-Creo que necesita usted comprender el origen del comportamiento extremado. Tomemos, por ejemplo, la obtención de bienes materiales: cobijo, muebles,vestido... Por un lado cabría ver la pobreza como una situación extrema, y tenemos todo el derecho de esforzarnos en superarla y asegurar nuestro bienestar material. Por el otro, demasiados lujos, la búsqueda de una riqueza excesiva. Nuestro objetivo último al buscar más riqueza es la satisfacción, la felicidad. Pero buscar más es no tener suficiente, o sea, tener un sentimiento de descontento, el cual no surge de la presunta utilidad de los objetos que buscamos, sino más bien de nuestro estado mental.
"Creo por tanto que nuestra tendencia a dejarnos llevar hacia los extremos se ve alimentada a menudo por un sentimiento subyacente de descontento. Sin duda también hay otros móviles para la desmesura, pero es importante reconocer que si bien los extremos pueden parecer atractivos o "apasionantes", en el fondo son nocivos. Hay muchos ejemplos sobre los peligros del comportamiento extremado. Imaginemos, por ejemplo, una actividad pesquera intensiva a escala planetaria, sin tener en cuenta las consecuencias a largo plazo, sin sentido de la responsabilidad, con lo que provocamos un agotamiento de los mares... Lo mismo puede suceder con el comportamiento sexual. Existe un impulso biológico para la reproducción y se obtiene satisfacción de la actividad sexual, pero si el comportamiento sexual se hace extremado, sin verdadera responsabilidad, provoca numerosos problemas y abusos..., como el maltrato y el incesto.
-Ha dicho que, además del descontento, puede haber otros motivos para la desmesura...
-Si, ciertamente.
_¿Puede darme un ejemplo?
-La estrechez de miras.
-La estrechez de miras... ¿en que sentido?
-El ejemplo de la pesca excesiva es un caso de estrechez de miras, puesto que sólo se tiene en cuenta lo inmediato. La educación y el conocimiento amplían la perspectiva.
El Dalai Lama tomó su rosario de una mesita y deslizó sus cuentas entre las manos mientras reflexionaba en silencio. De repente, miró el rosario y dijo:
-Creo que la visión limitada conduce al pensamiento extremista. Y eso crea el problema. El Tíbet, por ejemplo, fue una nación budista durante muchos siglos. Naturalmente, eso produjo un sentimiento de que el budismo era la mejor religión, una tendencia a considerar que sería bueno que toda la humanidad se hiciera budista. La idea de que todo el mundo debiera ser budista es un caso de extremismo. Y esa actitud causa problemas. Pero ahora que no estamos en el Tíbet, hemos tenido la oportunidad de entrar en contacto con otras tradiciones religiosas de las que hemos aprendido. Eso nos ha acercado más a la realidad, nos hemos percatado de que en la humanidad hay muchas creencias y actitudes diferentes. Que todo el mundo fuera budista sería muy poco práctico. A través de un contacto más estrecho con otras confesiones se da uno cuenta de las cosas positivas que poseen. Ahora, al encontrarnos con otra religión, surge un sentimiento positivo, un sentimiento de comodidad. Nos parece bien que haya personas que se adhieran a confesiones diferentes. Es como en un restaurante: todos podemos sentarnos y pedir platos diferentes, según nuestras preferencias. Podemos comer platos diferentes sin que nadie discuta por ello.
"Así pues, creo que el ampliar deliberadamente nuestra perspectiva podemos superar los extremismos y sus consecuencias negativas.
Tras esto, el Dalai Lama deslizó el rosario alrededor de la muñeca, me dio una afable palmadita en la mano y se levantó, dando por terminada la entrevista.

viernes, 27 de noviembre de 2009

Cambio de perspectiva. La importancia de una mente flexible (V)


Hay una estrecha relación entre una mente flexible y la capacidad para cambiar de perspectiva. La mente flexible nos ayuda a abordar nuestros problemas desde varias perspectivas; por tanto, tratar de examinar los problemas con objetividad multiplicando las perspectivas puede considerarse una manera de formar la mente en la flexibilidad. En el mundo actual, el intento de desarrollar un pensamiento flexible no es un simple ejercicio para intelectuales ociosos, sino una cuestión de supervivencia. Desde un punto de vista evolutivo, son las especies más flexibles las que se han adaptado mejor a los cambios ambientales, las que han sobrevivido y prosperado. Hoy en día, la vida se caracteriza por el cambio repentino, inesperado y, en ocasiones, violento. Una mente flexible puede ayudar a reconciliarnos con los cambios externos, y también a amortiguar nuestros conflictos internos, inconsistencias y ambivalencias. Si no cultivamos una mente adaptable, nuestra mirada se enturbia y nuestra relación con el mundo se guía por el temor. Al adoptar un enfoque flexible y dúctil ante la vida podemos mantener nuestra compostura incluso en las situaciones más turbulentas. Es gracias a nuestros esfuerzos por alcanzar una mente flexible como podemos reforzar la capacidad de resistencia del espíritu humano.

A medida que iba conociendo al Dalai Lama, más me asombraba ante su flexibilidad, su capacidad para adoptar numerosos puntos de vista. Cabría esperar que en su condición de jefe religioso se erigiera en defensor de la fe. así que le pregunté:
-¿Se ha considerado alguna vez demasiado rígido, demasiado estrecho de miras?
-Humm... -murmuró reflexivo durante un momento, antes de contestar con decisión-: -No, no lo creo. De hecho, sucede precisamente lo contrario. En ocasiones soy tan flexible que se me acusa incluso de no seguir una línea coherente. -Se echó a reír sonoramente-. Alguien se me acerca y me presenta determinada idea; examino las razones que aduce y exclamo: "Eso es mágnifico". Después se me acerca otra persona con un punto de vista opuesto y también encuentro acertadas sus razones. Me han criticado por eso; me recuerdan: "Nos hemos comprometido a seguir este camino, así que, por el momento, sigámoslo".
Si tuviera que juzgarlo sólo por esta declaración, podríamos creer que el Dalai Lama es indeciso, sin principios que le guíen. En realidad, nada más alejado de la verdad. El Dalai Lama tiene unas convicciones básicas que guían todas sus acciones: la bondad fundamental de todos los seres humanos, el valor de la compasión, la benevolencia y la generosidad, atributos comunes a todas las criaturas vivas.
-Al hablar de la importancia de ser flexible, dúctil y adaptable no pretendo sugerir que seamos como camaleones, y que absorbamos cualquier nuevo sistema de creencias con el que nos encontramos, que cambiemos de identidad, que adoptemos pasivamente cualquier idea. Las fases superiores del crecimiento y el desarrollo dependen del conjunto de valores que nos guían. Un sistema de valores capaz de proporcionar continuidad y coherencia a nuestras vidas, mediante el que podamos medir nuestras experiencias. Un sistema de valores que nos ayude a decidir qué objetivos merecen realmente perseguirse y cuáles son irrelevantes.
La cuestión es: ¿cómo podemos mantener de un modo coherente y firme este conjunto de valores fundamentales y ser flexibles al mismo tiempo? El Dalai Lama parece haberlo conseguido al reducir su sistema de creencias a unas cuantas verdades fundamentales: 1) Soy un ser humano; 2) deseo ser feliz y no quiero sufrir; 3) otros seres humanos como yo también desean ser felices y no quieren sufrir. Al destacar el terreno que comparte con los demás, en lugar de fijarse en las diferencias, genera un sentimiento de unión que conduce a la convicción profunda del valor de la compasión y el altruismo. Utilizando este enfoque, puede ser muy gratificante el simple hecho de dedicar un poco de tiempo a reflexionar sobre nuestro propio sistema de valores y reducirlo a sus principios fundamentales, lo que nos proporciona mayor libertad y flexibilidad para afrontar los problemas.

jueves, 26 de noviembre de 2009

Cambio de perspectiva. Una mente flexible (IV)


La capacidad para cambiar de perspectiva, para ver los problemas "desde ángulos diferentes", guarda relación con la flexibilidad de la mente. El beneficio fundamental de esta flexibilidad es que nos permite abarcar toda la existencia, sentirnos plenamente vivos, experimentar toda la dimensión de nuestra humanidad. Una tarde, después de una larga jornada de charlas en Tucson, cuando el Dalai Lama regresaba andando a su hotel, un banco de nubes de color magenta se extendió sobre el cielo, absorbiendo la luz de últimas horas de la tarde y realzando el relieve de las montañas Catalina, convirtiendo el paisaje en una sinfonía de matices purpúreos. El aire era cálido, cargado con la fragancia de las plantas del desierto, de la salvia, y lleno de humendad; una inquieta brisa prometía tormenta. El Dalai Lama se detuvo. Durante unos momentos, contempló en silencio el horizonte y finalmente hizo un comentario sobre la belleza del paisaje. Siguió caminando pero, tras unos pasos, se detuvo de nuevo, se inclinó para examinar un diminuto ramillete de espliego. Lo tocó con suavidad, observó su delicada forma y se preguntó en voz alta cuál sería el nombre de aquella planta. Me sentí impresionado por la agilidad de su mente. Pareció pasar del paisaje a la pequeña planta con una percepción simultánea de la totalidad y de los detalles, con una asombrosa capacidad para abarcar todas las facetas del espectro de la vida.
Todos podemos desarrollar esa misma flexibilidad mental. Surge, al menos en parte, de nuestros esfuerzos por extender nuestra perspectiva y probar nuevos puntos de vista. El resultado es la conciencia simultánea del macrocosmos y el microcosmos, que nos ayuda a separar lo que es importante de aquello que no lo es.

En mi caso, necesité la suave presión del Dalai Lama, durante el transcurso de nuestras conversaciones, para salir de mi limitada perspectiva. Tanto por naturaleza como por formación. siempre he tenido tendencia a abordar los problemas desde el punto de vista de la dinámica individual, con sus procesos psicológicos. Las perspectivas sociológicas o políticas nunca han tenido mucho interés para mi. Durante unas conversaciones con el Dalai Lama, hablamos sobre la ampliación y multiplicación de las perspectivas. Como había tomado varias tazas de café, mi conversación era muy animada y hablé de la capacidad para cambiar de perspectiva como un proceso interno, como una búsqueda individual, basada exclusivamente en la decisión consciente del individuo de adoptar un punto de vista diferente.
El Dalai Lama finalmente me interrumpió y me recordó:
-Adoptar una perspectiva más amplia supone trabajar solidariamente con otras personas. Cuando se producen catástrofes gigantescas, medioambientales o económicas, por ejemplo, se necesita un esfuerzo coordinado de muchas personas, con un sentido de la responsabilidad y el compromiso globales, no meramente individuales.
Me sentí molesto por el hecho de que el introdujera el mundo cuando yo trataba de concentrarme en el individuo.
-Pero esta misma semana -insistí-, en nuestras conversaciones y en sus charlas ante el público, ha hablado mucho sobre la importancia del cambio personal desde dentro, de la transformación interna. Ha hablado, por ejemplo, de la importancia de desarrollar compasión, de superar la cólera y el odio, de cultivar la paciencia y la tolerancia...
-Si. Naturalmente el cambio debe proceder de dentro del individuo. Pero cuando se buscan soluciones a los problemas globales, se necesita abordar esos problemas desde los puntos de vista del individuo y del conjunto de la sociedad. Ser flexible, tener una perspectiva más amplia, exige capacidad para abordar los problemas desde varios niveles: el individual, el de la colectividad y el global.
"En la charla que di en la universidad la otra tarde hablé sobre la necesidad de reducir la cólera y el odio mediante el cultivo de la paciencia y la tolerancia. Reducir el odio al mínimo es como un desarrollo interno. Pero, como también señalé, el desarme interno tiene que producirse al mismo tiempo que el desarme externo. Y esto es muy importante. Afortunadamente, después del derrumbe del imperio soviético y al menos por el momento, no hay amenazas de holocaustos nucleares. Por ello creo que es un buen momento y que no deberíamos desaprovechar esta oportunidad. Es ahora cuando deberíamos fortalecer la paz. La verdadera paz, no sólo la simple ausencia de guerra. Porque una simple ausencia de guerra no es una verdadera paz mundial. La paz tiene que basarse en la confianza mutua. Y puesto que las armas constituyen el mayor obstáculo para el desarrollo de la confianza mutua, creo que ha llegado el momento de pensar en como librarnos de ellas. Es muy importante. Claro que no se puede conseguir de la noche a la mañana. Lo más realista sería avanzar paso a paso. Pero, en todo caso, deberíamos tener claro cuál es nuestro objetivo final: que todo el mundo quede desmilitarizado. Por tanto debemos trabajar para desarrollar paz interior y al mismo tiempo trabajar por el desarme externo y la paz tanto como podamos. Ésa es nuestra responsabilidad.

miércoles, 25 de noviembre de 2009

Cambio de perspectiva. Descubrimiento de otras perspectivas (III)


Al tratar de poner en práctica el cambio de perspectiva con respecto al "enemigo" preconizado por el Dalai Lama, me encontré una tarde con otra técnica. Mientras preparaba este libro, asistí a unos seminarios del Dalai Lama en la costa este. Para regresar a casa tomé un vuelo sin escalas a Phoenix. Había reservado un asiento junto al pasillo, como siempre. A pesar de que acababa de recibir enseñanzas espirituales, me sentía bastante malhumorado cuando subí al atestado avión. Descubrí entonces que me habían asignado erróneamente un asiento en el centro, embutido entre un hombre de generosas proporciones, cuyo grueso antebrazo invadía mi asiento, y una mujer de mediana edad que me resultó inmediatamente antipática porque, a mi juicio, había usurpado el asiento junto al pasillo que me correspondía. Había algo en aquella mujer que me molestaba: quizá su voz chillona, o su actitud un tanto imperiosa. Después del despegue, la mujer empezó a hablar sin parar con un hombre sentado al otro lado del pasillo, que resultó ser su marido, y yo le ofrecí "gentilmente" cambiar de asiento. Pero no quisieron aceptarlo; por lo visto los dos querían asientos de pasillo. Eso me molestó más aún. La perspectiva de pasar cinco horas sentado junto a aquella mujer me parecía insoportable.
Al darme cuenta de la intensidad de mi reacción ante una mujer a la que ni siquiera conocía, decidí que tenía que tratarse de una "transferencia" (seguramente me recordaba, subconscientemente, a alguien de mi infancia), un viejo sentimiento de odio no resuelto hacía mi madre u otra mujer. Me estrujé el cerebro, pero aquella mujer no me recordaba a nadie de mi pasado.
Se me ocurrió pensar entonces que era una excelente oportunidad para practicar el desarrollo de la paciencia. Así pues, imaginé a mi vecina como una querida benefactora, situado a mi lado para enseñarme paciencia y tolerancia. Al cabo de unos veinte minutos de esfuerzos imaginativos, abandoné el intento. ¡La mujer seguía fastidiándome! Me resigné a continuar irritado durante todo el resto del vuelo. Mohíno, miré una de sus manos, con la que se aferraba furtivamente al brazo de su butaca. Detestaba todo lo que tuviera que ver con esa mujer. Miraba con expresión ausente la uña de su pulgar cuando de repente me pregunté: ¿odio acaso esa uña? No, en realidad no. Era una uña corriente, sin ninguna característica particular. A continuación, fijé la mirada en uno de sus ojos y me pregunté: ¿odio realmente ese ojo? Si, lo odio (y sin ninguna buena razón, que es la forma más pura del odio). Miré más atentamente ¿Odio esa pupila? No. ¿Odio esa córnea, ese iris, esa esclerótica? No, de modo que ¿odio realmente ese ojo? Tuve que admitir que no lo odiaba. Tuve la impresión de que estaba haciendo progresos. Pasé a uno de sus nudillos, a un dedo, a la mandíbula, a un codo. Con sorpresa, me di cuenta de que había partes de esa mujer que no odiaba. Al centrar la atención en los detalles, en lo concreto, en lugar de la imagen global, permitía que se produjera un cambio interno sutil, un ablandamiento. Este cambio de perspectiva producía un desgarro en mi prejuicio, lo bastante amplio como para percibir la humanidad básica de la mujer. Mientras me percataba de todo esto, ella se volvió hacia mi e inició una conversación. No recuerdo de qué hablamos, algo superficial, pero mi cólera había desaparecido cuando terminó el vuelo. Aquella mujer, por supuesto, no se había transformado en la mejor de mis amigas, pero tampoco era ya la maldita usurpadora de mi asiento junto al pasillo; simplemente un ser humano como yo, que llevaba su vida lo mejor que podía.

Cambio yo, cambia el mundo :)

lunes, 23 de noviembre de 2009

Cambio de perspectiva ¿Es práctica esta actitud? (II)


Ciertamente, me pareció que valdría la pena enfocar nuestros problemas racionalmente y aprender a considerarlos. al igual que nuestros enemigos, desde perspectivas distintas, aunque me preguntaba hasta qué punto podría suponer eso una transformación fundamental de actitudes. Recordé entonces haber leído en una entrevista que una de las prácticas espirituales diarias del Dalai Lama era recitar una oración, "Ocho versículos sobre la educación de la mente", escrita en el siglo XI por el santo tibetano Langri Thangpa. He aquí un fragmento:

Cuando me acerque a alguien, en el fondo de mi corazón me consideraré el más bajo de todos y al otro el más alto...

Cuando vea a seres de naturaleza malvada, oprimidos por el pecado de la violencia y por la aflicción, los consideraré tan raror como un precioso tesoro...

Cuando otros, por envidia, me traten mal, abusen de mi, me difamen o me causen daños similares,aceptaré la derrota y a ellos ofreceré la victoria...

Aquel que tras haberle otorgado yo toda mi confianza me cause un grave daño, será mi supremo maestro...

En suma, que puedo yo dispensar beneficio y felicidad, directa o indirectamente, a todos los seres, que pueda asumir en secreto el daño y el sufrimiento de todos los seres...

Después de leer esto, le pregunté al Dalai Lama:
-Sé que ha reflexionado mucho sobre esta oración, pero ¿cree que es realmente aplicable en estos tiempos que corren? Fue escrita por un monje que vivió en un monasterio, un lugar donde lo peor que podía suceder era que alguien chimorreara o dijera mentiras sobre uno, o quizá le propinase un golpe o una bofetada. En un caso así, podría ser fácil "ofrecerles la victoria", pero en la sociedad actual el "daño" que se recibe de los demás puede ser la violación, la tortura o el asesinato. Desde este punto de vista, la actitud que muestra la oración no parece realmente adecuada.
Me sentí muy pagado de mi después de esta observación, que me pareció aguda.
El Dalai Lama guardó silencio, con el ceño fruncido, sumido en profundos pensamientos.
-Es posible que haya algo de cierto en lo que dice -admitió luego.
A continuación habló de casos en los que quizá fuera necesario modificar esa actitud, precaverse contra las agresiones.
Más tarde, esa misma noche, pensé en nuestra conversación. Dos puntos destacaron vivamente. Primero, la extraordinaria facilidad con que el Dalai Lama adoptaba una nueva perspectiva acerca de sus propias creencias y prácticas, como por ejemplo su disposición a volver a evaluar una oración que sin duda formaba parte de él después de acompañarle durante tantos años en sus prácticas espirituales. El segundo punto era ingrato. Me sentí abrumado por mi arrogancia. Le había sugerido que la oración podría no ser apropiada porque no se adaptaba a las duras realidades del mundo actual. Hasta más tarde no me di cuenta de que me había dirigido a un hombre que había perdido su país como resultado de una de las más brutales invasiones de la historia. Un hombre que había vivido en el exilio durante casi cuatro décadas, mientras toda una nación depositaba en él sus esperanzas y sueños de libertad. Un hombre dotado de un profundo sentido de la responsabilidad, que había escuchado con compasión a una continua corriente de refugiados que contaban sus experiencias sobre asesinatos, violaciones, torturas, sobre los sufrimientos del pueblo tibetano a manos de los chinos. Más de una vez había observado la expresión de infinita preocupación y tristeza en su rostro mientras escuchaba todas aquellas narraciones, contadas a menudo por gentes que habían cruzado el Himalaya a pie (en un viaje de dos años) simplemente para poder verlo.
Aquellas historias no hablaban sólo de violencia física, sino también del intento de destruir el espíritu del pueblo tibetano. En cierta ocasión un refugiado tibetano me habló de la "escuela" china a la que se le obligó a asistir como adolescente en el Tíbet. Las mañanas se dedicaban al adoctrinamiento y el estudio del Libro rojo del presidente Mao, y las tardes a informar sobre los diversos deberes que había que realizar en casa. Por lo general, los "deberes" estaban diseñados para erradicar el espíritu del budismo, profundamente enraizado en el pueblo tibetano. Por ejemplo, conocedor de la prohibición budista de matar y de la convicción de que toda criatura viva es un precioso "ser sensible", un maestro de escuela encargó a sus estudiantes la tarea de matar algo y llevarlo a la escuela al día siguiente. Para calificar a los estudiantes se asignaron puntos a los animales muertos; una mosca, por ejemplo, valía un punto, un gusano dos, un ratón cinco, un gato diez... (Recientemente, al contarle esta historia a un amigo, sacudió pesaroso la cabeza, con la expresión de asco, y musitó: "Me pregunto cuántos puntos recibiría el alumno por asesinar a su condenado maestro":)
A través de prácticas espirituales como el recitado del Ocho versículos sobre la educación de le mente, el Dalai Lama ha podido reconciliarse con esta situación y, a pesar de todo, continuar una campaña por la liberación y por los derechos humanos en el Tíbet desde hace cuarenta años. Al mismo tiempo, ha mantenido una actitud de humildad y compasión con respecto a los chinos,lo que ha inspirado a millones de personas en todo el mundo.Y allí estaba yo, diciéndole que esa oración quizá no fuera relevante para las "realidades" del mundo actual. Todavía me sonrojo cuando recuerdo aquella conversación.

viernes, 20 de noviembre de 2009

Cambio de perspectiva. Una nueva perspectiva del enemigo (I)


El método fundamental utilizado por el Dalai Lama para transformar la actitud ante los enemigos supone llevar a cabo un análisis sistemático y racional de nuestra respuesta habitual cuando nos causan daño.
-Empecemos por examinar la actitud característica hacia nuestros enemigos -explicó-. En términos generales, es evidente que no les deseamos lo mejor. Pero aunque nuestro adversario se hunda a consecuencia de nuestras acciones, ¿a qué viene alegrarse por ello? ¿Puede haber algo más lamentable que esos sentimientos de animadversión? ¿Desea uno ser realmente tan mezquino?
-Vengarse no hace sino crear un círculo vicioso. La otra persona no lo va a aceptar y, entonces, la cadena de venganzas es interminable. En ciertas sociedades, esa dinámica, puede transmitirse de una generación a otra. El resultado es que ambas partes sufren y la vida se envenena; puede comprobarse en los campos de refugiados, donde se cultiva el odio hacia el enemigo desde la infancia. Es muy triste. La cólera o el odio son como el anzuelo de un pescador. Es de vital importancia no morder ese anzuelo.
_Algunas personas consideran que el odio es bueno para el interés nacional, lo cual me parece muy negativo y de miras muy estrechas. Contrarrestar esta forma de pensar constituye la base del espíritu de la no violencia y la compresión.
Tras haber rechazado nuestra actitud característica frente al enemigo, el Dalai Lama ofreció una opción, una nueva perspectiva que podría revolucionar nuestra vida.
-En el budismo -explicó- se presta mucha atención a las actitudes que adoptamos ante nuestros enemigos. Ello se debe a que el odio puede ser nuestro mayor obstáculo para el desarrollo de la compasión y la felicidad. Si se aprende a ser paciente y tolerante con los enemigos, todo lo demás resulta mucho más fácil, y la compasión fluye con naturalidad.
-Así pues, para alguien que practica la espiritualidad, los enemigos juegan un papel crucial. Tal como veo las cosas, la compasión es la esencia de la vida espiritual.Y para alcanzar una práctica cabal del amor y la compasión, es indispensable la práctica de la paciencia y la tolerancia. No hay fortaleza similar a la paciencia, no hay peor aflicción que el odio. En consecuencia, no debemos ahorrar esfuerzos en la erradicación del odio al enemigo, y aprovechar el enfrentamiento como una oportunidad para intensificar la práctica de la paciencia y la tolerancia..
"De hecho, el enemigo es el elemento necesario para practicar la paciencia. Sin su oposición no pueden surgir la paciencia o la tolerancia. Normalmente, nuestros amigos no nos ponen a prueba ni nos ofrecen la oportunidad de cultivar la paciencia; eso es algo que sólo hacen nuestros enemigos. Así pues, desde este punto de vista, podemos considerar a nuestro enemigo un gran maestro, y reverenciarlo incluso por habernos proporcionado esa preciosa oportunidad.
"En el mundo son relativamente pocas las personas con las que interactuamos y todavía menos las que nos causan problemas. Por tanto, encontrarse ante la oportunidad de practicar la paciencia y la tolerancia debería suscitar nuestra gratitud, porque se da raras veces. Del mismo modo que si hubiéramos tropezado con un tesoro en nuestra propia casa, deberíamos sentirnos felices y agradecidos al enemigo por proporcionarnos esa preciosa oportunidad. Porque para alcanzar éxito en la práctica de la paciencia y la tolerancia, que son factores esenciales para contrarrestar las emociones negativas, además de nuestros esfuerzos hemos de tener la oportunidad aportado por un enemigo.
Muchos argumentaran:"¿Por qué debo venerar a mi enemigo, reconocer sus aportaciones, se él no tuvo intención de ofrecerme esa oportunidad para practicar la paciencia, ni tampoco de ayudarme? Y no sólo no tuvo intención alguna de ayudarme, sino que abriga el propósito deliberado y malicioso de causarme daño. Es apropiado detestarlo, porque no merece mi respeto". En realidad, es precisamente esta animosidad del enemigo, su intención de causarnos daño, lo específico; si sólo se trata de daño, deberíamos odiar a todos los médicos considerarlos enemigos, porque a veces adoptan métodos que pueden ser dolorosos. Sin embargo, no juzgamos esos actos dañinos ni propios de un enemigo, porque la intención del médico has sido la de ayudarnos.En consecuencia, es precisamente la intención de causarnos daño lo que singulariza al enemigo y nos ofrece una preciosa oportunidad de practicar la paciencia.
Al principio me resultó un tanto difícil aceptar la sugerencia del Dalai Lama de venerar al enemigo por las oportunidades de crecimiento que nos depara. Pero la situación es análoga a la persona que trata de tonificar y fortalecer el propio cuerpo mediante el levantamiento de pesas. Claro que, al principio, la actividad de levantar las pesar resulta incómoda. Uno se esfuerza y suda. Y, sin embargo, es el acto mismo de esforzarse por superar la resistencia lo qeu en último término nos fortalece. Se aprecia el buen equipo de pesas no por el inmediato que nos aporta, sino por el beneficio último que se deriva de él.
Quizá hasta las expresiones del Dalai Lama sobre la "rareza" y "valor precioso" del enemigo sean algo más que simples racionalizaciones de algo imaginario. Mientras escucho a mis pacientes describir sus dificultades con los demás, eso queda bastante claro; en el fondo la mayoría de la gente no tiene legiones de enemigos y antagonistas a los que enfrentarse, al menos personalmente. Habitualmente, eso queda limitado a unas pocas personas. Quizá un jefe o un colaborador, una ex esposa, un hermano. Desde ese punto de vista, el enemigo es realmente "raro", de modo que nuestro "suministro de enemigos" es limitado. Y es la lucha, el proceso de resolver el conflicto con el enemigo, a través del aprendizaje, el examen, el descubrimiento de formas alternativas de afrontar los conflictos, lo que en último término da como resultado el verdadero crecimiento como una terapia acertada.
Imaginemos cómo serían las cosas si pasáramos por la vida sin encontrarnos jamás con un enemigo u otros obstáculos, si desde la cuna hasta la tumba todo el mundo nos halagara y mimara, nos abrazara y alimentara (con comida suave y blanda, fácil de digerir), si nos divirtiera con carantoñas y ocasionales arrullos. Si nos llevaran desde la infancia en un cestillo (más tarde, quizá en una silla de manos); si no tuviéramos que enfrentarnos nunca a ningún desafío, si nunca nos viéramos sometidos a prueba, en resumen, si todos continuaran tratándonos como a bebés. Quizá eso parezca conveniente al principio. Sería incluso apropiado durante los primeros meses de vida. Pero si la situación persistiera tendría como resultado convertirnos en una masa gelatinosa, en una verdadera monstruosidad, con el desarrollo mental y emocional de una ternera. Es la lucha misma la que nos hacer ser lo que somos. Y son nuestros enemigos los que nos ponen a prueba, los que nos oponen la resistencia necesaria para el crecimiento.
(Texto extraído del libro "El arte de la felicidad". Autores: Dalai Lama con Howard C. Cutler)

jueves, 19 de noviembre de 2009

El santo y el ladrón


Era un hombre de gran pureza, incapaz de dañar a ningún ser, y por el contrario, siempre dispuesto a beneficiar a los otros. Su intención y su comportamiento eran impecables. Pero tenía un problema: su mente era vacilante, indócil, saltarina como una liebre, desconcentrada y frágil. Aunque se esmeraba en penetrar lo esencial de los textos sagrados y había escuchado las más sublimes enseñanzas espirituales de grandes guías místicos, no lograba poner paz en su mente y sujetar sus pensamientos. Había desarrollado en si mismos una ética genuina, pero fracasaba en el intento de disciplinar la mente y mantenerla bajo control.
Cierto día al anochecer, después de dar un paseo por la ciudad, al llegar a su casa vio a un ladrón que intentaba abrir la puerta, con la intención, obviamente de robar. Desde la distancia y con detenimiento observó al ladrón, y comprobó hasta qué grado el hombre estaba concentrado, como si nada más hubiera en el mundo que abrir aquella puerta con su ganzúa. Entonces se le acercó y le dijo:
-Amigo, desde ahora te nombro mi maestro.
El ladrón, boquiabierto, no daba crédito a lo que escuchaba.
-¿Yo maestro de algo? Pero si soy un miserable ladronzuelo. Nada sé, de nada puedo ejercer como maestro.
-Te equivocas -afirmó el hombre puro-. tú eres un gran maestro. Un gran maestro de la concentración.Tú serás mi maestro de concentración y a cambio también yo seré tu maestro...
-¿De qué? -interrumpió intrigado el ladrón.
-De pureza -repuso el santo-. Si nos ayudamos el uno al otro, conseguiremos gozar de las dos grandes gemas: concentración y pureza. ¿Qué más podemos pedir?
Hay amistades muy bellas y además, fecundas. La amistad nació entre el ladrón y el santo. Cada uno se convirtió en maestro del otro. Como resultado, el santo logró dominar el arte de la concentración y el ladrón dejo de robar.

Los opuestos son necesarios. Es en ellos donde podemos ver el contraste en este mundo de dualidad, el blanco no existe sin el negro. Aprendamos del que se nos opone, al que vemos como diferente o molesto, él es el portador de lo que nos falta, pudiendo, de este modo, aprender el uno del otro. Si nos aferramos a lo similar estamos perdiendo la oportunidad de entender, crecer, y por ello, poder transformarnos.

jueves, 12 de noviembre de 2009

La mente y la naturaleza de la mente


El budismo propone una visión que aún es revolucionaria hoy: la vida y la muerte existen en la mente, y en ningún otro lugar. La mente se revela como la base universal de la experiencia; es la creadora de la felicidad y la creadora del sufrimiento; la creadora de lo que llamamos vida y de lo que llamamos muerte.
De entre los numerosos aspectos de la mente, podemos destacar dos en particular. El primero es la mente ordinaria, que los tibetanos llaman sem. Un maestro la define así: "Aquello que está dotado de una conciencia discriminatoria, aquello que posee un sentido de la dualidad, es decir, que aferra o rechaza algo externo, eso es la mente. En esencia, es aquello que asociamos con un "otro", con cualquier "Algo" percibido como distinto de aquel que percibe" Sem es la mente discursiva, dualista, pensante, que sólo puede funcionar en relación con un punto de referencia exterior proyectado por ella y falsamente percibido.
Así pues, sem es la mente que piensa, trama, desea, manipula, que monta en cólera, que crea oleadas de emociones y de pensamientos negativos por los que se deja llevar. Es la mente la que necesita proclamar, corroborar y confirmar su "existencia" incansablemente mediante la fragmentación, la conceptualización y la solidificación de la experiencia. Inconstante y fútil, la mente ordinaria es la presa incesante de las influencias exteriores, de las tendencias habituales y del condicionamiento; los maestros comparan a sem con la llama de una vela dejada en una puerta abierta, vulnerable a todos los vientos de las circunstancias.
Desde cierto punto de vista, sem es vacilante, inestable y ávida, siempre entrometida en los asuntos ajenos; su energía se consume en una proyección constante hacia afuera. A veces, me viene a la mente la imagen de un frijol saltador mexicano o la de un mono encaramado a un árbol que brinca incansable de una rama a otro. Sin embargo, vista desde otro ángulo, la mente ordinaria posee una estabilidad falsa y apagada, una inercia autoprotectora y vanidosa, una calma pétrea hecha de hábitos arraigados. Sem es tan taimada como un político corrupto; escéptica y desconfiada, experta en el engaño y las artimañas, "ingeniosa en los juegos del engaño", como escribiera Jamyang Khyenstse. En el seno de esta mente ordinaria caótica, confusa, indisciplinada y repetitiva, sem, experimentamos una y otra vez el cambio y la muerte.
Luego está la naturaleza misma de la mente, su esencia más profunda que nunca se ve afectada en absoluto ni por el cambio ni por la muerte. Por el momento, se halla oculta en el interior de nuestra propia mente, nuestra sem, envuelta y oscurecida por el rápido discurrir de nuestros pensamientos y nuestras emociones. Pero al igual que una fuerte ráfaga de viento puede dispersar las nubes y dejar al descubierto el sol resplandeciente y el ancho cielo, también alguna inspiración puede poner al descubierto vislumbres de esta naturaleza de la mente. Estos vislumbres pueden ser de diversos grados e intensidades, pero todos ellos proporcionan alguna luz de comprensión, de significado y de libertad. Ello es así porque la naturaleza de la mente es de por sí la fuente misma de la comprensión. En tibetano la llamamos Rigpa, la conciencia primordial, pura y prístina que es al mismo tiempo inteligente, cognoscitiva radiante y siempre despierta. Se podría decir que es el conocimiento del propio conocimiento.
No caigáis en el error de suponer que la naturaleza de la mente se limita en exclusiva a nuestra mente. De hecho, es la naturaleza de todo. No está de más hacer hincapié en que realizar la naturaleza de la mente es realizar la naturaleza de todas las cosas.
A lo largo de la historia los santos y los místicos han adornado sus realizaciones con distintos nombres y les han conferido distintos rostros e interpretaciones, pero lo que todos ellos experimentan fundamentalmente es la naturaleza esencial de la mente. Los cristianos y los judíos la llaman "Dios"; los hindúes la llaman "el Yo", "Shiva", "Brahman" y "Vishnú"; los místicos sufíes la llaman "la Esencia Oculta", y los budistas la llaman "la naturaleza de buda". En el corazón de todas las religiones se halla la certeza de que existe una verdad fundamental, y de que esta vida nos brinda una oportunidad sagrada para evolucionar y conocerla.
Cuando decimos Buda pensamos naturalmente en el príncipe Gautama Siddharta, que alcanzó la Iluminación en el siglo VI antes de nuestra era y cuya enseñanza se convertiría en un camino espiritual para millones de personas en toda Asia, hoy llamada budismo. El término buda, no obstante, posee un significado mucho más profundo: se refiere a una persona, cualquier persona, que ha despertado completamente de la ignorancia y se ha abierto a su vasto potencial de sabiduría. Un buda es aquel que ha puesto un final definitivo al sufrimiento y a la frustración y que ha descubierto una felicidad y una paz duraderas e imperecederas.
Sin embargo para muchos de los que vivimos en esta época marcada por el escepticismo, este estado puede parecer una fantasía o un sueño, o tal vez una hazaña absolutamente fuera de nuestro alcance. Pero es importante tener presente que el Buda fue un ser humano como vosotros o como yo. Nunca se atribuyó un estado divino; simplemente sabía que poseía la naturaleza de buda, la semilla de la Iluminación, y que todos los demás seres también la poseían. La naturaleza de buda es sencillamente un derecho natural de todos los seres sensibles y, como suelo decir siempre, "nuestra naturaleza de buda es tan buena como la naturaleza de buda de cualquier buda". Esta es la buena nueva que el Buda nos transmitió con su Iluminación en Bodhgaya, y que infunde inspiración en tantas personas. Su mensaje, que la Iluminación está al alcance de todos, nos brinda una enorme esperanza. Por medio de la práctica espiritual, todos nosotros también podemos llegar a despertar. Si esto no fuera cierto, las innumerables personas que hasta ahora han alcanzado la Iluminación jamás lo habrían conseguido.
Se dice que cuando Buda alcanzó la Iluminación, lo único que deseaba era mostrarnos a los demás la naturaleza de la mente y hacernos partícipes por completo de lo que había conocido. Pero también vio, en su una infinita compasión, lo difícil que nos sería llegar a comprenderlo.
Aunque nuestra naturaleza interior es idéntica a la de Buda, no la hemos reconocido porque se encuentra sumamente encerrada y envuelta en nuestra mente individual ordinaria. Imaginaos un jarro vacío:el espacio interior es exactamente idéntico al espacio exterior; sólo sus frágiles paredes separan el uno del otro. De la misma forma, nuestra mente de buda está encerrada en el interior de las paredes de nuestra mente ordinaria. Pero alcanzar la iluminación es como romper el jarro en mil pedazos. El espacio "interior" se funde instantáneamente con el espacio "exterior", convirtiéndose en uno. En ese preciso instante nos damos cuenta de que nunca habían estado separados o diferenciados: siempre habían sido idénticos.
(Texto extraído de "El libro tibetano de la vida y de la muerte". Autor: Sogyal Rimpoché)

viernes, 6 de noviembre de 2009

El continuo


El continuo (la continuidad) es la mayor ley del universo. Es distinto de la cohesión, del contacto. Imaginemos un cabello. Suspendemos de él un peso. Hay ruptura. Es el cabello el que se ha roto, no el continuo. Algunos no lo creen. Voy a demostrarles, mediante ejemplos, que el continuo es independiente del contacto.
Chan-ho pescaba con un sedal hecho con un solo filamento de seda natural [tal como lo produce el gusano de seda; hay que reunir varios de esos filamentos para hacer el hilo], un alfiler curvado le servia de anzuelo, un junquillo de caña de pescar, y la mitad de un grano de trigo de cebo. Con este instrumento tan rudimentario retiraba peces enormes de un pozo profundo, sin que el sedal se rompiera, sin que el alfiler se enderezara y sin que el junquillo se doblegara. El rey de Ch'u se enteró de ello y le pidió explicaciones. Chan-ho dijo:
-Antiguamente, el celebre arquero P'u-tsíe-tse, con un arco muy débil y una flecha provista de un simple hilo, alcanzaba a las grullas grises en las nubes, gracias a su aplicación mental, que establecía el continuo entre su mano y el objeto. Durante cinco años me he aplicado para llegar al mismo resultado en la pesca con caña. Cuando lanzo mi anzuelo, mi espíritu, completamente vacío de cualquier otro pensamiento,, va directamente al pez, a través de mi mano y mi instrumento, estableciendo continuidad, y el pez es atrapado sin desconfianza ni resistencia. Y si vos, oh rey, aplicarais el mismo procedimiento al gobierno de vuestro reino, el resultado sería el mismo...
-Gracias- dijo el rey de Ch'u.
Así pues, la voluntad forma el continuo entre el espíritu y su objeto.

Si ésta voluntad esta llena de negatividad, todo se volverá en contra de uno. Y será así porque no será el perfecto vacío, sino egoísmo.

(Extraído del libro "Tratado del perfecto vacío" de Lie Tse)
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