lunes, 31 de mayo de 2010

La era de la ansiedad (I)


Según las apariencias externas, la vida es una chispa, luminosa entre dos oscuridades eternas. Tampoco el intervalo entre esas dos noches es un día sin nubarrones, pues cuanto más capaces somos de experimentar placer, tanto más vulnerables somos al dolor y, ya sea en segundo término o en primer plano, el dolor siempre nos acompaña. Nos hemos convencido de que la existencia vale la pena por la creencia de que hay algo más que las apariencias externas, que vivimos para un futuro más allá de la vida presente, puesto que el aspecto exterior no parece tener sentido. Si vivir es acabar con dolor, falta de integridad y el regreso a la nada, parece una experiencia cruel y fútil para unos seres que han nacido con la capacidad de razonar, abrigar esperanzas, crear y amar. El hombre, ser juicioso, quiere que su vida tenga sentido, y le cuesta trabajo creer que lo tiene a menos que exista un orden eterno y una vida eterna tras la experiencia incierta y momentánea de la vida mortal.
Quizá no se me perdone que presente temas serios con una disposición frívola, pero el problema de encontrar sentido al caos aparente de la experiencia me recuerda mi deseo infantil de enviar a alguien un paquete de agua por correo. El destinatario quita el cordel y desencadena y pequeño diluvio sobre su regazo. Pero el juego nunca sería efectivo, dado que es irritantemente imposible envolver y atar medio litro de agua en un paquete de papel. Hay tipos de papel que no se deshacen cuando están húmedos, pero el problema estriba en lograr que el agua adopte una forma manejable y en atar el cordel sin que el bulto reviente.
Cuanto más estudiamos las soluciones que se han intentado aplicar a los problemas de la vida que se resisten a una simplificación fácil y que parecen más complejos y amorfos que nunca. Además, la ciencia y la industria han aumentado de tal modo el ritmo y la violencia de la vida, que nuestros paquetes parecen deshacerse con mayor rapidez cada día que pasa.
Tenemos, pues la impresión de vivir en una época de inseguridad desusada. En los últimos cien años se han perdido numerosas tradiciones que estuvieron en vigor durante mucho tiempo: tradiciones de vida familiar y social, de gobierno, del orden económico y de creencias religiosas. A medida que transcurren los años, parece que cada vez hay menos rocas a las que podamos agarrarnos, menos cosas que podamos considerar como absolutamente correctas y ciertas, fijadas para siempre.
Para ciertas personas esto representa una liberación de las trabas dogmáticas, morales, sociales y espirituales. Para otro es una ruptura peligrosa y temible con la razón y la cordura, y tiende a sumir la vida humana en un casos irremediable. Para la mayoría, quizá, la sensación inmediata de liberación procura un breve alborozo, seguido por la ansiedad más profunda; pues si todo es relativo, si la vida es un torrente sin forma ni objetivo en cuya corriente nada absolutamente, excepto el mismo cambio, puede durar, parece ser algo en lo que hay "futuro" y, por ende, no hay esperanza.
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(Texto extraído del libro "La sabiduría de la inseguridad". Autor Alan Watts)

domingo, 30 de mayo de 2010

¿Puede la mente liberarse a si misma? (IV) y último


Muchos niños pequeños hablan de experiencias que se ajustan notablemente a las metas supremas de la espiritualidad. Una mujer escribe sobre un vívido recuerdo de infancia: "A la edad de cuatro años yo estaba tendida en la hierba, creando imágenes con las nubes. En determinado momento noté que habían dejado de moverse. A mi alrededor todo estaba quieto y yo me sentía fundida con el cielo. Yo era todo y todo era yo. No sé por cuánto tiempo duró esto y jamás he vuelto a sentirlo. Pero es posible".
Esa experiencia se parece mucho a la meditación de los Sufras de Shiva que indica "mirar el cielo azul más allá de las nubes", a fin de experimentar la eternidad. Muchos niños recuerdan haber tendido, un momento antes de dormirse, la sensación de que eran livianos o que flotaban; también esto refleja la meditación que aconseja sentirse sin peso en el lecho. El ejercicio espiritual que tan difícil parece la adulto, "ver a una persona bella como por primera vez", no requiere el menor esfuerzo para un bebé de cuatro meses, que día tras día recibe la aparición de su madre, la persona más bella de su universo, con adoración y deleite. Mientras ella esté en el cuarto, el bebé no deja de mirarla, pues no puede ver otra cosa. Ser, para el recién nacido, es estar en el centro de un mundo mágico.
Algunos niños recuerdan esa mágica inmersión en etapas de desarrollo muy posteriores. El poeta William Wordsworth, a los cinco años y a los seis años, veía las montañas, los lagos y las praderas a su alrededor "ataviados de luz celestial" y tenía que aferrarse de un árbol para recordar que las cosas materiales no eran visiones. Sin este esfuerzo, según nos cuenta, habría sido arrebatado a un mundo ideal de pura luz y sentimientos divinos. Por ende, ver a través de Maya puede ser mucho más natural de lo que uno supone. ¿Quién sabe cuántos de nosotros hemos jugado en praderas de luz sólo para perder el recuerdo de haberlo hecho? Lo cierto es que nuestro ideal vigente de lo que constituye buena crianza psicológica no arraiga en lo ideal, sino en lo real. Por medio de muchas lecciones repetidas, el niño aprende que la áspera corteza de un árbol es más real que los sentimientos divinos; en cuanto tiene edad suficiente para ir a la plaza descubre que las aceras despellejan las rodillas y que los puños lastiman si te pegan en la cara.
En la meditación, el yogui borra ese tosco sentido de la realidad y se orienta nuevamente hacia la luz, lo ideal, lo divino. El Yoga apunta hacia la perfección, que significa vivir desde nuestro centro creativo las veinticuatro horas del día, sin disfraces ni evasiones, libres de cualquier forma de irrealidad. El yogui triunfador no se limita a establecer contacto con el núcleo omnisapiente: se convierte en él. Por bello que esto parezca, la mente del adulto se mantiene a distancia por instinto. Nuestras experiencias de dolor y desilusión son muy convincentes, mientras que las premisas del Yoga parecen muy lejanas.
-Hoy en día cualquier cosa puede ser aceptada como cierta -suele decir un amigo mío-, mientras no sea la Verdad.
Ha comprendido demasiado bien el principio de la realidad.

sábado, 29 de mayo de 2010

¿Puede la mente liberarse a si misma? (III)


La intimidad brinda a mis padres una relación privilegiada, pero hay un precio. Hasta que las máscaras se bajen, él no verá jamás a mi madre salvo como esposa. La belleza de esa mujer permanecerá a cierta distancia. En una relación feliz vale la pena pagar ese precio muchas veces. En ausencia de una verdadera intimidad, el precio se torna demasiado alto. Un padre puede decir a su hijo: "Te crítico sólo porque te amo". A sus propios ojos puede ser así, pero el hijo debe desentrañar el amor de la crítica lo mejor que pueda. Por eso son tantos los que, una vez adultos, sienten en el fondo cierta desconfianza del amor que reciben.
Desde la niñez en adelante, todos aprendemos a lidiar con una situación complicada, donde las sensaciones y percepciones más básicas se mezclan muchas veces unas con otras. La vida sería más sencilla si pudiéramos ver directamente los cristalinos ideales, la maravilla y la belleza que según el yogui, están en el corazón de la vida, es decir, en nuestro propio corazón. Pero las enseñanzas de Shiva apenas atraviesan el caparazón del escepticismo moderno. El escéptico alberga con frecuencia a un idealista que ha sufrido el dolor de la desilusión una vez más de lo soportable. Si el idealista nace para desilusionarse, ¿por qué no desilusionarse desde un comienzo? Una y otra vez, Freud destacaba la importancia del "principio de la realidad" como índice de salud psicológica. El principio de la realidad consiste en reconocer que uno no es el creador del mundo. Nuestro yo se detiene ante cierto límite, más allá del cual no tenemos influencia.
De ese modo, se considera que un bebé es primitivo porque se cree el centro del mundo, permitiéndose fa fantasía de que es él mismo. A medida que crece, se espera de él que descarte esa infantil ilusión de no tener límites. El "yo" y el "no yo". Generalmente, los padres se muestran muy ansiosos de fomentar esa actitud cooperativa, aun cuando el niño es obviamente demasiado pequeño para adoptarla. Pasan por alto la incomodidad de la criatura, temiendo que sea egoísmo. A ellos les cuesta ver que en eso se refleja su propia ansiedad oculta: tienen miedo de aceptarse plenamente a sí mismos. Sus propios padres señalaron que ser egocéntricos estaba mal y ahora se transmite ese criterio considerando "egoístas" casi todas las formas de satisfacción.
El crudo egoísmo del bebé recién nacido no es un modelo para la conducta futura, innecesario es decirlo, pero es preciso templarlo naturalmente en una conducta menos egoísta. Si el proceso de crecimiento sacrifica el mismo sentido del ser en el niño, se ha perdido algo demasiado precioso. El ser lleva consigo la sutil sensación de que se es único; de esa sensación surge un sentimiento de unión con el mundo, de estar bañado en belleza y amor. Eso también es realidad, pero de un tipo más elevado.
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viernes, 28 de mayo de 2010

¿Puede la mente liberarse a si misma? (II)


Después de reflexionar un segundo, la mujer comentó:
-Diga usted lo que diga, no crea sea muy fácil abandonar el juego.
Tiene razón, por supuesto. Estamos poderosamente condicionados para continuar avanzando en una misma dirección; los antiguos sabios de la India, llamados rishis, repararon en eso y llegaron a la conclusión de que la mente no puede liberarse por medio de ninguna actividad mental, sea por esfuerzo, vigilancia o represión. Escapar del pensamiento por medio del pensamiento equivale a tratar de salir de las arenas movedizas tirando de nuestro propio cabello. En el fondo, cualquier pensamiento, por positivo que sea, continúa estando en los dominios del pensamiento. El Yoga abra otro camino, cuyo secreto es simplemente esto: la mente no es sólo pensar. En realidad, el pensamiento es sólo la máscara de Maya, menos sólida que cuanto vemos y tocamos, pero igualmente indigna de confianza.
En el antiguo texto indio llamado Los sufras de Shiva se dan ciento doce caminos para que una persona pueda escapar de Maya, por el único medio posible: trascendiendo más allá de ella para experimentar las realidades más profundas del testigo silencioso. He aquí algunas de las técnicas, transmitidas directamente por el dios Shiva, maestro tradicional de los yoguis:

Cuando estés vívidamente consciente mediante algún sentido en especial, mantén la conciencia.
En el lecho o en un asiento, déjate quedar sin peso, más allá de la mente.
Mira como por primera vez a una persona bella o a un objeto ordinario.
Al borde de un pozo profundo, mira con fijeza sus profundidades hasta... la maravilla.
Sólo por mirar el cielo azul más allá de la nubes, la eternidad.

Aunque acentúan el mirar el mundo de una manera diferente, todas estas técnicas se basan en un cambio de conciencia, pues tal como hemos analizado, la conciencia es la fuente del ver. Ver a una persona bella "como por primera vez" podría ocurrir por azar, por el rabillo del ojo, pero nunca como estado constante, en la conciencia cotidiana. Yo no puedo ver a cierta india menuda, tímida devota sin ver a mi madre, así como ella no puede mirarme sin ver a su hijo. Estomas habituados el uno a la otra, acostumbrados a mirar a través de muchas capas nuestras.
Mi padre, al mirarla, ve a una persona diferente; en realidad, a muchas personas diferentes superpuestas: la muchacha protegida, de los ojos gachos, que fue primero una desconocida; luego , objeto de tímido cortejo; después, desposada y madre; desde entonces, consejera íntima y compañera cuyas palabras y pensamientos se han entrelazado con los de él. formando casi un segundo ser. Cuando él la mira, cada imagen superpuesta aporta algo de su propio valor. La fuerza modeladora que los ha convertido casi en uno no pierde potencia sólo por haber obrado tan lenta e invisiblemente. Una realidad compartida fluye en ellos, sobre ambos y entre ambos.
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jueves, 27 de mayo de 2010

¿Puede la mente liberarse a si misma? (I)


Quebrar la ilusión de la mente parece un ideal deseado, pero, en la práctica, ¿en qué consiste? Muchas personas tratan de sustituir con "pensamientos positivos" las ideas perturbadoras que desean eliminar. En la superficie, este táctica puede conducir a algunas señales de mejoría. Se puede obligar a la mente a identificarse sólo con cosas agradables y edificantes. Pero con el tiempo los pensamientos temidos volverán a emerger (Freud llamaba a esto "el retorno de lo reprimido"); hasta entonces es preciso un esfuerzo agotador para mantener un constante autodominio.
Hace algún tiempo atendí regularmente a una mujer que estaba obsesionada por el pensamiento positivo. Dos años antes se le había tratado de un cáncer de mama con buen resultado, pero seguía sumamente preocupada por la posibilidad de que éste se repitiera. Su nerviosismo resultaba obvio para cuantos la rodeaban, pero era lo último a lo que ella quería enfrentarse. Si a mí se me ocurría siquiera decir: "Usted está asustada, ¿verdad?", su sonrisa fija y su actitud optimista me hacían sentir gratuitamente cruel. Además, me sentía más nervioso tan sólo con su presencia. La mujer parecía un cable tenso a punto de romperse.
Por fin, después de sugerir con no demasiada sutileza que ella podía estar adoptando una actitud falsa, le pedí de improviso que dejara de mostrarse tan implacablemente positiva.
-¿O sea que puedo tener pensamientos negativos, si así lo quiero? -preguntó, con patética incredulidad.
-Si, cuando sea natural e inevitable.
De pronto se echó a reír.
-Gracias a Dios -exclamó-. Necesitaba que alguien me diera permiso. He leído tanto sobre el mal que hacen al cuerpo los pensamientos negativos que después de mi operación, me pasé todo el año temiendo que asomara hasta la sospecha de uno. Luego se me ocurrió que el miedo en sí es un pensamiento negativo. No sabe usted lo mucho que es me confundió.
Consideré que en eso había demostrado una impresionante penetración psicológica. Muchas personas, en sus bien intencionados esfuerzos por acentuar lo positivo, no hacen sino aumentar sus problemas en vez de escapar de ellos. Quieren poner fin al sufrimiento, pero eligen equivocadamente la táctica de negar sus verdaderos sentimientos, sobre la base de que son "demasiado negativos" para expresarlos. Analicé en profundidad este tema con mi paciente.
-Prestar atención al miedo y al dolor propios es, para mucha gente, una gran fuente de culpa -señalé-, pues se parece a la autocompasión, rasgo que consideramos equivocado. Pero también es malo negarse uno mismo la compasión que se daría voluntariamente a otros. Todos tenemos dolores ocultos; tratar de suprimirlos no es una virtud. Es sólo una imposibilidad.
"Usted puede considerar que es muy importante mantener una buena actitud, pero las actitudes, por sí solas, no son muy dignas de confianza. Después de todo, ¿quién anima a quién? Dentro de usted todo es sólo usted, aunque crea poder dividirse en una parte valiente, que trata de suprimir o derrotar a una parte asustada. Si una parte se dirige a la otra, diciendo: "Bueno, ahora no cedas, no vayas a perder las esperanzas", ¿no se reduce todo, en realidad, a una especie de juego?"
Ella admitió que probablemente era así, pero no resultaba muy tranquilizador.
-Siempre temí que, si no seguía adelante con el juego, como usted lo llama, me tragarían los pensamientos negativos.
-Y el oponerse a sus pensamientos negativos, ¿les resta potencia? -insistí-. ¿No es sólo demorar el día en que saldrán a la superficie, de un modo u otro? Piénselo. Probablemente usted emplee mucho tiempo en no pensar negativamente. Eso ha de requerirle una vigilancia y un esfuerzo constantes. Sin embargo, tan pronto como afloja esa presión, ¿no afloran los sentimientos negados con doble intensidad? En su lugar, yo no podría apoyar la cabeza en la almohadas sin que me atacara un ejército de pensamientos negativos.
Ella reconoció que acostares a dormir se había convertido en una tortura.
-Los pensamientos negativos vienen por sí solos, pese a la oposición más fuerte -dije-. Es sólo algo que todos debemos aceptar. Si continuamos jugando a rechazar los pensamientos que no nos parecen aceptables, perderemos siempre. La pregunta seria es: "¿Puedo renunciar a todo este juego?". Son muy pocas las personas que tienen en cuenta esa alternativa.
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(Texto extraído del libro "Vida sin condiciones". Autor Deepak Chopra)

miércoles, 26 de mayo de 2010

Compasión versus la "compasión idiota" (IV) y último


ESTUDIANTE: ¿Por qué se halla tan extendida la "compasión idiota"?
KW: Por el simple hecho de que no amenaza absolutamente nada. El hecho de que el ego no quiera verse amenazado explica el auge de la "compasión idiota" en los círculos espirituales. Al ego le gusta el "zen abuela", de modo que no dudará en pagar lo que sea por un taller de fin de semana que "potencie" su ego, le diga que usted es Dios o la Diosa, le brinde un nuevo concepto sobre el pensar al que llamar "espíritu", le conecte con la "red-de-la-vida" o le prometa la unidad última con esa idea mental. De hecho, el enorme mercado de la literatura espiritual de nuestro país gira en torno al hecho de que los baby boomers les gusta escuchar que su ego es Dios y que la contracción en uno mismo es el Espíritu. Pero, de ese modo, la contracción sobre uno mismo se ve simplemente reetiquetada como "sagrada", con lo que el "zen abuela" acaba sonriendo por doquier.
Yo no creo que ninguna de esas visiones está mal, sea mal intencionado o algo por el estilo, lo único que creo es que están un poco confundidas y que no vendría mal una visión más integral del Kosmos que proporcionase un pequeño atajo a su noble búsqueda. Espero que una visión más integral pueda ayudar a clarificar toda esa confusión.
ESTUDIANTE: ¿Por qué resulta tan amenazadora la visión integral?
KW: Porque casi siempre exige una ampliación de las creencias superior al 5% y eso es algo que poca gente está dispuesta a hacer.
ESTUDIANTE: Me sorprendió mucho que se enojaran tanto.
KW: Si, eso es muy lamentable. Yo creía que si uno conseguía demostrar la importancia de tres enfoques diferentes -llamémosles A, B y C, por ejemplo-, todo el mundo quedaría satisfecho, pero lo cierto es que los defensores de A, B y C acaban enojándose porque no ha demostrado que su campo de interés no es el único. Resulta lamentable que los budistas se quejen apenas escuchen que Freud y Piaget tienen algo importante que decir con respecto a la comprensión de la conciencia y que los ecólogos comienzan a acusarle de odiar a la naturaleza cuando le oyen defender la importancia de la naturaleza ordinaria, del nivel del alma sutil y del reino del espíritu trascendental.
¡Pero también habría que decir, por último, que algunas personas podrían reaccionar negativamente porque nuestra visión integral no lo es tanto! Y con ello quiero decir que no tenemos que desdeñar la posibilidad de que quienes creamos en una visión integral estemos equivocados y que las personas sensatas y racionales reacciones negativamente. No vayamos ahora a creer automáticamente que ellos se sientan amenazados porque nosotros tengamos razón y ellos están equivocados, porque las cosas bien podrían ocurrir al revés.

martes, 25 de mayo de 2010

Compasión versus la "compasión idiota" (III)


ESTUDIANTE: Esos hipócritas casi se me echan encima por establecer juicios cualitativos...
KW: Como usted sabe, existe una gran diferencia entre hacer juicios cualitativos y ser molesto. En este sentido, le recomiendo que comience verificando su actitud y su motivación. No tiene el menor sentido ponerse santurrones. Como ya hemos dicho, existe una "compasión real" y una "compasión idiota" Y es muy fácil quedarse atrapado en este punto, eso, al menos, es lo que me ocurre a mí. Ése sería un juicio ajeno a los llamados "medios hábiles", algo ciertamente molesto. De modo que debería tener mucho cuidado al respecto. ¿Pero estaba usted diciendo, acaso, que le atacaron por defender la importancia de una visión integral?
ESTUDIANTE: Así es.
KW: Ése es un problema muy especial. Para empezar, hay que tener en cuenta que, en una determinado momento, las personas no pueden expandir su visión mucho más allá de un 5%, de modo que no resulta extraño que, en el caso de que usted pretenda ofrecerles una visión demasiado amplia, se cierren, se enojen o le descalifiquen diciéndole que carece de compasión, que es muy arrogante, etcétera. Y, en el caso de que usted siga insistiendo en este punto, es muy probable que el problema sea realmente suyo. Quizás su ego esté disfrutando de la situación; eso es, al menos, lo que me ha ocurrido a mí en varias ocasiones y por ese motivo sé perfectamente que no sirve para nada. Porque si lo que realmente quiere es ayudar a alguien no debería cargar la cuchara con más comida de la que la otra persona puede tragar. ¿No le parece?
También habría que recordar que los sistemas de creencias no son sólo eso, sino son el hogar del ego, el asiento de la contracción sobre uno mismo. Hasta una creencia holística, como la creencia en la "red-de-la-vida", por ejemplo, alberga siempre el ego, porque las creencias son meras formas mentales y si lo supramental todavía no ha sido descubierto, las construcciones mentales van acompañadas de un ego muy poderoso. Es por ello que el yo separado experimenta cualquier desafío a un sistema de creencias como una amenaza de muerte que pone en marcha los instintos de supervivencia. Y, en tal caso, lo que está en juego no es sólo la verdad o falsedad de una teoría, sino que se trata de una lucha a vida o muerte. De modo que, siempre que se encuentre en una situación parecida -no sólo en los demás sino también en sí mismo- deberá tener cuidado porque se hallará ante una rata acorralada.
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lunes, 24 de mayo de 2010

Compasión versus la "compasión idiota" (II)


Tal vez usted y yo no seamos maestros realizados y quizá no siempre sepamos diferenciar con claridad dónde comienza y dónde termina la "compasión real". Pero, en cualquiera de los casos, deberíamos empezar a tratar de ejercer la "compasión real" en lugar de la "compasión idiota", tendríamos que aprender a establecer distinciones cualitativas, es decir, juicios que implican jerarquías de valores. Y en el caso de que a usted le desagraden las jerarquías no debería olvidar que esa también es una jerarquía, una jerarquía que coloca a las no jerarquías por encima de las jerarquías. Y eso no me parece mal, sólo que uno tiene que ser lo suficientemente honesto consigo mismo como para llamar a las cosas por su nombre. Está muy bien que a uno le disgusten las jerarquías de valores y quiera evitarlas, pero no hay que olvidar que ésa sigue siendo una jerarquía que ubica a las no jerarquías por encima de las jerarquías, lo cual no deja de ser una jerarquía, su propia jerarquía. Sea, al menos, sincero y, puesto que no hay modo de escapar de las jerarquías de valores, hágalo, al menos, de forma consciente y abandone la actitud hipócrita de que usted "no emite juicios", el más colosal, por cierto, de los juicios.
ESTUDIANTE: ¿Pero acaso la conciencia sin elección no es una conciencia sin juicios?
KW: La conciencia sin elección acepta absolutamente todo lo que aparece, tanto los juicios como los no juicios. Como usted ve, la actitud no enjuiciadora es una elección entre dos alternativas opuestas: enjuiciar versus no enjuiciar, de modo que el hecho de "no enjuiciar" no es exactamente lo mismo que la conciencia sin elección.
La conciencia sin elección se refiere, en realidad, a lo que los budistas denominan bodhichitta o Vacuidad absoluta, mientras que el hecho de establecer juicios es la bodhichitta relativa o compasión. Ésta es la verdadera compasión, no la "compasión idiota", ¡y la compasión real utiliza la sabiduría para establecer juicios! Así pues, ninguna de las dos, pues -absoluta o relativa- es una actitud sabia y "no enjuiciadora". Desde una perspectiva Absoluta, descansamos en la Vacuidad de la que emanan ambas actitudes y poco importa que hagamos juicios o que no los hagamos. Desde una perspectiva relativa, establecemos juicios basados en la sabiduría y la compasión, es decir, juicios basados en las distinciones cualitativas, en las jerarquías de valores y en la profundidad.
¡De modo que no haga mucho caso de quienes afirman que ellos no son "jerárquicos" y que "no emiten juicios"! Lo que tenemos que hacer es aprender a establecer distinciones cualitativas conscientes, tenemos que aprender a establecer juicios basados en los grados de profundidad. La "compasión idiota" hace mucho daño y obstaculiza el auténtico desarrollo espiritual.
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domingo, 23 de mayo de 2010

Compasión versus la "compasión idiota" (I)


Domingo, 25 de Mayo (Boulder)


Hemos comenzado otro de los seminarios del Neropa. En esta ocasión, los temas planteados por los estudiantes han sido la compasión versus la "compasión idiota" la falacia pre/trans, la meditación y la neurosis y el enojo de algunos teóricos ante mis intentos de elaborar una visión integral. Veamos algunas citas de este encuentro:
ESTUDIANTE: He estado hablando con algunos compañeros acerca de la visión integral y me he dado cuenta de que ellos interpretan mis críticas como una falta de compasión, pero a mí no me parece que eso sea así.
KW: Si, y éste es un tema que suele estar muy confuso a causa de la dificultad para distinguir la compasión de la "compasión idiota" (y debo decir que los términos no son míos sino que ése era el modo en que Trungpa Rimpoche solía abordar esta cuestión). En este país -y especialmente en los círculos de la denominada nueva era- creemos en una especie de igualitarismo tibio políticamente correcto según el cual no existe ninguna visión que sea mejor que las demás y, en consecuencia, nos vemos obligados a aceptarlas todas por igual en aras de la diversidad. Desde esta perspectiva, el hecho de no emitir ningún juicio es considerado como un signo de compasión, pero de una compasión que, a mi juicio, termina oponiéndose al sentido común.
Y esa actitud, como ustedes comprenderán, resulta contradictoria porque, mientras asume que ninguna visión es mejor que las demás, no deja de insistir en que la suya es la mejor de todas. De modo que esta visión "compasiva" afirma que ninguna visión es mejor que otra... excepto la suya que, supuestamente, es superior en un mundo en el que se supone que no existe nada superior. Se trata, pues, de una jerarquía que niega las jerarquías, de un juicio que niega los juicios, de una visión bienintencionada pero, en el fondo -cómo decirlo- sumamente hipócrita.
Y la hipocresía, obviamente, no tiene nada que ver con la verdadera compasión sino con la "compasión idiota" que, por más amable que pueda ser, no deja de ser, en el fondo, sumamente cruel. ¿Acaso le daría un trago a un amigo alcohólico si supiera que, de ese modo, podría matarle? Después de todo, para ser amable usted tendría que darle lo que quisiera, ¿no es cierto? ¿Quién es usted para imponer a los demás su visión de las cosas? ¿Cree usted que sería realmente compasivo darle un trago? ¡De ningún modo!
La verdadera compasión debe ser compasión inteligente, es decir, una compasión que establezca juicios de respeto y cuidado; la verdadera compasión nos dice que ciertas cosas son buenas y que otras no los son tanto y, en consecuencia, nos lleva a movernos aquello que se halla infundido por la sabiduría y el respeto. Ofrecerle un vaso de whisky a un alcohólico crónico por el simple hecho de que él se lo pide y usted quiere ser "amable" no tiene nada qeu ver con la verdadera compasión sino con la "compasión idiota".
El zen se refiere a esta misma diferencia con los términos "zen abuela" y "zen real". Para despertar del sueño del samsara y acabar de una vez con sus juegos favoritos, el ego debe verse hostigado, en ocasiones, de un modo muy severo, algo que el "zen abuela" no parece estar dispuesto a hacer. El "zen abuela" quiere ser "amable" y le permitirá seguir durmiendo, si lo desea, un rato más, dejar de meditar si no le gusta como discurren las cosas y seguir revolcándose en su yo. Pero el "zen real", por su parte no tiene el menor empacho en recurrir a un palo muy largo y, en algunos casos, va acompañado de gritos, huesos y egos rotos. La verdadera compasión da coces e insulta y, en ocasiones, es cualquier cosa menos agradable. Y si usted no está dispuesto a soportar este tipo de fuego, haría bien en alejarse de quienes practican la verdadera compasión, porque éstos no dudarán en echarle al fuego y buscarse un sonriente maestro de la nueva era, todo dulzura y luz que rebautice su ego con términos abiertamente espirituales. Lo que la mayor parte de las personas entienden por "compasión" es una mera autocomplacencia egoica, pero resulta que el ego es nuestro peor enemigo y quien se muestre amable con él no estará dando muestras de una gran compasión.
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Antes de ponerse a juzgar y/o tomar decisiones, formarse una opinión –o cualquier otra actitud– acerca de..., pienso que es mejor leerlo  al completo (está dividido en cuatro partes)

(Texto extraído del libro "Diario". Autor Ken Willber)

sábado, 22 de mayo de 2010

Los "tulkus" y "El pequeño Buda"


El destino de cada persona después de muerta dependerá mucho de su práctica cotidiana. Un caso particular es el de los grandes practicantes, que ya han alcanzado el nivel "libre de proyecciones", que deciden renacer para ayudar a los demás, algunos de los cuales empiezan su reencarnación en occidentales, de lo que que ha salido el argumento de la película "El pequeño Buda" de Bernardo Bertolucci.
Conozco personalmente dos casos: el niño español ósel, supuesta reencarnación del Lama Yeshe, que conocí en su segundo curso en Ibiza, y Trinle, reencarnación de otro lama en el hijo de un multimillonario americano. Se comenta en el ambiente próximo a los tulkus que tienen mucha energía y son difíciles de manejar.
Según "El Dharma de la Montaña" de Tsendru Gyamtso, que recoge las enseñanzas de Karma Tchegme, el procedimiento consiste, después de una primera fase de unos siente días, en la que han estado absorbidos en la Clara Luz, en visualizarse como la Deidad Tutelas abrazado a su consorte. Emana rayos luminosos para recoger las bendiciones de todos los budas de las diez direcciones. Esta luz entra por la boca de la Deidad y pasa al útero de la consorte. La luz toma la forma de una om blanca, que recoge todas las cualidades del cuerpo de todos los Budas y de Bodisatva. Gozando de clarividencia manda su conciencia a una mujer adecuada. Esto provoca el nacimiento de una emanación del Cuerpo de Buda, de una gran belleza y atractivo. Continuando el procedimiento, manda emanaciones de la palabra bajo la forma de la sílaba AH, de voz melodiosa y grandes dotes oratorias. Luego, una emanación de la mente de todos los Budas, bajo la forma de la sílaba HUNG, de gran inteligencia. Sigue con la emanción de todas las Cualidades de Buda bajo la forma de la sílaba soca, muy capaz en habilidades prácticas. Continúa con la emanación de la actividad de los Budas, bajo la forma de una sílaba HA verde, dotada de gran potencia.
Si los practicantes tienen un nivel muy alto, pueden repetir varias veces este proceso y crear numerosas emanaciones.
Renacerán preferentemente en familias de buen karma, aunque puede ocurrir que renazcan expresamente en familias muy negativas para orientarles correctamente. Se dice que si no encuentran un ambiente favorable, mueren rápidamente. Esto podría explicar el porqué muchos niños prodigio mueren precozmente.
Otros practicantes de nivel inferior crearán una emanación concentrándose en alguna Deidad, por ejemplo Manjusri, si quieren manifestarse como grandes sabios.
Los "tulkus" se suelen acordar de su vida precedente cuando son pequeños.
Conozco personalmente a un lama que parece ser la reencarnación de Rechungpa, discípulo de Milarepa y me dijo que de pequeño se acordaba algo, sus padres no querían que fuera educado como un tulku y lo mandaron a un colegio cristiano, pero toda una serie de fenómenos paranormales, causados por las Deidades protectoras, les forzaron a dejarle seguir su vocación. En su monasterio había una momia de su cuerpo precedente, a la entrada de su cuarto. Sorprendentemente, este hombre es también el oráculo del estado de Ladak y se deja poseer por la Diosa Palden Lhamo.

(Texto extraído del prologo del "Libro tibetano de los muertos")

viernes, 21 de mayo de 2010

Libertad. Viviendo con la verdad (VI) y último.


El budismo tibetano sugiere que existen cuatro puertas que conducen a la libertad. La primera puerta tiene un cartel que dice: "Olvida el pasado". No te aferres a aquello que te ocurrió anteriormente porque podrías perderte todo lo que la vida tiene para ofrecerte. Considera el pasado como una ciudad que has dejado atrás y atraviesa la primera puerta sin arrepentimiento. El cartel en la segunda puerta dice: "Participa en todo lo que ocurre en este momento, no te retengas". La llave que encaja en la cerradura de esta puerta es la participación plena. Cada vez que te entregues con el alma y el corazón se abrirá la segunda puerta. Cuando no está obsesionado con el pasado y te hallas totalmente inmerso en el presente -en tu trabajo y en tu amor por la vida y por otros seres- naturalmente llegas a la tercera puerta, cuyo cartel dice: "Abandona todo sentido del Yo". En lugar de detenerte en preocupaciones egoístas centrándote en todo lo bueno que pueden procurarte tus actos -como lograr la fama y fortuna-, te centras en ser y en hacer con pasión: en experiencia y vida desligada del Yo. Ahora , de la manera menos pensada, te hallas frente a la cuarta y última puerta: "Despojándote de toda idea de futuro". Cuando tu mente deje de divagar por el futuro, por aquello que serás o harás más adelante, te quedarás con el "ahora", y la última puerta se abrirá de par en par. Si pasado, totalmente comprometido, liberado del Yo y sin expectativas, serás libre.

Nos han condicionado a creer que los seres humanos se encuentran imposibilitados de cambiar sustancialmente. Es el conocido "Yo soy así". Si bien a veces nos sentimos contentos, libres y seguros de nosotros mismos, no tenemos control sobre esos estados de ánimo y no podemos sostenerlos. A la larga nos sentimos frustrados al comprobar nuestra impotencia y nuestra incapacidad para manejar nuestra vida. Si no trabajamos con esta frustración, podemos terminar en un camino sin salida, confiando nuestra sed de libertad interior a un diario íntimo, o encerrándola en algún rincón privado de nuestra mente.
Hay una manera. Cuando logramos prestar atención a nuestras emociones negativas sin la compulsión de actuarlas, la conciencia se expande y descubrimos que somos libres de elegir la cualidad de nuestras actitudes y respuestas. La conducta compulsiva cede, y los pensamientos constructivos y los actos positivos surgen con mayor facilidad y naturalidad. Ya dejamos de correr detrás de aquello que nos hace felices o de evitar lo que nos ofende. Erigimos nuestro hogar en el espacio y en el poder de la mente abierta, antes de que en los límites del Yo mismo. La vida es lo que hacemos de ella, y el tiempo nos ofrece oportunidades sobre cambiar y crecer.
La reflexión sobre estas cinco verdades -apreciación, impermanencia, karma, sufrimiento innecesario y libertad- pueden encender una transformación interior que ponga fin a la punzada de la impotencia. Nos damos cuenta de que no saber cómo darles un giro positivo a nuestra emociones también es conocimiento. Sabemos que no sabemos, todavía no tenemos el conocimiento que necesitamos. Pero las respuestas no se producen a través del intelecto. Las enseñanzas budistas ofrecen el insight así como también un camino de acción para fortalecer nuestra capacidad de conocer. A nosotros nos corresponde elegirlo, y esta libertad de elección es la libertad de ser.
En el budismo, todos somos estudiantes de por vida. El proceso de desarrollar la conciencia es como tallar un diamante: la paciencia y la pericia harán aparecer las cualidades más exquisitas de la piedra. El proceso de despertar la conciencia tiene múltiples facetas, que cobran sentido y belleza con el tiempo y trabajo. A medida que empezamos a entender y encarnar las cinco verdades: esperanza y temor se convierten en certeza y confianza.
Los textos clásicos del budismo se refieren a este viaje como el Camino de los Héroes. El sobreponerse a las pautas personales y culturales requiere coraje heroico y resolución. Como reza un antiguo dicho tibetano, "deberá crecer un hueso en nuestro corazón".
(Idem y final de este capítulo)

jueves, 20 de mayo de 2010

Sufrimiento innecesario. Viviendo con la verdad (V)


En un sentido la mente es neutral, tan capaz de producir felicidad como dolor. No tiene preferencias por una expresión alegre sobre una enojada, o viceversa. No obstante, es cierto que la manera en que funciona la mente -a gran escala o limitada- determina nuestra forma de vida. Si la mente genera felicidad, nuestra experiencia será positiva, si, en cambio, funciona para generar sufrimiento, nuestra experiencia será negativa. Dado que la naturaleza de la mente es neutral es posible reducir las causas del sufrimiento y fortalecer las de la felicidad.
Un trozo de tela mojado en aceite se empapará de aceite, de la misma manera, los seres humanos asumen las características del ambiente que los rodea. Algunos aprenden desde niños a desconfiar de sus propios sentimientos y pensamientos, lo cual desemboca en alineación respecto a sí mismos y de los demás. Una vez consolidada semejante pauta de desconfianza de sí mismo, ésta tiende a moldear todas las experiencias subsiguientes. A cualquier edad podemos buscar validación adhiriendo a las normas y valores de otras personas, tomando las expectativas del mundo que nos rodea como la vara que usaremos para medirnos. Al no reconocer nuestro propio valor, somos incapaces de reconocer y apreciar cualidades especiales en los demás.
Los atletas luchan para sobreponerse a pautas personales que socavan su performance proponiéndose aprender de los obstáculos y aprovechar al máximo su talento. También nosotros podemos proponernos abordar los obstáculos en nuestro camino como maestros , es decir, en tanto oportunidades para fortalecer nuestros recursos mentales y de energía. Seremos más sabios reconociendo nuestros errores y aprendiendo de ellos. Nuestras frustraciones, el desamparo y la resistencia a la vida pueden convertirse en importantes fuentes de conocimiento. Observando lo que se esconde detrás de estas experiencias podemos aprender a descifrar sus mensajes ocultos. Entonces, los contratiempos ya no lograrán desviarnos de nuestro camino porque sabemos que son una fuente invalorable de auto-comprensión.
El sufrimiento ocurre en el cuerpo y en la mente, por tanto debemos buscar las soluciones en ambas instancias. A través de la pena y el dolor, la vida nos informa de aspectos de nuestro ser que permanecen poco desarrollados. Aunque no siempre podemos descifrar el mensaje o seamos inconscientes de gran parte del conocimiento que yace velado en nuestro interior, aún así podemos reunir la confianza necesaria para profundizar, recordando que somos responsables de nuestras propias desilusiones. En lugar de buscar un culpable afuera, podemos optar por el camino más sensato, el de examinar las causas de nuestro sufrimiento y la dinámica que lo sostiene. Una base sólida de autoconocimiento puede reemplazar gradualmente la base inestable del Yo que sufre sin saber por qué. Porque nos ayuda a descubrir los condiciones que conducen a la felicidad, el sufrimiento nos muestra el camino a la libertad.
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miércoles, 19 de mayo de 2010

Karma. Viviendo con la verdad (IV)


En el budismo, la conexión causa-efecto se conoce como la ley del karma. Todo lo que pensamos, decimos y hacemos -o dejamos de hacer- tiene sus consecuencias. Hasta el pensamiento más fugaz, la palabra más simple, el más pequeño gesto, todo tiene sus efectos. Nuestra conducta anterior nos ha conducido a las actuales circunstancias. La tensión corporal expresa la verdad del karma, así como nuestro cuerpo guarda el registro de nuestro pasado. Si nos falta alguna cualidad en nuestra vida es porque no la introdujimos previamente, sin una causa en particular no podemos esperar el resultado correspondiente. De la misma manera, nuestras acciones en el presente determinan nuestra felicidad futura. Aunque quisieran intentarlo, nadie puede arreglarnos la vida. La gracia no nos llega de afuera, sino de nuestro interior.
Es fácil confundir karma con destino. Y decimos "¡Oh, ese es mi karma!", mientras suspiramos con resignación. Esta respuesta tiende a eximirnos de nuestra responsabilidad, como si dijéramos "en realidad no es mi culpa". La raíz de la palabra karma es "kr", que significa "hacer", "realizar" o "llevar a cabo". Karma se refiere a acción, o motivación y también a resultado. Si la motivación de los pensamientos es impura, será imposible lograr un resultado plenamente positivo. Una intención negativa socava el valor del ser humano y causa sufrimiento innecesario a todos; no puede producir un resultado constructivo. Sólo una actitud positiva puede, eventualmente, generar un resultado positivo.
Dado que nuestra conducta tiende a ser una mezcla de intenciones positivas y negativas, puede resultar difícil distinguir los efectos de nuestros actos. Sin embargo, si aprendemos a seguir nuestras motivaciones en sus desvíos y logramos enderezarlas una y otra vez, con el tiempo obtendremos los resultados deseados. Los actos madurarán según como fueron realizados. Sus resultados revelan nuestra intención. Si las cualidades del cuidado y la atención focalizada son parte de un proyecto, ellas seguramente se manifestarán en los resultados. Formar a una familia en armonía, crear obras de arte para que los demás puedan disfrutar, trabajar para una buena causa, estas acciones generarán karma positivo. Nuestro buen karma se multiplicará geométricamente en la medida en que otros se beneficien de nuestra obra y que los resultados perduren. Karma positivo significa sabiduría en acción.
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(Por un tiempo dejaré cerrada la opción de comentarios. Busco el silencio. Disculpadme, por favor)

martes, 18 de mayo de 2010

Impermanencia. Viviendo con la verdad (III)


Entender la impermanencia enciende nuestra pasión por explorar aún más nuestro potencial. Se considera que el hombre vive en promedio unas cuatro mil semanas. Es como si viviéramos un tiempo prestado, y un reloj de arena invisible midiera los días dejando caer los granitos. ¿Cuántos días nos quedan? Cada vez nos queda menos tiempo. Estamos seguros de que vamos a morir, lo que no sabemos es cuándo ni cómo. Nuestra respiración nos une a la vida. Un día, después de haber inhalado varias veces, exhalaremos por última vez y ese será el fin de esta vida. Toda vida tiene un plano. Todo momento -sobre todo éste- cuenta.
La impermanencia quizá sea la principal característica de la existencia humana. En nuestra vida diaria, los buenos y los malos momentos vienen y van. Los niños crecen y los adultos envejecen. La vida se perpetúa en infinitos ciclos. Todo tiene un comienzo, un medio y un final, cada momento contiene su propio fin, y cada fin encierra la promesa de un nuevo comienzo. Nada permanece tal como es ahora: el presente no vuelve. Parte del arte de vivir es poder comenzar bien cada momento, centrar la atención, soltarse gentilmente y, luego, despedirse dándole a cada instante sus propias cualidades.
Un día que no concluyo adecuadamente proyectará los elementos no procesados al día siguiente. Quizá sea algo que descuidamos o pasamos por alto, o un sentimiento que no hemos podido sentir; cualquiera sea su forma, los elementos del día no resueltos nos acompañan como un equipaje molesto. La frustración de hoy obedece a causas que ocurrieron en el pasado, si tampoco cuestionamos nuestro desengaño, éste se convierte en otro resto de experiencia antigua que va apilándose como basura en una esquina.
Si experimentamos su transición de un día al otro con conciencia, podemos ingresar en el futuro con una mente más liviana y abierta. Al finalizar el día o una fase, podemos pasar revista a todo: recuerdos intensos, logros, arrepentimiento y remordimiento. Aceptamos lo ocurrido y, luego. lo dejamos ir. Así, la transición al día siguiente es más fácil. Ya no cargamos con el peso de relaciones tirantes o penosos recuerdos de nuestras acciones desconsideradas. Nada pesa sobre nuestra conciencia, los pensamientos culposos o la pena de sí no nos consumen. Hasta la muerte se convierte en algo para celebrar, como un nacimiento, una vida valiosa que concluye y el comienzo de algo nuevo.
Impermanencia no es un simple concepto, sino una experiencia vital. Con la práctica, mente y corazón se familiarizan con la impermanencia, y nos movemos con el cambio en lugar de resistirlo. Hay un método para ser conscientes del paso del tiempo: se trata de focalizar la conciencia en el ciclo de la respiración, centrándose en cada inspiración y exhalación de manera neutra. A medida que nos acoplamos al ritmo de la respiración, la cualidad siempre cambiante del tiempo se vuelve inseparable de la conciencia. La apreciación por el flujo constante del tiempo pasa a ser algo natural en nuestra vida cotidiana. Consustanciados con el flujo, nos sentimos cómodos con el cambio. La impermanencia ya no es más un obstáculo o una amenaza, sino la puerta hacia el cambio positivo.
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lunes, 17 de mayo de 2010

Apreciación. Viviendo con la verdad (II)


El camino espiritual comienza al darse cuenta de que nuestra vida y la de todos los seres sintientes tiene valor y merece respeto. Cada ser humano tiene cuerpo, mente y la energía vital para usarlos de manera provechosa. Se puede ser feliz y ser útil a los demás de muchas maneras diferentes. El poder apreciar estas oportunidades es la clave de una existencia plena de sentido.
Nuestro cerebro y los circuitos neuroquímicos prosperan en la apreciación. La investigación científica muestra que así como la adquisición de nuevas destrezas estimula la producción de neuronas, generar sentimientos de apreciación también incrementa la cantidad de neuronas en el cerebro. La gratitud y la apreciación fortalecen el sistema inmunológico, además de otros sistemas en el organismo. Mejora la circulación y hace que la mirada adquiera brillo. Según las enseñanzas budistas, esta vivacidad y vitalidad son nuestro patrimonio.
Como toda actitud mental, desarrollar la apreciación es cuestión de costumbre. Cuando estamos entrampados en pautas negativas, parece que no hay nada que apreciar; toda nuestra energía parece centrarse en los problemas. El negativismo tiene su propia lógica apremiante. Sin embargo, aún cuando no nos sintamos particularmente agradecidos, podemos aprender a despertarnos a los aspectos positivos de cualquier experiencia del momento.
Así como adquirimos pautas negativas por la repetición constante de pensamientos y sentimientos negativos, podemos desarrollar la apreciación cultivando pensamientos y sentimientos de gratitud. Todo sentimiento de apreciación, hasta el más pequeño, estimula nuestra energía y nuestro entusiasmo, y nos impulsa a avanzar. Pronto la mente se acostumbra a la energía vital de los sentimientos y los pensamientos positivos, se pone en marcha una transformación interior y nuestra inteligencia y energía asumen nuevas formas.
Podemos comenzar apreciando todo lo que aprendimos y realizamos hasta este momento. Luego, podemos apreciar las posibilidades latentes en nuestras circunstancias actuales. ¿Cuánta más sabiduría y amor somos capaces de vivenciar antes de morir? En momentos de crisis, la apreciación puede ser un potente remedio. Podemos preguntarnos: "A pesar de todos mis problemas, ¿qué hay de bueno detrás de esta situación y en mi vida?" "¿De qué cosas estoy seguro entre tanto cambio e incertidumbre?" Plantearse estas preguntas genera apreciación.
Buscamos soluciones al preguntarnos cosas como "¿Cómo puedo mejorar esta situación?" y escuchando la respuesta. La gratitud por la orientación que recibimos nos ayuda a entender que ninguna condición es definitiva, ningún sufrimiento es desesperanzado. Cada situación nos brinda la oportunidad de abrirnos a un conocimiento más amplio. Al profundizar la apreciación, nace el amor y la sabiduría.
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domingo, 16 de mayo de 2010

Viviendo con la verdad (I)


"Amigos, un precioso cuerpo humano,
por ser una ocasión única y la conjunción correcta,
es muy difícil de hallar dentro de las seis formas de vida.
Tan encantado como un ciego
que se topa accidentalmente con un tesoro escondido,
usen este cuerpo para alcanzar prosperidad y bienaventuranza."

¿Cómo podemos sacarle el máximo provecho a nuestra vida? Para un budista tibetano, la respuesta a esta pregunta siempre comienza contemplando nuestra enorme suerte por tener existencia humana. Según una imagen tradicional: "Tiene mayor probabilidad una tortuga de mar ciega de pasar por el agujero de un yugo arrojado al océano, que nosotros de adquirir un cuerpo humano". Entendiendo que la vida humana es un regalo precioso que debemos apreciar, un budista tradicional suele comenzar el día recitando un texto o una frase para invocar la apreciación del cuerpo, de la mente y de los sentidos, los medios que disponemos para aprovechar al máximo nuestra vida.
Cinco verdades o enseñanzas Dharma nos proveen la estructura que orienta hacia una vida plena de sentido. Estas verdades siempre son válidas, independientemente del tiempo y del espacio. En su simplicidad, cualquiera, jóvenes o viejos, puede entenderlas. Estas cinco verdades centrales -apreciación, impermanencia, karma, inutilidad del sufrimiento innecesario y libertad- son el corazón de la práctica budista cotidiana.
Si no logramos integrar estas verdades de vida a las experiencias del día a día sentimos una suerte de vacío. Algo indefinible nos está faltando. Nuestras metas permanecen inalcanzables, nos sentimos incomprendidos. Las frustraciones, las emociones, las lágrimas, las resistencias internas y la esperanza infundada de que algún día todo esto mejorará espontáneamente, todo ellos es indicio de la falta de conocimiento.
Encarnando estas cinco verdades a través de la meditación y la ejercitación, podremos acceder a la profundidad que tanto anhelamos. Nuestra vida adquirirá dimensión espiritual. A medida que estas verdades formen parte de los que pensamos, decimos y hacemos, viviremos más armoniosamente con las cosas como son, sin arrepentimiento ni tiempo malgastado. Si estas verdades están presentes en nuestra mente. estaremos preparados para cuando la muerte nos alcance. Ellas forman un marco referencial en el que la mente se despliega hacia su intrínseca perfección. En las páginas siguientes expondré mi propias reflexiones acerca de su importancia, y para ello me basaré en mis estudios y en mi experiencia a través de estos años, cuando me propuse comprender el significado de estas enseñanzas básicas, pero profundas.
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(Texto extraído del libro titulado "Vivir sin arrepentimiento". Autor Arnaud Maitland)

viernes, 14 de mayo de 2010

La Puerta del eterno presente

Creada originalmente por Haideé Iglesias

En verdad no hay enseñanzas que podamos masticar o de las que podamos apoderarnos. Pero al no creer en nosotros mismos, cargamos con nuestra basura y vamos a las casas ajenas buscando el zen, buscando el Tao, buscando maestros, buscando instructores. Creemos que esto representa la búsqueda de lo definitivo y lo convertimos en nuestra religión. Pero es como correr a ciegas. Cuanto más corremos, más nos alejamos. Simplemente nos cansamos. A fin de cuentas ¿con qué beneficio?

Maestro Foyan

Un joven monje preguntó al Maestro:
"¿Cómo puedo conseguir la emancipación?"
El Maestro respondió:
"¿Quién te ha esclavizado nunca?".

Enseñanza Advaita

miércoles, 12 de mayo de 2010

Flores de Bach. Centaury (II)


Algunos terapeutas califican a la persona Centaury como la más sensitiva de los treinta y ocho estados anímicos. Las personas en las que afloran aptitudes psíquico-mediales, al principio caen con frecuencia en un estado Centaury negativo. Reina entonces el desequilibrio, ya que las aptitudes psíquicas se desarrollan sólo de pasada y de manera más acentuada que la voluntad. En este estado el hombre es en extremo sensible, en particular respecto a energías no armónicas. Es fácil restarle seguridad, perturbarlo y lesionarlo. A menudo enferma sin razón aparente y no se percata que se encuentra en esta situación.
En el estado Centaury negativo -sobre todo cuando por añadidura se une el estado Walnut negativo- la persona se convierte fácilmente en víctima de influencias intelectuales más fuertes, y es absorbida por los "llamados" maestros iluminados. En el caso extremo se somete, apática, a leyes aparentemente necesarias y a rituales de grupo, corriendo el peligro de perder por completo la personalidad y desperdiciar una oportunidad única de desarrollo.
La energía Centaury ayuda a restablecer el contacto perdido con la propia voluntad, a reunir y estabilizar los potenciales energéticos en la personalidad. Después de la primera toma de Centaury, una persona sensitiva describió una poderosa sensación: experimentó que la mitad izquierda del cuerpo se centraba y robustecía en el plexo solar y se concentraba en el chakra de la tiroides.
En el estado Centaury positivo, un individuo puede aprovechar realmente sus grandes virtudes de abnegación y servicio. De acuerdo con sus propias leyes puede servir a una buena causa, pero también reconocer los momentos destructivos en los que cabe decir no. Puede integrarse muy bien a los grupos, "participar plenamente" sin tener que renunciar a su propia personalidad. Así, poco a poco, puede transformarse por propia voluntad en el instrumento por el que fluyen las fuerzas divinas para bien de misiones más grandes.
Mediante el diálogo debería hacerse entender a los pacientes en estado Centaury negativo que no siempre ayudan realmente a los demás cuando cumplen sus deseos sin previa selección, sino todo lo contrario, retardan de este modo el proceso de aprendizaje de ambos. No en vano dice el refrán: "El pícaro da más de lo que tiene".
Una pregunta interesante es: ¿En qué medida el estado Centaury negativo no es también "un refugiarse en los demás" para eludir el propio proceso de hacerse adulto, que entre otras cosas consiste en aprender a distinguir y decidir?
Cuando después de una prolongada enfermedad la voluntad se ha tornado demasiado débil para hacer algo en su favor, Centaury brinda nueva vitalidad al espíritu y al cuerpo.

martes, 11 de mayo de 2010

Flores de Bach. Centaury (I)


PRINCIPIO
Centaury está relacionada con la capacidad anímica de la autodeterminación y la propia realización. En el estado Centaury negativo queda interrumpida la relación con la propia voluntad.
A los niños con acentuados rasgos Centaury a menudo se les consideran simples, de buena voluntad, obedientes y complacientes. En ellos fructifica el elogio y la censura. No causan problemas a sus padres, salvo tal vez por la circunstancia de que se dejan llevar fácilmente por sus compañeros y porque incomprensiblemente a veces son objeto de palizas. Cuando son adultos son proclives a caer bajo la influencia de una personalidad más fuerte, que aprovecha su innata servicialidad para propósitos egoístas. La hija mayor que no se casa porque durante largos años cuida con abnegación y sacrificio a su madre aquejada de gota, es un caso Centaury evidente, como también el hijo que hubiera querido ser maestro, pero renuncia a su vocación para encargarse de la empresa constructora de su padre, pues a juicio de éste, el negocio tiene que quedar en la familia. De la generación de nuestros abuelos conocemos también a la pálida y diligente criada Centaury que renunció por completo a hacer su propia vida en favor de los señores, o el viejo factótum de la empresa que no es más que una réplica del señor director en su manera de pensar, hablar y gesticular. También la joven cónyuge que lee en los ojos de su esposo, un consentido hijito de mama, cualquier deseo para satisfacerlo en una manifestación de amor mal entendido, y someter, como una esclava sus propias necesidades a sus caprichos.
A menudo, las personas en estado Centaury alegan con un resignado encogerse de hombros: "Si, no puedo negarme a una petición suya", o "simplemente, no puedo decir no". A veces, los que están afuera deben observar con meneos de cabeza cómo el tipo Centaury se degrada a sí mismos a condición de felpudo psíquico.
Por cierto, las personas que padecen el estado Centaury se quejan a menudo de fatiga y extenuación porque en su servicialidad le exigen demasiado a sus propias fuerzas. Ahora bien, su condición no les hace sufrir ya que no ven su alcance; tampoco advierten que con tanto espíritu de servicio para con los demás están dejando de cumplir su propio cometido en la vida. El motivo de su servicialidad no es más que el anhelo, muy humano, de reconocimiento y confirmación.
En el estado Centaury negativo las magnas virtudes de querer ayudar y la entrega a una misión están distorsionadas negativamente. Esta confusión hace que el individuo se subordine como un niño menor de edad, sin albedrío, a otra persona y sus debilidades humanas, en lugar de servir a través de la propia alma a principios más elevados.
Antes de poder servir a estos principios elevados, debemos desarrollar la propia individualidad y personalidad hasta que se convierta en un instrumento del alma.
Para ello también debemos saber que la personalidad sólo se edifica, se mantiene sólida y resguardada a través de la propia voluntad. En consecuencia, eso que en la mayoría de otros estados negativos del alma es demasiado intenso, la delimitación de la personalidad, en el estado Centaury negativo es demasiado débil.
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Texto extraído del libro "La terapia floral de Bach". Autora Mechthild Scheffer

lunes, 10 de mayo de 2010

Nasruddin ha muerto


Se hallaba en cierta ocasión Nasruddin -que tenía un día filosófico- reflexionando en alta voz: "Vida y muerte...¿quién puede decir lo que son?". Su mujer, que estaba trabajando en la cocina le oyó y dijo: "Los hombres sois todos iguales, absolutamente estúpidos. Todo el mundo sabe que cuando las extremidades de un hombre están rígidas y frías, ese hombre está muerto".

Nasruddin quedó impresionado por la sabiduría práctica de su mujer. Cuando, en una ocasión, se vio sorprendido por la nieve, sintió cómo sus manos y sus pies se congelaban y se entumecían. "Sin duda estoy muerto", pensó. Pero otro pensamiento le asaltó de pronto: ¿Y qué hago o paseando si estoy muerto? Debería estar tendido, como cualquier muerto respetable". Y esto fue lo que hizo.

Una hora después, unas personas que iban de viaje pasaron por allí y, al verle tendido junto al camino, se pusieron a discutir si aquél hombre estaba vivo o muerto. Nasruddin deseaba con toda su alma gritar y decirles: "Estáis locos, ¿No veis que estoy muerto? ¿No veis que mis extremidades están frías y rígidas?" Pero se cuenta de que los muertos no deben hablar. De modo que refrenó su lengua.

Por fin, los viajeros decidieron que el hombre estaba muerto y cargaron sobre sus hombros el cadáver para llevarlo al cementerio y enterrarlo. No habían recorrido aún mucha distancia cuando llegaron a una bifurcación. Una nueva disputa surgió entre ellos acerca de cuál sería el camino del cementerio. Nasruddin aguantó cuanto pudo, pero al fin no fue capaz de contenerse y dijo: "Perdón, caballeros, pero el camino que lleva al cementerio es el de la izquierda. Ya sí que se supone que los muertos no deben hablar pero he roto la norma sólo por esta vez y les aseguro que no volveré a decir una palabra".

Cuando la realidad choca con una creencia rígidamente afirmada, la que sale perdiendo es la realidad.
Anthony de Mello
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Me he reído con ganas un buen rato. La risa, si, cuanto tiempo hacía que no estaba en este espacio. Tan liberadora como es :))

Hace muchos años me retorcía (emocionalmente) cuando una persona utilizaba cualquier excusa para negar lo evidente (para mi). Me dejaban noqueada, si :). Me costó aprender que se construyen identidades con las ideas, por esto resulta tan difícil cambiar de patrón. Incluso muchos de aquellos que ya conocen un despertar y que son lamas o maestros espirituales, siguen teniendo creencias basadas en estereotipos. En el libro de Jack Kornfield que estoy leyendo, se habla de como una mujer, monja budista, les proponía -dándose cuenta de sus prejuicios- que hicieran una visualización postrándose ante una imagen de mujer o sirviendo a mujeres monjas. Hasta el mismo Dalai Lama fue incapaz de verse haciéndolo, prometiendo que a partir de ese momento haría todo lo posible por transformar esa creencia. Así que, cómo no va a sucederle a cualquiera de nosotros... La libertad es un bien que cuesta mucho conseguir, por esto una vez lograda es tan comprensiva. Se han vivido todos esos estados de confusión que nos conducen a pasar por alto creencias arraigadas como ciertas en base, en algunos casos, tan sólo a no tomarse el suficiente tiempo como para cuestionarlas y transformarlas.
Nadie ha dicho que despertar sea fácil, mas si nunca se hace se vivirá como Nasruddin. Con buena fe, pero lleno de ignorancia.

viernes, 7 de mayo de 2010

Baba Yaga en el bosque

Creada originalmente por Haideé Iglesias

Los hindúes dicen que el niño canta en el seno de su madre: "No me hagas olvidar lo que soy". Pero dicha canción, tras el nacimiento se convierte en: "Oh, ya lo he olvidado"
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A lo largo del mundo encontramos historias de este viaje, imágenes del anhelo de despertar, los pasos a lo largo del camino que todos seguimos, las voces que llaman, la intensidad de la iniciación con la que debemos encontrarnos, el coraje que necesitamos. En el corazón de cada uno está la sinceridad original del buscador, que debe admitir honestamente lo pequeño que es nuestro conocimiento del universo y lo grande que es lo desconocido.
La honestidad que nos exige la búsqueda espiritual es contemplada en los cuentos rusos de iniciación sobre Baba Yaga. Baba Yaga es una anciana con un salvaje rostro de arpía, que remueve su puchero y lo sabe todo. Vive en lo más recóndito del bosque. Cuando la buscamos estamos asustados, puesto que nos exige que vayamos de noche, que hagamos preguntas peligrosas y nos salgamos fuera del mundo de la lógica y de la comodidad.
Cuando el primer joven buscador llega y golpea la puerta de su cabaña, Baba Yaga pregunta: "¿Vienes por tu cuenta o te envía alguien?" El joven, alentado en su búsqueda por su familia, responde: "Me envía mi padre?. Baba Yaga, como un rayo, lo mete en la olla y lo cocina. El siguiente buscador, una joven, observa el fuego y escucha las burlas de Baba Yaga. Baba Yaga vuelve a preguntar: "¿Vienes por tu cuenta o te envía alguien?" Esta joven se había visto atraída al bosque por sí misma, con la intención de ver lo que podía encontrar ahí. "Viajo por mi cuenta," responde. Baba Yaga la mete en la olla y también la cocina.
Más tarde un tercer visitante, de nuevo una joven, muy confundida por el mundo, llega a la cabaña de Baba Yaga en lo más oculto del bosque. Ve el humo y se da cuenta de que es peligroso. Baba Yaga se dirige a ella: "¿Vienes por tu cuenta o te envía alguien?" La joven contesta con sinceridad: "En gran medida voy por mi cuenta, pero en gran parte también a causa de los demás. Y en gran parte he venido porque tú estás aquí, a causa del bosque, de algo que he olvidado, y en gran medida no sé porqué vengo." Baba Yaga la mira unos instantes y dice: "Lo has conseguido," y la hace pasar a la cabaña.
...
No conocemos todas las razones que nos impulsan a un viaje espiritual, pero de algún modo nuestra vida nos impele a ir. Algo dentro de nosotros sabe que no estamos aquí sólo para trabajar. Existe una misteriosa atracción a recordar. Lo que nos saca de casa y nos lleva al oscuro bosque de Baba Yaga, puede ser una combinación de acontecimientos. Puede ser un anhelo de la niñez, o un encuentro "casual" con un libro o una figura espiritual. En ocasiones, algo en nosotros despierta cuando viajamos a una cultura extranjera y el mundo exótico de nuevos ritmos, fragantes olores, colores y actividad nos catapultan fuera de nuestro sentido de realidad habitual. A veces es tan sencillo como caminar en las montañas azul verdosas u oír música coral de tal belleza que parece inspirada por los dioses. En ocasiones, se produce esta misteriosa transformación cuando junto al lecho de un moribundo y una "persona" se esfuma de la existencia, dejando únicamente un saco de carne sin vida que espera ser enterrada. [Una persona de la que nos enamoramos profundamente y que sentimos como alma gemela] (esto lo he añadido yo). Mil puertas nos abren al espíritu. Ya sea en el resplandor de la belleza o en los oscuros bosques de la confusión y de la pena, una fuerza tan contundente como la gravedad nos devuelve al corazón. Es algo que nos sucede a todos.

Texto extraído, a retazos, de un libro que ha llegado a mis manos justamente ahora, cuando lo estaba necesitando :) El autor es Jack Kornfield. Ya conocido por mi hace bastante años en otro momento en el que necesité comprender. Le doy las gracias desde este espacio en el cual se navega al igual que se puede hacer por el universo ¿por qué no?. Seguro que le llegara mi agradecimiento de un modo u otro :)

La fotografía está tomada en un pequeño lugar boscoso. Sabiendo mirar con los ojos del alma todo se muestra. La naturaleza es nuestro espejo y a la vez lo es de si misma. Ese busto me ha sugerido a Baba Yaga.
Es curioso lo cercanas que están las cosas que necesitamos y lo lejos que las podemos ir a buscar. Y lo más cercano siempre es nuestro interior, el que se comunica con el Todo, porque nada está separado. Somos un GPS viviente, y mucho más perfecto :)))

jueves, 6 de mayo de 2010

¿Estás ahí?

Creada originalmente por Haideé Iglesias

El monje Zuigan solía comenzar cada día diciéndose a sí mismo en voz alta:
-Maestro, ¿estás ahí?
-Y se respondía:
-Si, señor, aquí estoy.
Entonces decía:
-Será mejor que te desembriagues.
Y se replicaba:
-Si, señor, así lo haré.
-Estáte atento, que no te engañen. -decía luego.
-Oh no, señor, no, no lo permitiré -respondía.

A cada momento se debe estar atento, despierto, receptivo y consciente ante la vida, ante ti mismo. En constante alerta y a la vez, completamente relajado. Entonces estás vivo, despierto; sino, eres un cadáver viviente.
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