sábado, 31 de julio de 2010

Epitafio para el que ha llegado

Creada originalmente por Haideé Iglesias

No vayas a mi tumba y llores
pues no estoy allí.
Yo no duermo.
Soy un millar de vientos que soplan,
el brillo de un diamante en la nieve,
la luz del sol sobre el grano maduro,
la suave lluvia de verano.
En el silencio delicado del amanecer
soy un ave rápida en vuelo.
No vayas a mi tumba y llores,
no estoy ahí,
yo no morí.

Indio americano anónimo.

viernes, 30 de julio de 2010

El universo es sabio

Creada originalmente por Haideé Iglesias

El universo es sabio, si.
Por esto me dejo guiar por él con total tranquilidad y fe.
Como el piloto automático de un velero:
le marcas que rumbo quieres y el navega sin que tu tengas que ocuparte de más.

Es tan hermoso dejarse fluir... tanto...

El alma, como conciencia,
navegando por la inmensidad oceánica del universo
y un espíritu en total consonancia con esa inmensidad,
libre,
lejos del miedo,
lejos de todas las resistencias que impedirían ese flujo,
completamente entregada en ese fluir
de la energía universal.

Y hoy,
en ese fluir,
tuve confirmación de lo que hace ya mucho tiempo descubrí:
Amar Siempre Gana

Y
tan sólo,
por la elección compartida,
en el día de hoy,
del mismo color con el que nos vestimos los dos,
sin habernos visto,
y separados por kilómetros de distancia.

¿Quién me dijo,
que hoy,
paseara por un determinado lugar,
y a determinada hora,
para poder ver que habíamos compartido esa elección?

¿Un color tan poco usual?

¿Quién?

Mas,
¡atención!.
Porque hasta de estos hechos,
uno también se puede quedar apegado.
Se convierte entonces en un peso más,
cayendo en la trampa de maya,
impidiendo así el flujo de la energía
perturbándola con nuestra voluntad.

Y la voluntad
no es libertad
sino ego...

Así pues,
atención, atención, atención...

jueves, 29 de julio de 2010

Las opiniones personales

Creada originalmente por Haideé Iglesias

Muchos zenistas creen que no existe nada superior a sus propias opiniones personales y las consideran verdades irrefutables, pero se encuentran totalmente perdidos en cuanto se les somete a un auténtico examen Zen.
Esto les sucede porque jamás se han topado con un verdadero maestro, y su comprensión, por tanto, resulta muy inmadura, y porque su temor a ser perturbados los hace atrincherarse en la madriguera de "la pérdida y la ganancia".
Hay quienes consideran qué sus opiniones son totalmente correctas, y cuando encuentran a un maestro que les demuestra lo contrario, creen que se trata de una estratagema deliberada para atraparlos y hacerles engrosar las filas de sus seguidores. De este modo, estos zenistas temerosos impiden su propio progreso desde el mismo instante en que aprenden a sentarse. Esta es una enfermedad fatal e incurable que todos los practicantes deberían tratar de evitar.

Maestro Ying-an

miércoles, 28 de julio de 2010

¿Qué es lo importante?

Creada originalmente por Haideé Iglesias

Un monje de gran devoción e instruido, cruzaba una vez un río en barca cuando al pasar al lado de un pequeño islote, oyó una voz de un hombre que muy torpemente intentaba elevar unas plegarias. En su interior no pudo por menos que entristecerse. ¿Cómo era posible que alguien fuera capaz de entonar tan mal aquellos mantras? Tal vez aquel hombre ignoraba que los mantras debían recitarse con la entonación adecuada, el ritmo y la musicalidad precisas, con la pronunciación perfecta. Decidió entonces ser generoso y desviándose de su rumbo se acercó al islote para instruir a aquel desdichado sobre la importancia de la correcta ejecución de los mantras. No en vano, se consideraba un gran especialista y aquellos mantras no tenían para él ningún secreto. Cuando arribó, pudo ver a un pobre hombre andrajoso de aspecto sosegado cantando unos cuantos con poco acierto. El monje, con serena paciencia, dedicó algunas horas a instruir minuciosamente a aquel individuo que a cada momento mostraba efusivas muestras de agradecimiento a su improvisado benefactor. Cuando entendió que por fin aquel sujeto sería capaz de recitar los mantras con cierta solvencia se despidió de él, no sin antes advertirle:
–Y recuerda, mi buen amigo, es tal la potencia de estos mantras, que su correcta pronunciación permite que un hombre sea capaz de andar sobre las aguas.
Pero apenas había recorrido uno metros con la barca, cuando oyó la voz de aquel hombre recitar los mantras aún peor que antes.
–Qué desdicha –se dijo a si mismo–, hay personas incapaces de aprender nada de nada.
–Eh, monje –escuchó decir a su espalda muy cerca de él.
Al volverse vio al pobre andrajoso que, caminando sobre las aguas, se acercaba a su barca y le preguntaba:
–Noble monje, he olvidado ya tus instrucciones sobre el modo correcto de recitar los mantras. ¿Serías tan amable de repetírmelo de nuevo?

*** *** ***

Humildad, humildad, humildad...

martes, 27 de julio de 2010

No vieron lo que esperaban ver

Imagen de autor desconocido para mi


Un día, el gobernador de una provincia decidió ir a ver a un hombre que gozaba fama de severo asceta. Enterado éste de la próxima visita pidió a un discípulo que le trajera vino, queso y tocino. Cuando llegó el gobernador con su séquito y le vieron comiendo y bebiendo alegremente tumbado, se dieron la vuelta desilusionados.
Cuando se marcharon, el discípulo preguntó al asceta el motivo de su actitud.
–Ellos no tenían ningún interés en verme a mi, sólo venían a ver lo que suponían que debe ser un asceta, y yo no tengo ni gana ni tiempo que perder con los que, en vez de querer saber, suponen.

lunes, 26 de julio de 2010

Aislamiento y soledad

Creada originalmente por Haideé Iglesias

Recuerda, cuando estás solo, no estás solo, estás aislado, extrañas la compañía del otro. Extrañas la compañía del otro porque no has aprendido todavía a estar en tu propia compañía. Extrañas la compañía del otro porque no sabes cómo estar contigo mismo. El aislamiento es negativo: es la ausencia del otro. La soledad es positiva, es la presencia de tu propio ser. El aislamiento es misantropía, la soledad es retiro. El aislamiento es feo, la soledad es hermosa. La soledad tiene su propia luminosidad.

Osho

viernes, 23 de julio de 2010

Simplicidad natural (P)

En este mundo hay como dos vías: la de la subordinación, la deferencia y la de la insubordinación, la arrogancia. Sus seguidores fueron definidos por los antiguos de esta manera: los arrogantes sólo sienten simpatía por los más pequeños que ellos; los deferentes también sienten afecto por los que les son superiores. La arrogancia es peligrosa, pues se granjea enemigos; la deferencia es segura, pues sólo tiene amigos. Todo le sale bien al deferente, tanto en la vida privada como en la vida pública; mientras que el arrogante sólo sufre fracasos. Por esto U-tse dijo que el poder siempre debe estar templado por la condescendencia, que la condescendencia es la que hace duradero el poder, y que esta regla permite pronosticar con seguridad si determinado particular o estado prosperará o perecerá. La fuerza no es sólida, mientras que nada iguala a la solidez de la dulzura. Por eso Lao-tan dijo: El poder de un estado ocasiona su ruina, como el tamaño de un árbol atrae el hacha. La debilidad hace vivir, la fuerza hace morir.

Tratado del vacío perfecto. Lie-Tse.

jueves, 22 de julio de 2010

Simplicidad natural (Q)

El sabio se alía con quien tiene los mismos sentimientos interiores que él, el hombre vulgar se junta con quien le gusta su parte exterior. Ahora bien, en un cuerpo humano puede esconderse un corazón animal, y un cuerpo de animal puede contener un corazón de hombre. En ambos casos, juzgar según el exterior inducirá en error.
Fu-hi, Niu-wa, Shenn-nung y U el Grande tenían, uno, cabeza humana sobre un cuerpo de serpiente, otro, cabeza de buey, otro, hocico de tigre; pero, con esas formas animales, fueron grandes sabios. Mientras que
Kie, el último de los Hia, Cheu, el último de los Yinn, el duque Hoan de Lu y el duque de Mu de Ch'u, fueron bestias con forma humana.
Cuando Hoang-ti presentó batalla a Yen-ti en la llanura de Fan-ts'uan, su frente de batalla lo formaron animales feroces, y sus tropas ligeras , aves de presa. Se había ganado el aprecio de esos animales por su ascendiente.
Cuando Yao encargó de la música a K'oei, los animales acudieron y bailaron, encantados por aquellos acentos.
¿Se puede decir después de esto que haya una diferencia esencial entre los animales y los hombres? Sin duda sus formas y sus lenguajes difieren de los de los hombres, pero, a pesar de eso, ¿no habría ningún medio de entenderse con ellos? Los sabios antedichos, que lo sabían todo y extendían su solicitud a todos, supieron ganarse también a los animales. ¡Hay tantos puntos en común entre los instintos de los animales y las costumbres de los hombres! Ellos también viven en parejas, y los padres aman a sus hijos. También ellos buscan para vivir lugares seguros. También ellos prefieren las regiones templadas a las regiones frías. También ellos se reúnen en grupos y caminan en orden, con los pequeños en el centro y los mayores a su alrededor. También ellos se indican unos a otros los buenos lugares para beber y pacer.
En los primeros tiempos los animales y los hombres viajaban juntos. Cuando los hombres se dieron emperadores y reyes, la desconfianza surgió y provocó la separación. Más tarde el temor fue alejando cada vez más a los animales de los hombres. No obstante, todavía ahora, la distancia no es insuperable. En el Este, entre los Kie-she, se comprende todavía su leguaje, al menos de los animales domésticos. Los sabios antiguos comprendían el lenguaje y penetraban los sentimientos de todos los seres, se comunicaban con todos como con su pueblo humano, tanto con los koei, los shenn, los li y los mei (seres trascendentes) como los volátiles, los cuadrúpedos y los insectos. Partiendo del principio de que los sentimientos de seres que tienen la misma sangre y respiran el mismo aire no pueden ser muy diferentes, trataban a los animales casi como a los hombres, con éxito.
Un criador de monos del principado de Song había llegado a comprender a los monos y a hacerse entender por ellos. Los trataba mejor que a los miembros de su familia, y no les negaba nada. Sin embargo, en un momento en que atravesaba por dificultades económicas, se vio obligado a racionar la alimentación de sus monos, e ideó el medio siguiente para hacer que aceptaran esa medida. "A partir de ahora –les dijo– tendréis cada uno tres colocasias por la mañana y cuatro por la noche; ¿estáis de acuerdo?". Todos los monos se pusieron en pie, muy enfadados. Y el hombre dijo: "Entonces os daré a cada uno cuatro colocasias por la mañana y tres por la noche; ¿estáis de acuerdo?". Satisfechos de que se hubiera tenido en cuenta su descontento, todos los monos volvieron a acostarse, muy satisfechos... Es así como uno se gana a los animales. El sabio gana del mismo modo a los necios humanos. Poco importa que el medio utilizado sea real o aparente, siempre cuando se llegue a satisfacer, a no irritar.
Otra ejemplo de la estrecha analogía entre los animales y los hombres. Ki-sing-tse adiestraba un gallo de combate para el emperador Suan de los Cheu. Al cabo de diez días, cuando le pidieron noticias, dijo: "Todavía no está en condiciones de luchar; aún es vanidoso y testarudo". Diez días más tarde dijo: "Todavía no; aún es nervioso y apasionado". Diez días más tarde dijo: "Ahora está preparado; cuando los ve no se inmuta más que si fuese de madera. Todas las energías están reunidas. Ningún otro gallo se le resistirá".

Tratado del vacío perfecto. Lie-tse.

*** *** ***

Nuestro miedo siempre nos esconde las verdades más importantes. Investigamos constantemente, ¿para qué?, para poder comprender, eso se dice. Y lo único que hay que comprender no lo puede dar más que la toma de conciencia de que somos naturaleza; todo está ya explicado, pero tan sólo para aquellos que son capaces de mirar con los ojos del alma. Mientras tanto se seguirá haciendo inmenso daño, y nosotros lo pagaremos... ya lo estamos haciendo, mas la arrogancia del miedo nos pone un velo tan oscuro delante que se nos escapa es sentido último de lo que está aconteciendo.
Unos pocos de nosotros ya hemos despertado, otros cada vez están más cerca. Muchos otros siguen jugando a ser dios, tal como un niño que ignora que hace daño. Otros saben perfectamente que si lo hacen, pero lo ignoran por miedo, miedo a perder poder material o respeto de otros compañeros... Ciegos, si. Cuanto afán por descubrir lo que no es necesario descubrir, tan sólo sentir desde el corazón en silencio, tan sólo eso...

miércoles, 21 de julio de 2010

El zen subjetivo


Creada originalmente por Haideé Iglesias

Muchas personas inteligentes entienden el Zen de una manera subjetiva y son incapaces de abandonar su parcialidad. Sosiegan su mente sin llegar a experimentar su verdadera naturaleza y creen que eso es la vacuidad. Tratan de abandonar la existencia aferrándose a la vacuidad. Ésta es una enfermedad muy peligrosa.

Maestro Yuanwu

martes, 20 de julio de 2010

¿Sabes que estás programado? Desconéctate



Creada originalmente por Haideé Iglesias

"Al que quiera pleitear contigo para quitarte la túnica,
déjale también el manto; y a quien te fuerce
a caminar una milla, acampánalo dos".
(Mi 5,40-41)

Si observas de qué modo estás hecho y cómo funcionas, descubrirás que hay en tu mente un "programa", toda una serie de presupuestos acerca de cómo debe ser el mundo, cómo debes ser tú mismo y qué es lo que debes desear.
¿Quién es el responsable de ese "programa"? Tú no, desde luego. No eres realmente tú quien ha decidido cosas tan fundamentales como son tus deseos y exigencias, tus necesidades, tus valores, tus gustos, tus actitudes... Han sido tus padres, tu sociedad, tu cultura, tu religión y tus experiencias pasadas las que han introducido en tu "ordenador" las normas de funcionamiento. Ahora bien, sea cual sea tu edad y vayas a donde vayas, tu "ordenador" va contigo y actúa y funciona en cada momento consciente del día, insistiendo imperiosamente en que sus exigencias deben ser satisfechas por la vida, por la gente y por ti mismo. De hacerlo así, el "ordenador" te permitirá vivir pacifica y felizmente; de lo contrario, y aunque tú no tengas la culpa, generará unas emociones negativas que te harán sufrir.
Cuando, por ejemplo, otras personas no viven con arreglo a las expectativas de tu "ordenador", éste te atormenta a base de frustración, de ira, de amargura... O cuando, por ejemplo, las cosas escapan a tu control, o el futuro es incierto, tu "ordenador" insiste en que experimentes ansiedad, tensión, preocupación... Entonces empleas un montón de energías en hacer frente a esas emociones negativas. Y generalmente te las apañas para gastar aún más energías en intentar cambiar el mundo que te rodea, al objeto de satisfacer las exigencias de tu "ordenador". Con lo cual obtienes una cierta dosis de una paz bastante precaria, porque en cualquier momento la menor nimiedad (un tren que se retrasa, una grabadora que no funciona, una carta que no llega...) no es conforme con el programa de tu "ordenador", y éste se empeñará en que vuelvas a preocuparte de nuevo.
Por eso llevas una existencia patética, siempre a merced de las cosas y las personas, tratando desesperadamente de que se ajusten a las exigencias de tu "ordenador", a fin de poder disfrutar de la única paz que conoces, una tregua temporal de tus emociones negativas, cortesía de tu "ordenador" y de tu "programa".
¿Tiene esto solución? Por supuesto que sí. Naturalmente, no podrás cambiar tu "programa" de buenas a primeras, o quizá nunca. Pero ni siquiera lo necesitas. Intenta lo siguiente: imagina que te encuentras en una situación o con una persona que te resulta desagradable y que ordinariamente tratas de evitar. Observa ahora cómo tu "ordenador" entra instintivamente en funcionamiento e insiste en que evites dicha situación o trates de modificarla. Si consigues resistir y te niegas a modificar la situación, observa cómo el "ordenador" se empeña en que experimentes irritación, ansiedad, culpabilidad o cualquier otra emoción negativa. Sigue considerando esa situación (o persona) desagradable hasta que caigas en la cuenta de que no es ella la que origina las emociones negativas (ella se limita a "estar ahí" y a desempeñar su función bien o mal, acertada o equivocadamente: es lo de menos). Es tu "ordenador" el que, gracias al "programa", se empeña en que tú reacciones a base de emociones negativas. Lo verás mejor si logras comprender que hay personas que, con un programa diferente, y frente a esa misma situación, persona o acontecimiento, reaccionan con absoluta calma y hasta con gusto y contento. No cejes hasta haber captado esta realidad: la única razón por la que tú no reaccionas de ese modo es porque tu "ordenador" insiste obstinadamente en que es la realidad la que debe ser modificada para ajustarse a su "programa". Observa todo esto desde fuera, por así decirlo, y comprueba el prodigioso cambio que se produce en ti.
Una vez que has comprendido esta verdad y, consiguientemente, haya dejado tu "ordenador" de generar emociones negativas, puedes emprender cualquier acción que creas conveniente. Puedes evitar la situación o la persona en cuestión; puedes tratar de cambiarla; puedes insistir en que se respeten tus derechos o lo derechos de los demás; puedes incluso recurrir al uso de la fueza... Pero sólo después de haber conseguido liberarte de tus trastornos emocionales, porque sólo entonces tu acción nacerá de la paz y del amor, no del deseo neurótico de satisfacer a tu "ordenador", de ajustarte a su "programa" o de liberarte de las emociones negativas que genera. Y sólo entonces comprenderás cuán profunda es la sabiduría de estas palabras: "Al que quiera pleitear contigo para quitarte la túnica, déjale también el manto; quien te fuerce a caminar una milla, acompáñalo dos". Porque te resultará evidente que la verdadera opresión proviene, no de las personas que pleitean contigo ni de quien te somete a un trabajo excesivo, sino de tu "ordenador", cuyo "programa" acaba con la paz de tu mente en el momento en que las circunstancias externas dejan de ajustarse a sus exigencias. Se sabe de personas que han sido felices... ¡incluso en el opresivo clima de un campo de concentración! De lo que necesitas ser liberado es de la opresión de tu "programa". Sólo así podrás experimentar la libertad interior que está en el origen de toda revolución social, porque esa intensísima emoción, esa pasión que brota en tu corazón a la vista de los males sociales y que te impulsa a la acción, tendrá su origen en la realidad, no en tu "programa" ni en tu ego.

Anthony de Mello

domingo, 18 de julio de 2010

Planetas vivos


Creada originalmente por Haideé Iglesias

Planetas vivos
recogen la luz del sol
en armonía.

viernes, 16 de julio de 2010

Cuatro verdades que te harán reconocer que vives en el apego y no en el amor


Imagina que tienes un receptor de radio que , por mucho que gires el dial, sólo capta una emisora. Por otra parte, no puedes controlar el volumen: unas veces, el sonido apenas audible; otras, es tan fuerte que te destroza los tímpanos. Y, además, es imposible apagarla y, aunque a veces suena bajo, de pronto se pone a sonar estruendosamente cuando lo que quieres es descansar y dormir. ¿Quién puede soportar una radio que funciona de semejante modo? Y, sin embargo, cuando tu corazón se comporta de un modo parecido, no sólo lo soportas, sino que lo consideras normal y hasta humano.

Piensa en las numerosas veces que te has visto zarandeado por tus emociones, que has ssfrifo accesos de ira, de depresión, de angustia, cuando tu corazón se ha empeñado en conseguir algo que no tenías, o en aferrarte a algo que poseías, o en evitar algo que no deseabas. Estabas enamorado, por ejemplo, y te sentías rechazado o celoso; de pronto, toda tu mente y tu corazón empezaron a centrarse exclusivamente en este hecho, y el banquete de la vida se trocó en cenizas en tu boca. O estabas empeñado en ganar unas elecciones, y el fragor del combate te impedía escuchar el canto de los pájaros: tu ambición ahogaba cualquier sonido que pudiera "distraerte". O te enfrentabas a la posibilidad de haber contraído una grave enfermedad, o a la pérdida de un ser querido, y te resultaba imposible concentrarte en cualquier otra cosa.
En suma, en el momento en que te dejas atrapar por un apego, deja de funcionar ese maravillosos aparato que llamamos "el corazón humano". Si deseas reparar tu aparato de radio, tienes que estudiar radioelectrónica. Si deseas reformar tu corazón, tienes que tomarte tiempo para pensar seriamente en cuatro verdades liberadoras. Pero antes elige algún apego que te resulte verdaderamente inquietante, algo a lo que estés aferrado, algo que te inspire temor, algo que ansíes vehementemente... y ten presente ese apego mientras escuchas-lees tales verdades.

Primera verdad: debes escoger entre tu apego y la felicidad. No puedes tener ambas cosas. En el momento en que adquieres un apego, tu corazón deja de funcionar como es debido, y se esfuma tu capacidad de llevar una existencia alegre, despreocupada y serena. Comprueba cuán verdadero es esto si lo aplicas al apego has has elegido.

Segunda verdad: ¿de dónde te vino ese apego? No naciste con él, sino que brotó de una mentira que tu sociedad y tu cultura te han contado, o de una mentira que te has contado tú a ti mismo, a saber, que sin tal cosa o tal otra, sin esta persona o la de más allá, no puedes ser feliz. Simplemente, abre los ojos y comprueba la falsedad de semejante aserto. Hay centenares de personas que son perfectamente felices sin esa cosa, esa persona o esa circunstancia que tú tanto ansias y sin la cual están convencido de que no puedes ser feliz. Así pues, elige entre tu apego y tu libertad y felicidad.

Tercera verdad. si deseas estar plenamente vivo, debes adquirir y desarrollar el sentido de la perspectiva. La vida es infinitamente más grande que esa nimiedad a al que tu corazón se ha apegado y a la que tú has dado el poder de alterarte de ese modo. Una nimiedad, si, porque, si vives lo suficiente, es muy fácil que algún día esa cosa o persona deje de importarte... y hasta puede que ni siquiera te acuerdes de ella, como podrás comprobar por experiencia. Hoy mismo, apenas recuerdas aquellas tremendas tonterías que tanto te inquietaron en el pasado y que ya no te afectan en lo más mínimo. ( En esto último que aquí dice de Mello, puedo constatar que no es así. Miles de personas viven apegadas a un pasado viviéndolo como si fuera un estado presente, y además se vanaglorian de que así ocurra, sintiéndose muy satisfechas de regodearse en su "sufrimiento", lo entrecomillo porque no hay tal "sufrimiento" tan sólo una ideación mental regida por la memoria, una memoria que nos empeñamos en convertir en nuestra vida, y tan sólo es una modo repetitivo de una idea emocional vivida en el pasado; si, como un disco rayado, el cual repite una y otra vez la misma parte de la canción. Y en cuanto hablamos de una persona a la que decimos amar, peor aún: y si es un hijo, mucho peor aún. ¿Cómo voy a dejar de querer a mi hijo? Todo se nubla, todo se convierte en ansiedad y ya no hay nada que hacer, el pánico y la desolación ofuscan el entendimiento. ¿Acaso cuando estás haciendo cualquier otra cosa, estás queriendo a esa persona que tanto dices amar? ¿Está todo el tiempo esa persona en tus pensamientos, en tus emociones, forma parte de todas tus acciones? Si contestas que si, es que eres realmente tonto, porque es imposible estar pensando y haciendo las mismas cosas a la vez durante todo el día. Ese supuesto amor, es más de lo mismo, ideación, imaginación retroalimentada por el miedo tan inculcado desde que has llegado a este mundo, y puede que también lo traigas del pasado. Recordar que estamos aquí para evolucionar, para comprender y por fin liberarnos de la esclavitud del ego, de los miedos y de todo aquello que nos impide ser libres. El amor sabe todo esto y no se preocupa lo más mínimo en querer demostrar, ni a si mismo ni a nadie más, que ama, él lo sabe y es suficiente. Así que, ¿realmente amas o necesitas demostrarte-le a alguien que amas?. Es duro reconocer que uno está haciendo esto, si, lo es, pero también es liberador, muy liberador. Es más, cuando vives en el amor ya no te preguntarás si estas o no estas siendo un buen padre o madre, tan sólo fluirás, porque ves más allá y tu Yo Superior es tu guía, haciendo lo que hay que hacer, y no lo que el ego convierte en pura fantasía y farsa).

Y llegamos a la cuarta verdad, que te lleva a la inevitable conclusión de que ninguna cosa o persona que no seas tú tiene el poder de hacerte feliz o desdichado. Seas o no consciente de ello, eres tú, y nadie más que tú, quien decide ser feliz o desdichado, según te aferres a dejes de aferrarte al objeto de tu apego en una situación dada.

Si reflexionas sobre estas verdades, puede que tomes conciencia de que tu corazón se resiste a ellas o que, por el contrario, busca razones en su contra y se niega a tomarlas en consideración. Será la señal de que tus apegos no te han hecho aún sufrir lo bastante como para desear realmente reparar tu "radio espiritual". También es posible que tu corazón no se resista a dichas verdades, en tal caso, alégrate de ello: es señal de que el arrepentimiento, la "remodelación" de tu corazón, ha comenzado, y de que, al fin, el reino de Dios -la vida reconfortantemente despreocupada de los niños- se ha puesto a tu alcance, y estás a punto de tocarlo con los dedos y tomar posesión de él.

Anthony de Mello

jueves, 15 de julio de 2010

Flores de Bach. Agrimony (III) y último


Tan pronto la personalidad se reconoce en su totalidad y se coloca bajo la dirección de su Yo Superior, le afluyen las fuerzas estabilizadoras de su propia alma. Recibe vigor interior y suficiente constancia para afrontar mejor los problemas de la vida diaria. Ya no necesita reprimir la experiencia negativa, sino que puede integrarla en su conciencia.
En estado Agrimony positivo, se reconoce la relatividad de todos los problemas y se encuentra en uno mismo el estado radiante y jovial que antes se buscó en lo exterior. La persona está llena de auténtica alegría y emplea las cualidades de su propio carácter, las más sobresalientes, como la capacidad de diferenciación, el equilibrio interior, la prudencia y el tino diplomático para satisfacción propia y para bien de quienes le rodean.
En la práctica Agrimony es una de las flores que con más frecuencia se recta a los niños.
Normalmente, los niños Agrimony son alegres, sociables y sus lágrimas se secan rápidamente. Cuando pasas –como todos los niños– periodos evolutivos de soledad interior y tristeza, la Agrimony les ayuda a comunicarse mejor. También puede prestar buenos servicios en la pubertad, periodo en que los adolescentes tienen que poner en claro muchas ideas y sentimientos divergentes.
En el caso de personas Agrimony se recomiendo no escarbar demasiado hondo, sino buscar más el dialogo comprensivo, ligero.
El desasosiego interior del estado Agrimony se puede manifestar físicamente en síntomas como morderse las uñas, tirarse de los cabellos, leve temblor, pellizcarse o irritaciones cutáneas de origen nervioso. Muchos pacientes Agrimony rechinan los dientes durante la noche. La Agrimony probó su eficacia en el tratamiento concomitante de la predisposición a los vicios, en especial el alcoholismo, cuando los enfermos reconocieron los rasgos característicos.
Junto con Scleranthus, Agrimony puede actuar como estabilizador cuando se aprecien dificultades de adaptación, por ejemplo, cuando la persona debe trabajar en distintos turnos y cambiar con frecuencia el ritmo de su sueño, o cuando está trabajando como empleado de una compañía aérea y debe volar a países con distintos husos horarios.

Síntomas clave del estado Agrimony:
El individuo trata de ocultar sus ideas tortuosas y su desasosiego interior tras una fachada de alegría y despreocupación.

miércoles, 14 de julio de 2010

Flores de Bach. Agrimony (II)


Debido a tu alta receptividad y extrema distracción, las personas Agrimony rara vez son perseverantes. Una mujer en estado Agrimony negativo se aflige por ejemplo en su fuero interno por no ajustarse a la dieta programada, y hacer todas las noches una visita clandestina a la nevera, impulsada por una inquietud oculta. Eso sucede en particular cuando comienzan a roerla pensamientos torturantes.
En estado Agrimony, la persona afectada se aflige también por cosas pequeñas de la vida cotidiana, como por ejemplo llamadas telefónicas que se olvidó hacer, cartas que no se enviaron, "fracasos" sexuales. Muchos caracteres Agrimony están más orientadas hacia el plano exterior de la personalidad que al interior, lo que se desarrolla en su interior. Su aspecto externo deberá ser perfecto, aún cuando por momentos reine el caos tras de él. En el estado Agrimony se reacciona como lo hace una pareja de hermanos siameses, que se indentifica sólo con la mitad más feliz y libre de problemas de su personalidad. El otro lado es pasado por alto con obstinación. Uno trata de engañarse a si mismo y engañar a los demás haciendo ver que no existe. Dicho de otro modo: el intercambio de energía entre los planos de experiencia de la mente y del corazón está interrumpido. A menudo reina entre ambos planos un estado crónico de guerra.
En el estado Agrimony negativo, la personalidad está sujeta a un doble defecto. Como no reconoce a una gran parte de su yo, no puede establecer un contacto perfecto con su Yo Superior ni conocer el programa que su alma ha formulado para ella. En lugar de esto, obra según sus propias máximas limitadas, que en su mayoría tienen un tinte más material. Sin embargo, como a pesar de ello, aspira como todo ser a un estado ideal y no lo puede hallar en su interior, lo busca en estados exteriores que confieren una cierta ligereza y espiritualidad. Al parecer, la felicidad que da el vino y la euforia provocada por las drogas, se aproximan más al estado deseado, pero en realidad están muy lejos de él porque no ofrecen claridad mental, sino todo lo contrario, obnubilación.
...

martes, 13 de julio de 2010

Flores de Bach. Agrimony (I)


Agrimony está relacionada con la capacidad anímica para encarnar la realidad y la alegría. En estado Agrimony negativo, el individuo trata de eludir el lado oscuro de la vida, lo que no le permite integrar en la medida necesaria sus experiencia en la personalidad.
Cuando nos dirigimos a alguien que acaba de perder una causa importante y le preguntamos: "Y bien, ¿cómo te va?", normalmente se puede dar por descontado que reaccionará abatido. En la misma situación, el individuo Agrimony responde mecánicamente: "Gracias de maravilla", y la amistad con él debe ser muy estrecha para poder llegar a percibir su decepción detrás de esta respuesta. Por lo general, las personas que necesitan Agrimony se presentan ante los demás con un aspecto despreocupado, amable y jovial. Por este motivo, no es fácil reconocer en la práctica su estado Agrimony negativo.
Cuando alguien necesita agrimonia, está atormentado interiormente por angustias y temores; a menudo son preocupaciones materiales sobre enfermedades, problemas económicos o dificultades en el trabajo. Sin embargo, preferiría morderse la lengua antes que contarle algo de ello a otra persona, ya que "a nadie le importa, lo que pasa en su interior". Un individuo Agrimony siempre cuida la fachada exterior y, al igual, que un actor siempre muestra lo mejor de él ante los focos, aunque entre bastidores se esté desarrollando una tragedia.
Por naturaleza, los caracteres Agrimony tienen necesidad de mucha armonía, y al mismo tiempo son en extremo sensibles. Cuando se suscitan querellas o discordias a su alrededorsufren tanto que en nombre de la bendita paz a menudo se quedan atrás y llegan hasta el autosacrificio. Son particularmente amables con su prójimo en el deseo de que también sean amables con ellos. En razón del clima jovial que irradian a su alrededor son bienvenidos por sus amigos y colegas, en las tertulias y en las asociaciones deportivas. Son los que dan ambiente a las fiestas. Aun como enfermos, los individuos Agrimony son estimados porque disimulan su dolor y con sus bromas alegran a las enfermeras.
Cuando un tipo Agrimony está en completa soledad y tranquilidad, los problemas que reprimió afloran a su conciencia, pero como por principio no quiere tener conocimiento de ellos, sobre todo cuando se relacionan con su propia persona, evita en lo posible quedarse solo. Se mete en actividades, empresas y sociedades. Visita desde una discoteca a una asociación de beneficencia. Una buena cantidad de ellos ahogan sus preocupaciones en un vasito de vino o tratan de tapar eufóricos los sentimientos desagradables mediante píldoras o drogas. El estado Agrimony negativo tiene semejanza con la euforia alcohólica; desde fuera aparecen relajados, pero en su interior están tensos.
...
(Texto extraído del libro "La terapia floral de Bach". Autora Mechthild Scheffer)

lunes, 12 de julio de 2010

Cómo reconocer la sombra o proyección. El nivel de la persona: se inicia el descubrimiento (XIII) y último


Todo esto empieza a parecer ridículo, pero por debajo de toda esa lógica aparentemente retorcida, el terapeuta –independientemente de que se dé cuenta o no– se limita a enfrentarte con tus propios opuestos. Podemos mirar desde esta perspectiva todos los ejemplos de este capítulo, y el hecho es que, en cada una de estas situaciones, el individuo sólo tenía conciencia de un lado de los opuestos. Se negaba a verlos a ambos, a entender la unidad de estas polaridades. Como los opuestos no pueden existir el uno sin el otro, si uno no tiene conciencia de ambos, sepultará el polo rechazado, lo hundirá en el inconsciente y, en consecuencia, lo proyectará. En pocas palabras, esto equivale a erigir una demarcación entre los opuestos y originar así una batalla, pero se trata de una batalla que jamás se puede ganar, que se pierde perpetuamente de mil maneras, todas dolorosas, porque en definitiva cada uno de los dos lados es un aspecto del otro.
De modo que la sombra no es más que nuestros opuestos inconscientes. Por ello una manera fácil de establecer contacto con su sombra es suponer precisamente lo opuesto de lo que usted se propone, desea o quiere conscientemente en ese momento. Eso le mostrará exactamente cómo ve el mundo su sombra, y ésa es la visión con la cual ha de reconciliarse, lo cual no significa que actúe en función de sus opuestos, sino tan sólo que tenga conciencia de ellos. Si siente que alguien le disgusta intensamente, tome conciencia del aspecto de usted a quien le gusta esa persona. Si está locamente enamorado, entre en contacto con la parte a quien esa persona no le importa en absoluto. Si un sentimiento o un síntoma le parece odioso, procura percibir cuál es el aspecto de usted mismo que secretamente disfruta con él. En el momento en que uno se da cuenta cabal de sus opuestos, tanto de los sentimientos positivos como de los negativos que experimente ante una situación cualquiera, muchas tensiones relacionadas con esa situación desaparecen, porque se disuelve la batalla de opuestos que creaba esa tensión. Por otra parte, tan pronto como uno pierde de vista la unidad de los opuestos, la conciencia de que ambos aspectos están en uno mismo los escinde, instalando entre ellos una demarcación y, en consecuencia, confina el polo rechazado en el inconsciente, de donde volverá para acosarnos en forma de síntoma. Como los opuestos son siempre una unidad, solamente la inconsciencia, una desatención selectiva, permite su separación.
A medida que uno comienza a explorar sus opuestos, su sombra, sus proyecciones, empieza a descubrir que está asumiendo la responsabilidad de sus propios sentimientos y estados anímicos. Empezará a ver que las batallas que libra con otras personas son, en realidad, batallas entre uno mismo y sus opuestos proyectados, que sus síntomas no se deben a una acción del entorno, sino a algo que uno mismo se hace, como un sustituto exagerado de lo que realmente le gustaría hacer a los otros, descubrirá que las personas y los sucesos no son la causa de que uno se altere, sino tan sólo las ocasiones apropiadas para que se produzca la alteración. Empezar a entender que uno mismo es quien está produciendo sus propios síntomas es un tremendo alivio, pues ello supone a la vez que puede dejar de producirlos si los traduce de nuevo a su forma original. Uno se convierte en la causa de sus propios sentimientos, en vez del efecto.
En este capítulo hemos visto de qué manera, al tratar de negar ciertas facetas de nuestro ego, terminamos con una imagen falsa y deformada de nosotros mismos, que es lo que se llama la persona. En general se establece una demarcación entre lo que a uno le gusta (la persona) y lo que no le gusta (la sombra). También hemos visto que esas facetas negadas de nuestro ego (la sombra) terminan por ser proyectadas, de modo que parece como si existieran "ahí afuera", en nuestro entorno. Quedamos entonces reducidos a andar por la vida peleando con nuestra sombra. La demarcación entre persona y sombra se convierte en batalla entre la persona y la sombra. y esa guerra interior es lo que se siente como síntoma. Así llegamos a aborrecer nuestros síntomas con la misma pasión con que al principio aborrecíamos a nuestra sombra, y, una vez proyectada la sombra entre otras personas, odiamos a esas personas como antes odiábamos a la sombra. Entonces tratamos a los otros como si fueran un síntoma, como algo a combatir, y las múltiples formas del combate se sucede en el límite de este nivel.
Elaborar una imagen de nosotros mismo más precisa, es decir, descender de la persona al ego, es tanto como obtener una percepción más amplia de aquellas facetas de nosotros mismos cuya existencia desconocíamos, y esas facetas son fáciles de identificar, porque se revelan como síntomas, opuestos, proyecciones. Recuperar una proyección es derribar una barrera, incluir en nosotros mismos cosas que creíamos ajenas, abrirnos a la compresión y aceptación de todas nuestras diversas potencialidades, negativas y positivas, buenas y malas, dignas de amor o de desprecio, y así llegar a tener una imagen relativamente exacta de todo aquello que es nuestro organismo psicofísico; es desplazar nuestras demarcaciones, volver a cartografiarnos el alma de manera que los viejos enemigos se conviertan en aliados y los opuestos que combaten en secreto se hagan amigos. Y al final, aunque no todos nuestros aspectos nos parezcan deseables, tal vez nos encontremos en conjunto agradables.

domingo, 11 de julio de 2010

Cómo reconocer la sombra o proyección. El nivel de la persona: se inicia el descubrimiento (XII)


Si el síntoma es persistente, procedemos al segundo paso de la terapia en el nivel de la persona. Las instrucciones para el segundo paso son simples, pero su ejecución exige tiempo y perseverancia. Lo único que hacemos es empezar de manera consciente a traducir de nuevo cualquier síntoma a su forma original. [...]Lo esencial en este segundo paso es darse cuenta de que todo síntoma no es más que una señal (o símbolo) de alguna tendencia inconsciente de la sombra. Así, por ejemplo, uno puede sentirse sometido a presiones fortísimas en el trabajo. Pues bien, como ya hemos visto, la presión, en cuanto síntoma, es siempre una indicación, una simple señal de que uno tiene más impulso para esa tarea o actividad de lo que cree o de lo que está dispuesto a admitir. Tal vez no quiera admitir abiertamente su verdadero interés o deseo para poder hacer que los otros se sientan culpables por las horas de trabajo que no le agradecen y que uno "tiene" que cumplir en beneficio "de ellos". O quizás uno quiera negociar su devoción "desinteresada" para que le rinda más beneficios. También podría ser que, inocentemente, haya perdido la pista de su propio impulso. Sea cual fuere la razón, el síntoma de presión es un signo seguro de que estamos más ansiosos de lo que nosotros mismos sabemos. Pero el síntoma puede traducirse de nuevo a su forma original y correcta. "Tengo que" se convierte en "quiero".
La traducción es la clave de la terapia. Por ejemplo, a fin de soltar presión, no hay que inventarse un impulso, ni tratar de sentir uno que no existe ni conjurar mágicamente impulsos que aparentemente nos faltan. No digo que si uno puede esforzarse por sentir el impulso de hacer con interés un trabajo, entonces ya no se sentirá presionado. Lo que digo es que si uno se siente presionado, el impulso necesario ya está presente, pero disfrazado como síntoma: la presión. No hay que conjurar el impulso para situarlo junto a los sentimientos de presión, porque esos sentimientos de presión son ya el impulso que necesitamos. Simplemente hay que llamarlos por su nombre original y concreto: impulso. Es una simple traducción no una creación.
Así, de esta manera, lejos de ser indeseables, los síntomas son oportunidades de desarrollo. Los síntomas señalan con suma precisión nuestra sombra inconsciente; son señales infalibles de alguna tendencia proyectada. Por mediación de los síntomas se encuentra la sombra, y por mediación de la sombra, el desarrollo, una expresión de las demarcaciones, un camino hacia una imagen de sí mismo exacta y aceptable. En una palabra, que uno ha descendido desde el nivel de la persona hasta el nivel del ego. En casi así de sencillo: persona+sombra=ego.
Sería negligencia de mi parte cerrar este capítulo sin ofrecer al lector una sencilla clave para entender lo esencial del trabajo terapéutico que se lleva a cabo en este nivel. Si se hace caso omiso de la jerga técnica de cualquier terapeuta de la sombra, para escuchar simplemente el sentido general de su conversación, se encontrará uno con que lo que dice se ajusta a cierta pauta o modelo. Si le dices que amas a tu madre, te dirá que inconscientemente la odias; si le dices que la odias, te dirá que inconscientemente la amas. Si dices que no puedes soportar la depresión, te dirá que te complaces con ella. Cuéntale que te sientes enfermo cuando te humillan, y te dirá que secretamente te encanta. Si estás apasionadamente metido en una cruzada religiosa, política o ideológica para convertir a otros a tus creencias, te insinuará que en realidad tú no crees para nada en todo eso, que tu cruzada no es más que un intento de convertir a la parte que tú mismo tienes de incrédulo. Si dices, sí, él dice no. Si dices arriba, él dice abajo. Si maúllas, él ladra. Y entonces, si le dices que siempre has sospechado que te enfermaban los psicólogos, pero que ahora estás seguro, te dirá que en realidad eres un psicólogo frustrado, y que secretamente envidias a todos los terapeutas.
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sábado, 10 de julio de 2010

Cómo reconocer la sombra o proyección. El nivel de la persona: se inicia el descubrimiento (XI)


Lo dicho hasta aquí debe haber aclarado que la proyección de la sombra no sólo deforma nuestra visión de la realidad "exterior", sino que también altera muchísimo la sensación de lo que somos "por dentro". Cuando proyecto en forma de sombra una emoción o un rasgo, sigo percibiéndolo, pero sólo de manera deformada e ilusoria: se me aparece como un "objeto extraño". De la misma manera, sigo entendiendo la sombra, pero sólo de manera deformada, disfrazada: una vez que la he proyectado, sólo siento la sombra como síntoma.
Así, como acabamos de ver, si proyecto mi propia hostilidad sobre la gente, imaginaré que la gente alberga sentimientos hostiles hacia mí y empezaré a sentir un miedo insidioso de todo el mundo en general. Mi hostilidad original se ha convertido en mi sombra proyectada, de modo que ahora la "veo" sólo en otras personas y la siento en mí mismo como el síntoma: el miedo. Mi sombra se ha convertido en mi síntoma.
Cuando intento expulsar a mi sombra, no me libero de ella, no me quedo con un hueco, una brecha o un espacio en blanco en mi personalidad, sino con un síntoma, un doloroso recordatorio de que estoy ignorando alguna faceta de mí mismo. Además, una vez que mi sombra se ha convertido en mi síntoma, lucharé contra éste tal como antes luché contra mi sombra. Cuando intento negar cualquiera de mis propias tendencias (sombra), las tendencias aparecen como síntomas, y entonces siento una aversión tan fuerte hacia los síntomas como la tuve antes hacia la sombra. Hasta es probable que intente ocultar mis síntomas (temblores, inferioridad, depresión, angustia o lo que sea) ante otras personas, así como antes procuraba ocultarme a mí mismo mi sombra.
Cada síntoma –sea depresión, angustia, aburrimiento o miedo– contiene alguna faceta de la sombra, alguna emoción, rasgo o característica proyectada. Es importante entender que por más incómodos que puedan ser nuestros síntomas, no hay que rechazarlos, despreciarlos, ni evitarlos, porque contienen la clave de su propia disolución. Luchar con un síntoma no es más que luchar contra la sombra contenida en el síntoma, y esto es precisamente lo que al principio causó el problema.

Como primer paso en las terapias de este nivel, es preciso que hagamos lugar a nuestros síntomas, que les demos espacio, y empecemos a acoger bien esas sensaciones incómodas que llamamos síntomas y que hasta ahora demos despreciado. Debemos establecer contacto con nuestros síntomas tan a conciencia y con una aceptación tan abierta como nos sea posible. Y esto significa que nos permitimos sentir la depresión, la ansiedad, el rechazo, el aburrimiento o la vergüenza. Significa que, así como antes oponíamos resistencia de todas las maneras posibles a estas sensaciones, ahora permitimos que se manifiesten e incluso las estimulamos activamente. Invitamos al síntoma a que nos visite en nuestra propia casa, lo dejamos moverse y respirar libremente, mientras procuramos seguir teniendo conciencia de él, en su forma propia. Éste es sencillamente el primer paso de la terapia, y en muchos casos es el único que se necesita, pues en cuanto aceptamos realmente un síntoma, aceptamos también una gran parte de la sombra oculta en él. Entonces el problema tiende a desaparecer.
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viernes, 9 de julio de 2010

Cómo reconocer la sombra o proyección. El nivel de la persona: se inicia el descubrimiento (X)


La persona que se siente bajo una tremenda obligación de hacer tal o cual cosa, simplemente está proyectando su verdadero deseo de hacerla. Sin embargo, eso es exactamente lo que no quiere admitir (en su resistencia a la sombra), y por ellos nos dirá lo opuesto, afirmará que se siente obligado porque en realidad no quiere hacer tal o cual cosa. Pero ésa no puede ser toda la verdad, porque si realmente careciera de todo deseo de ayudar, no se sentiría en modo alguno obligado. ¡Le tendría sin cuidado! No se trata de que no quiera ayudar; no quiere en efecto, pero no quiere admitirlo. Quiere ayudar a otros pero, como proyecta su deseo, siente que los otros quieren que él los ayude. Así pues, la obligación no es el peso de las existencias de otros, sino el peso de nuestras propias tendencias fraternales no reconocidas.
Examinemos otra proyección corriente. Quizá tengamos que pronunciar un discurso, o actuar en una obra teatral o recibir un premio, y nos inmoviliza la sensación de que todo el mundo nos está mirando. Pero hay mucha gente a quien no le pasa esto en público, de modo que el problema no debe estar en la situación misma, sino en algo que hacemos en esa situación. Y lo que hacemos, en opinión de muchos terapeutas, es proyectar nuestro propio interés por la gente, de modo que parece como si todo el mundo se interesara por nosotros. En vez de mirar activamente, nos sentimos mirados. Como prestamos nuestros ojos al público, el interés natural de éste por nosotros parece desproporcionado, inflado, un interés monstruosamente concentrado sobre nuestra persona para observar cada movimiento, detalle, acción. Como es natural, eso nos inmoviliza, e inmóviles nos quedamos mientras no nos animemos a recuperar la proyección, a mirar en vez de sentirnos mirados, a prestar atención en ves de sentirnos el centro de ella.
En la misma línea, imaginemos lo que podría suceder si una persona proyectara un mínimo de hostilidad, una mínima parte de su deseo de agredir a su entorno: sentiría que la gente se muestra innecesariamente hostil y provocativa con ella y, por consiguiente, empezaría a sentirse intimidada, temerosa, quizá incluso aterrorizada por la cantidad de energías hostiles dirigidas a ella. Pero ese miedo no sería un resultado del entorno, sino de su proyección de hostilidad sobre el entorno. Así, en la mayor parte de los casos, cuando alguien siente un miedo infundado a personas o lugares, no es más que una señal, una advertencia de que la persona que así siente alberga un enojo y una hostilidad que ella desconoce.
De manera similar, una de las quejas más corrientes de quien busca apoyo emocional es que se siente rechazado. Estas personas sienten que no gustan a nadie, nadie las quiere o todo el mundo les muestra una actitud muy crítica. Sienten con frecuencia que eso es doblemente injusto, porque a ellas, en principio, les gusta todo el mundo. No creen tener tendencias de rechazo; se esfuerzan todo lo posible por ser cordiales con la gente y no adoptar actitudes críticas. Pero éstos son, precisamente, los dos rasgos distintivos de la proyección: uno carece de esa característica y todos los demás rebosan de ella. Pero, como saben todos los niños: "Hace falta ser uno para conocer a uno". La persona que siente el rechazo de todo el mundo es totalmente inconsciente de sus propias tendencias a rechazar y criticar a los demás. Estas tendencias bien pueden ser un aspecto secundario de su personalidad, pero si el sujeto las ignora, las proyectará sobre todos aquéllos a quienes ve y conoce. Esto multiplicará el impulso original, de manera que nuestro hombre empieza a tener la impresión de que el mundo le critica ferozmente, en una proporción del todo irreal.
Lo importante, y válido para todas las proyecciones, es que efectivamente, puede haber personas que nos critiquen mucho; pero esto no nos abrumaría si nosotros mismos nos sumáramos, a esas críticas reales, nuestra propia crítica proyectada. Así, cada vez que nos abrumen intensos sentimientos de inferioridad y de rechazo, lo prudente sería buscar en primer lugar una proyección, y admitir la posibilidad de que nuestra visión del mundo sea un poco más crítica de la que creemos.
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jueves, 8 de julio de 2010

Cómo reconocer la sombra o proyección. El nivel de la persona: se inicia el descubrimiento (IX)

En ocasiones, esta caza de brujas asume proporciones atroces: la persecución nazi de los judíos, los procesos a las brujas de Salem, los negros convertidos en chivos expiatorios del Ku Klus Klan. Obsérvese, sin embargo, que en todos estos casos el perseguidor odia al perseguido, precisamente por aquellos rasgos que el propio perseguidor exhibe con furia estridentemente incivilizada. En ocasiones, la caza de brujas se da en proporciones menos aterradoras, como ocurrió con el temor de los norteamericanos, durante la guerra fría, a "encontrarse con un comunista debajo de la cama". Y con frecuencia se presentan en forma cómica: las intermianbles murmuraciones que sobre el prójimo, que le dicen a uno mucho más sobre el murmurador que sobre aquél a quien está despellejando. Pero todos éstos son casos de individuos desesperados por demostrar que su propia sombra pertenece a otro.
Hay hombres y mujeres que lanzan diatribas sobre lo repugnante que son los homosexuales. Por más decente y racionalmente que procuren conducirse en otros sentidos, no pueden menos que abominar de cualquier homosexual, y en su escándalo emocional abogarán por cosas tales como privar a los gays de sus derechos civiles (u otras peores). Pero, ¿por qué odia con tal vehemencia a los homosexuales un individuo así? Curiosamente, no aborrece a los homosexuales porque él lo sea, sino porque ve en el homosexual una potencialidad de sí mismos que secretamente le espanta. Como él se encuentra sumamente incómodo con sus propias tendencias sexuales, naturales e inevitables, aunque secundarias, las proyecta. Así llega a aborrecer las inclinaciones homosexuales en otras personas, porque empieza a aborrecerlas en sí mismo.
Y así, de esta manera u otra, tiene lugar la caza de brujas. La gene nos enferma, decimos, "porque" es sucia, estúpida, perversa, inmoral... Tal vez sean exactamente lo que decimos de ellos. Pero eso no viene al caso, porque los aborrecemos solamente si nosotros mismos, sin saberlo, poseemos los rasgos que despreciamos y que les atribuimos. Los odiamos precisamente porque son un recordatorio constante de aspectos nuestros que nos repugna admitir.
Empezamos así a ver un importante indicador de proyección.
Aquellas personas, o cosas de nuestro entorno que nos afectan con intensidad en vez de informarnos simplemente son, por lo común, nuestras propias proyecciones. Todo aquello que nos fastidia, inquieta, repugna o –en el otro extremo– nos atrae, fascina u obsesiona, es generalmente un reflejo de la sombra. Como dice un antiguo proverbio,

Miré y miré, y esto llegué a ver
lo que creía que eras tú y tú,
era en verdad yo y yo.

Ahora con esta comprensión básica de la sombra, podemos desenmarañar algunas otras proyecciones corrientes. Así, del mismo modo que la presión es impulso proyectado, la obligación es deseo proyectado. Es decir, los sentimientos persistentes de obligación son una señal de que uno está haciendo algo que no admite que quiera hacer. Los sentimientos de obligación, la sensación de que "tengo que hacerlo por ti", surgen con suma frecuencia en la relación familiar. Los padres se sienten obligados a cuidar de los niños, el marido a mantener a la mujer, la mujer a adaptarse al marido, y así sucesivamente. Sin embargo, al final la gente empieza a sentir el peso de las obligaciones, por más gratas que puedan parecer vistas desde fuera. A medida que aumenta este resentimiento, es probable que el individuo caiga en la caza de brujas, de modo que generalmente, él –o ella– y su cónyuge terminan visitando al médico brujo, al que suele llamarse consejero matrimonial.
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miércoles, 7 de julio de 2010

Cómo reconocer la sombra o proyección. El nivel de la persona: se inicia el descubrimiento (VIII)


Podemos ver así que la proyección de la sombra tiene dos consecuencias principales. En primer lugar, uno siente que le falta por entero el impulso, rasgo o tendencia que proyecta. Y en segundo lugar, parece como si existiera "ahí afuera", en el medio, generalmente en otras personas. Lo que uno es disminuye, y lo que uno no es aumenta. Pero, por incómodo que esto pueda ser, una persona que está proyectando defiende enérgicamente su visión errónea de la realidad. Si nos acercásemos a Juan mientras le está gritando a su inocente esposa e intentáramos señalarle que su sensación de que le presionan y molestan es realmente su propio impulso, lo más probable es que nos atacara, pues es de la mayor importancia que el individuo demuestre que sus proyecciones están realmente ahí afuera, amenazándole.
Sea como fuere, la mayoría de la gente presenta una fortísima resistencia a aceptar su propia sombra, a admitir que los impulsos y los rasgos que proyectan son suyos. Y en realidad, la resistencia es una importante causa de proyección. Una persona se resiste a su sombra, se resiste a los aspectos de sí misma que le disgustan y, por consiguiente, los proyecta. De manera que allí donde hay una proyección, está al acecho alguna forma de resistencia. En ocasiones, esta resistencia es leve, y otras veces violenta; pero en ninguna parte se pone más claramente en evidencia su funcionamiento como en esa forma de proyección tan difundida que es la caza Casi todo el mundo, en alguna ocasión ha visto, oído hablar de o ha participado de algún modo en una caza de brujas. Por más grotescas que puedan ser estas cosas, constituyen un ejemplo de los desastres que pueden provocar la proyección y la persistente ceguera de la gente hacia sus propias manías. Al mismo tiempo, la caza de brujas ofrece el ejemplo más claro de la verdad de la proyección, la verdad de que aborrecemos en los otros aquello –y sólo aquello– que secretamente aborrecemos en nosotros mismos.
La caza de brujas se inicia cuando una persona pierde de vista algún rasgo o tendencia que lleva en sí misma y que considera maligna, satánica, demoníaca o, por lo menos, indigna. De hecho, esa tendencia o rasgo podría ser la mayor nimiedad imaginable: una mínima perversidad humana, terquedad o picardía. Todos tenemos nuestro lado oscuro. Pero "lado oscuro" no significa "lado malo", sino tan sólo que todos tenemos una cierta medida de perversión. ("algo de ratero en el fondo de nuestro corazón") y si nos damos cuenta de su presencia y la aceptamos, la vida es mucho más sabrosa. Según la tradición hebrea, el propio Dios puso desde el principio esta tendencia desviante, caprichosa o perversa en todos los seres humanos, tal vez para que la humanidad no se muriese de aburrimiento.
Pero el cazador de brujas cree que él está libre de esa perversidad, y adopta hasta cierto puento una característica actitud virtuosa. No es que le falte esa pizca de malignidad natural, como le gustaría y querría hacernos creer, sino que se siente sumamente incómodo con ella, le presenta resistencia en su interior, trata de negarla, intenta expulsarla, pero esa perversidad sigue ahí, como debe ser, y sigue siendo suya, reclamando clamorosamente que le preste atención. Cuanta más atención reclama más se le resiste el cazador de brujas. Y a mayor resistencia, más se fortalece y más atención reclama su perversidad. Finalmente, como ya no puede seguir negándola, el hombre comienza a verla. Pero la ve de la única manera que puede: como si estuviera en otras personas. Él sabe que alguien tiene cierto fondo perverso pero como de ningún modo puede ser él, ha de ser forzosamente otro. Lo único que ha de hacer ahora es encontrar a ese otro, lo cual se convierte en una tarea sumamente importante, porque si no puede encontrar a alguien sobre quien proyectar su sombra, tendrá que quedarse con ella. Vemos así cómo la resistencia representa su papel decisivo. Porque, igual que la persona odiaba y se resistía apasionadamente a su propia sombra, e intentaba erradicarla a toda costa, ahora desprecia con la misma pasión a aquéllos sobre quienes arroja su propia sombra.
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martes, 6 de julio de 2010

Cómo reconocer la sombra o proyección. El nivel de la persona: se inicia el descubrimiento (VII)


Pero, ¿y si la mujer entrase y exigiera efectivamente que Juan lo limpiase? Lo más probable es que una actitud así cambiaría toda la situación. Si Juan se sintiera entonces presionado, ¿no sería porque, efectivamente, su mujer le estaba presionando? En ese caso, ¿no sentiría la presión de ella y no la suya propia? En realidad esto no cambia para nada las cosas, y su único efecto es que a Juan le resulta mucho más fácil endosarle a ella su proyección. Si decimos que la esposa es un buen "gancho", es porque exhibe la misma tendencia que Juan está a punto de proyectar sobre ella, lo cual hace que a él le resulte sumamente tentador proyectar su impulso sobre su mujer, pero aún así el impulso sigue siendo de él. El debe tener un impulso, y debe proyectarlo, pues de lo contrario no habría sensación de presión. De hecho, su mujer podría estar "presionándole" para que hiciera algo, pero él no se sentiría realmente presionado si no quisiera también hacerlo, y entonces lo proyectara. Sus sensaciones no son más que eso: sus sensaciones.
Así pues, los terapeutas que trabajan en este nivel sugieren que la persona que constantemente se siente presionada, sencillamente tiene más impulso y energía de lo que cree. Si careciera de ese impulso, le tendría por completo sin cuidado. Así pues, el individuo bien informado, cada vez que siente alguna forma de presión –procedente de su jefe, su cónyuge, la escuela, los amigos, sus socios o sus hijos–, aprende a usar esos sentimientos como señal de que tiene cierta energía, algún impulso del que en ese momento no es consciente. Aprende a traducir "me siento presionado" como "tengo más impulso de lo que creía" Una vez se da cuenta de que todos los sentimientos de presión son impulsos suyos que no ha advertido, ya puede decidir si actúa siguiendo su impulso o si posterga la acción. Pero, haga lo que haga, finalmente sabe que el impulso es suyo.
El mecanismo básico de la proyección como tal es, pues, bastante simple. Un impulso (enfado, deseo o lo que sea) que surge en uno y que, naturalmente, apunta al medio, cuando es proyectado, aparece como un impulso que se originase en el medio y que apuntara hacia uno. Es un efecto de bumerang, y uno acabará zurrándose con su propia energía. Ya no pugna por actuar, se siente empujado a actuar. Ha puesto el impulso al otro lado de la demarcación entre lo que uno es y lo que uno no es, y entonces, naturalmente, el impulso le ataca desde afuera, en vez de ayudarle a atacar al medio.
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lunes, 5 de julio de 2010

Cómo reconocer la sombra o proyección. El nivel de la persona: se inicia el descubrimiento (VI)


La proyección del impulso funciona de la siguiente manera: como hemos visto, el deseo de limpiar el garaje todavía está presente en Juan, es decir, que todavía está activo, de modo que constantemente reclama atención, de la misma manera que el hambre, por ejemplo, exige constantemente que se le preste atención a ese impulso comiendo algo. Como el impulso de limpiar es garaje sigue estando presente y activo, Juan sabe en algún rincón de su mente que alguien quiere que él limpie el garaje. Y precisamente por eso todavía sigue ocupándose en fruslerías. Juan sabe que alguien quiere que él limpie todo eso, pero el problema está en que ahora se ha olvidado de quién es ese alguien. Entonces empieza a sentirse molesto con todo el proyecto, y a medida que transcurren las horas, la difícil situación le molesta cada vez más. Lo único que realmente necesita para completar la proyección –es decir, para olvidarse totalmente de su propio impulso de limpiar el garaje– es un candidato adecuado para "colgarle" su propio impulso proyectado. Como él sabe que alguien está presionándole para que limpie, y esa presión está sacándole de quicio, le encantaría de veras encontrar a ese "otro" que le está presionando.
Entra en escena la víctima desprevenida: la mujer de Juan pasa casualmente por el garaje, asoma la cabeza y le pregunta con inocencia si terminó con la limpieza. Con un moderado arrebato, Juan le grita que no le atosigue. Porque ahora siente que no es él, sino su esposa quien quiere que él limpie el garaje. La proyección se ha completado, porque ahora parece como si el propio impulso de Juan llegara desde afuera. Él lo ha proyectado, lo ha puesto del otro lado de la valla, y desde allí parece como si le atacase.
Por consiguiente, Juan empieza a sentir que su mujer le presiona. No obstante, lo único que realmente siente es su propio impulso proyectado, su propio deseo de limpiar el garaje desplazado, puesto fuera de su lugar. Juan podría gritarle a su mujer que no tiene ganas de limpiar el maldito garaje y que ella le importuna presionando. Pero si realmente él no quisiera limpiar el garaje, si ese impulso no fuera cierto, le habría dicho a su mujer que había cambiado de idea y que lo limpiaría en otro momento. Si no lo hizo es porque en algún rincón de su mente sabía que alguien quería, desde luego, que el garaje estuviera limpio, pero como "no era" él, tenía que ser otra persona. La mujer, naturalmente, es una candidata adecuada, y tan pronto como entra en escena, Juan carga en ella su impulso proyectado.
En pocas palabras: Juan proyectó su propio impulso y, por consiguiente, lo experimentó como un impulso externo, que venía desde afuera. Otro nombre para el impulso externo es presión. En realidad, cada vez que una persona proyecta algún impulso, se siente presionada, siente que su propio impulso se vuelve contra ella desde el exterior. Además, y aquí es donde la mayoría de los lectores parpadearán con incredulidad, toda presión es resultado de un impulso proyectado. Obsérvese en este ejemplo, que si Juan no tuviera el impulso de limpiar el garaje, no podría haber sentido ninguna presión procedente de su mujer, y habría encarado con toda calma la situación, diciendo que ese día no le apetecía hacerlo o que había cambiado de idea. En cambio, se sintió presionado. Pero no sintió realmente que su mujer le presionara, sino la presión de su propio impulso. Si no hay impulso, no hay presión. Toda presión es, en le fondo, un impulso disfrazado.
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domingo, 4 de julio de 2010

Cómo reconocer la sombra o proyección. El nivel de la persona: se inicia el descubrimiento (V)


Empecemos por donde se encuentra la mayoría de la gente: atrapada en la persona (máscara), que es una imagen de uno mismo más o menos inexacta y empobrecida, creada cuando el individuo intenta negarse a sí mismo la existencia de una o varias tendencias que tiene, como pueden ser los impulsos eróticos, la tendencia a hacerse valer, el enfado, la alegría, hostilidad, valentía, agresión, interés u otras. Pero, por más que intente negarlas, las tendencias no desaparecen y, puesto que son el individuo, lo único que éste puede hacer es fingir, "hacer como si" pertenecieran a otro, a cualquiera, siempre que no sea él. De modo que, en realidad, lo que consigue no es negarlas, sino solamente negar que le pertenecen. Así llega a creer de veras que estas tendencias no son él, que le son ajenas, externas. Ha estrechado sus límites a fin de excluir las tendencias indeseables. En consecuencia, esas tendencias alineadas son proyectadas en forma de sombra, y el individuo se identifica únicamente con lo que queda: una imagen de sí mismo reducida, empobrecida e inexacta, que es la persona. Se establece así una nueva demarcación y se inicia otra batalla de opuestos: la de la persona con su propia sombra.
Lo esencial de la proyección de la sombra es fácil de entender, pero es difícil representársela, porque ahoga algunas de nuestras ilusiones más caras. Sin embargo, el ejemplo siguiente nos permitirá ver lo poco complicado que es en realidad el proceso.
Juan tiene muchos deseos de limpiar y ordenar el garaje, que está totalmente desordenado; además, hace ya tiempo que tiene la intención de hacerlo. Finalmente, decide que es el momento adecuado para poner manos a la obra, y tras vestirse con la ropa apropiada, empieza a encarar la tarea con relativo entusiasmo. En este momento, Juan está claramente en contacto con su propio impulso, porque sabe que, a pesar del trabajo que le dará, es algo que indudablemente quiere hacer. Es verdad que una parte de él mismo no quiere ponerse a limpiar, pero lo importante es que su deseo de limpiar el garaje es mayor que el deseo de no hacerlo, pues de no ser así, sencillamente no lo haría.
Pero cuando Juan empieza a mirar el revoltijo increíble que hay en el garaje, le sucede algo extraño: comienza a reconsiderar todo el asunto, aunque sin abandonar su propósito. Da vueltas, se pone a hojear revistas viejas, se prueba un antiguo guantes de béisbol, se entrega a recuerdos y ensoñaciones, se va poniendo nervioso. Al llegar aquí, Juan empieza a perder contacto con su impulso, pero lo importante sigue siendo que su deseo de limpiar el garaje todavía está presente, porque de no ser así, se limitaría a abandonar el trabajo y hacer alguna otra cosa. Si no lo deja es porque todavía su deseo de hacer el trabajo es mayor que el de no hacerlo. Pero ya está empezando a olvidar su propio impulso y por consiguiente, empezará a alinearlo y proyectarlo.
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sábado, 3 de julio de 2010

Cómo reconocer la sombra o proyección. El nivel de la persona: se inicia el descubrimiento (IV)


Iremos retrocediendo y descendiendo por el espectro de la conciencia. Este descenso se puede describir de múltiples maneras, todas ellas útiles –desde llamarlo una armonización de opuestos a una superación de complejos, pasando por una "expansión" de la conciencia–, pero en su aspecto más fundamental, se trata sencillamente de ir disolviendo demarcaciones. Hemos visto que cada vez que se construye una demarcación nueva, uno limita, restringe y estrecha su sentido de "lo que es", de modo que la primitiva identidad se desplaza progresivamente del universo al organismo, y de éste al ego y a la persona. En tal sentido figurado, el "yo"" que es uno se empequeñece cada vez más, mientras que "lo que no soy"" se agranda. Con cada demarcación hay una nueva faceta del "yo" que se proyecta y que, por lo tanto, se aparece como externa, ajena, extranjera, existente al otro lado de la valla. Por consiguiente, construir una determinada demarcación es crear una proyección determinada, una faceta de uno mismo que ahora parece ser lo que uno no es. De la misma manera, re-conocer una proyección es disolver una demarcación. Cuando uno se da cuenta de que una proyección que parecía existir "ahí afuera" es, en realidad, su propio reflejo, forma parte de uno mismo, a conseguido derribar esa demarcación particular entre lo que uno es y lo que uno no es. De ahí que el campo de la percepción consciente quede tanto más expandido, abierto, libre y sin defensas. Trabas verdadera amistad y, en última instancia, identificarse con un antiguo "enemigo" equivale a desmantelar la línea de batalla y expandir el territorio por donde uno puede moverse libremente. Entonces las facetas proyectadas ya no le amenazan a uno, porque son uno. Así pues, descender por el espectro es 1) disolver una demarcación mediante 2) el re-conocimiento de una proyección. Esto sucede a cada paso del descenso.
La mayor parte de las ideas sobre demarcación, proyección y conflictos entre opuestos se aclararán a medida que vayamos viendo ejemplos concretos. Este capítulo se ocupa de la comprensión de la persona y la sombra, así como de las disciplinas que hay ayudado a la gente a descender desde el nivel de la persona al nivel del ego. En el capítulo siguiente estudiaremos el descenso desde el nivel del ego al nivel del centauro, para seguir, en el próximo capítulo, desde el centauro a lo transpersonal y, finalmente, ocuparnos del descenso, a la conciencia de unidad. Cada capítulo, básicamente pragmático, está pensado para ofrecer al lector 1) un entendimiento general de ese nivel determinado, 2) una aproximación de ese nivel, y 3) una introducción a los tipos de "terapias" de los que hoy se dispone y que se dirigen a ese nivel. Estos capítulos no están pensados para que nadie se instale realmente en un nivel determinado, sino tan sólo para ofrecer un atisbo de cómo son las terapias en ese nivel. Vivir continuamente en uno de los niveles más profundos de la conciencia exige muchísimo trabajo y estudio. Por eso, al final [...] he incluido una lista de las lecturas recomendadas y de las terapias que tratan ese nivel.
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