viernes, 31 de mayo de 2013

La alquimia de la voz (X) Pienso, luego existo ("Cogito ergo sum")



Durante la Edad Media, la doctrina oficial impartida en todas las universidades europeas era la de que la Tierra es un planeta vivo y todos los seres vivientes creación de Dios. Según esta doctrina, cada aspecto de la naturaleza estaba animado y lleno del aliento del Espíritu Santo, lo que significaba que todo tenía un alma. 
Sin embargo, durante la reforma protestante del siglo XVI se produjeron grandes cambios y el mundo natural quedó desposeído de su poder espiritual. La naturaleza se contempló de un modo nuevo, meramente como algo que el hombre podía usar a su antojo. Esto, a su vez, condujo a la revolución matemática, confirmada por René Descartes en 1619. Este filósofo imaginó un mundo regido por los principios matemáticos y definió al hombre puramente en términos de su capacidad de pensar: Cogito ergo sum.
A continuación vinieron la era de las Luces, la Revolución Industrial, el rápido crecimiento de la alfabetización y, a su debido tiempo, la llegada de los medios de comunicación y las autopistas de la información. Con todo ello nuestras voces se refugiaron en nuestras cabezas, lo que produjo un efecto como de punto de bala: un pensamiento simple, limitado, que no contiene más que un único punto de noticias. Estamos condicionados por la actitud de: "¡Debo hacer esto ahora, y a ser posible lo más rápidamente que pueda!"

(Texto extraído del libro "La alquimia de la voz". Autor Stewart Pearce) 


jueves, 30 de mayo de 2013

La alquimia de la voz (IX) De ser a hacer



En los últimos dos o tres siglos, muchas personas de los países occidentales se han alejado de la fuerza del "ser" al haberse visto arrastradas por la necesidad del  "hacer". En consecuencia, el proceso orgánico de expresar la alegría del corazón, que tenía lugar de forma natural a lo largo de siglos, se ha visto alterado y nuestras voces sólo transmiten información al haber movido el centro del sentimiento del corazón al centro del pensamiento de la cabeza. Así, nuestra conexión con el proyecto original o "nota primitiva" de nuestros antepasados se ha suprimido, y con ella nuestra capacidad para expresarnos con libertad y plenitud.
La alfabetización cambió la cara de la historia y la palabra escrita comenzó a imponerse sobre la palabra hablada. Debido a la invención de la imprenta y el desarrollo del intelecto racionalista, el hombre se vio valorado únicamente por sus procesos de pensamiento y las grandes tradiciones orales comenzaron lentamente a desaparecer. Hoy en día, sólo unas cuantas culturas indígenas valoran el poder de la voz humana por si misma al contar historias humanas.
Los indios pueblo de Nuevo México, una de las comunidades de nativos americanos más antiguas, creen que cuando se escriben los sonidos de la voz humana pierden su poder. Según sus creencias, al escribir estos sonidos se solidifican las vibraciones de la vida y se controlan los recuerdos; esa energía sonora solidificada por la imprenta no hará más que reflejarse a sí misma y ya no podrá transmitir el sagrado mensaje de la vida. Su antigua lengua, el tiwa, es únicamente oral.
De forma similar, los indios kogi de Suramérica no poseen lenguaje escrito. Creen que al escribir el poder de la fuerza vital se coloca en un espacio entre la memoria y la posibilidad, entre el pasado y el futuro, con lo que el presente se extingue.
Sin embrago, en Occidente, la palabra impresa no sólo se ha convertido en ubicua, sino que han surgido formas tecnológicas de comunicación, como la televisión y los ordenadores, para retransmitir la información mediante imágenes. Con ello, la importancia de escuchar la palabra hablada ha cambiado de manera sustancial.
Al empezar el siglo XXI nos estamos haciendo más conscientes de los enormes desequilibrios que existen tanto en nosotros mismos como en nuestro mundo. Las energías básicas de nuestro interior y nuestro entorno, definidas por los chinos como yin y yang, están gravemente desequilibradas; la energía del "hacer" o "masculina", yang, se ha hecho excesivamente dominante en comparación con la energía del "ser" o "femenina", yin.
El resultado es que nuestras funciones vitales se han reducido a la acción de aquel "que hace". El impulso del "hacer" es la energía que empleamos para avanzar en la vida y afirmarnos a nosotros mismos en el mundo. Este impulso pude ser fuente de gran valor y aptitud, pero cuando sólo funcionamos a través de él estamos permitiendo que nuestras vidas se vean privadas de sentimiento y operen de modo "no presente", con piloto automático. En este caso, únicamente nos preocupamos por los fines que debemos conseguir y no por los medios con los que avanzar hacia esos fines. Como resultado de esta preocupaci´pon or "hacer", hemos desequilibrado el aspecto del "ser" de nuestra naturaleza, el impulso femenino instintivo que crea la fuerza de recibir, entregar, amar y alimentar. Si ignoramos o ahogamos este principio esencial corremos el peligro de endurecernos. 

(Texto extraído del libro "La alquimia de la voz". Autor Stewart Pearce)


miércoles, 29 de mayo de 2013

La alquimia de la voz (VIII) Tradiciones orales



Las enseñanzas sobre el poder del sonido han pasado de generación en generación a través e la influencia de las tradiciones orales: canales de narración repetitiva que surgen de la psique colectiva y se usan para unificar la experiencia de la vida. En todas las partes del mundo y en todos los idiomas, el impulso humano de contar historias desarrolló el poder de estas tradiciones orales. A lo largo de los siglos, las historias, los poemas, los mitos y las canciones se pasaban a lo largo de la línea generacional para expresar la esencia de la fuerza colectiva que existe en el interior de cada sociedad y que mantiene el poder de su verdad cultural. 
A través de los metodistas griegos, los trovadores mediterráneos, los gitanos flamencos andaluces, los juglares  franceses, los bardos celtas, los griots africanos, los skalds noruegos y los cantantes navajos o nativos americanos se ha mantenido  vivo el poder de enseñar, sanar y elevar la conciencia mediante la voz. Nuestros antepasados sabían, de manera instintiva, que el poder del sonido puede crear y destruir. Cuando la voz humana expresa sabiduría, verdad y amor pueden ocurrir  milagros. El poder aumenta cuando otras voces se unen al solo con empatía y se crea una intención conjunta; esto es lo que llamamos sinergia. Las gentes cantaban cuando trabajaban juntas, transformando la intensidad de la actividad física en una vibración continua y rítmica de movimiento sincronizado y compañerismo. En resumen, cuando cantaban al trabajar, se creaba energía, con lo que el sonido representaba un papel muy poderoso como ayuda para sacar adelante el trabajo.
En la actualidad hemos perdido gran parte de esta sabiduría. Hoy en día, la mayoría de las personas no es consciente, o no hace caso, del significado de su voz o incluso del poder del sonido en sus vidas. Rara vez cantamos o contamos historias todos juntos. Sin embargo, el canto sintoniza nuestra vibración personal con la de nuestra tribu, disolviendo el singular en el colectivo y creando un sentimiento de unidad, de fuerza mutua, de energía y de orgullo. Nuestros himnos nacionales son ejemplos de esto. Piensa en los galeses cuando cantan su canción nacional, Men of Harlech, en Cardiff Arms Park en una final de rugby. Estas vibraciones proclaman la esencia misma del hecho de ser galés, lo que refuerza la armonía individual y la nacionalidad compartida mientas las notas cantadas penetran más y más profundamente en la psique del colectivo. 
Creo que una de las razones principales de por qué la sociedad se ha vuelto tan descentrada es, sencillamente, que hemos perdido la oportunidad de cantar, de utilizar nuestras voces como canales. En su lugar toleramos el ruido de las máquinas, del hilo musical o de los aparatos de música en nuestros lugares de trabajo, los cuales llevan al individuo a una experiencia singular de espacio mental interior, algo diametralmente opuesto a la experiencia compartida y estimulante de los trabajadores que cantan juntos. 

(Texto extraído del libro "La alquimia de la voz". Autor Stewart Pearce)


martes, 28 de mayo de 2013

La alquimia de la voz (VII) Sonido y materia



La teoría de que el sonido afecta a la materia se ha venido investigando desde finales del siglo XIX y ha obtenido unos logros científicos muy importantes. 
A principios del siglo XX, el médico e ingeniero suizo Hans Jenny pasó muchas horas estudiando el efecto del sonido sobre la materia. Reunió una serie de sustancias diferentes, como polvo y limaduras de hierro, y sometió a diferentes vibraciones de sonido a las superficies sobre las que se encontraban los montones de materia. Al hacerlo, las sustancias amorfas adoptaban formas y diseños intrincados que imitaban los modelos orgánicos que podemos encontrar en el mundo natural, como la hoja de una planta, el interior de una espiral de una concha o los dibujos de un copo de nieve. Descubrió que cuanto más fuerte y persistente fuese el sonido, más preciso era el efecto del dibujo. La utilización de materia inorgánica para crear formas orgánicos iluminó una interesante realidad; la materia no estaba viva, pero asumía las características de la vida cuando se veía afectada por el sonido. 
El doctor Jenny llamó a su novedoso trabajo "Cimática, del término griego kyma, que significa "ondular". Desde la realización de estos descubrimientos, muchas áreas de la comunidad científica han utilizado sus teorías. Por ejemplo, el desarrollo de los ultrasonidos, que se han convertido en una herramienta muy empleada en medicina, en particular para determinar el estado de los bebés antes del nacimiento. Se hacen pasar ondas sonoras a través del vientre de la madre gestante para, a continuación, analizarlas mediante tecnología informática, de forma que se pueda ver la imagen del niño no nacido.
Asimismo, el doctor sir Peter Guy Manners inventó un instrumento cimático que aplica el sonido directamente sobre el cuerpo. Unos tonos relacionados armónicamente resuenan con el órgano o tejido desequilibrado, que restauran el equilibrio y el bienestar. Este sofisticado instrumento identifica la frecuencia sonoras concreta que se requiere para coda órgano desequilibrado o cada punto muscular y, según afirma el doctor Manners, cualquier desequilibrio orgánico puede ser "rearmonizado".
Existe un proceso que confirma estas hipótesis y que se conoce como "Arrastre". Implica la producción de poderosas vibraciones que se introducen en una energía que vibra en una frecuencia menor. Lo interesante del caso es que la frecuencia menor es penetrada y absorbida por la frecuencia mayor, reformándose el estado inicial de la energía. Cuando esta noción se contempla en relación con la teoría del doctor Manners todo se aclara, pues podría parecer que el órgano desequilibrado (la frecuencia menor) tiene un "potencia celular" que toma la resonancia  de la frecuencia mayor con lo que se le devuelven el equilibrio y la salud. 
Los arquitectos y los ingenieros estructurales diseñan y construyen puentes o rascacielos empleando la teoría del arrastre. Se realiza un estudio que averigüe la frecuencia de resonancia de la estructura del edificio para que se puedan incluir en su interior características arquitectónicas flexibles que limiten los posibles daños que pudieran causarle energías de gran velocidad, como vientos y terremotos, que le afectaran negativamente. 
El arrastre ha venido sucediendo durante siglos. En el Antiguo Testamento podemos leer la historia de Josué, que destruyó las murallas de Jericó utilizando el sonido. Josué y su pueblo rodearon las murallas de la ciudad siete veces y, mientras siete sacerdotes tocaban cuernos de carnero, las gentes produjeron un gran ruido y las murallas se derrumbaron. Los ingenieros modernos se han preguntado cómo podían los egipcios mover las inmensas moles de piedra que emplearon para construir las pirámides. Se ha propuesto la teoría de que los egipcios pudieron organizar coros de miles de personas para mover materia sólida; las piedras serían, de esta manera, levitadas por vibraciones sonoras. 

(Texto extraído del libro "La alquimia de la voz". Autor Stewart Pearce)

lunes, 27 de mayo de 2013

La alquimia de la voz (VI) La energía del sonido



La energía del sonido se percibe a través de las vibraciones de tono y resonancia. Imagina que lanzamos una piedra a un estanque y observamos las ondas que se extienden a partir del punto en el que la piedra golpeó el agua. La resonancia funciona del mismo modo, oscilando en ondas a partir del punto de origen y extendiéndose hacia el exterior.
Las leyes de la física nos enseñan que la vida está compuesta de átomos que contienen electrones y protones, partículas de energía cargadas eléctrica y magnéticamente y en constante movimiento. Cuando escuchamos un sonido, cada célula de nuestro cuerpo resuena en respuesta a él creando un movimiento similar, como una fusión. Lo mismo sucede con los "átomos" de los objetos "inanimados". Todos conocemos la leyenda de la cantante profesional que puede hacer estallar una copa de cristal con la voz. Cuando la frecuencia de la nota cantada encuentra un equilibrio armónico con la vibración del cristal, el objeto el objeto resuena con su nota. Sin embargo, si la cantante aumenta el volumen de la nota, su fuerza trastornará el equilibrio acústico de la copa y el cristal estallará.
Otro ejemplo aún más increíble. El sonido también posee el poder de transformar nuestra psique, lo que conlleva cambios en nuestro cuerpo. Una de las historias más fascinantes que he escuchado acerca del poder transformador de la voz me la relató un superviviente del Holocausto. Este hombre estuvo internado en un campo de concentración nazi durante la Segunda Guerra Mundial. Para aliviar sus sufrimientos y apaciguar a sus captores, unos cuentos prisioneros que habían sido músicos y cantantes se organizaron y formaron un grupo. Prepararon algunas óperas italianas románticas del siglo XIX –obras de Puccini, Verdi y Rossini… y las representaron, puesto que algunos de ellos eran músicos virtuosos que, antes de la guerra, habían tocado en las mejores orquestas europeas. Estos hombres perfeccionaron su interpretación musical hasta tal punto de que los nazis los llegaron a considerar excelentes. Sin embargo, tuvo lugar un fenómeno interesante. Al cabo de un cierto tiempo, a los jóvenes que cantaban los papeles femeninos con voces de soprano o falseto dejó de crecerles el vello facial y comenzaron a desarrollar parcialmente las mamas. Esto resultaba alarmante, pero en el momento en que dejaron de cantar papeles femeninos en escenarios emocionalmente cargados, los cambios fisiológicos revirtieron. Estos jóvenes, que se habían identificado tan profundamente con sus papeles, estaban de hecho afectando al equilibrio hormonal de sus cuerpos.
Lo que ilustra esta asombrosa historia es cuánto puede afectar la voz a la fisiología del cuerpo. A menudo olvidamos que nuestras vidas diarias y mundanas están llenas de dichos que reflejan esta conexión. Por ejemplo, el refrán que afirma que "un problema compartido es un problema dividido" quiere decir que a menudo, aunque el problema siga existiendo después de haberlo comentado con un amigo o un consejero en el que confiemos, nos sentimos mucho mejor simplemente por haberlo expresado en voz alta. Esto implica que, en el ehco de hablar, existe una liberación; al emitir sonido, cambiamos.
Tenemos también los dichos: "Palabras no rompen huesos" y "Palabras no sacan sangre". ¿Alguna vez te hs parado a pensar en lo inexactos que son? Las palabras pueden hacer tanto daño como un golpe físico. Todos hemos sentido el amor que contenían las palabras de un cariñoso cuidador y el daño de aquéllas otras llenas de injurias e insultos, que pueden ser tan violentas como un bastonazo.

(Texto extraído del libro "La alquimia de la voz". Autor Stewart Pearce) 

viernes, 24 de mayo de 2013

La alquimia de la voz (V) La teoría del Big Band



El mundo de la ciencia confirma el papel del sonido en el origen de nuestro mundo; la teoría conocida como "Big Band" apoya las creencias de las gentes a lo largo de la historia. 
Los científicos más sobresalientes de nuestros días sugieren que tuvo que ocurrir una fusión de energía "material" para que se crearan las estrellas y las galaxias. Yo me imagino que esta explosión original sería como unos colosales fuegos artificiales, una alquimia de proporciones divinas, cuando la luz, a través de una interacción con la oscuridad, creó el color y, a continuación, el sonido. He aquí una ilustración sencilla de esto. Si colamos un prisma de cristal en una ventana orientada hacía el sur, tiene lugar un momento de auténtica magia cuando la luz del sol pasa a través de él. El efecto es una inmediata explosión de color  por toda la habitación en forma de los colores primarios del arco iris. El poder del Sol es la energía que comienza esta creación, la vibración de la luz tal y como la contemplamos, y como tal ha sido adorada por los seres humanos desde el principio de los tiempos. Los físicos moleculares afirman que del Sol surge la luz, y de la luz surge el color y, a continuación, el sonido. Al igual que todas las demás cosas, los seres humanos fueron creados a partir de un continuum de luz, color y sonido en rápido movimiento. 
Al igual que la luz del sol al atravesar el prisma produce siete rayos con los colores del arco iris, así también nuestra voz produce diferentes vibraciones o tonos. En los próximos capítulos iremos descubriendo cómo sintonizar nuestra nota autógrafa, la nota que existe en el centro de nuestro compás o registro vocal. Cuando hacemos brillas la luz inspiradora del aliento a través de esta nota, la resonancia suena como una amplificación de la que se producen los armónicos que conforman nuestro timbre individual; esto lo escuchamos todos y unos pocos lo pueden ver. Es una fuerza de inmenso poder. 

(Texto extraído del libro  "La alquimia de la voz". Autor Stewart Pearce)


jueves, 23 de mayo de 2013

La alquimia de la voz (IV) En el principio


Dios dijo: "Hágase la luz", y la luz se hizo...
Nuestros antepasados creían que toda creación se había logrado gracias al sonido y que la Tierra misma había llegado a existir gracias a su poder; este sonido se movía entonces, y continúa moviéndose en la actualidad, por todos los aspectos de la creación. Aquellas gentes creían que este principio de animación era el sonido de la voz de Dios.
Como consecuencia de ello nosotros, los seres humanos, siempre hemos dedicado nuestras voces a la veneración y gloria de Dios como creador principal. 
A través de las alabanzas, las peticiones y la participación hemos elevado nuestras voces por respeto a la idea de que "en el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios". Esta afirmación resuena por todas las culturas con diferentes formas. A través de la armonía del sonido de la naturaleza es la fuente de toda manifestación y la causa de que toda existencia, siendo por ello el único medio verdadero entre Dios y el hombre, una conexión indivisible entre el creador y el sonido. 
El hombre ha nombrado a Dios y lo ha conocido de muchas formas. De hecho, la misma palabra "humano" procede de palabras antiguas conectadas con el espíritu de Dios. En los países orientales el sonido de la espiración, "hu", se conoce como el espíritu de todos los sonidos y todas las palabras. El sonido hu en la palabra "humano" significa, en sánscrito, "el aliento del espíritu", mientras que ma significa en árabe, "agua". La Biblia afirma que "quien no naciere del agua y el Espíritu, no puede entrar en el reino de los cielos". En la mística oriental, la palabra "humano" ilumina dos ideas intrínsecas al carácter de humanidad: hu significa "Dios" y man Significa "mente". Las dos palabras se funden o transmutan para indicar que Dios está dentro de todas las cosas y que es a través de la humanidad como es conocido.
Las antiguas culturas sabían todo esto y celebraban sus enseñanzas con sonidos sacros y seculares. Dirigían la resonancia de sus armonías sagradas con la energía del pensamiento, inspirados por sus corazones. Creían que a través del sonido se atrapaba la triple función de los eterno, lo universal y lo individual en la fusión del pasado, presente y futuro, y que en el interior de esta fuerza yacía el proyecto original de la humanidad como una fuente eterna.

(Extraído del libro "La alquimia de la voz". Autor Stewart Pearce)

miércoles, 22 de mayo de 2013

La alquimia de la voz (III) El origen del sonido



Aquel que conoce el secreto del sonido, conoce el misterio de todo el universo.
Hazrat Inayat Khan

El sonido posee una inmensa fuerza creadora. Es un componente primario de la energía molecular y afecta a la materia; por ello, tiene un enorme impacto sobre el paisaje del mundo dentro de nosotros y sin nosotros. Des de tiempo inmemorial se ha creído que el sonido está en el centro de la creación y conforma el universo en el que vivimos. Sitúate por un momento en la auténtica verdad de tu nacimiento –en cierto sentido, tu primer acto creativo–. Al entrar en el mundo, tu primer acto independiente fue respirar y, a continuación, producir un sonido, el sonido de tu creación. ¡Desde entonces, cada vez que has producido un sonido te has recreado a ti mismo!
A lo largo de los siglos hemos desarrollado una comprensión del poder de transformación del sonido y hemos llegado a entender el modo en que el sonido, como fuerza viva, posee también la capacidad de transmutar la vida. Puede transformar nuestros pensamientos y sentimientos, y con ello la misma sustancia y estado de nuestros cuerpo. Como ilustración simple de esta idea, piensa en lo terriblemente duro que puede resultar el sonido de un martillo neumático o el del claxon de un coche cuando nos sobresalta en un momento de reflexión personal. Este entendimiento radical ha llevado a los científicos a explorar horizontes nuevos muy excitantes como el desarrollo de instrumentos mediante ondas sonoras que poseen el poder de transformar la energía celular y, en consecuencia, de sanar el cuerpo humano.
Sin embargo, de todos los sonidos existentes, en mi opinión, el más poderoso es el de la voz humana. Su fuerza viva, que respira y crea, nos otorga la capacidad de realizar cambios asombrosos en nuestros pensamientos y sentimientos, en nuestras creaciones y construcciones. Pues el poder de nuestra voz cristaliza el pensamiento y, por ello, su energía puede usarse para transmutar nuestro aspecto exterior, nuestra actitud, nuestras creencias, nuestra creatividad y nuestra presencia física; transforma nuestras vidas. Piensa en cómo una pieza musical concreta puede producir un profundo efecto sobre tu estado de ánimo. Ahora imagina que existe dentro de ti un poder atún mayor, disponible en todo momento, y que cuando lo diriges puede influir no sólo en tu estado de ánimo, sino en todo tu aspecto exterior y en tus creencias acerca del poder personal que ejerces en el mundo. Este instrumento de sonido que posees, tu voz, puede convertirse en tu propia fuerza liberadora, creativa y de cambio para tu vida.
[…]... déjame que te explique primero, y con brevedad el papel del sonido en el origen del universo y su extraordinario poder a lo largo de los tiempos, en particular, me voy a referir al sonido de la voz humana.

(Texto extraído del libro "La alquimia de la voz". Autor Stewart Pearce)

martes, 21 de mayo de 2013

La alquimia de la voz. (II) La voz humana es algo asombroso


La voz humana es algo asombroso. Desde el primer vagido de vida, desde nuestra primera aspiración, utilizamos nuestras voces para conectarnos con el mundo. Los sonidos que proferimos, los tonos que empleamos, las palabras que elegimos...; todo ello dirige y conforma nuestra identidad. Para pedir un capuchino, jurar amor eterno, declarar la guerra, alabar desde lo más profundo de nuestro corazón, jurar, corregir y rechazar no hacemos otra cosa que respirar y abrir la boca para crear sonido. 
La voz puede hacernos llorar, romper un cristal o sanar un corazón roto. Puede subyugar, seducir, enfurecer u ordenar; inspira espanto y terror, confianza y amor. El sonido de una voz puede evocar recuerdos, sensaciones, pensamientos y sentimientos. Tiene un poder impresionante para establecer o romper fuertes lazos, para torturar o elevar, para crear o destruir. Por todo ello, la voz está presente en el núcleo de nuestro poder persona y resuena no sólo en las palabras, sino en los muchos otros sonidos que nosotros, ruidosas criaturas, proferimos. Piensa en lo contagiosa y alegra que puede ser una carcajada. Imagina unas notas musicales que se elevan y comprueba su poder para transportarnos a escenarios gloriosos. Recuerda los quejidos de dolor, los sollozos de desesperación, y el efecto tan triste que producen en nosotros.
Éste es el poder de la voz. Sin embargo, muchos de nosotros consideramos nuestra propia voz como algo que está ahí, sin más. La utilizamos como una herramienta de uso diario, sin concederle un poco de atención más que de vez en cuando. Quizá nos guste o pude que la consideramos demasiado aguda, baja, alta o tranquila, pero la mayor parte del tiempo, sencillamente, la usamos sin pensar. 
La voz es un regalo maravilloso. Posee un gran poder de influencia tanto sobre nosotros mismo como sobre los demás. Cuando la empleas en toda su capacidad, la voz tiene el poder de influir en tu vida de muchísimas formas increíbles, y cuando empiezas a entenderla y a trabajar con ella se transforma en mucho más que algo que te brota de la punta de la lengua. Cuando esté conectada con tu corazón y salga de muy dentro de tu ser, tendrá el poder de transformar tu vida. Cuando hables con tu verdadera voz, lo que significa emplear tu propia y exclusiva "nota autógrafa", sentirás y vivirás con autenticidad verdadera. Tu nivel de confianza se elevará de manera vertiginosa y el sentido de ti mismo –de ser alguien a quien los demás escuchan y que, a su vez, escucha a los demás– aumentará enormemente. Con ello, tu capacidad para conseguir lo que deseas en la vida crecerá de manera poderosa y vital.
Lo que deseas puede ser práctico, emocional o espiritual. Quizá se trate de un nuevo trabajo o una carrera, un perfil más alto, un conocimiento de ti mismo más profundo, una autoconfianza luminosa, la capacidad de dar charlas y presentaciones de forma ágil, la sanación de una herida del pasado o, sencillamente, aprender a hablar con soltura y fluidez. Puede ser una transformación de tu cuerpo y de tus sentimientos, un deseo de comunicación a un nivel más profundo o una sensación de equilibrio de mente, cuerpo y espíritu más plena. Sea lo que fuere, puedes emplear tu voz para conseguir un estado nuevo. ¡Cualquier reto se convertirá en algo perteneciente al pasado!
Tu voz es tu identidad sonora. Ella informa al mundo de quién eres a través de su posición, su tono, su resonancia, su energía y su expresividad. La mayoría de nosotros utilizamos una voz "de diario" que hemos adaptado para que se ajuste a las expectativas sociales o a lo que consideramos nuestro papel en la vida. Esta voz "de todos los días" es, a menudo, totalmente distinta de nuestra auténtica voz. 
En los países occidentales vivimos en un mundo intelectual. Desde muy pequeños se nos enseña a creer que pensar es lo único importante, mientras que los sentimientos permanecen reprimidos. Hemos aprendido a retraernos, a ser reservados y callados, a analizar más que a expresar, a refrenar la expresión de nuestras ideas y sentimientos. Como consecuencia de ello, disminuimos y reprimimos uno de nuestros más maravillosos recursos: la voz de nuestro verdadero ser. 
Lo único que puede descubrir la naturaleza de nuestra verdadera voz es reconocer nuestros auténticos sentimientos y permitir que se expresen. Cuando dejamos de reprimir nuestros sentimientos dejamos de ocultar nuestra verdadera voz,, porque podemos hablar en alto con claridad, con resonancia y desde lo más profundo de nuestra alma, ya que nuestra voz única es el sonido de nuestra verdad y, por ello, un medio para la revelación. 
Yo creo que hemos "olvidado" o "no-recordado" el auténtico núcleo de sonido y nos hemos alejando de la pasión del sentimiento que aporta a este sonido central su magnífica cualidad. Mi objetivo es ayudarte a redescubrir tu verdadera voz y a expresarla con energía y felicidad, mientras disipas el miedo de tu corazón, de tu mente y de tu alma e iluminas todos tus procesos de comunicación. 

(Texto extraido del libro "La alquimia de la voz. Autor Stewart Pearce)

lunes, 20 de mayo de 2013

La alquimia de la voz. (I) Hombre, conócete a ti mismo y conocerás el universo

Estas palabras aparecían inscritas sobre las columnas de Hércules, el punto de entrada a los templos de las antiguas escuelas de misterio griegas, y puede que sean un tributo adecuado para el punto de entrada de este texto.
Stewart Pearce, que es Master of Voice en el Shakespeare's Globe Theatre, de Londres, trabaja la maravillosa oportunidad de hablar en un anfiteatro construido para el sonido; un anfiteatro construido también para algunos de los sonidos más bellos creados por la lengua inglesa por obra y gracia de la pluma de William Shakespeare.
Cuando reunimos a los actores el primer día de ensayos en el Globe Theatre, de Londres, trabaja con nosotros, los actores, para ayudarnos a todos a obtener la maravillosa oportunidad de hablar en un anfiteatros construido para el sonido; un anfiteatro construido también para algunos de los sonidos más bellos creados por la lengua inglesa por obra y gracia de la pluma de William Shakespeare.
Cuando reunimos a los actores el primer día de ensayos en el Globe, me gusta especialmente el profundo momento de silencio que se produce antes de que empiece a dar bienvenidas, instrucciones y toda la información que permite a un grupo de diestros artistas llevar a cabo algo tan difícil de definir como una obra de teatro de Shakespeare. Intento provocar este expectante momento de quietud antes del trabajo leyendo una poseía, y este año leí lo siguiente:

Esto que ahora tenemos
No es imaginación

Esto no es 
Pena ni alegría

No es un estado en el que juzguemos 
Ni una gran alegría
NI pena

Todo eso va
Y viene

Esto es la presencia
Que no es

Es el amanecer, Husam
Aquí en el esplendor de coral
Dentro del amigo, la sencilla verdad
De lo que dijo Hallaj

¿Qué otra cosa podrían desear los seres humanos?

Cuando las uvas se vuelven vino
Lo que desean
Es esto

Cuando el cielo de la noche se derrama sobre nosotros
En realidad es una masa de mendigos
¡Y todos quieren una parte de esto!

Esto
Que ahora somos

Creó el cuerpo, célula a célula
Como las abejas construyen la colmena

El cuerpo humano y el universo
Crecieron de esto,
No esto
Del universo y del cuerpo humano

Rumi

Rumi escribe sobre la presencia, y cuando me atrevo a leer en voz alta alguno de sus resonantes pensamientos saco fuera todo mi trabajo con Stewart. Decir en voz alta pensamientos como los anteriores requiere del sonido de una cierta presencia natural y de la honestidad. ¿Cómo puede uno desarrollar una voz así?
En la cultura maya existe una creencia que me han relatado de la siguiente manera. El mundo está creado por una canción que los dioses entonan sin parar. Todo lo que recibimos a través de nuestros sentidos es una manifestación de las vibraciones de esta canción, interpretada en el plano etérico de la existencia. En cierto modo, esta creencia no está muy alejada de la teoría científica de que toda la materia no es más que energía en vibración.
os mayas también nos enseñan que las reglas de cortesía deben respetarse en el plano etérico tanto como en los seres humanos. Los saludos, las despedidas, los reglaos, las alabanzas, el reconocimiento y, sobre todo, el agradecimiento por la creación resultan de mucha ayuda. Los dioses mayas aprecian la belleza como nosotros apreciamos la comida: les alimenta. Especialmente amados son los bellos sones que pueden observarse en el increíble sonido del idioma de los indígenas. Sus oraciones, tal y como las he escuchado, están llenas de descripciones del mundo natural expresadas en una salvaje poseía de imagen y amor. En nuestra cultura, sólo Shakespeare se acerca a ellas. 
Cantar o hablar con belleza a los dioses mayas aumenta su habilidad de cantar al mundo para que se cree. Se establece una especie de ciclo de canción que posibilita todo. Podemos observar un fenómeno singular que se produce cuando nosotros, los seres humanos, escuchamos a un maravilloso orador o cantante.
Hubo un tiempo en el que los padres escuchaban a los jóvenes que acudían a cortejar a sus hijas. El aspecto del chico no les engañaba y lo que apreciaban era la forma en la que hablaban. En la voz de una persona pueden escucharse la honestidad, el ingenio, el autoconocimiento, el sufrimiento, el alma, la lealtad y la integridad general. Es su personaje.
Fue Confucio el que afirmó que uno puede cambiar la sociedad si antes cambia el lenguaje de la sociedad.
Stewart me ha ayudado, como actor y como persona, a acercarme a estas desafiantes ideas sin miedo. El no impone una voz, sino que trabaja para liberar el sonido auténtico del individuo: tu sonido. Ha otorgado al mío la tierra o el suelo sobre el que levantarme. En ocasiones, los sonidos que me ha ayudado a producir han tocado una fibra profunda de mi interior, recuerdos de miedo acerca de quién soy. Parece que uno de los aspecto de la resonancia que busco como orador es una mayor conciencia de mí mismo, en especial de esas zonas en la sombra. La comprensión instintiva y trabajada de Stewart y su conocimiento de las vibraciones del sonido –el efecto que el sonido produce sobre un orador y un oyente, con independencia del pensamiento y la emoción– son unos dones muy poco frecuentes.
Como director artístico y como actor, estos dones me han ahorrado miles de libras esterlinas. En los primeros años del reconstruido Shakespeare's Globe Theatre estaba a punto de gastar mucho dinero en un equipo acústico, porque tanto a mis compañeros actores como a mi mismo nos resultaba difícil hacernos oír; entonces conocí a Stewart.
Si ha conseguido expresar una décima parte de esos dones en el presente libro, éste seria una fuente de inspiración y gran regalo para todos los que lo lean.












Mark Rylance 
Director artístico y actor
del Shakespeare's Globe Theatre
Mayo 2004

(Texto extraído del libro "La alquimia de la voz". Autor Stewart Pearce. Este corresponde al prefacio) 

viernes, 17 de mayo de 2013

La seducción de la ciencia (IV y última)


Pese a tan ingeniosos malabarismos, la craneología acabaría sucumbiendo, no obstante, bajo el peso de sus propias contradicciones internas. A principios de nuestro siglo, reinaba un gran desconcierto en este ámbito bajo el impacto acumulativo de las numerosas disensiones internas y la insatisfacción de la opinión pública con sus explicaciones. * Alice Lee, una matemática londinense, asestó un golpe mortal a sus planteamientos en 1901, mediante un estudio comparativo sobre el tamaño del cráneo de las estudiantes de medicina (todas ellas mujeres presumiblemente en pleno uso de sus facultades mentales, puesto que habían sido admitidas en tan augusto círculo), y el de respetados profesores de la facultad. Ante la evidencia de que algunas alumnas tenían cráneos de mayor tamaño que ciertos eminentes varones, los distinguidos profesores tuvieron que optar entre reafirmar su propia inteligencia o seguir respaldando las teorías craneológicas aceptadas. (Como señalaba Lee, la teoría no podía considerarse válida para la generalidad de un sexo si no se confirmaba también en los casos individuales.) Lee, que había realizado sus estudios bajo la rigurosa dirección de Karl Pearson, un respetado biometrista, también observó que en la mayoría de los casos las medidas craneales  presentaban diferencias no superiores al margen de error aceptado de un 3%. Su estudio fue objeto de furibundas críticas por parte de los craneólogos y, como les sucede a muchas estudiosas en la actualidad, no se le concedió mayor transcendencia hasta que un respetado académico salió en su defensa; en este caso, el vigoroso respaldo vino del propio Pearson, un defensor de la causa de la emancipación femenina. 

*Otro esfuerzo  craneológico fallido intentó relacionar la inteligencia con la inclinación de los planos faciales. La frente saliente y nariz protuberante de los varones blancos –en contraste con la nariz más reducida de las mujeres o más achatada de los hombres africanos y asiáticos– se consideraron indicativas de una mayor capacidad intelectual. Esta teoría se vino abajo ante la constatación de que algunos animales, como por ejemplo,  el oso hormiguero, también tienen narices prominentes. 
Nunca se llegó a resolver otro dilema: ¿la inferioridad de los cráneos femeninos se debía a su forma más redondeada (como en las criaturas) o a su configuración más alargada (como en la gente negra)?

En los años siguientes, nuevas muestras más amplias y aleatorias acabaron de confirmar lo que ahora es bien sabido, esto es: que no existen diferencias raciales consistentes en cuanto al tamaño medio del cerebro y que, tanto en el caso de los hombres como en el de las mujeres, la inteligencia no guarda la menor relación con las dimensiones del cráneo ni el tamaño del cerebro, salvo acusadas desviaciones de la norma. 
La craneología estaba condenada de entrada al fracaso,al postular como punto de partida las falsas hipótesis de la superioridad masculina y caucásica.* Pero los respetables prejuicios que favorecieron el desarrollo y aceptación de estas teorías, así como su largo siglo de vigencia, ya habían causado un número incalculable de víctimas. 
John Hope Franklin, un especialista en historia afroamericana moderna de la Universidad de Duke, considera que estas ideas contribuyeron tanto al mantenimiento de la población afroamericana en la esclavitud y a su privación de derechos constitucionales como las motivaciones económicas que suelen citarse más a menudo. Según sus palabras, "no sabemos si realmente habría sido imposible" lograr la ratificación de la Constitución si sus principios hubiesen declarado ilegal la esclavitud, "sólo creemos saberlo". Y señala como causa "la noción de la inherente inferioridad de la población africana, para la cual la esclavitud constituía, por consiguiente, un estado satisfactorio y tal vez incluso deseable". 
Los argumentos biologistas siguieron utilizándose en el ámbito político y social aún después de quedar desacreditados científicamente; en la Alemania nazi, por ejemplo. Y los ciudadanos y ciudadanas de la Unión Soviética no descubrieron hasta 1991, gracias al nuevo espíritu de apertura y de glasnot, los trabajos realizados por un centro de estudios de Moscú durante sesenta y siete años para intentar corroborar los postulados de Stalin, para quien la creación del "hombre nuevo soviético" requería fomentar el desarrollo del peso cerebral como medida de la inteligencia (en el marco de los cuales se había pesado meticulosamente y todavía se conservaba el cerebro del propio Stalin, así como el de Lenin e incluso el del disidente Andréi Sajárov). En los Estados Unidos ya no suelen defenderse abiertamente estas teorías, si bien continúan aflorando en los chistes e historietas crueles que todavía presentan a personajes afroamericanos con características simiescas, así como en los argumentos que siguen apelando a cierta contradicción entre la "feminidad" y la inteligencia, o en la idea de la biología femenina limita las posibilidades de pensamiento racional en la mujer. Encontramos una versión actualizada de este prejuicio en la creencia de que los avances logrados por las mujeres están resultado perjudiciales para nuestra salud. Pese a que la longevidad y salud mental de las mujeres de todas las razas en realidad han mejorado en los últimos veinte años, coincidiendo con los nuevos embates del feminismo –y  a pesar de que la mayor incidencia de enfermedades asociadas a la tensión siempre se ha registrado entre las mujeres negras pobres y no entre los ejecutivos blancos–, no he dejado de postularse que las mujeres que realizan "trabajos masculinos" sufrirán "enfermedades masculinas", con una no muy elevada amenaza de que "el éxito puede ser dañino".
De todos modos, lo cierto es que actualmente la craneología y otras teorías del siglo XIX encaminadas a justificar las diferencias entre diversos grupos en general parecen ridículas. Justamente por eso es importante recordar que fueron consideradas respetables en su tiempo y acoger con sano escepticismo otras teorías actualmente en boga, que con los años podrían demostrarse igualmente engañosas, nocivas para la autoestima y erróneas.
En 1981, el antropólogo Stephen Jay Gould se propuso enmendar parte del daño causado por su profesión. En The Mismeasure of Man [Medidas erróneas del hombre] (un título que, irónicamente, se olvida una vez más de las mujeres), revisa en los antiguos estudios craneológicos poniendo al descubierto los métodos poco rigurosos, sesgados y a veces fraudulentos utilizados en su masiva recopilación de datos. Sin embargo, Gould comprobó que, en la mayoría de los casos, no se obró con malicia y ni siquiera con conciencia de la falta de rigor; una importante confirmación del peso que pueden tener los presupuestos culturales en el desarrollo de la ciencia. Las teorías logran el máximo impacto –concluye Gould– cuando ofrecen a millones de personas el convencimiento de que "sus prejuicios sociales reflejan, de hecho, realidades científicas".

Gloria Steinem

jueves, 16 de mayo de 2013

La seducción de la ciencia (III)


La craneología demostró ser lo suficientemente flexible para superar numerosas divergencias internas y algunas creencias. Por ejemplo, en la segunda mitad del siglo XIX la neuroanatomía situaba las actividades mentales superiores en los lóbulos frontales del cerebro. Como era de esperar, los craneólogos confirmaron el mayor tamaño de esas zonas en los cráneos masculinos, así como las regiones parietales –las partes laterales superiores del cráneo– eran más amplias en las mujeres. Pero la neuroanatomía revisó esta idea hacia finales de siglo, para situar las capacidades intelectuales superiores en las zonas parietales. Los craneólogos no tardaron en descubrir un error en sus anteriores mediciones: los lóbulos parietales en realidad eran de mayor tamaño en los varones, mientras que las zonas frontales, ahora de menor importancia, eran reducidas. 
Con el tiempo, los craneólogos, también se vieron obligados a modificar el criterio que correlacionaba el nivel de inteligencia con el volumen cerebral, como principal indicador. De ser así, las ballenas, los elefantes y otros animales dotados de cerebros de mucho mayor tamaño que el humano habrían contado con un potencial de inteligencia superior al del Homo Sapiens. La solución obvia era considerar el tamaño relativo del cuerpo, aunque surgieron divergencias internas en cuanto al procedimiento a seguir. ¿Debería adoptarse como criterio la relación entre el peso del cerebro y el peso corporal (en cuyo caso las mujeres, como grupo, habrían resultado ser más inteligentes que los hombres como grupo)? ¿O debía partirse de la relación entre la superficie cerebral y la corporal (criterio que demostraría la inferioridad intelectual  de las mujeres, pero en virtud del cual los hombres blancos también resultarían inferiores a los de algunas otras razas)? 
Por desgracia para la craneología, no existía una respuesta capaz de satisfacer a la vez las exigencias de la lógica y las necesidades políticas. Además, también hubo algunos escándalos: a veces, los científicos simplemente habían dado por supuesto que los cráneos y cerebros utilizados en las experiencias de laboratorio procedían de cadáveres masculinos o femeninos, dejándose guiar por sus propios criterios tautológicos, y otras establecían comparaciones entre parámetros no equivalentes del total de más de 5.000 mediciones que ser realizaban sobre cada cráneo. En un esfuerzo por salvar la profesión, algunos craneólogos optaron por volver a los orígenes, recuperando la simple jerarquía a partir de la asociación entre el tamaño del cráneo y el del cerebro. A fin de cuentas, era un criterio más comprensible y a la vez satisfacía una exigencia de sentido común, puesto que ofrecía una explicación de la superioridad masculina. 
Sin embargo, muy pronto nuevos datos sobre pacientes mentales revelaron un hecho alarmante: muchas de esas personas, consideradas "inferiores", tenían cráneos de gran tamaño. Dada la mayor propensión (actualmente comprobada) a considerar perturbadas a las mujeres que no se plegaban a los roles asignados a su género, éstas representaban una parte desproporcionada de la población de pacientes mentales en general, incluido el grupo con cráneos de mayor tamaño.
Se idearon diversas explicaciones ingeniosas. Algunos científicos adujeron que un cráneo voluminoso, a la vez que era indicativo de una mayor capacidad intelectual, también aparecía asociado a un mayor riesgo de locura. La mayor fuerza de carácter de los varones favorecía el desarrollo de la primera característica y les hacía más inmunes a la segunda.  Las mujeres, cuya debilidad y propensión a la histeria, condicionada por sus órganos femeninos, eran bien conocidas, no podían aprovechar su potencial intelectual y tendían a sufrir desequilibrios mentales. Entre las pruebas presentadas figuraba el caso de una estudiante universitaria con un cerebro de excepcionales dimensiones que se había suicidado después de suspender los exámenes. Tan practica teoría sobre las diferentes consecuencias de la posesión de un cráneo de gran tamaño para los hombres y para las mujeres, permitía dar respuesta a tres interrogantes: por qué un número desproporcionado de pacientes mentales eran mujeres, por qué todos los genios eran hombres y por qué eran más frecuentes los suicidios entre las mujeres que entre los hombres. 

Gloria Steinem

martes, 14 de mayo de 2013

La seducción de la ciencia (II)


De entrada, se constató la mayor "capacidad craneana" de los hombres como grupo comparados con las mujeres también como grupo, dato que inspiraría y a la vez serviría para demostrar la premisa básica que establecía una correlación directa entre capacidad craneana e inteligencia. Numerosos y amplios  estudios comparados de múltiples medidas  craneanas según la raza y la etnia, además del sexo, permitieron a los craneólogos anunciar que la capacidad craneana media de la raza blanca también era superior a la de las poblaciones africanas, asiáticas o incluso sureuropeas. 
Estos resultados concordaban con otras conclusiones de las principales corrientes eruditas de la época. Desde la antropología hasta la neurología, la ciencia había demostrado los fundamentos biológicos de las virtudes victorianas de la pasividad, domesticidad y mayor moralidad (léase mayor actividad sexual) de las mujeres. Análogamente, también la pasividad, dependencia e infantilización de las razas " oscuras" (todavía descritas entonces como la "carga del hombre blanco) se consideraban parte de su condición biológica. Los evolucionistas también aportaron su granito de arena: los hombres no caucásicos y las mujeres de todas las razas se encontraban en un estadio inferior del proceso evolutivo. En el caso de las diferencias raciales, la razón era simplemente de tiempo, toda vez que las civilizaciones europeas se consideraban de origen más antiguo. En el caso de las mujeres caucásicas –cuya evolución obviamente había sido tan larga como la de sus congéneres masculinos–, se ofrecía otra explicación. La menor complejidad del sistema nervioso y nivel de inteligencia más bajo de las hembras eran adaptaciones evolutivas a los dolores del parto, las tareas domésticas repetitivas y el desarrollo de otros trabajos físicos que no exigían esfuerzo intelectual. Obviamente, también las mujeres de las razas "inferiores" se consideraban inferiores a los hombres de su grupo.
Igual que ocurre en la sexualidad, los tópicos biologistas basados en esas teorías sexuales y raciales eran equivalentes. Los hombres de color y todas las mujeres, caucásicas y de otras razas, se describían como personas infantiles, gobernadas por sus emociones, más próximas a la naturaleza, de capacidad intelectual limitada, aptas para realizar tareas físicas. a quienes debían marcarse unas pautas simples de conducta, etc., sólo con algunas diferencias –mayor fuerza física en el caso de los hombres de color, mayor tolerancia al dolor y a los sufrimientos del parto en el caso de todas las mujeres– destinadas a justificar las diversidad de funciones y utilización económica. La suma de todos estos tópicos contribuyó eficazmente a legitimar la supremacía de los hombres blancos.
Elizabeth Fee, estudiosa de la craneología del siglo XIX, ha recopilado numerosas citas significativas como las siguientes:

  • En 1863, James Hunt, presidente de la Sociedad Antropológica de Londres, demostró contundentemente la doble inferioridad de las mujeres de color,  en razón de su sexo y de su raza: "No cabe duda de que el cerebro del negro es muy semejante al de una mujer o un niño europeos y, por tanto, evidencia una mayor proximidad a los simios, a los cuales todavía está más cercana la negra". 
  • En 1866, el craneólogo francés F Pruner expuso las consecuencias sociales de esta analogía sexo/raza en los siguientes términos: "El negro se parece a la mujer en su amor por los niños y su apego a su familia y a su cabaña". Y añade: "El hombre negro es al hombre blanco lo que la mujer es al hombre."
  • En 1879, G. Le Bont, otro craneólogo, manifestó sin atisbo de duda: "Las razas más inteligentes, como es el caso de los parisienses, incluyen un gran número de mujeres con cerebros de tamaño más cercano al de los gorilas que al de los cerebros masculinos más desarrollados. Tan evidente inferioridad no admite ya discusión, el único debate de interés se centra en una cuestión de grado."
Con el desarrollo y creciente popularización de la craneología, un número impresionante de datos sobre el ser humano vinieron a sumarse a anteriores argumentos basados en la obsesión del mundo vegetal y animal, en favor de la procreación limitada exclusivamente al seno del propio grupo. Esta corroboración de la importancia de la pureza y la superioridad raciales resultó especialmente significativa en los Estados Unidos, donde una guerra civil contra la esclavitud, un movimiento nacional contra la reducción de las mujeres a la condición de propiedad legal de sus padres y maridos y la lucha conjunta de ambos movimientos por el sufragio universal para todas las personas adultas amenazaban con socavar todo el sistema de castas sexista y racista. La craneología ratificó la necesidad de restringir la libertad de las mujeres blancas –medio de reproducción de la raza blanca– y de prohibir el "mestizaje", la "mezcla", "cruce" o "hibridación" raciales. Aunque las leyes contra el mestizaje no se aplicaban a los hombres blancos que engendraban criaturas con mujeres de color, a veces violándolas, impedían sin embargo la legitimación de cualquier unión de ese tipo, garantizando de este modo la perpetuación de un sistema de herencia racialmente "puro". También se aplicaron con todo el rigor para impedir cualquier tipo de vinculo entre una mujer blanca y un hombre de color. 

Gloria Steinem 

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Tamaño no es equivalencia de calidad, como parecía ser la visión de estos hombres, o parece ser la de algunos de los de hoy, que aún se aferran –aunque con refinada sutilidad para que no se haga muy evidente, ni ante ellos mismos– a estas creencias "científicas". El apego al tamaño –que procede de una visión poco evolucionada, inmadura– también contamina las investigaciones. Y no sólo...

haideé

lunes, 13 de mayo de 2013

La seducción de la ciencia (I)



La teoría determina qué puede observarse. 
Albert Einstein

Hará cosa de veinte años, cayó en mis manos un libro publicado por la Smithsonain Institution de Washington con el título Apes and Angels (Simios y ángeles). Es un compendio moderno de los datos eruditos, científico y populares –desde medidas comparadas del perímetro craneano y la longitud de los brazos, hasta estudios antropológicos y caricaturas populares– reunidos en el siglo pasado por la comunidad científica y difundidos por la prensa como "prueba" de una tesis entonces popular y respetable, a saber: que la población irlandesa descendía de los simios y sólo se remontaba a unas pocas generaciones, en tanto que la inglesa era descendiente del hombre, creado a imagen de Dios, y por consiguiente estaba formada por "ángeles".
Además de una impresionante acumulación de pruebas forenses, las tesis científicas del momento apoyaron sus afirmaciones en la realidad circundante. La mayoría de irlandeses eran pobres y, por tanto, constituían una parte desproporcionadamente alta de la población reclusa, en una época en que ser pobre y delincuente se consideraba taras genéticas. Los trabajadoras y trabajadores irlandeses residentes en Inglaterra eran en general analfabetos y ocupaban los niveles más bajos de la jerarquía social; en cambio, las familias inglesas residentes en Irlanda eran poderosas y prósperas. También en los Estados Unidos, una parte importante de la inmigración irlandesa realizaba trabajos no cualificados o en el servicio doméstico sin contrato, y en ciudades como Boston competía con la población negra liberta por los mismos puestos de trabajo.
Lo que más llama la atención en esta argumentación biologista es la respetabilidad académica y social de que llegó a gozar en su tiempo. En este aspecto, resalta el paralelismo con otras teorías sobre las diferencias sexual y raciales basadas en el determinismo biológico. Por ejemplo, Freud fue en realidad muy explícito en su oposición a la igualdad de la mujer. "No nos dejemos apartar de estas conclusiones por las réplicas de los feministas de ambos sexos, afanosos de imponernos la equiparación y la equivalencia absoluta de los dos sexos", escribió a sus colegas. Sin embargo, sus teorías se han citado como planteamientos objetivos durante casi un siglo. Gracias a esa lectura retrospectiva sobre los simios y los ángeles, comencé a tomar conciencia de la necesidad de una crítica permanente hasta en los ámbitos supuestamente más objetivos de la enseñanza; cuanto más independientes de cualquier juicio de valor pretenden presentarse, más importante es mantener una perspectiva crítica.

Consideremos el caso del pensamiento científico, que actualmente influye de un modo determinante en la valoración de nuestro intelecto y aptitudes, incluida nuestra propia autovaloración. Sin embargo, los métodos científicos en que ahora nos basamos para calibrar y explicar nuestra experiencia personal no vienen avalados por una tradición tan remota como solemos suponer; al contrario, su incorporación a la historia humana sólo se remonta a trescientos o cuatrocientos años atrás. Además, durante la mayor parte de este periodo, la ciencia se desarrolló en reductos controlados por las religiones, que a menudo dificultaban o castigaban cualquier planteamiento secular susceptible de poner en entredicho las creencias religiosas sobre los orígenes y valor relativo de los seres humanos. (Las escuelas fundamentalistas cristianas que todavía enseñan la concepción creacionista y las interpretaciones del islam, el judaísmo, el sintoísmo y otras doctrinas religiosas de manos de los fundamentalísmos contemporáneos constituyen una buena muestra de la resistencia con que choca cualquier punto de vista que pretende explicar el ser humano como parte de la naturaleza). Incluso quienes perseveraron en la investigación científica secular, con gran riesgo personal en muchos casos, no pudieron permanecer completamente al margen de los supuestos culturales de su tiempo. Si la religión afirmaba, por ejemplo, que las mujeres y diversas razas de hombres no tenían alma, la ciencia pronto acabaría descubriendo que también eran seres "menos evolucionados". Primero se formulaba la teoría y a continuación se recopilaban los datos que la respaldaban, no necesariamente con deliberada hipocresía, sino como fruto de una perspectiva parcial y selectiva. 
Luego, en el siglo XIX, el materialismo y los contactos con otras culturas comenzaron a debilitar la autoridad práctica de la Iglesia, y la comunidad científica adquirió mayor autonomía, pero también heredó parte de la influencia que antaño monopolizaba la religión. Sobre ella recaería en adelante la tarea de explicar, justificar el colonialismo que había llegado a constituir el puntal de la prosperidad europea, a la ciencia le correspondió ofrecer otras explicaciones igualmente irrefutables encaminadas a demostrar que el sistema era positivo, un factor de progreso, y que se aplicaba a los demás pueblos "por su propio bien". 
Este interés por establecer una jerarquía según criterios racionales y étnicos fue el origen de la craneología, ciencia padre de muchas prestigiosas e influyentes especialidades dedicadas a documentar y medir las diferencias humanas. A través de elaboradas mediciones de la capacidad craneana, la nueva rama científica pretendía determinar el tamaño del cerebro, el desarrollo relativo de sus distintas partes, como un medio para medir (ésa era la hipótesis) la inteligencia misma. 
En su momento, la craneología debió de parecer humana comparada con muchas de las nociones en boga en los siglos XVII y XVIII: por ejemplo, que las mujeres inteligentes eran obra del demonio (creencia que sirvió para justificar la masacre de nueve millones de sanadoras y otras mujeres paganas y no conformistas, ajusticiadas por brujas a lo largo de los siglos de transición al cristianismo), o que las dolencias físicas y mentales de las personas se debían a un desequilibrio de los cuatro "humores": sangre, bilis, pituita y agua (noción en que se apoyaba la práctica médica habitual de la "sangría" como un medio para restablecer el equilibrio). La craneología ofrecía, en cambio, sencillas y contundentes pruebas comprobables de la existencia de una jerarquía humana y de sus manifestaciones intelectuales.

Gloria Steinem
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