miércoles, 26 de noviembre de 2014

Los cultos del Pacífico Sur (V y último)


Entonces, cuando el nativo o el negro trata de salir de esa atadura, nuestra falta de habilidad para comprender su mentalidad, produce la movilización, por nuestra parte, de un contramito racista. La función de este contramito es el repudio del nativo como persona, su descrédito en su búsquedas de identidad. Nos negamos a admitir este afán de identidad porque no se acomoda con nuestro propio sueño-mito. Por ejemplo, ¿qué hombre de negocios en su sano juicio prestaría más de dos segundos de atención al mito del kanaka Mambu, una figura heroica en uno de los mitos de los "Cargo Cult" de Nueva Guinea, cuando va a Australia y regresa con el secreto de la carga y proclamando que ahora puede literalmente sacar dinero hasta del aire? Es sólo pura insensatez en lo que a nosotros respecta. Cegados por nuestro propio sueño-mito, nos convertimos en opresores, despóticos y, finalmente, asesinos, llevados por nuestra necesidad de desacreditar el amenazador sueño-mito del nativo.
Consideremos el resultado del intento del movimiento Yali de usar las flores como símbolo mágico. Cuando los nativos, pensando que las flores que los colonos ponían en sus comedores guardaban el secreto del Cargo, decoraron sus casas e incluso pueblos enteros con flores, los europeos comenzaron a sentirse intranquilos. Cualquier señal de flores en una casa indígena o la decoración floral de las laderas eran miradas con gran desconfianza. La policía sospechó algo y pronto empezó a retirar las flores de las casas de los nativos para destruirlas. Hasta se llegaron a registras las casas en busca de flores escondidas. 
Esto naturalmente, no hizo más que confirmar a los nativos en su creencia de que los europeos tenían algún secreto que ocultaban a los kanakas y que este secreto estaba relacionado con las flores. Si no fuera así, ¿Por qué razón los europeos iban a ordenar la destrucción de todos los ramos en las casas nativas? Así, mientras los kanakas operaban conscientemente con un mito, los europeos, pensando erróneamente, que ellos no tienen mitos, estaban inconscientemente respondiendo al mito de los nativos, dejándose arrastrar por su sueño-mito de la superación blanca. Un pequeño incidente, como el uso de llores por los nativos, algo en sí mismo natural, inocente y sano, llegó a ser interpretado como una manifestación sospechosa y amenazadora de revuelta contra los blancos. Los casos de sospechas de este tipo pronto se convierten en profecía autorrealizadora, que engendra el tipo de represiones que, por lo general, provocan la revuelta. 
El sueño-mito de la absoluta supremacía blanca no permite oposición. Necesitamos guardar celosamente y preservar nuestro sueño-mito blanco, aún cuando no sea, mentalidad Cargo. Es nuestro soñar despierto cotidiano, hecho de todo tipo de símbolos y creencias comunes con los que colectivamente nos encontramos a gusto.  Nosotros ya cambiábamos esos elementos entre nosotros, los pasábamos en nuestras conversaciones y, especialmente, en los medios de comunicación de masas. Cuando un sueño-mito aparece constantemente en los periódicos y la televisión, acaba por parecer bastante real.
Así, nosotros creamos este gran fondo común de edemas, actitudes, chistes, apodos, nombre de marca, necesidades estereotipadas por ciertos productos, reacciones estándar frente a determinados acontecimientos… Y todo eso se une para formar la materia de nuestra vida actual. La satisfacción de nuestras mentes, consciente e inconsciente, mana en gran parte de este común sueño-mito. Es la base sobre la que interpretamos nuestra existencia entera y en la cual descansan nuestras decisiones más vitales. Y cuando imaginamos que estamos amenazados, frecuentemente en nuestra paranoia, creamos la verdadera oposición que temíamos. Necesitamos oposición y rebelión para poder actuar partiendo de nuestros miedos y hostilidades, suprimiendo a aquellos que imaginamos que nos amenazan. Las tropas americanas pusieron fin a la Danza India de los Espíritus con una matanza. Las fuerzas antiguerrilleras de Bolivia, apoyadas por la CIA, mataron al Che Guevara e hicieron de él un héroe y un mártir, de proporciones míticas en todo el mundo.
En Vietnam, con toda nuestra inmensa habilidad tecnológica, con toda la tremenda versatilidad de las armas destructivas que habíamos inventado, la lucha alcanzó dimensiones míticas, de naturaleza absolutamente desastrosas para Estados Unidos; se la ve, como el Tercer Mundo, como una lucha entre una pequeña minoría, una guerrilla pobremente armada pero decidida, contra el enorme poder tecnológico del país más rico del mundo. Gastamos miles de millones de dólares en todo tipo de armas y el resultado neto fue un sueño-mito del Tercer Mundo, un sueño de luchadores de la resistencia afirmando su identidad y su dignidad. Para Estados Unidos, incluso si ganan*, esto será simplemente fatal. 
En nuestra ceguera, estamos dotando a los pueblos no-blancos de los elementos míticos que necesitan esencialmente para construir este vital sueño-mito suyo. Les estamos dando confianza y un sentido de identidad. Y se van haciendo conscientes, más y más, de que pueden oponerse al poder y a la tecnología blancos con su dignidad humana desnuda y no sólo sobrevivir, sino conseguir una victoria cuando menos moral. Sólo cabe lamentar la trágica falta de habilidad del público norteamericano para captar estos aspectos de la lucha, una incapacidad nacidas de la misma celosa necesidad de guardar nuestro sueño-mito blanco, que evita que podamos leer el auténtico mensaje de los Cultos Cargo.
Sólo si pudiéramos entender los principios morales que actúan en los sueños-mito del Culto Cargo y traducirlos a la acción política, los Cultos Cargo morirían, dejarían de ser necesarios. Pero no podemos hacerlo así, contra ello nos previene nuestra tendencia a ver los Cultos Cargo como anti-blancos en vez de pro-nativos. 
Para citar a Burridge: "No podemos menos que darnos cuenta que los europeos que ven en los Cultos Cargo poco más que la reacción ante la dominación blanca, se los están tomando más seriamente que los kanakas. Para éstos el problema es más urgente y más personal y lo será mientras sean gobernados por el hombre blanco. Lo que ellos quieren saber es qué lugar ocupan en el mundo como hombres".
El objeto de este estudio no era descubrir algo curioso y exótico sino llegar al corazón de nuestro propio problema, el problema universal de la comunicación. Nuestra comunicación con los hombres y la sociedad primitiva exige que antes nos comuniquemos con algo profundo de nosotros mismos, con algo a lo que no podemos llegar. 
Es nuestro propio "yo" primitivo que se ha convertido en marginado, hostil y extraño. 
El hombre blanco interpreta el mito Cargo como producto de la ambición o como un ingenuo error sobre el proceso de manufactura y distribución. Y al hacerlo así lo interpreta (o confunde su interpretación) en su favor. Ignora el mensaje real del mito Cargo, que demanda que se una con todos los pueblos sobre una base de igualdad y reciprocidad morales. 
El sueño-mito del hombre blanco lo impulsa, incluso cuando está intentando, con supuesto desinterés, ayudar al nativo, a actuar de tal modo que se asegure la rendición y sumisión moral de éste. 
Citando de nuevo a Burridge: "Ni el misionero ni el funcionario administrativo exigen un quid pro quo en el campo económico. Por el contrario, cada uno de ellos, personalmente, así como en su posición representativa, provee a los kanakas de dinero, de la oportunidad de ganar dinero y, con éste, bienes materiales. Nadie pide nada a cambio, pero demandan la rendición moral del kanaka y su aceptación de un sistema altamente abigarrado y sistematizado de formas, ideas y creencias de política y religión. De hecho, aquí entra en juego Mefistófeles intentando comprar el alma humana". 
Si nuestro sueño-mito blanco y occidental exige de nosotros que espiritualmente esclavicemos a otros para "salvarlos", no debemos sorprendernos de que su propio sueño-mito exija de ellos que se liberan enteramente de nosotros para salvarse. Ambos sueños-mitos. el del hombre blanco y el del nativo, son sólo expresiones parciales e inadecuadas de la verdad completa. No es que el hombre primitivo tenga que ser dominado por el hombre blanco para llegar a ser completamente humano. Tampoco necesita librarse del hombre blanco. Cada uno de ellos necesita al otro para cooperar en la empresa común de construir un mundo adecuado para la madurez histórica del hombre. 

*No ganaron.

(Extraído del libro "Amar y Vivir" de Thomas Merton)

lunes, 24 de noviembre de 2014

Los cultos del Pacífico Sur (IV)


Explorando el mito de los dos hermanos (parte de un Culto Cargo que surgió no hace mucho en Nueva Guinea), Burridge nos saca literalmente de nuestras profundidades de hombre blanco. Los dos hermanos acaban separados, debido a un acto accidental cometido por un hermano que mata un determinado tipo de pez y, al hacerlo así, viola un tabú. Como resultado de esa acción, los dos hermanos quedan separados por un océano. Uno de ellos, el que mató al pez, queda en desventaja. Nunca es inteligente ni tiene tanto éxito como el otro. Siempre se mantiene al nivel de la cultura primitiva, mientras que el hermano más adelantado adquiere todo tipo de nuevos conocimientos y bienes. 
El mito trata de explicar la diferencia entre el kanaka (el nativo de Nueva Guinea) y el hombre blanco. Y el mensaje se reduce a esto: Todos los hombres somos hermanos, y que a unos las cosas les vayan mejor que a otros se debe a que los primeros están mejor dotados y tienen mayores habilidades que los otros, lo que significa que sean esencialmente mejores que los tos. Significa, simplemente, que casi por casualidad evitaron errores, dieron con las respuestas correctas. Podría haber pasado a la inversa. El nativo de Nueva Guinea pudo haber dado primero con las respuestas correctas y progresado antes. Algunos hombres son más afortunas que otros, pero no superiores. Siguen siendo hermanos. 
Mientas el nativo se aferra a su "inferioridad" y al sentido de culpa, instalados en él por las superiores dotes y prosperidad del hombre blanco, llega a una verdad básica. Se dice a sí mismo: "No tienes por qué sentirte culpable porque eres negro. Eso non significa que tú seas peor. No tienes que sentirte culpable porque el hombre blanco tiene carga y tú no. Eso no es un signo de que seas malo. Tampoco lo es de que estés desamparado. Tu puedes, y debes, tener también carga".
Es una cosa extraordinaria, porque es también el sentido del movimiento del Poder Negro en Estados Unidos; sólo que el Poder Negro lo expresa con un mito raro y primitivo: los negros en todas partes padecen es esa tremenda crisis de identidad, luchan con un sentimiento de culpabilidad por ser negros y tratan de llegar a la conclusión de que ser negros no significa ser malos. En el Poder Negro, como en el movimiento Cargo, el negro busca establecer su identidad cmo la de un ser capaz de conseguir la igualdad por sí mismo en vez de esperar a recibirla, como un regalo benevolente, del hombre blanco y en los términos determinados por el hombre blanco. 
El hombre blanco nunca ha llegado a entender esto. Falla completamente a la hora de recibir ese mensaje de los Cultos Cargo. Y por el contrario, su respuesta esta hecha de miedo y de incomprensión. Siente que una especie de magia, misteriosa y horrible, está siendo utilizada contra él, usualmente como los norteamericanos blancos menos inteligentes piensan que el movimiento de no-violencia de Martin Luther King era, en cierta manera, una amenaza y un ataque contra ellos. 
A mí me parece enormemente importante que aprendamos a leer en los movimientos Cargo lo que aquí es real para, así, ayudar a librarnos nosotros mismos de esta terrible superstición de la superioridad blanca. Pero, en vez de ello, sentimos que tenemos la única respuesta y que, lógicamente, estamos dispuestos a ayudar a nuestro hermano negro. Lo que ocurre es que la ayuda que le es ofrecida en términos arrogantes, vanos y autocomplacientes. Sólo les ayudamos a ser exactamente lo mismo que nosotros, mientras que, al mismo tiempo, hacemos imposible que llegue a ser igual a nosotros. Lo colocamos en una posición imposible y después nos preguntamos por qué se siente angustiado. 
Toda la gente que no es blanca, todos los carentes de privilegios del mundo, parecen sentir un enorme anhelo por la auténtica reciprocidad con el hombre blanco, simbolizada en un comer juntos, sentados en torno a la misma mesa, aceptándose mutuamente y compartiendo los mismos alimentos. Jesús elevó este gran gesto humano al rango de alta dignidad religiosa en la Eucaristía. Pero con cuánta frecuencia a este gran signo de hermandad que es la Eucaristía le ha sido robado su auténtico significado. Cuantas veces ha significado todo menos lo que realmente ser supone que debía representar: los ricos y los pobres, los blancos y los nativos sentados a la misma mesa para comer juntos. Los colonos blancos y los indígenas nunca se sientan juntos para celebrar una auténtica comida en casa. Si el hombre blanco quiere compartir su comida con el nativo, le deja una lata de carne en conserva en la puerta de atrás de su casa y le dice: "Aquí tienes, cómetela"" Se la tira al nativo con se la tiraría a un perro. No hay la menos reciprocidad moral. 
Esta molesta verdad comienza a quedar clara. ¡Nuestro sueño.mito blanco exige reciprocidad con los que no son blancos porque acepta como un axioma nuestra total superioridad sobre todos los demás! Lo mismo que los nativos de los Mares del Sur, también nosotros tenemos un sueño-mito, pero el nuestro es profundamente anticristiano e, incluso, profundamente inhumano. Hasta cuando tratamos a las gentes no-blancas como humanos, los seguimos tratando como humanos inferiores. Incluso cuando pensamos que estamos siendo correctos, nobles y justos con ellos, estamos viviendo y actuando como en un sueño que hace imposible la nobleza y la justicia. Cuando somos amables y liberales con ellos, nuestra amabilidad y liberalidad no están exentos de un racismo inconsciente. Eso es lo que, entre otras coas, trata de decirnos el Black Power. 
Nuestro sueño-mito está estrechamente ligado a la autoadmiración que nos produce el hecho de que sabemos cómo hacer dinero. Tenemos ese secreto, el secreto de Cargo, que nuestros inferiores no tienen. Desde luego, pretendemos querer compartirlo con todo el mundo. Nos gustaría que todos vivieran con la misma abundancia que nosotros. Pero no pensamos lo que decimos. Lo que realmente queremos es utilizar a nuestros inferiores en nuestro propio provecho. Invertimos en ellos del modo adecuado para que los países subdesarrollados se mantengan sometidos a nosotros. Nuestro sueño-mito se conserva a sí mismo si, con lazos económicos y culturales, mantenemos a todo el mundo sujeto a nosotros. 

(Texto extraído del libro "Amar y vivir" de Thomas Merton)

viernes, 21 de noviembre de 2014

Los cultos del Pacífico Sur (III)


Un movimiento Cargo no necesita forzosamente ser violento o agresivo. A veces puede ser bastante pacífico, como el movimiento de la Danza India de los Espíritus, en Estados Unidos, en la década de los años ochenta. Se basaba en la idea de que si uno bailaba durante cinco días, se lavaba en el río y cumplía algunas otras prescripciones rituales, el muerto regresaría, la antigua forma de vida india se restauraría y los blancos serían expulsados de las tierras indias. El punto importante, que tienen en común todos los movimientos de los "Cargo Cults" , es esta especie de requerimientos rituales que deben ser realizados con perfecta exactitud. A veces es una danza o veces el ayuno, otras veces llevar un arma, pero el objetivo es siempre la destrucción de lo viejo como acto de fe en el futuro. 
La etapa final de todos los Cultos Cargo es, naturalmente, su derrumbamiento. El profeta de estos cultos puede despertar mucho fervor con la idea de que "kago" está llegando ya o a punto de llegar. Todo el mundo se siente terriblemente excitado y contento. Pero después, naturalmente, las expectativas no se cumplen. La "carga" no llega. La gente se desilusiona o, lo que es peor, se destruye. La Danza India de los Espíritus, por ejemplo, fue interrumpida por las tropas de Estados Unidos, que causaron una matanza. Poco han cambiado las cosas, al menos en términos de las expectativas iniciales del culto. 
Así, el culto se desploma. Los fieles, que se habían comprometido a fondo, que habían hecho todas las cosas que se las había dicho que debían hacer, se dan cuenta de que eran inútiles, que la "carga" no llega. El culto se desploma. Y después comienza de nuevo, en cualquier otro lugar cercando, con una forma ligeramente  diferente. Pasa un año, un par de años y surge una nueva profecía. De acuerdo con el autor inglés K. O. L. Burridge, en su libro Mambu, un excelente estuco sobre los movimientos Cargo en Nueva Guinea, la constante regeneración de las actividades de este movimiento indica que hay algo básicamente satisfactorio en las propias actividades del culto aún cuando no den resultado. En otras palabras, entrar en las actividades de los Cultos Cargo, pasar por todo el aparato de conversaciones, creencias y compromisos, hacer los sacrificios y abandonar el pasado, realizas los actos rituales en preparaciones del futuro y después sentarse en espera de que llegue, todo eso refleja aparentemente la existencia en el hombre de una necesidad muy profunda. Y si podemos, aunque sólo sea eso, sentarnos y abrir nuestros ojos un poco, y darnos cuenta de lo que está pasando, podemos ver ese proceso por todas partes. Es una pauta básica de un sueño-mito común a todos, incluso a aquellos que se creen a sí mismos civilizados. 
Se quiere pasar por la experiencia del Culto Cargo y hacerlo así repetidamente. No sólo los nativos de Nueva Guinea, las islas Salomón, las Nuevas Hébridas o África del Sur, no sólo los negros sino también los jóvenes chinos y los blancos occidentales, cada uno de nosotros encuentra vitalmente importante la experiencia Cargo, en cualquiera de sus formas. La idea de Burridge, y yo estoy de acuerdo con él. es que necesitamos constantemente reajustar, rediseñar y conjuntar en nuevas formas los símbolos básicos de nuestro sueño-mito. Y no importa si este sueño-mito es completamente ingenuo, totalmente legendario, o si tiene una base teológica, o realista, política, científica o cualquier otra. La profunda función de un Culto Cargo no es la "carga", sino más bien unir a una comunidad. 
¿Qué hay de la actividad que nosotros los católicos estamos desplegando ahora en nuestros intentos de renovación? ¿No tiene algunas de las características del Culto Cargo? No hago estas preguntas con mala intención. Creo que sería verdaderamente útil para nosotros considerar, desapasionada y objetivamente, la posibilidad de que también nosotros estemos involucrados en la marea de la mentalidad Cargo que, primitiva o altamente perfeccionada, esta arrasando al mundo en todas direcciones. 
El mito es necesario e inevitable. El inconsciente tiene un tremendo papel que jugar en todo lo que hacemos. Es parte de nuestro sueño-mito occidental asumir que todo lo que hacemos tiene que ser lógico, muchas veces nos permitimos, desde luego, el ser verdaderamente ilógicos.
Consideremos la guerra del Vietnam. Nos metimos en ella considerándonos como una especie de hermano mayor que acude a ayudar a su hermano pequeño. Pero ¿quién era ese hermano? El pequeño hermano vietnamita, al que estábamos tratando de ayudar, de repente resulta ser un hermano comunista, que nosotros no consideramos hermano en absoluto sino una encarnación del diablo. Y esto, súbitamente, arrolla todos los elementos de hermandad en nuestro desencantado sueño sobre nuestras relaciones con los vietnamitas. 
¿Y qué hay con nuestro sueño-mito católico? ¿No resulta que es claro en la teoría pero ambivalente en la práctica? En el sueño hay, indudablemente, algunos elementos extraños y complejos que justifican matar por amor.
¿Qué vamos a hacer con esa inconsciencia?
Puede ser que el mito material de los Cultos Cargo, que tendemos a descartar como raros, irrelevantes y arbitrarios, contenga una verdad fundamental que revelarnos, de la que podríamos aprovecharnos sólo si pudiéramos descodificarla y aplicar su mensaje, que hace mucho tiempo que no logramos ver, a nuestras vidas mal dirigidas. 

jueves, 20 de noviembre de 2014

Los cultos del Pacífico Sur (II)


Nosotros, los occidentales, estamos tentados a considerar esa actividad como una curiosa aberración, una manifestación propia de una mentalidad puramente primitiva, una muestra del tipo de ignorancia que hemos dejado atrás hace ya mucho tiempo. Esa conducta, pensamos, es totalmente ajena a nosotros, simplemente una prueba más de nuestra superioridad, la perfecta justificación de nuestros intentos de mantener a los pueblos primitivos bajo tutelaje y someterlos a  nuestra forma de vida en lo económico y en lo político. Sería una gran equivocación considerar a los participantes en los Cultos de la Carga como niños, incapaces de cuidare de sí mismos y necesitados de nosotros para llevarles la razón, la ciencia, la eficacia y el progreso. Una comprensión fiel y verdadera de la mentalidad Cargo puede decirnos muchas cosas sobre nosotros mismos. 
Nosotros, los occidentales, nos engañamos creyendo que somos extremadamente científicos y razonables, que no tenemos mitos, Pero ése es precisamente uno de nuestros grandes mitos. pensamos que somos gente objetiva y lógica, pero vivimos inmersos en una enorme cantidad de mitología Yo diría que nuestra mitología occidental no es fundamentalmente distinta de la del Culto a la Carga, aunque si más compleja y sofisticada. 
Nosotros los accidentales vivimos rodeados de grandes mitos, que posiblemente serían, vistos por una civilización más avanzada que la nuestra, tan primitivos y raros como los mitos de los "Cargo Cults" pueden parecernos a nosotros. Sólo que no nos damos cuenta de ello. ¿Hay, realmente, mucha diferencia entre "kago" y la llegada de la buena vida que se nos promete en nuestra fabulosa y moderna publicidad destinada al consumidor? 
Nosotros, los norteamericanos, tenemos que mantenernos ocupados y consumiendo. Lo peor que se puede hacer en Estados Unidos es mantenerse en el pasado cuando el futuro está explosionando en nuestro interior todo el tiempo, en forma de nuevos automóviles, nuevas modas, nuevos diseños, nuevas casas y estilos de vida nuevos. Lo que antes nos parecía satisfactorio, ahora, de repente, descubrimos que es inadecuado, obsoleto. Hay una urgente necesidad de nuevas actitudes, una demanda de una nueva visión de las cosas, un modo totalmente nuevo de hacer las cosas, porque de repente nos invade el sentimiento de que las cosas se alejan de nosotros y que si no llegamos rápidamente con nuevas ideas, si no consumimos pronto los nuevos productos, vamos a quedarnos atrás. La buena vida, la "kago" de la Norteamérica moderna, no llegará a nosotros.
Consecuentemente, es común a todos los movimientos del tipo "Cargo Cult" una necesidad de repudiar bruscamente todo lo viejo. Esto es lo que los melanesios hacen cuando destruyen todas sus posesiones mundanas. Esto es, también, lo que está ocurriendo en la China moderna, donde se afirma que las únicas creencias de valor son las de Mao Tse-tung y los jóvenes revolucionarios atacan de modo sistemático todo lo antiguo, Igualmente está sucediendo en Estados Unidos, donde imaginamos la existencia de un Gran Cañón entre los mayores de veintiséis años y los más jóvenes, donde nosotros, la gente mayor, creemos  que los más jóvenes están dispuestos a arrojar al océano todo lo que reciben de nosotros. Como en el Black Power, que repudia la no-violencia de Martin Luther King, Jr., es decir, de los medios políticos liberales o moderados normales para arreglar las cosas. El Poder Negro, en su forma extrema busca desacreditar todo compromiso, todos los medios antiguos de ver y actuar. 
O bien, aceptamos las obras enteras, el mensaje total, de los "Cargo Cults", o perecemos con el pasado repudiado. Se nos destruirá como irrelevantes y obsoletos. O lo tomamos o lo dejamos. 

domingo, 16 de noviembre de 2014

Los cultos del Pacífico Sur (I)


Los llamados cultos del Pacífico Sur o Cultos Cargo, surgieron repetidas veces, desde la época colonial, entre las poblaciones nativas de las islas de los Mares del Sur y, en diferentes formas, en África y el Sudeste asiático. Mesiánicos en su naturaleza, expresaban de modo vital la conciencia religiosa, profundamente alterada, del nativo que se enfrentaba a un mundo rápidamente cambiante. Representaban su esfuerzo patético y a veces trágico por incorporarse a la cultura fomentada entre ellos por los colonizadores blancos. Sistemas exóticos a veces bizarros, de conducta ritualista, que en principio podrían parecer muy alejados de nuestro supuesto mundo moderno. Pero mi opinión es que en vez de repudiar los Cultos Cargo como un primitivismo inútil y erróneamente dirigido, deberíamos preguntarnos si algunos de nuestros propios movimientos sociales y políticos no son, de hecho, bastante parecidos a los Cultos Cargo, aunque tal vez menos ingenuos. Y también deberíamos preguntarnos si una comprensión simpática de esos cultos no es posible que nos dijera algo importante sobre los nativos y, también, sobre nosotros mismos. Pero empecemos explicando lo que son los Cultos Cargo. 
Durante años, después de la llegada del hombre blanco, los isleños observaron las actividades de sus jefes y gobernantes y quedaron desconcertados ante la poderosa cultura del hombre blanco. Los oían hablar de "kago" (una forma dialectal del "carga"). "Todo irá bien", decía el hombre blanco, "cuando llegue la kago" Entonces tendremos encurtidos y las ropas que necesitamos, y tijeras, y tabaco, que se nos está acabando. Cuando llegue el kago tendremos cerveza, whisky y arroz."

Muchas de esas mercancías eran cosas que no se les permitían a los nativos. Por tanto, "kago" tenía un significado muy importante para ellos. Era le llegada de los buenos tiempos, cuando a uno le gustaban los blancos y disfrutaba con lo que los blancos disfrutaban: la llegada de la carga. Es importante observar que la llegada de la "kago" era mucho más que una forma de tener riqueza y disfrutar de la buena vida. Estaba íntimamente relacionada con la cuestión, de importancia crucial, de la identidad del nativo y su relación con el hombre blanco. La diferencia entre el nativo y el colonial no era meramente la del color de su piel. Era la diferencia más radical entre aquellos que podían enviar cosas, a cambio de las cuales recibían la "carga", y aquellos que nunca recibían la carga propia y dependían del hombre blanco para una vida más bien miserable. 
Para un nativo pues, recibir su propia carga, sus propias mercancías, venía a significar su readmisión en la raza humana. Le hacía sentirse dignos de ser reconocidos como ser humano, como un igual del hombre blanco. El problema, por lo tanto, era de identidad, del lugar del nativo en el esquema de las cosas, de su realidad humana. 
El nativo tenía la sensación de que algo se le ocultaba. A la Biblia que le habían entregado el misionero cristiano, parecía faltarle una parte importante, precisamente la explicación de por qué uno recibían "carga" y se volvían iguales al hombre blanco, cómo se conseguía la evidencia tangible y concreta de la hermanad, una forma de vida compartida. Para tratar de adquirir esa información el nativo observaba al hombre blanco, que se ocupaba de un gran montón de papeles en su oficina. Veía al hombre blanco sentado en el porche de su casa y sin trabajar nunca –al menos en términos del nativo. De hecho, el hombre blanco parecía no hacer nada excepto ir de un lado para otro dando órdenes y firmando papeles… Y pronto aparecería un buque procedente del otro lado del mar, llenos de carga. 
El nativo trataba de entender todo eso. ¿Qué hacía el hombre blanco para conseguir que viniera la "kago"? Como el nativo nunca había visto una planta industrial y como el hombre blanco no se molestaba en explicárselo, el nativo desarrolló su propia explicación mítica de cómo aquella "kago" había llegado a existir: había sido producida por medios mágicos por los ascendientes difuntos del hombre blanco del otro lado del mar; el hombre blanco conocía el secreto de como comunicarse con ellos. 
Basándose en estas observaciones, el nativo desarrolló cultos de actividad simbólica, confiando en que lo pondrían en contacto con la fuente de la carga, con la "kago", creando así una situación en la cual la carga le llegaría también a él. y no sólo al hombre blanco.
Durante el movimiento Yali, nació el Culto de la Carga, el "Cargo Cult" en Nueva Guinea, hacía mediados de este siglo*. Alguien tuvo la idea de que las flores jugaban algún papel en el secreto mágico gracias al cual los blancos recibían su carga. Se observó que los blancos gustaban de tener jarrones y floreros llenos de flores frescas con las que adornaban sus viviendas y que también ponían flores sobre la mesa cuando se reunían varias familias para comer. Pensando que debía haber algún significado esotérico en eso, los nativos procedieron a decorar con flores no sólo sus casas sino también aldeas enteras, con enormes cantidades de flores. Haciéndolo así, tal vez la carga les llegaría a ellos. 
En el movimiento Cargo de Melanesia, los nativos destruyen su propia riqueza, no sólo los viejos tipos de "moneda" nativa, sino ¡también sus propiedades y sus cosechas y su propio ganado! La idea que les impulsaba a ello era que el que cree puede destruir todo lo que le une al pasado. Destrúyelo todo y siéntate y espera. En el plazo de tres días, de cinco días, de diez días, como recompensa por ese acto de fe, llegará "kago" y volverás a tener todo lo que has sacrificado, y además, todas las cosas. 

*Se está refiriendo al siglo pasado.

(Texto extraído del libro "Amar y vivir" de Thomas Merton)

lunes, 10 de noviembre de 2014

Nubes

haideé iglesias

Tan etéreas y tangibles a la vez... 
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