jueves, 20 de febrero de 2014

La dificultad de aprender verdaderamente

haideé iglesias

En cierta ocasión, un hombre de gran erudición, fue a visitar a un anciano que estaba considerado como un sabio. Llevaba la intención de declararse discípulo suyo y aprender de su conocimiento. Cuando llegó a su presencia, manifestó sus pretensiones pero no pudo evitar el dejar constancia de su condición de erudito, opinando y sentenciado sobre cualquier tema a la menor ocasión que tenía oportunidad. En un momento de la visita, el sabio lo invitó a tomar una taza de té. El erudito aceptó, aprovechando para hacer un breve discurso sobre los beneficios del té, sus distintas clases, métodos de cultivo y producción. Cuando la humeante tetera llegó a la mesa, el sabio empezó a servir el té sobre la taza de su invitado. Inmediatamente, la taza comenzó a rebosar, pero el sabio continuaba vertiendo té impasiblemente, derramándose ya el líquido sobre el suelo. 
–¿Qué haces insensato? –clamó el erudito–. 
–Ilustro esta situación –contestó el sabio–.Tú, a igual que la taza, estás ya lleno de tus propias creencias y opiniones. ¿De qué te serviría que yo tratara de enseñarte nada? 

Esta piedra ha sido labrada por la mano humana para formar parte de una construcción. La naturaleza la ha ido labrando para vaciarla, llenarla de belleza, una belleza que no tiene objetivo, meta; sólo está y es. 

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