lunes, 24 de junio de 2013

La alquimia de la voz (XXIII) Factores variables que afectan a la voz


Hasta ahora hemos estudiado los factores del desarrollo, los de la educación, los sociales y los geográficos que afectan al tipo de voz que formamos. Sin embargo, existen otros factores más variables que también afectan a nuestra voz. Entre éstos, podemos incluir el estrés, los traumas, las enfermedades y, en general, los efluvios negativos de nuestros estado físico, emocional y mental. 
La voz aspirada de la persona tímida y reprimida, la entrecortada de alguien temeroso o bajo el estrés, el color tonal indistinto de quien se siente inseguro y la explosión resonante del pretencioso son, todos ellos, ejemplos claros de una persona que no está emocional o físicamente equilibrada y plena de salud. Del mismo modo, si una persona sitúa su voz sólo en la cabeza, comunica una cualidad "cerebral" en lugar de calor rico y apasionado de la resonancia emociona que se recibe de alguien que habla desde el corazón.
La voz refleja nuestros sentimientos más internos. En mi trabajo, a menudo encuentro personas poseídas por una gran turbulencia interior porque no pueden producir el sonido que desearían. En gran medida, esto se debe a que tienen dolorosos sentimientos sin resolver creados por experiencias pasadas y están desequilibrados consigo mismos. A veces, para establecer la razón que subyace tras el problema, es preciso un viaje a la psique, aunque un viaje terapéutico de este tipo no debe ser tomado a la ligera y sólo debe llevarse a cabo con un profesional cualificado.
Es interesante señalar que el psicoanalista Carl Jung se refería a la garganta como "el anillo del miedo", una observación derivada de su interacción compasiva, erudita y terapéutica con los traumas humanos. Se refería al cierre de los músculos del esfínter de la tráquea, la laringe y la faringe que tienen lugar durante un trauma. 
Es evidente que cuando nos vemos físicamente retados por el estrés o por un trauma, nuestra voz refleja la tensión interna que estamos experimentando. Cuando un individuo sufre dolor, se contraen todos los músculos de su cuerpo. Le resulta difícil respirar completa y profundamente; por ello, su voz se vuelve delgada o aguda, a pesar de que se produce en la cabeza y no en la zona donde siente el dolor. 

En cierta ocasión, una mujer llamada Anne requirió mis servicios en consulta privada. Era una dama valiente, de treinta años, que estaba paralizada de la cintura para abajo, lo que le obligaba a pasar los días en una silla de ruedas. A pesar de ello, Anne había conseguido una vida de casi absoluta independencia. vivía sola, conducía un coche automático y trabajaba en una importante institución benéfica. Sin embargo, a consecuencia de su paraplejía, le resultaba difícil percibir las sensaciones de apoyo respiratorio, con lo que su voz era débil, tensa y nasal. Además, al hablar elegía de manera inconsciente frases muy cortas, como "avances informativos" de un locutor de noticias, que terminaban en clave menor con una caída de la voz. Esto le parecía que sonaba deprimente.
Puede asegurarle que podía hacer mucho para ayudarla y nos pusimos manos a la obra. Cuando intentábamos abrir la respiración a frases más largas y completas, acudía a ella una gran cantidad de emoción y a menudo se echaba a llorar. Le pregunté con qué edad se sentía cuando esto sucedía, y me contestó: "Trece" Afloró el hecho de que ésta era la edad que contaba cuando sufrió un grave accidente de coche. Había sido la única superviviente y su médula espinal había quedado seccionada casi por completo. 
Anne había sido rehabilitada con éxito y, tras pasar una larga temporada en el hospital, había ido a vivir con sus abuelos, puesto que sus padres estaban destinados en el extranjero con el servicio diplomático británico. Tanto su abuelo como su abuela, aunque cariñosos y tiernos, eran sordos, por lo que Anne se pasaba largos períodos de tiempo en silencio, con la sensación de estar reteniendo la expresión vocal de su terrible trauma. El hecho de que la inflexión de su discurso cayera al final venía de esta época. Era una "llamada "inconsciente de atención. 
Cuando esta historia se hubo descubierto en su totalidad, y con la ayuda de ejercicios respiratorios y de sonido, Anne pudo una vez masa alargar su respiración para formar frases y emplear una inflexión descendente en lugar de una caído al final de cada frase. 

Las inflexiones son los patrones tonales que utilizamos para comunicar sentido mediante la acentuación de las palabras. Hoy en día, suelen ser caóticas en los jóvenes, que pueden sentirse inconscientemente indecisos sobre sus vidas, por lo que emplean inflexiones ascendentes en casa frase, casi como si estuvieran hablando con preguntas. 
Los cambios en la fisiología del cuerpo pueden también afectar a la voz. Mi experiencia demuestra que muchas mujeres observan un cambio pronunciado en la cualidad de sus voces duraren la menstruación, en particular las cantantes o locutoras profesionales. A menudo, las mujeres que ejercen estas profesiones sienten estos cambios como algo negativo, puesto que la eficacia de su tono no está presente al ciento por ciento mientras las cuerdas vocales están cubiertas de moco. Esto es debido a que la abertura de las cuerdas vocales, las glotis, tiene un tejido biológico muy similar al de la abertura del cérvix, y durante la menstruación la descarga de fluidos en cada órgano a menudo coincide. Algunas cantantes de ópera tienen reflejado en sus contratos que no cantarás durante la menstruación. Del mismo modo, hay artistas muy importasen que evitan cantar inmediatamente después de un vuelo largo. Necesitan uno o dos días de recuperación para revertir los cambios fisiológicos producidos por la diferente presión y la deshidratación que a menudo tienen lugar duraren un vuelo. Como todos sabemos, nuestras voces siempre suenan secas, como graznidos o sutilmente incómodas tras un viaje largo, cuando todo nuestro ser está fluctuando para lidiar con los cambios de presión, el persistente ruido y todos los demás focos de estrés que acompañan a un viaje en avión. 

(Testo extraído del libro "La alquimia de la voz". Autor Stewart Pearce)

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