La Tierra sobre la que vivimos y respiramos ejerce un poderoso efecto sobre nosotros. Yo creo que el clima, el terreno, el hábitat, la calidad del aire y la energía del paisaje nos afectan no sólo en la forma en que pensamos y nos comportamos, sino también en los sonidos que producimos.
Las gentes de los valles galeses ofrecen un maravilloso ejemplo. Suelen utilizar patrones de sonido rítmicos y alegres que reflejan la naturaleza ondulada del terreno en el que viven. Diametralmente opuesto es el patrón de sonido cortante y gótico del habitante de la ciudad, cuyo paisaje es a menudo hormigón sin fin.
Un eminente profesor de música canadiense dirigió un experimento con estudiantes universitarios de Norteamérica y Europa con el propósito de identificar el efecto del paisaje en nuestra producción de sonidos. Cuando se solicitaba a los estudiantes que entonaran el primer sonido que se les ocurriera, los norteamericanos producción de forma espontánea la nota musical si bemol. Los europeo emitían sol sostenido. Entonces, el profesor de música observó que en Norteamérica la red eléctrica opera en corriente alterna de sesenta ciclos por segundo, que calibra directamente con si bemol. En Europa, sin embargo, la red eléctrica opera en cincuenta ciclos por segundo, lo que calibra con sol sostenido. Lo que ilustra este ejemplo es que la electricidad de cada país ejerce un profundo efecto sobre la vida física de cada persona. En otras palabras, estamos psicológicamente afectados por nuestras circunstancias físicas.
Dado que vivimos en una era de calentamiento global, la calidad el aire y las condiciones climáticas son cada vez peores. En la última década se ha producido un aumento del asma y de otras enfermedades respiratorias similares. Nuestra fuerza vital de respiración ha resultado afectada y, puesto que la respiración da vida al sonido, también lo han sido nuestras voces. El resultado es que muchas personas contienen la respiración y el sonido, creando tensiones que cierran su expresión vocal.
La energía geopática es otra enorme foco de influencias sobre la forma en que vivimos nuestras vidas. La energía geopática, o geomántica, es la potente energía natural de nuestro mundo (conocida por muchas personas como Gaia o madre Tierra) y, en particular, la poderosa red de líneas de energía –líneas ley, de un viejo término sajón que significaba "fuego" o "luz"– que corren a través del paisaje físico de nuestro planeta. Estas líneas, corrientes de energía electromagnética, son similares a las arterias de nuestros cuerpos. No son diferentes de las líneas de los meridianos del cuerpo físico sutil. identificadas por las medicinas orientales como la acupuntura, el shiatsu y el chi-kung.
Cuando las líneas ley convergen, crean una resonancia inmensamente fuerte que conforma centros de un gran poder. Estos centros fueron venerados por los antiguos, que los consideraron sagrados. La grieta de Delfos, en Grecia, es uno de esos lugares. Se trata de una fisura natural en la superficie de la Tierra y era considerada por los griegos como un lugar muy profético: construyeron en el un templo a Apolo, en el que se consultaba un oráculo. Tan importante era este lugar, que se reverenciaba como auténtico centro del mundo antiguo.
En el norte de Europa, la catedral de Chartres, en Francia, es también un sitio de extraña energía y, como muchas otras catedrales cristianas, está consagrada a la Virgen María. Antes de la llegada del cristianismo, el sitio de Chartres era un importante centros de peregrinación, específicamente dedicado a venerar a la Hembra Divina. Existen otros muchos centros de veneración similares por todo el mundo, como Machu Pichu, en Perú; Giza, en Egipto, y Glastonbury en Avebury Henge, en el Reino Unido. Desde los tiempos más remotos ha existido la conciencia de que estos centros estaban conectados con la fuerza divina y las gentes los han visitado para adorar, encantar, implorar y evocar poderes similares a los divinos para intervenir en los asuntos vitales y provocar un resultado venturoso.
(Texto extraído del libro "La alquimia de la voz". Autor Stewart Pearce)
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