jueves, 20 de junio de 2013

La alquimia de la voz (XXI) Condicionamiento social


Nuestro condicionamiento social influye sobre nuestra voz y nuestro discurso más que ninguna otra cosa. Nuestra voz se conforma por los factores sociales que afecta el modo en el que permitimos que nos escuchen y por la forma en la que otros miembros de nuestra tribu, o grupo social, nos dan permiso para sonar.
Sólo podemos producir los sonidos que escuchamos, por lo que cuando somos jóvenes nos vemos influídos por las voces, la pronunciación, los tonos vocálicos, el sentido del ritmo y la energía de la gente que nos rodea. De forma similar, si nos animan a hablar o a expresar los sentimientos que surgen dentro de nosotros  lo hacemos con gran facilidad. Sin embargo, si los padres y el colegio son excesivamente autoritarios y restrictivos, a menudo los niños encuentran difícil expresarse y elevar sus voces para hablar o cantar; para hacer sonar su verdad en el mundo. 
De esto se deduce que cuando una persona tiene dificultades para percibir el tono o para cantar sin desentonar, lo que nos está reflejando muy a menudo es una falta de poder personal más que de exactitud en la entonación o el oído. Cuando los niños afrontan por primera vez el habla o el canto dorsal en el colegio y los profesores les dicen que no suenan bien, esto les crea confusión o falta de confianza, lo que produce una entonación defectuosa; cuando nos dañan los sentimientos, los caminos neurales se ven perturbados y es difícil ser valientes. De igual modo, un habla rápida e imprecisa y una incapacidad para expresar las ideas con claridad son a menudo el resultado de una desautorización temprana más que la "pereza" que suele asociarse con ellas.
La desautorización conlleva una frustración y un enfado muy camuflados que hacen que el individuo presente labios y mandíbulas apretados. Piensa en la última vez que te enfrascaste en una discusión con un niño que estuviera a tu cuidado. Si él no deseaba entrar en discusión, ¿qué observaste en su mandíbula? Piensa también en las mandíbulas apretadas de las gentes de al ciudad que se dirigen a casa en el autobús o en el tren durante la hora punta. Las frustraciones y las nociones no expresadas durante el día están firmemente ancladas en sus caras y en sus mandíbulas, y producen vocales emitidas con la garganta apretada, una respiración en la parte superior del pecho y consonantes a menudo muy nasales.
Intenta apretar la parte posterior de la lengua contra la parte trasera del paladar, mantén la punta contra los dientes inferiores, sin hacer fuerza, sólo con un contacto ligero. Prueba a decir "YI,YI,YI" mientras aprietas las mandíbula. Luego, relájate. Ahora haz lo mismo, pero deja que la mandíbula esté libre y pese, al igual que la parte posterior de la lengua, observa la enorme diferencia. Repite el ejercicio con la mano sobre la parte superior del pecho. La primera vez sentirás poca resonancia, pero la segunda, con la mandíbula y la lengua libres, se producirá una resonancia enorme. Prueba de nuevo diciendo: "Hola, me llamo…", y observa la diferencia. ¿Te recuerda a alguien?
Éste es un ejemplo claro de cómo cerramos el sonido de nuestros cuerpos cuando estamos tensos.

En un sentido muy amplio, nuestras circunstancias sociales y físicas condicionan el modo en que vivimos nuestras vidas. La comida que ingerimos, los edificios en los que vivimos y trabajamos, la familiaridad de nuestra tribu: todas estas cosas afectan lo que somos en el plano exterior y en el interior; en consecuencia, también en nuestra voz. Una de las preferencias sociales más claras de esto es la forma en la que el sonido actual del inglés hablado en el ares del estuario del Támesis ha evolucionado desde la Segunda Guerra Mundial. En los años inmediatamente posteriores a la guerra, después de que la zona de East End Docklan y la City fueran devastadas por la campaña de bombardeos de Hitler, muchos de sus habitasen se mudaron a la desembocadura del Támesis. Los que procedían del East End, que hablaban dialecto cockney, se trasladaron hacia el norte o hacia el sur, a Essex o Kent, provocando que los sonidos indígenas de la gente de Southend y Chelmsford cambiaran y se parecieran laos sonidos ahora familiares del acento de Essex. Del mismo modo, el acento de Kent varió bajo la influencia del todo que se ha hecho tan común en la isla de Thanet. 
El condicionamiento social del inglés del estuario es ahora muy común por todo el sur de Inglaterra, tanto que para muchas personas se ha convertido en la norma; el sonido del inglés normativo, tan común durante los años 40, 50 y 60, ha cambiado de manera radical. Nosotros, los seres humanos, ya sea de forma consciente o inconsciente, sonamos como suenan nuestras tribus. 
Para un joven estudiante de interpretación esto puede suponer un gran problema. Por ejemplo, un muchacho de Rochester con acento londinense debería aprender, al entrar en la escuela de interpretación, inglés normativo y pronunciación estándar. En su momento, esto le permitirá trabajar en todos los medios y actuar en obras tanto contemporáneas como clásicas. Es la lingua  franca de la mayoría de los actores, puesto que hace que el contexto de la obra esté claro en lugar de verse oscurecido por diversos dialectos. La importancia de la palabra es lo que debe impresionar al oyente más que la forma en que suene la palabra. En cierto sentido, los actores son ciudadanos sin clase, algo esencial si se les enseña a obtener "un espejo frente a la naturaleza", una expresión con la que me refiero a todas las naturalezas posibles. Para el joven actor que empieza en la escuela de interpretación, esto puede suponer enormes problemas, pues a menudo les hace sentir desleales con su grupo social; frecuentemente escucho a actores qeu afirman que al regresar a casa, les consideran "pijos" por hablar inglés normativo. En cierta medida, nuestro grupo social nos da "permiso" para hablar con un determinado tono, y esto puede ser difícil de resistir hasta que el individuo es capaz de adquirir todo su poder personal y no se siente fracturado por las opiniones de los demás.

(Texto extraído del libro "La alquimia de la voz". Autor Stewart Pearce)


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