“¿Cómo podemos comprar a vender el cielo?
¿Cómo podemos comprar o vender el calor de la tierra?
Esta idea nos parece absurda.
Si la pureza del aire y el murmullo
del agua no nos pertenecen,
¿cómo podemos venderlos?
Para mi pueblo no hay ni un solo
rincón de esta tierra que no sea
sagrado.
Una aguja de pino que brilla,
una orilla arenosa,
una ligera bruma
entre nuestros
oscuros bosques,
todo esta vivo ante los ojos y
en la memoria de mi pueblo.
La savia que sube por el árbol
lleva en ella misma la memoria
de los Pieles Rojas.
Cada pradera, cada insecto, es
algo sagrado para la memoria y la conciencia
de mi pueblo.
Formamos parte de la tierra y ella forma parte
de nosotros.
Esta agua cristalina que baja por los ríos y
Los arroyos, no es sólo agua; es también la sangre de nuestros
Antepasados.
Si os vendemos esta tierra, deberíamos enseñar a
vuestros hijos que es sagrada.
¿Cómo explicaros que el murmullo de ese sagua es la
voz del padre de mi padre…?
Si os vendemos nuestra tierra, deberéis amarla
Como nosotros lo hemos hecho y cuidarla igual que nosotros,
Tratando a todos los animales de
La tierra como a hermanos.
Pues si todo desapareciese, el hombre moriría
en una gran soledad espiritual.
Todas las cosas se hallan vinculadas entre sí.
Enseñad a vuestros hijos lo mismo que les hemos
enseñado a los nuestros sobre la tierra: que la tierra es
nuestra mejor madre y que todo lo que le
llega a la tierra, nos llega a nosotros y a los niños de la
tierra.
Si el hombre escupe a la tierra, se escupe a
si mismo.
Nosotros sabemos que la tierra no pertenece
al hombre, sino el hombre a la tierra.”
Y el anciano, preguntándose por su destino, acababa así
su carta al hombre blanco.
“A nosotros, este destino terrestre nos resulta
de lo más extraño. No podemos comprender por qué
se han exterminado a todos los bisontes, por qué
los caballos salvajes han sido domesticados, ni por
qué los lugares más recónditos de nuestros
bosques están impregnados con el olor de los
hombres.
Tampoco entendemos por qué nuestras grandes colinas
se hallan saturadas por “hilos que hablan” que estropean
su hermosa vista.
¿Qué ha sido de nuestras malezas? Han desaparecido.
¿Qué ha sido del águila? También ha desaparecido.
Esto es el final de la vida y el principio de la
supervivencia”.
Hace mucho que esto ha sido dicho. Ya es hora de que escuchemos tomando conciencia de que hay otros modos de vivir en consonancia con la naturaleza, para descubrir que tantos aparatos no nos conducen más que a la ceguera de quienes somos en esencia cada uno de nosotros, la naturaleza y todo universo existente. No es una utopía, está al alcance de cualquiera que sienta que él mismo es naturaleza, humanidad y universo. Cada vez más voces lo proclaman: escucha...
Vuelco como siempre encantado a mirar tus cosillas.
ResponderEliminarSaludos y un abrazo.