miércoles, 30 de junio de 2010

Cómo reconocer la sombra o proyección. El nivel de la persona: se inicia el descubrimiento (I)


El movimiento de descenso y descubrimiento empieza en cuanto uno se siente conscientemente insatisfecho con la vida. Al contrario de lo que opinan la mayoría de los profesionales, esta torturante insatisfacción con la vida no es un signo de "enfermedad mental", ni un indicio de inadaptación social, ni un trastorno del carácter. Esta infelicidad básica ante la vida oculta el embrión de una inteligencia en desarrollo, especial, generalmente sepultada bajo el peso inmenso de las farsas sociales. Cuando una persona comienza a experimentar el sufrimiento de la vida, empieza al mismo tiempo a tener conciencia de realidades más profundas y más válidas, pues el sufrimiento destruye la complacencia de nuestras ficciones habituales acerca de la realidad y nos obliga a despertar en un sentido especial: a ver con cuidado, a sentir con profundidad, a establecer contacto con nosotros mismos y con nuestro mundo, y hacerlo de maneras que hasta entonces habíamos evitado. Se ha dicho, y creo que ciertamente es así, que el sufrimiento es la primera gracia. En cierto modo, cuando uno sufre casi debería regocijarse, pues el sufrimiento señala el principio de la intuición creativa.
Pero sólo en cierto modo. Algunas personas se apegan a su sufrimiento como una madre a su hijo, cargándolo como un peso que no se atreven a dejar en el suelo. No enfrentan el sufrimiento de una manera reflexiva, racional, sino más bien se aferran a él, secretamente extasiadas con los espasmos del martirio. No hay que negar la conveniencia del sufrimiento, evitarlo ni despreciarlo; pero tampoco hay que glorificarlo, dramatizarlo o aferrarse a él. La aparición del sufrimiento no es un bien, pero si una buena señal, indicación de que uno comienza a darse cuenta de que vivir fuera de la conciencia de unidad es en última instancia doloroso, perturbador y triste. Vivir entre demarcaciones es vivir entre batallas: la del miedo, la de la angustia, la del dolor y, finalmente, la de la muerte. Sólo por mediación de toda clase de compensaciones, distracciones y sortilegios que nos aturden, acedemos a poner en tela de juicio nuestras demarcaciones, causa y raíz de la interminable rueda de dolor. Pero tarde o temprano, si no nos hemos insensibilizado del todo, nuestras compensaciones defensivas empiezan a fallar en su propósito de suavizar y ocultar. En consecuencia, empezando a sufrir, de una manera o de otra, porque nuestra percepción y conciencia se dirigen, finalmente, hacia la naturaleza conflictual de nuestras falsas demarcaciones y hacia la vida fragmentaria que en ellas se basa.
El sufrimiento es, entonces, el primer paso hacia el reconocimiento de la falsas demarcaciones, y si se entiende correctamente, es liberador, porque apunta más allá de todas las demarcaciones. Entonces no sufrimos porque estemos enfermos, sino porque está emergiendo una forma de intuición inteligente. Sin embargo, es necesario entender correctamente el sufrimiento para no abortar el nacimiento de esta intuición. Debemos interpretar bien el sufrimiento para poder penetrar en él, vivirlo y trascenderlo al fin. Una mala comprensión hace que nos atasquemos en mitad del sufrimiento, nos revolquemos en él, sin saber qué más podemos hacer.
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(Texto extraído del libro "La conciencia sin fronteras". Autor Ken Wilber)

martes, 29 de junio de 2010

El amor incondicional (IV) y último


Laing tuvo la intuición de que quizá los médicos y las enfermeras mantuvieran a Phillip en su locura simplemente por los sentimientos que él les inspiraba. "Phillip generaba en todo el que se le acercara confusas sensaciones de repugnancia, tanto por su aspecto como por su olor, y de compasión, sólo por lo repulsivo que era y por su evidente angustia. Como resultado, muy pocos se resistían al intento de mostrarse amables y cariñosos con él, pero huían de su presencia y de su olor cuanto antes... no porque no pudieran soportarlo, sino por alguno otra necesidad."
A Phillip se le mantenía en su locura porque el intento de amarlo y de interesarse por él estaba teñido de hipocresía y él lo sabía. En cuanto Laing dio el insólito paso de llevar a su casa a un esquizofrénico catatónico, Phillip mejoró con asombrosa celeridad. Su incontinencia cesó en cuanto entró en la casa. Un par de semanas después había dejado de tambalearse, aunque todavía temblaba. Empezó a hablar de modo entrecortado, pero coherente. Tres meses después había mejorado lo suficiente como para que lo instalaran en un hogar sustituto. La amenaza de pasarse el vida encerrado en una sala psiquiátrica se había borrado.
Laing no aplicó psicoterapia a Phillip mientras lo tuvo bajo su techo. Se le trató sinceramente, sin hipocresía emocional, es decir: reaccionando como correspondiera ante sus actitudes buenas o malas. Quince años después volvió a la casa para informar de sus adelantos. Tal como lo dice Laing, con un dejo de ingenio mordaz: "Estaba casado, tenía dos hijos, trabajaba con empleo fijo y estaba siguiendo un curso nocturno de psicología."
Es difícil negar que la cordura de Phillip dependía, en gran parte, de las proyecciones de las mentes ajenas. El "amor" y el "interés" superficiales de la sala psiquiátrica lo mantenían aprisionado en un ser falso, porque esos sentimientos eran igualmente falsos. Detrás de ellos acechaba el verdadero mensaje: el "amor" era sólo un medio para mantenerlo dominado; era un artilugio de poder.
Afortunadamente, en Laing el niño encontró a alguien que lo miró da la luz del amor. Para mí, ésa es la parte más conmovedora del relato. Laing no toca el tema del amor. Plantea motivos sobre una simple base de humanidad: "Me apenaba mucho su aprieto y quería ayudarlo en lo posible". Sin embargo, en presencia de Laing se estableció un entendimiento que era sincero reflejo de una conciencia con otra. La intensidad de la vida, tan límpida, sana y amorosa, irradió de Laing y tocó al muchacho. Ésa parece ser la parte más natural de lo que ocurrió entre los dos y lo que debería ocurrir entre todos nosotros. Un ser verdadero habla a otro, utilizando el idioma del corazón, y en es vinculo una persona se ve curada.

lunes, 28 de junio de 2010

El amor incondicional (III)


Aunque estaba entre médicos y enfermeras encargadas de atenderlo, Phillip había excedido los límites de la compasión. Era demasiado extraño y desagradable como para que alguien se le acercara por más de algunos minutos, mucho menos que lo ayudara. Había adquirido un tartamudeo, junto con una peculiar acumulación de tics: parpadeos, desvíos bruscos de mirada y contracciones en mejillas, lengua, manos y dedos. Lo peor era su actitud absoluta de "me importa una higa", que lo aislaba de los otros pacientes y volvía a todo el personal contra él.
Dos meses de internación cambiaron muy poco el estado de Phillip, "Sobre el diagnóstico no cabían dudas", recuerda Laing. "Era un esquizofrénico catatónico agudo, probablemente en vías de ser crónico. Cuando tenía algo que decir era obvio que estaba alucinado, muy paranoico y muy autoengañado." Laing se sintió atraído por esa destrozada criatura. Phillipo no tenía familiares sobrevivientes ni amigos de su familia que lo albergaran. Se daba por entendido que pasaría el resto de su vida internado.
En cambio, Laing lo llevó a su casa, a vivir con su esposa y tres hijos menores de cuatro años. Tomó esa decisión heroica porque, al hablar con Phillip a solas en su despacho, fuera del ambiente de la sala psiquiátrica, notó que el muchacho se calmaba. Phillip empezó a hablar de modo inteligible y, si bien se refería a cosas disparatadas (su sensación de que la sala era una esfera gigantesca a la que él servía de eje en el centro, las visitas que le hacían seres interestelares, su alucinación de que la voz de un negro le decía cosas sin sentido por la noche), no parecía completamente perdido. En el consultorio de Laing también mermaron sus contracciones y sus tics. Por una hora, el menos, dominó sus esfínteres y (lo más revelador) cuando Laing se ofreció a ayudarlo, una sombra de gratitud pasó por sobre sus rígidas facciones.
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domingo, 27 de junio de 2010

El amor incondicional (II)


Esta explicación es un giro a lo que habitualmente entendemos por amor incondicional. Por definición, sólo se puede amar incondicionalmente a alguien si nuestro amor no se altera, ocurra lo que ocurra y haga lo que haga la otra persona. Este aspecto del "ocurra lo que ocurra" implica un esfuerzo de voluntad sobrehumano. No podemos sino imaginar un santo de yeso que devuelva dulzura y luz a cambio de rudeza, ira, celos, desconsideración y cualquier otro tipo de conducta desamorada. Pese a toda su aparente bondad, esta situación huele a autorrepresión y hasta a masoquismo.
La versión que los rishis dan del amor incondicional no contiene esfuerzo alguno. La persona que ama "ocurra lo que ocurra" no hace sino seguir su naturaleza. En realidad, es todo lo que se puede pedir a nadie. Es ineludible actuar según nuestro propio nivel de conciencia. A fin de sonreír al extranjero que me empuja por la calle, necesito sentirme con deseos de sonreír; de lo contrario mi conducta sería calculada. Tal como hemos visto, el cálculo es la estrategia primaria del falso yo. Debe calcular cuándo sonreír porque tiene mucho miedo de exhibir las emociones que siente en realidad. El tacto y la diplomacia, que casi todos aplaudimos como "buena conducta", también pueden ser la sutil habilidad de mentir.
Todos irradiamos nuestra conciencia al mundo y traemos su reflejo de nuevo a nosotros. Si nuestra conciencia contiene violencia y temor, encontraremos esas cualidades "allá afuera". Por el contrario, si nuestra conciencia contiene amor incondicional, el mundo y hasta los ojos de un mendigo reflejarán ese amor. El valor curativo de este tipo de conciencia es enorme, como me gustaría ilustrar con un conmovedor relato de R.D. Laing.
Cierto día, un niño escocés de catorce años, llamado Phillip, volvió a su casa de la escuela y encontró a su madre en la cama, en un charco de sangre. La mujer, que padecía tuberculosis desde hacía mucho tiempo, acababa de morir por una súbita hemorragia en los pulmones. En vez de consolarlo y ayudarle a superar el golpe y el dolor, el padre regañó a Phillip, diciéndole una y otra vez que él había matado a su madre al someterla al agotamiento del embarazo, el nacimiento y la crianza. Esto se prolongó por dos meses. Un día Phillip llegó de la escuela y descubrió que su padre se había suicidado.
Seis meses después Laing encontró al niño en una sala psiquiátrica de Glasgow, en un extraño estado de deterioro psicológico y físico. Tal como Laing recuerda vívidamente: "Estaba hediondo. Tenía incontinencia de orina y heces y tendía a caminar de un modo extraño, tambaleándose. Gesticulaba de modo extravagante, sin hablar; parecía casi totalmente absorto en sí y no podía interesarse menos por su ambiente y la gente que había en él".
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sábado, 26 de junio de 2010

El amor incondicional (I)


Este extraño encuentro entre Patrick y el vagabundo nos lleva al tema del amor incondiconal, que se ha convertido en estribillo de la psicología popular. La objeción que me inspira el amor incondicional es que se opone por completo al amor normal, basado en la relación. El amor que existe entre marido y mujer no es el mismo que hay entre madre e hijo. La diferencia se basa en el tipo de relaciones que mantienen dos personas. Cuando no hay relaciones cuesta imaginar cómo puede fluir el amor.
Sin embargo, en este caso, Patrick no tenía ninguna relación con el vagabundo. Eran dos perfectos desconocidos, con todos los motivos para mirarse con desconfianza y hostilidad. Por idealista que pueda uno querer mostrarse, un hombre mal vestido y maloliente no es objeto de amor prácticamente para nadie; habitualmente es un objeto de revulsión que evitamos asiduamente, a fin de no exponernos a sensaciones de miedo y desprecio.
Pero es en el punto en que todas las relaciones cesan cuando surge, en realidad, la oportunidad del amor incondicional. Cuando no se mantiene relación alguna con otra persona, uno se siente automáticamente devuelto a sí mismo. Los sentimientos que surgen no se basan en lo que se necesita o se desea de los otros: surgen, simplemente. Si me empujan por la calle y me encolerizo, esa emoción surge espontáneamente. Tal vez me arrepienta al momento siguiente, pero esa fracción de segundo era la única opción para mi yo. Mi nivel de conciencia no me ofrecía una respuesta mejor. En el caso de Patrick, su nivel de conciencia había saltado mucho más allá de sus límites normales; esta expansión dictó la respuesta que brotó espontáneamente de él. Imagino que su meditación en el banco del parque no era la única causa de ese súbito cambio; en la India se habla del "Yoga de la desesperación", un avance hacía una conciencia más elevada, resultante de un aprieto tan terrible que la psiquis no halla otra salida.
Cualquiera que sea el mecanismo exacto, Patrick se encontró en un estado que trascendía la percepción normal. Como un piloto que se desprendía de una densa capa de nubes para encontrar el cielo azul y un sol brillante, descubrió que mirar algo era verlo a la luz del amor. No pudo evitarlo, tal como yo no podría evitar mi enfado si me empujaran el la calle.
En realidad, los rishis hablan del amor incondicional como cualidad trascendental que se infunde en la mente durante la meditación. Cuando la mente va más allá de la conciencia normal de vigilia, el proceso de trascender nos pone en contacto con el amor incondicional en su estado silencioso y no manifiesto. "No manifiesto" significa que ese amor no se dirige a nada, simplemente vibra dentro de la naturaleza del testigo silencioso, tal como una señal de radio espera en silencio que una radio la recoja. Al terminar la meditación, la persona regresa al estado de vigilia trayendo algo de esa cualidad trascendente a su conciencia de todos los días. Se ha agregado una nueva vibración que altera, por sutilmente que sea, la conciencia anterior de esa persona.
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(Texto extraído del libro "Vida sin condiciones". Autor Deepak Chopra)

viernes, 25 de junio de 2010

Flores de Bach. Willow (III) y último


¿Cuál es el error en el estado Willow negativo? En este caso reside también en la negativa de la personalidad a aceptar la guía de su alma y de su Yo Superior. En estado Willow no se está de acuerdo, sobre todo, con los resultado de la vida, porque se juzga por el éxito no por la experiencia interior, sino principalmente por criterios materiales. Por ejemplo, no poder mantener una bella imagen, no haber recibido el título de doctor honoris causa, no haber conseguido la casa en la montaña, ¿no son motivos suficientes para encolerizarse con el propio Yo Superior o el destino? Sin embargo, el rencor y la desilusión no bastan. La personalidad trata de bloquear todos los intentos de guía del Yo Superior mediante "muros de resistencia pasiva". De este modo, no sólo se daña a sí misma, sino que emponzoña su entorno y así atenta contra la Gran Unidad.
En un pertinaz estado Willow negativo, se debe aprender, como primera medida, a reconocer y aceptar el propio resentimiento, la propia negatividad, pues en tanto no se cambie de postura con respecto a uno mismo, nada podrá moverse en el exterior. En segundo lugar, sería menester reconocer que todo pensamiento rencoroso es un ladrillo energético más en la construcción del muro de negatividad que va oscureciendo el propio sol, pues todo experimento exterior es la consecuencia de una proyección mental interior, y cada individuo vive en el mundo ideado y creado por él mismo en algún momento. Quien se siente víctima, tarde o temprano será una víctima.
Donde hay mucha sombra, también hay mucha luz. Para salir de un estado Willow negativo es necesario ejercitarse conscientemente en concentrar la mente en el lado claro de los acontecimientos. El Willow no sólo es considerado símbolo de la tristeza, sino también alegoría de infinito conocimiento e inefable sabiduría, porque en cualquier momento se le pueden cortar ramas nuevas.
En estado Willow positivo reconocemos que no somos víctimas, sino arquitectos de nuestro destino y que tenemos infinitas posibilidades intelectuales para construir un futuro positivo. En consecuencia, las personas que han superado su estado Willow negativo irradian fe, serenidad y optimismo, pues ya saben que en la mano de cada uno está ser el forjador de su infortunio o de su suerte.
En el curso de un proceso mental es fácil caer en un estado Willow, cuando se toma conciencia de lo negativo, pero la personalidad es aún demasiado débil para integrarlo. Se proyecta el enojo interior sobre uno mismo y sólo después sobre el mundo exterior; se desarrollan agudos prejuicios y la persona se muestra poco cooperativa.
En estado Willow negativo la ira bulle bajo la superficie, a diferencia de Holly que la muestra francamente.

jueves, 24 de junio de 2010

Flores de Bach. Willow (II)


Son capaces de guardar en su corazón durante largos años su rencor hacia una persona o una situación, sin ponerla jamás sobre la mesa o analizarla abiertamente. Así, la suegra enojada con su nuera porque el joven matrimonio adquirió su propia casa, se muestra cortés con ella, pero subsiste una relación tensa entre ambas. Su secreta venganza, practicada durante años, consiste en no ser jamás verdaderamente complaciente con la nuera, criticarla en sus diálogos con su hijo, aunque siempre de manera solapada, y rebajarla en su interior. Esta actitud le provoca como reacción regulares ataques de reuma.
Las personas en estado Willow negativo son comparables a un volcán despierto que arroja columnas de humo asfixiante, pero que jamás hace erupción.
Que la nuera ayude a su suegra reumática con las compras y le lave las cortinas, es cosa lógica que no requiere mención ni muestras de agradecimiento, pues los tipos Willow son grandes para exigir, pero ni quieren dar nada de si mismos, y a la larga consiguen que todos los que se acercan a ellos amistosamente y con espíritu servicial acaben por cejar poco a poco en sus esfuerzos y retirarse.
De este modo, cada vez están más solos y amargados y poco a poco quedan aislados de la vida. Si en otro tiempo iban a jugar a los bolos con agrado, en el futuro lo harán cada vez con menos frecuencias porque "el nuevo encargado es muy desatento con ellos". Si antes les gustaba ir al teatro, ahora se quedan en casa "porque las nuevas obras son demasiado superficiales o negativas".
Mírese como se mire, en este estado sólo salta a la vista el lado negativo de la vida. He aquí una típica exteriorización de un paciente Willow que se encontraba en vías de recuperación: "Ya me veo mejor, pero estoy lejos de estar tan bien como aparento". Es como si uno mismo quisiera frenarse para no dejar aflorar algún sentimiento positivo.
En estado Willow se es "víctima" y en consecuencia se apela a la excusa general de no poder asumir responsabilidad alguna por culpa de su destino. La persona afectad se empecina en señalar con el índice al mundo exterior y se niega estrictamente a tomar en cuenta o tan sólo ponderar los nexos entre los sucesos exteriores y su propio estado interior.
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miércoles, 23 de junio de 2010

Flores de Bach. Willow (I)


Willow se relaciona con las cualidades anímicas de la propia responsabilidad y de la mentalidad constructiva. En estado Willow negativo sólo se busca la culpa en el mundo exterior, se piensa a menudo de una manera negativa y destructiva.
En estado Willow negativo se está desconectado con el propio destino e interiormente se le guarda rencor por tratarnos tan mal. Tampoco se entiende que otros puedan vivir alegres y despreocupados. Realmente se toma a mal y se está tentado de echar a perder su buen humor. Todos tenemos días así, en los que no sabemos a qué atenernos. Son la expresión del estado Willow negativo pasajero.
Lamentablemente, este estado puede tornarse crónico y repercutir de manera muy destructiva en las personas y en todo su entorno. Así como una manzana podrida infestará tarde o temprano a las sanas que están en la misma cesta, el individuo en estado Willow negativo crónico causa en su entorno un efecto contagioso como derrotista y aguafiestas.
En este estado, el individuo se siente como un pobre gazapo, como víctima de un maligno destino que siempre se ensaña con él. "¿Qué he hecho para merecer esto?". "¿Cómo puede ser tan injusta la vida?", clama quejumbroso, sin ocurrírsele pasar revista a su propia conducta.
Willow es un estado en el cual el individuo proyecta acentuadamente hacia afuera sus decepciones y su rencor. Como es natural, se desarrolla con mayor frecuencia en personas que ya superaron la mitad de su vida y reconocen inconscientemente cuán pocas ilusiones y esperanzas alimentadas llegaron a materializarse.
El antiguo jefe de estación, al que le presentan como gerente a un ex compañero de trabajo, se siente atropellado por él y tratado con menosprecio. "Bueno, como es algo mejor, puede darse ese lujo...", rezonga, dejando caer la comisura de los labios y con una expresión de pesadumbre.
Los caracteres Willow negativos se pasan gruñendo y se rodean de un muro invisible de negatividad.
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(Texto extraído del libro "La terapia floral de Bach". Autora Mechthild Scheffer)

martes, 22 de junio de 2010

El Noble Óctuple Sendero (XI) y última. Concentración correcta


8. Concentración correcta

La concentración correcta alivia el sufrimiento. Canaliza la conciencia y nos ayuda a permanecer en foco. Es la clave del éxito, un legado de inestimable valor para nuestros hijos y para nosotros. La palabra tibetana para concentración (ting-nge-'dzin), que a menudo se traduce como "meditación", se acerca más al significado de "integración". Elementos que estaban separados se unen: cuerpo y mente, cabeza y corazón, motivación correcta y acción correcta. La concentración correcta se caracteriza por ser relajada, ni demasiado apretada ni demasiado floja, con un ojo para el detalle fino sin perder la perspectiva global. Finalmente, este tipo de concentración es asimilada totalmente y no requiere esfuerzo alguno.
La concentración correcta se diferencia de la concentración motivada por la preocupación por sí mismo. Cuando estamos abocados a ganar mucho dinero o proteger nuestros intereses, quizá no tengamos dificultad en mantener la concentración. Por ejemplo, siempre tenemos presentes los motivos de nuestras quejas, de hecho podemos mantenerlos frescos en nuestra mente durante años. Pero este foco se caracteriza por un descontento interior que en realidad perturba la concentración y fomenta la inestabilidad emocional. El descontento genera preocupación y la preocupación interfiere con la concentración, y se origina un círculo vicioso que conduce a la amargura y la insatisfacción. Éste tipo de alerte localizada causa dolor y sufrimiento.
La concentración correcta le da poder a la mente y es el trampolín al éxito. Nos mantiene en el buen camino. No hay necesidad de huir de las dificultades porque la concentración correcta vence a la adversidad, siempre encontrando la forma de superar los obstáculos. La concentración correcta actúa de mediadora entre la dificultad y la satisfacción, entre la infelicidad y la felicidad, entre la mente pequeña y una gran mente.

lunes, 21 de junio de 2010

El Noble Óctuple Sendero (X) Esfuerzo correcto


7. Atención correcta

La atención correcta es el antídoto para el sufrimiento. Nos transporta al presente. Como una especie de parachoques entre el presente y el futuro, la atención plena correcta nos protege de la tendencia de ir por mal camino. Alumbra nuestras reacciones automáticas con la luz de la conciencia y las hace detener. Ya no repetimos patrones de sufrimiento por no darnos cuenta. La atención correcta nos provee del espacio que necesitamos para ir en pos del bien de una manera creativa.
La atención plena devuelve la cualidad neutral y espaciosa de la realidad, permitiéndonos observar lo que de otra manera trataríamos de ignorar. Cuando la mente finalmente se abre, somos libres para percibir lo que está ocurriendo. Somos capaces de mantener nuestro equilibrio en las buenas y en las malas, puesto que todas las vivencias, incluido el sufrimiento, sirven de catalizadores para el entendimiento. Mientras la mente se hace más espaciosa, el tiempo se expande y nos permite determinar el curso de acción a seguir con mayor facilidad.
La atención correcta nos revela lo innecesario de gran parte de nuestro sufrimiento. El hecho de saber que nuestras dificultades son el resultado de la falta de conciencia nos librea del pasado y nos prepara para un futuro mejor. Con la atención plena correcta como nuestro médico y la conciencia del presente como remedio, sabemos que estamos protegidos contra la enfermedad del sufrimiento innecesario.
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domingo, 20 de junio de 2010

El Noble Óctuple Sendero (IX) Esfuerzo correcto


6. Esfuerzo correcto

El esfuerzo correcto es la cura para el sufrimiento. Parece simple: emplearse a fondo y buscar lo que se quiere al ciento por ciento. Sin embargo, el esfuerzo correcto requiere de una visión y una motivación correctas: hay que saber que funciona y qué no, qué ayuda y qué es contraproducente. Esfuerzo correcto significa perseguir una meta honorable de tal manera que nos beneficiemos nosotros y también los demás. Trabajar por una buena causa manipulando a los demás no es esfuerzo correcto, como tampoco lo es trabajar duro para cosechar elogios o evadir culpas.
La visión correcta y el esfuerzo correcto se apoyan mutuamente. La visión correcta aporta el enfoque correcto, mientras que el esfuerzo correcto provee la energía necesaria para avanzar en la dirección adecuada. Al determinar el enfoque, el esfuerzo correcto es pragmático, toma en cuenta las circunstancias, el tiempo disponible y las capacidades de las demás personas involucradas. A veces necesitamos avanzar de manera decidida incluso peleando contra la inercia o la oposición, mientras que otras veces debemos ser pacientes y esperar el momento oportuno.
Amor y compasión son la brújula que guía el esfuerzo correcto. Si mantenemos una visión correcta tendremos energía de sobra. Ahora las cosas avanzan según su propio ritmo. El esfuerzo correcto en su máxima expresión no es esfuerzo. El esfuerzo correcto es un equilibrio entre pelear y rendirse sin jamás darse por vencido.
El esfuerzo correcto no sólo tiene que ver con nuestra conducta, sino también con nuestras actitudes. A medida que nos familiarizamos con las tendencias negativas que socavan nuestros mejores esfuerzos -que siempre operan en la esfera del Yo- podemos dejar de proteger nuestra autoimagen y realmente llegar a sentir la ansiedad y el terror que subyacen al Yo.
El esfuerzo correcto nos da coraje para escapar del miedo que nos tiene aprisionados y enfrentar al Yo. Trabajamos con nuestros conocimiento de causa-efecto y abrazamos la ley del karma. Nos damos cuenta de que el sufrimiento es el resultado de karmas pasados: patrones de frustración e impaciencia que se perpetúan en el tiempo hasta el presente. Ahora debemos atenernos a las consecuencias. No obstante, cada esfuerzo correcto puede darle un giro a las cosas que que su simple poder puede destruir el karma negativo. El resultado desafía la imaginación: así como la visión correcta es ilimitada, el esfuerzo correcto hace que todo sea posible.
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sábado, 19 de junio de 2010

El Noble Óctuple Sendero (VIII) Medio de subsistencia correcto


5. Medio de subsistencia correcto

Un medio de subsistencia correcto disminuye el sufrimiento. Si trabajamos meramente para obtener un ingreso o una posición social, o para cumplir con lo que los demás esperan de nosotros, eventualmente podemos experimentar una insatisfacción que nos corroe por dentro. ¿Podemos imaginarnos una motivación diferente, capaz de darnos alegría? En mi caso personal, descubrí que la práctica del Dharma y el ganar dinero no son excluyentes. ¿Qué pasa si podemos disfrutar con nuestro trabajo, crecer con él y al mismo tiempo beneficiar a los demás? Disfrutar del propio trabajo significa aprovechar las oportunidades que beneficiaran a todos los involucrados. Según el enfoque que desarrolló mi maestro, Tarthang Tulku, este tipo de actividad es considerada un aspecto de lo que tradicionalmente se conoce como "medios hábiles". Trabajando con "medios hábiles" podemos satisfacer nuestras necesidades físicas, mentales o espirituales, y al mismo tiempo hacer una auténtica contribución a la sociedad en que vivimos.
Quizá pensemos que un medio de subsistencia correcto es privilegio de los santos o los que se dedican a ayudar a los demás, como Nelson Mandela o la Madre Teresa. Sin embargo, todos tenemos acceso a él. Una vez nos comprometemos a ello, surgen oportunidades que hacen que nuestras intenciones se conviertan en realidad. Posiblemente queramos alcanzar algo más que un simple beneficio para nosotros y que nuestra familia, y que nuestras motivaciones vayan más allá de la idea de propiedad. En cambio, quizá nos propongamos participar y servir a la sociedad a largo plazo. Empecemos por preguntarnos: ¿Cómo hacer para que el beneficio de mi trabajo se extienda a la oficina, al colegio, al pueblo o a la ciudad y más allá? Vemos que en los negocios, cada vez que firmamos un acuerdo o un contrato, podemos apuntar a beneficiar a todos los involucrados: el cliente, el vendedor, la compañía y los accionistas, hasta el barrio donde está emplazada la empresa. Asimismo, se pueden utilizar las ganancias de la compañía para beneficiar a todos los seres sintientes.
El modo de subsistencia correcto no es sólo un "devolver", sino un actuar en nombre del bien. Inevitablemente demanda un sacrificio: el ofrecimiento de nuestro tiempo, dinero o interés propio, ya que éstos fundamentalmente sirven al Yo. La atención plena puesta al servicio de un medio de subsistencia correcto asegura que todos se beneficien de nuestro trabajo. Por definición, medio de subsistencia correcto toma en cuenta a todos los seres sintientes.
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viernes, 18 de junio de 2010

El Noble Óctuple Sendero (VII) La acción correcta


4. La acción correcta.

La acción correcta disminuye el sufrimiento. Es dirigida por la visión correcta y, a su vez, manifiesta la visión correcta en el mundo: no puede existir la una sin la otra. Si no se desarrolla la visión correcta, podemos aún así extendernos hacia la acción correcta preguntándonos: "¿Qué puedo hacer para contribuir?" La acción correcta comienza evitando la conducta dañina. El asesinato no puede ser una acción correcta aunque la víctima sea una hormiga que camina sobre la mesa. El maltrato físico -hacia nosotros o hacia los demás- no se justifica en ningún caso. De igual modo el abuso mental, la presión, el acosos o la humillación de los demás sólo puede generar sufrimiento.
Pero podemos ir aún más allá. Podemos abstenernos de debilitar al otro y además ofrecer nuestro apoyo. Podemos abstenernos de robar y también dar con generosidad. Y en lugar de ser envidiosos, podemos disfrutar el éxito ajeno. Podemos a veces preguntarnos: "¿Estoy seguro de que no hago ningún daño, independientemente de mis buenas intenciones?".

Diez acciones saludables
  1. Sostener la vida
  2. Comprometerse con el dar
  3. Mantener una ética
  4. Hablar la verdad
  5. Hablar armoniosamente
  6. Hablar con amor
  7. Hablar con sensatez
  8. Cultivar el goce por la prosperidad de los demás
  9. Cultivar la solidaridad
  10. Aprender a tener visiones correctas
La acción correcta honra el bien común y la ley del karma. No se basa en seguir ciegamente el ejemplo del los demás, sino en la fe de que nuestras acciones generaran consecuencias positivas. Una acción saludable generar resultados saludables, mientras que una acción malsana genera más ciclos de sufrimiento. El camino del Buda está pavimentado de acción correcta.
No hay receta para las acciones correctas, porque lo que se necesita en un momento dado es único para ese momento. En ocasiones debemos abstenernos de actuar, otras veces es mejor actuar sin análisis previo, y otras veces tenemos que pensar todo minuciosamente hasta haber agotado todas las preguntas.
Acción correcta también requiere sensibilidad al tiempo: nuestra reacción debe darse en un preciso momento, ni antes ni después. El timing es crucial. Por ejemplo, una vez terminado el tiempo de reflexión, debemos actuar. La atención no se centra en nuestros asuntos personales, sino en lo que debe hacerse para atender al bien común. Si el timing es correcto no debemos tener miedo de actuar. Si nos equivocamos se repara el daño inmediatamente. Eso también es acción correcta.
Aprendemos en la acción. Cada situación nos ofrece otra oportunidad para dar. No hace falta esperar hasta estar totalmente seguros de los que hacemos, ni actuar precipitadamente. Cuando nuestras acciones son correctas, comprobamos que recibimos más de lo que damos: cuanto más damos, tanto más podremos recibir. En general, nuestras acciones se verán protegidas por el deseo de: "Que todos los seres sintientes puedan beneficiarse de mis acciones".
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jueves, 17 de junio de 2010

El Noble Óctuple Sendero (VI) Comunicación correcta


3. Comunicación correcta.

Una comunicación correcta alivia el sufrimiento. Es originada por la motivación correcta. ¿De qué sirve vivir si no podemos expresarnos como somos, si debemos esconder o disimular lo que pensamos o sentimos? La magia de las palabras es lo que nos permite conocernos a fondo, reconociendo los lazos de unión con nuestros congéneres y superando los obstáculos ante nosotros mismos y ante los demás.
La comunicación correcta comienza con la quietud. Como dice la Biblia: "Qué tus palabras sean pocas". Desde el silencio podemos sentir la intención y la cualidad de nuestra comunicación. Podemos observar los efectos de nuestra falta de cuidado viendo como hasta las palabras sinceras pueden crear distancia o quizá causar daño. Vemos que cuando usamos palabras para agregarles etiquetas o juicios de valores, cristalizamos aquello que de otra manera cambiaría naturalmente. Quizá juzguemos con severidad o repartamos culpas innecesariamente hablando sobre los demás a sus espaldas. O pronunciemos palabrotas a diestra y siniestra sin pensar cómo puede afectar a los que nos rodean. Unas pocas palabras o a veces una solo mirada basta para arrasar al otro; con un solo arrebato de cólera podemos destruir años de convivencia armoniosa.
En el silencio podemos recuperar el equilibrio y conectarnos más plenamente con la respiración interior. Entonces las palabras adecuadas surgen naturalmente, porque el lenguaje está unido a la respiración. Descubrimos palabras delicadas que inspiran, aportan energías y coraje renovado. Cuando hablan los demás escuchamos desde adentro, escuchando no sólo las palabras sino el significado que se esconde detrás de ellas. Al comunicarnos con cuidado tendemos puentes, curamos antiguas heridas y abrimos la puerta a un contacto más profundo con el otro.
Desde el silencio podemos observar nuestros patrones habituales de comunicación y suavemente expandir nuestro repertorio de respuestas. Si solemos ser introvertidos, podemos tratar de expresarnos con mayor frecuencia; si nos vemos impulsados a hablar para no sentirnos solos o incómodos, podemos aprender a reconfortarnos con las cualidades nutricias del silencio.
La comunicación correcta acerca a las personas y abre nuevos espacios de posibilidad más allá de las palabras. Es un eco de la verdad, cosa tan difícil de expresar en palabras. Sobre la base del silencio y la compasión, un gesto puede decir más que mil palabras.
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miércoles, 16 de junio de 2010

El Noble Óctuple Sendero (V) La motivación correcta


2. La motivación correcta

Una mirada más profunda dejaría al descubierto el grado de confusión de nuestras motivaciones, incluso cuando pensamos que estamos brindando lo mejor, el deseo de ayudar puede estar teñido por necesidades e intereses personales ocultos. ¿Estamos buscando reconocimiento? ¿Queremos aparecer como salvadores, la causa de la felicidad del otro? Una acción que hoy parece valiente puede mañana resultar limitada, incluso cruel o simplemente inútil.
Cuando identificamos nuestros pensamientos y los clasificamos sin abrir juicio y sin culpa, aprendemos a distinguir nuestras tendencias sanas de las que no lo son. Nos familiarizamos con los motivos subyacentes a nuestra conducta examinando nuestras ideas y planteándonos preguntas. Si soy completamente honesto conmigo mismo, ¿cuáles son mis verdaderas motivaciones? ¿Realmente quiero mejorar la imagen de mi mismo? ¿En el fondo me gustaría que los demás fracasaran? ¿Por qué necesito llamar la atención? ¿Por qué me contengo, esperando que los demás tomen la iniciativa?
Una vez que nos damos clara cuenta de nuestras motivaciones, es importante no juzgarlas como positivas o negativas, porque estaríamos tentados de aferrarnos a las positivas como buenas y de rechazar las negativas como males, y eso a la larga puede resultar perjudicial. Una motivación positiva no necesariamente es correcta, porque ahí donde se juega la imagen de sí mismos no se toma en cuenta la motivación correcta. Para vivenciar la motivación correcta, debemos antes experimentar una transformación interior que nos acerque a la visión correcta. En algún momento percibiremos que nuestras antiguas motivaciones ya no se sostienen y sin embargo no han surgido motivaciones nuevas. Lo mejor que se puede hacer en este "espacio de transición" es relajarse, esperar atento, seguir observando y cuestionándose qué es lo universalmente bueno. Esto podría ser, por ejemplo, el deseo auténtico de no hacer daño a nadie y de no emprender actividades corruptas.
Gracias a una actitud atenta y permanentes cuestionamientos, la base de nuestras motivaciones empieza a cambiar. La visión correcta se percibe con claridad, aclarando la índole de nuestras motivaciones y permitiendo que se instale y florezca la motivación correcta.
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martes, 15 de junio de 2010

El Noble Óctuple Sendero (IV) La visión correcta


1. La visión correcta.

Una visión correcta provee el remedio para el sufrimiento. Nos proponemos desarrollar la visión correcta como primer aspecto del Noble Óctuple Sendero. Preguntamos: ¿tenemos una visión clara y abarcadora de nosotros y de la naturaleza de la realidad? ¿O dejamos de ver el todo por estar centrados en nosotros mismos?
Parte de la sabiduría implica por un lado renunciar a los pensamientos, acciones y conductas incorrectos y, por otro, adoptar la visión correcta. El sufrimiento es el resultado del no comprender y de tener una visión incompleta. Hacemos algo que nos conduce al error y al dolor, y dejamos de hacer lo que fomenta el beneficio y el entendimiento. Nuestra percepción es turbia, por lo tanto la conciencia funciona mediocremente. Por estar entrampados en nuestros propios patrones kármicos y envueltos en las emociones, fácilmente podemos quedar empantanados en el mundo del samsara.
El origen del dolor y las frustraciones es el resultado de tendencias kármicas que nos acompañan desde el nacimiento y en las reacciones aprendidas durante la infancia. De niños se nos enseña como debemos pensar y actuar; hay poco lugar para explorar nuestros sentimientos. Si no podemos expresar nuestro entusiasmo y nuestro dolor, pronto nos convertiremos en extraños a nosotros mismos, proclives a los sentimientos de culpa. Aprendemos a mirar primero a los demás -padres, hermanos y maestros- antes que a nosotros mismos. La inevitable formación del Yo durante la infancia nos predispone al sufrimiento.
La llegar a la adultez, quizá ya ni sepamos quiénes somos, más allá de nuestros roles y múltiples imágenes de nosotros mismos: como padres, empleadores, empleados y demás. Atrapados en pensamientos, acciones, conductas y opiniones incorrectas, incompletas o impuras, nos agobia un sentimiento subyacente de enorme desilusión que apunta a la pérdida de la integridad personal.
La visión correcta nos provee una imagen clara de nuestra verdadera naturaleza y señala el camino a la sabiduría. Si nos corremos un paso atrás para vernos en una perspectiva más amplia, podremos entender que no somos el centro del universo sino una parte de un todo integrado. Cuando ya sabemos lo que es tener una visión correcta, podemos dejar de identificarnos con el Yo. La visión correcta esclarece las historias y dramas personales y nos permite tener un panorama más amplio. Cuando percibimos que la naturaleza de la mente es la de un espejo, capaz de generar tanto felicidad como sufrimiento, ya no nos apoyaremos en presupuestos, sino en una mente abierta.
La visión correcta no es algo que se posee: es algo que se redescubre una y otra vez. Ayuda recordar que la visión correcta siempre apunta al camino medio: ni demasiado ni demasiado poco, sin extremos de austeridad ni de decadencia. Ni tan duro ni tan blando, ni tan lento ni tan veloz. La visión correcta reconoce la libertad de la mente, no pertenece ni al determinismo ni al nihilismo. Une sabiduría con compasión.
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(Idem)

lunes, 14 de junio de 2010

El Noble Óctuple Sendero (III) La visión correcta


En la primera Vuelta de la Rueda, el primer conjunto de enseñanzas que impartió en Sarnath, India, el Buda habló sobre las Cuatro Nobles Verdades. La primera verdad es que el sufrimiento está en el núcleo de toda existencia. La segunda verdad dice que el sufrimiento obedece a una causa. La tercera verdad es que el sufrimiento puede cesar. La cuarta verdad señala el camino que conduce al fin del sufrimiento, conocido por todos los budistas como el Noble Óctuple Sendero. Siguiendo los ocho pasos, desarrollamos la visión correcta, la motivación correcta, la comunicación correcta, la acción correcta, el medio de subsistencia correcto, el esfuerzo correcto, la atención correcta y la concentración correcta. La palabra "correcta" no se usa en el sentido de que es un juicio como opuesta a "equivocada", sino en el sentido de que es completa, auténticamente pura, beneficiosa para todos, y que conduce a la iluminación.
El Buda dijo que nadie sabe cómo poner fin al sufrimiento. Por eso enseñaba el Óctuple Sendero. Pero la senda es estrecha y empinada y en consecuencia ardua. La mirada que la aprehende es profunda y sutil, y el Buda dijo que aunque el la enseñara, muy pocos la entenderían plenamente. Algunas personas tienden a interpretarla con ligereza, dando por sentado que ya lo entendieron todo y pretenden ya aplicarla en su vida diaria. Quizá asocien el alivio del sufrimiento con poner fin a sus dificultades u obstáculos o paliar el dolor físico. No obstante, las dificultades y los obstáculos son inherentes al cambio; siempre surgirán, independientemente de nuestro desarrollo personal. De hecho, en las personas dotadas de una gran mente y un gran corazón, siempre comprometidas con grandes metas, las dificultades y los obstáculos suelen multiplicarse geométricamente.
Hay varios tipos de sufrimiento, pero las formas más persistentes y limitantes están vinculadas con la noción del Yo. La falta de sabiduría, y por tanto de compasión, se reflejan en el sufrimiento. La sabiduría y la compasión nos permiten trascender nuestra fijación al Yo. Pero las dificultades y los obstáculos permanecen, aun cuando ya no experimentemos las formas más graves de sufrimiento. Al crecer en madurez, podremos apreciar nuestras oportunidades y estar abiertos a las pruebas y tribulaciones que vienen con una vida plena de sentimientos. Seguir el Noble Óctuple Sendero implica madurar en la mente, en el corazón y en la acción, con lo cual se reduce el sufrimiento a cada paso del camino.
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domingo, 13 de junio de 2010

El Noble Óctuple Sendero (II)


El Buda dijo que el sufrimiento humano es innecesario: temores, frustraciones, emotividad y desilusiones tienen causas evidentes que se pueden eliminar. Pero carecemos de la sabiduría necesaria. Con más conciencia, nuestras acciones pueden ser más acertadas. Cuando se unan la sabiduría y la acción, nuestro sufrimiento cesará. Para ayudarnos a lograr esta meta, el Buda trazó el Noble Óctuple Sendero que conduce a la iluminación. Se lo venera y practica en todas las tradiciones budistas.
En cierta forma el Óctuple Sendero puede parecer engañosamente simple. Quizá todas las grandes enseñanzas corran el riesgo del exceso de simplificación, pero eso es particularmente cierto en el caso de las enseñanzas budistas porque has ido introducidas en Occidente muy recientemente, un tiempo demasiado breve como para desarrollar una comprensión profunda. El lenguaje de las enseñanzas resuena con niveles sutiles de significado; si no estamos en sintonía con ellos, podemos perder campos enteros de significados.
El estudio de los temas de estas enseñanzas fuera de contexto también pueden generar confusión. La mezcla de ideas de otra manera inconexas puede ocultar la estructura subyacente, dificultando así la asimilación de las enseñanzas apropiadas para cada etapa del camino. Lo mejor es escuchar sin prejuicios, sin sacar conclusiones precipitadas, permitiendo que nuestra mente absorba las palabras y los mensajes de las enseñanzas sin comentarios ni distorsiones interiores. La tradición dice que primero hay que escuchar la enseñanza y entender que significa, luego meditar sobre ella y finalmente ponerla en práctica. Sólo desde esta base podemos verdaderamente evaluar si la enseñanza funciona o no.
Las enseñanzas del Buda forman una totalidad compleja. La visión iluminada y la aspiración a lograrla, la filosofía de amplio alcance y los insights psicológicos, las prácticas de meditación, los rituales y los símbolos, todos actúan en conjunto. Cuando los estudiamos y practicamos con respeto a la totalidad, emerge una estructura en la que la mente puede confiar. Las enseñanzas budistas no son una lista de dogmas, forman una guía que nos capacita para reconocer y sacar de raíz una por una las partes oscuras de la conciencia. Paliar el sufrimiento significa, en última instancia, perfeccionar recursos interiores.
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sábado, 12 de junio de 2010

Mente clara, mente impura. La mente es el capitán del barco (I)


"Todas las cosas tienen la naturaleza de la mente" son las primeras palabras del Dhammapada, una elocuente colección de enseñanzas que impartió el Buda. "La mente es el jefe y asume el mando, Si la mente es clara, todo lo que hagas o digas traerá una felicidad que te seguirá como tu sombra. Si la mente está corrompida, todo lo que hagas o digas generará un sufrimiento que te seguirá como un carro tirado por el caballo."
A veces, puede parecer que hay alguien en nuestra cabeza que controla todo, una autoridad independiente a quien llamamos Yo que es responsable de nuestros actos. Tendemos a equiparar a este Yo con nuestra mente. Sin embargo, el Buda nos enseña que creer en un Yo revela falta de insight sobre la naturaleza de la mente. En el idioma filosófico tibetano -que se desarrolló para traducir textos budistas del sánscrito- hay muchas palabras para referirse a la mente, según sea la actividad que se está realizando. Todos los budistas saben que ella tiene una gran variedad de funciones. En el sentido más amplio, podríamos decir que la mente es nuestra respuesta total al hecho de estar vivos.
Todas nuestras reacciones al mundo que nos rodea se producen en la mente. El sentirnos seguros o inseguros, confiados o desconfiados, depende de cómo fue entrenada nuestra mente. Nuestra forma de vivir, nuestros actos y palabras, todo ello revela la cualidad de la mente. Por ejemplo, si estamos "desparramados" en una silla, la mente no puede estar abierta ni alerta. Si nos sentamos en el borde, participando plenamente sin retraernos, irradiaremos energía y calidez.
La mente es el capitán del barco: regula el tono, determina la carga y marca el rumbo. El capitán establece prioridades y decide qué registrar en el cuaderno de bitácora, qué vale la pena recordar y qué debe ser ignorado. El estar hoy aquí es resultado de nuestras elecciones en el pasado, y el futuro depende de lo que está ocurriendo en nuestra mente en este preciso instante. Nuestro estado anímico determina nuestra vida.
La mente es infinitamente compleja, posee un potencial que ni en sueños llegamos a imaginar. Sin embargo, tiende a funcionar de manera algo limitada: los motores de nuestro barco operan a media máquina. A pesar de las múltiples opciones que la mente nos presenta, solemos elegir dentro del restringido repertorio de cuatro o cinco posibilidades. Nuestros principales motivadores son la esperanza y el miedo, y las habituales reacciones por costumbre. Lo que nos atrae, lo que valoramos, lo que ignoramos, lo que preferimos apartar de nuestro camino y lo que hacemos empujados por simple necesidad: éste es el campo de acción que dictamina el marco en que opera la mente.
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(Texto extraído del libro "Vivir sin arrepentimiento". Autor Arnaud Maitland)

viernes, 11 de junio de 2010

Juzgar


No juzguéis, para no ser juzgados
pues así como juzguéis, seréis juzgados.

La sabiduría es inseparable de la compasión. Nunca ofende ni causa daño. Por el contrario, el juzgar tiene muy poca sabiduría y ninguna compasión. Mientras que la compasión salva brechas entre las personas, el juzgar crea separación, aún entre amigos.
Cuando criticamos nos sentimos invulnerables, como si fuéramos omniscientes. Cuando obedecemos únicamente a los dictados de nuestra mente, cerramos ojos y oídos a las posturas de todos los demás. La comunicación entre cabeza y corazón falta y queda clausurada. Cuanto más fuerte nuestro apego a una determinada convicción, más rígida se hace. Al juzgar su fija aquello que está sujeto al cambio permanente y se lo que es abierto por naturaleza. Los juicios y las opiniones encendidas indican sentimientos de inseguridad, que se originan en el pequeño espacio del Yo. Si no, ¿por qué necesitamos adoptar una postura de superioridad? Escarbando un poco, descubrimos que las opiniones ocultan la resistencia a un conocimiento mayor. Al creernos dueños de la verdad nos disociamos de una realidad mucho más compleja. El juzgar nos da una coartada para no mostrar empatía. Nos da permiso para ahogar nuestros sentimientos y nos justifica por no mostrar compasión.
Esto puede parecer relativamente inofensivo si el único propósito es paliar nuestra inseguridad. Lamentablemente, sacar conclusiones desacertadas puede causar daño a los demás.

Sin consideraciones egoístas
se puede, con afecto, decir a los demás sus defectos,
pensando únicamente en su bien.
Pero aunque sea cierto lo que se dice,
esto provocará una herida abierta en sus corazones.
Palabras gentiles es el consejo de mi corazón.

Cuando la persona que uno despreció empieza a defenderse, sabemos que la crítica caló hondo; el daño ya está hecho. Hemos pisoteado su corazón. El veredicto que acarrea una crítica negativa puede reverberar indefinidamente en el corazón y la mente. El condenado recibe una pesada sentencia: a veces para toda la vida. Los pacientes terminales o con enfermedades crónicas deben lidiar con dos diagnósticos simultáneos: el veredicto clínico del médico y las opiniones de los demás. Aunque no se formulen directamente, los juicios quedan en el aire impidiendo que se produzca una sincera empatía. Cada visita puede convertirse en un suplicios para el paciente. En lugar de recibir el amor y la compasión que tanto anhela, debe soportar la pesada carga de la enfermedad solo, con sentimientos de culpa e inseguridad. La energía que necesita para encarar la enfermedad se transforma en angustia. Darle a la enfermedad la atención que requiere implica un enorme esfuerzo. La enfermedad pasa a ser una prolongada batalla en todos los frentes: físico, mental y sobre todo, espiritual.

Las palabras que no tocan a otro gentilmente
el sabio las aparta.

Según el dicho popular: "Si no tienes algo gentil que decir, no digas nada". Porque, ¿qué motivo tenemos para juzgar? ¿O para tomarle el pelo a otro, que no es más que una forma jocosa de juzgar? Quizá juzguemos para remarcar la distancia entre la gente, para dar rienda suelta a la impaciencia y el desdén, o para reafirmar nuestros sentimientos de superioridad. Los pensamientos y las opiniones generalmente enmascaran el temor a enfrentar aspectos rechazados de nosotros mismos: ¿Es cierto que percibimos una cualidad particular en el otro o simplemente estamos proyectando? Eso que vemos, ¿se encuentra realmente afuera de nosotros? Un buen remedio contra el juicio crítico es tener presente el juego infantil: "El que lo dice lo es".
El juzgar también ofrece oportunidades: cuando juzgamos, nos miramos en un espejo. Así como el sueño delata los deseos y temores ocultos del soñador, la crítica es el negativo de la mente emocional. Eche una mirada profunda a los problemas irresueltos que contaminan nuestro mundo privado. Con la práctica, podremos aprovechar el juzgar para despertar desde este pequeño mundo de la conciencia, que es apenas más real que el mundo onírico.
Si a nosotros nos critican nos sentimos atrapados sin salida, como una abeja en un frasco. Lo más probable es que el sentirnos atacados refuerce los patrones existentes: esta herida es sólo un golpe más, el último de una larga serie de incidentes que afectaron nuestro desarrollo. No importa cuánto deseamos cambiar, no sabemos ser diferentes.
De todas maneras, podemos estar a la altura del desafío practicando la apertura para recibir la crítica. ¿No es cierto que donde hay humo hay fuego? A veces el problema es sólo cuestión de mala comunicación, no nos dimos el tiempo suficiente para escuchar, pero reaccionamos al instante. Escuchando y reflexionando, tratando de conectar con el significado detrás de las palabras, podemos percibir la sabiduría que hay en ellas. Más importante aún, nos preguntamos: "¿Cómo puedo mejorarlo?" La respuesta se basa en el autoconocimiento. Para enriquecer el autoconocimiento, la tradición budista ofrece muchos métodos.

(Texto extraído del libro "Vivir sin arrepentimiento". Autor Arnaud Maitland)

jueves, 10 de junio de 2010

Flores de Bach. Pine (III) y último


¿Por qué habría de culparse. pues? Quien retiene sus faltas y no se ama ni se perdona a sí mismo, tampoco puede amar ni perdonar a otros. ¿Dónde está entonces el sentido de una relación humana?
A través de Pine se pude aprender a entender el verdadero contenido de la idea cristiana de la redención. Se puede aceptar que un ser humano no tiene que sentir culpa alguna porque su culpa fue expiada desde hace mucho, antes de que llegara al mundo, por el sacrificio simbólico en la cruz. Tan sólo le resta decir sí a esta circunstancia.
En estado Pine positivo sentimos que ya pasó el tiempo del vindicativo Dios de Moisés y sus severos mandamientos, que ya no se necesita castigar, sino que cada cual, en la medida en que puede sentir verdadero y puro arrepentimiento, se acerca a su rendición.
A las personas capaces de transformar un grave estado Pine negativo, le fluye mucha energía. Pueden ayudar a su prójimo a solucionar problemas similares con palabras consoladoras, con el intercambio de experiencias o, a veces, sólo a través de su irradiación energética, con su mera presencia.

Potencial en estado transformado:
  • Confiesa las faltas cometidas, las acepta, pero no se aferra a ellas.
  • En lugar de culpa, siente verdadero arrepentimiento, puede perdonarse y olvidar.
  • Tiene una profunda comprensión del ser humano, en particular de los sentimientos humanos.
  • Carga con las preocupaciones de los demás, pero sólo cuando es razonable.
  • Gran paciencia, humildad, modestia interior.
  • Verdadera compresión de la idea cristiana de redención.

miércoles, 9 de junio de 2010

Flores de Bach. Pine (II)


Es como si un individuo en estado Pine negativo se disculpara interiormente por el solo hecho de haber nacido, quizá porque en lo profundo de su ser no está convencido de merecer la existencia humana. No es raro que percibamos aparejada con ésta postura básica de temor infantil, acuñada inconscientemente por ideas dogmáticas, religiosas, con rigurosos mandamientos y prohibiciones: "Debes trabajar". "No debes desear el sexo". Dios lo ve todo y sabe también que como seres humanos hace mucho que hemos fracasado, y porque esto es así, ya no nos queda sino el castigo y la penitencia, dolorosos e intensos, ojo por ojo y diente por diente.
Y cuando no llega castigo alguno de arriba, se lo imponen ellos mismos. Por esta razón muchas personas en estado Pine negativo cargan inconscientemente con una cruz. Algunos tienen una manía de sacrificarse casi masoquista y, por ejemplo, se castigan de por vida con un compañero desconsiderado, sin conocer la causa interior. Dan amor a lo que ellos consideran amor, sin poder reclamarlo para si mismos. Un error trágico de la personalidad en varios sentidos que destruye la vida.
Cuando una personalidad se excluye del amor, de la corriente de la vida, no puede fluir por ella la energía divina. Entonces no sólo secciona su propio nervio vital, sino que atenta también contra la Unidad, contra la Creación. Con sus programas de culpa autodestructivos irrita y perjudica todo su entorno.
La causa de esta postura reside también en la dirección visual, completamente equivocada, de la personalidad, que se limita a seguir su estrecha comprensión del bien y del mal y se atreve a querer juzgar, en lugar de aceptar simplemente lo que llega a saber a través de la conducción de su Yo Superior.
En estado Pine negativo debemos reconocer lo que quiere decir en lo más hondo ser hombre, ya que no por el mero hecho de vivir y respirar en esta Tierra, resulta del todo absurdo cuestionar el derecho a vivir. Deberíamos aceptar que el hombre, a diferencia de su alma perfecta, es en su cuerpo un ser imperfecto y que en este cuerpo no puede alcanzar progreso alguno sin fracasos y errores. Precisamente, los conflictos en torno a estos errores son los que proveen al individuo de la energía necesaria para su desarrollo. Por lo tanto, debe cometer errores, incurrirá en ellos una y otra vez, y por último estos errores le acercarán más y más a su alma y a Dios.
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martes, 8 de junio de 2010

Flores de Bach. Pine (I)


Pine está relacionado con la capacidad anímica de arrepentimiento y perdón. En estado Pine negativo nos aferramos obstinadamente a nuestra culpa.
Puede tratarse de un sentimiento de culpa provocado por un hecho reciente, porque olvidamos cerrar una ventana y la cotorra se escapó, o puede tratarse de sentimientos de culpa muy remotos, arquetípicos, inconscientes hasta remontarnos al pecado original o culpa de Eva que tentó a Adán con la manzana. Junto con Holly, Pine es quizá uno de los estados anímicos humanos más existenciales, y no siempre es fácil de reconocer en otras personas.
Un estado Pine inconsciente se delata a menudo por formulaciones inconscientes que evidencian un sentimiento de culpa como: "No me perdonaré haber sido tan desatento" "Perdóname que me siente" o "Sé que es culpa mía que el muchacho sea tan revoltoso..." o "En realidad mis padres deseaban una hija pero hubieron de conformarse con un varón".
En los individuos de acentuados rasgos Pine, con frecuencia el estado de ánimo presenta un tinte de culpa, y como consecuencia se muestran físicamente cansados y agotados. En la vida de los caracteres Pine la fase "alegría de vivir", se escribe con letra muy pequeña. Se cuentan entre las personas que nunca están del todo satisfechas con los logros positivos que consiguen y se reprochan interiormente por no haberse esforzado un poco más. En estado Pine negativo exigimos mucho más de nosotros mismos que de los demás, y cuando estas elevadas expectativas no se cumplen, nos colmamos interiormente de autorreproches.
Otro signo típico del estado Pine es cargar con la culpa por los errores del otras personas, pues se consideran copartícipes en la responsabilidad. Así, por ejemplo, se sienten culpables cuando deben reclamar a una vecina desaprensiva que baje el volumen de su equipo estereofónico. Con frecuencia, los niños Pine son la cabeza de turco de su clase y permiten que los castiguen sin protestar por cosas que no les son imputables. Cuando los caracteres Pine enferman o están extenuados, piden disculpas a quienes les rodean. Si cinco personas hacen cola en una panadería y sólo quedan cuatro panes, siempre será el tipo Pine el que renunciará a su derecho, porque se sentiría culpable en su fuero interno por haber dejado a otro sin pan.
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(Texto extraído del libro "La terapia floral de Bach". Autora Mechthild Schiffer)

lunes, 7 de junio de 2010

La era de la ansiedad (VIII) y último


El principio es todavía más pertinente si consideramos a Cristo como divino en el sentido más ortodoxo, como la reencarnación única y especial de Dios, pues el tema básico de la historia de Cristo es que esta "imagen expresa" de Dios se convierte en la fuente de vida en el mismo acto de ser destruido. Para los discípulos que trataron de aferrarse a su divinidad en la forma de su individualidad humana, dio la explicación: "Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere, da mucho fruto". De la misma manera les advirtió: "Es menester para vosotros que me vaya, pues de lo contrario el Paracleto (el Espíritu Santo) no podrá bajar sobre vosotros".
Estas palabras son más aplicables que nunca a los cristianos, y se refieren exactamente a la condición de nuestra época. Nunca hemos comprendido de verdad el sentido revolucionario que hay detrás de ellas, la verdad increíble de que eso que la religión llama la visión de Dios se encuentra cuando abandonamos toda creencia en la idea de Dios. Por la misma ley del esfuerzo inverso, descubrimos lo "infinito" y lo "absoluto", no esforzándonos por escapar del mundo finito y relativo, sino mediante la aceptación más completa de sus limitaciones. Por paradójico que pueda parecer, de modo semejante sólo nos parece la vida llena de significado cuando hemos visto que carece de propósito, y sólo conocemos el "misterio del universo" cuando estamos convencidos de que no sabemos absolutamente nada sobre él. El agnóstico, relativista o materialista ordinario no logra llegar a este punto porque no sigue su línea de pensamiento consecuentemente hasta el final..., un final que sería la sorpresa de su vida. Abandona la fe demasiado pronto, deja de lado la apertura a la realidad, y permite que la doctrina endurezca su mente. El descubrimiento del misterio, la maravilla por encima de todas las maravillas, no requiere creencia, pues sólo podemos creer en lo que ya hemos conocido, preconcebido e imaginado. Pero esto se encuentra más allá de toda imaginación. Sólo tenemos que abrir lo suficiente los ojos de la mente y "la verdad saldrá"

domingo, 6 de junio de 2010

La era de la ansiedad (VII)


Pero las personas "religiosas" que se resisten al raspado de la pintura que cubre los cristales, que contemplan la actitud científica con temor y desconfianza y confunden la fe con aferrarse a ciertas ideas, ignoran curiosamente las leyes de la vida espiritual que podrían encontrar en sus propias tradiciones. Un estudio meticuloso de la religión y la filosofía espiritual comparadas, revela que el abandono de la creencia, de ese aferrarse a una vida futura propia y de todo intento de escapar a la finitud y la mortalidad, es una etapa regular y normal en el desarrollo del espíritu. En efecto, éste es en realidad un "primer principio" de la vida espiritual, lo cual debería haber sido evidente desde el principio, y resulta sorprendente que los doctos teólogos adopten actitudes que no sean la de una cooperación hacia la filosofía crítica de la ciencia.
Sin duda no es nada nuevo que la salvación sólo llega mediante la muerte de la forma humana de Dios. Pero quizá no fue fácil ver que la forma humana de Dios no es simplemente el Cristo histórico, sino también las imágenes, ideas y creencias en el Absoluto a las que el hombre se aferra en su mente. Éste es el pleno significado del mandamiento: "No te harás escultura ni imagen alguna, ni de lo que hay arriba en los cielos..., no te postrarás ante ellas ni les darás culto".
Para descubrir la Realidad última de la vida -lo Absoluto, lo eterno, Dios- hay que cesar de intentar comprenderla en las formas de ídolos. Estos ídolos no son sólo imágenes toscas, como la imagen mental del Dios que le representa en forma de un anciano caballero sentado en un trono de oro. Son nuestras creencias, nuestras estimadas ideas preconcebidas de la verdad que bloquean la apertura mental sin reservas y el corazón de la realidad. El uso legítimo de las imágenes estriba en expresar la verdad, no en poseerla.
Esto siempre lo han reconocido las grandes tradiciones orientales como el budismo, el vedanta y el taoísmo. Tampoco los cristianos han desconocido el principio pues estaba implícito en toda la historia y la enseñanza de Jesús, cuya vida fue desde el comienzo una aceptación de la inseguridad, abrazada sin reservas: "Los zorros tienen madrigueras y las aves del cielo tienen nidos, pero el Hijo de Hombre no tiene donde reposar su cabeza."
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sábado, 5 de junio de 2010

La era de la ansiedad (VI)


Al llegar aquí, no deseo parecer misterioso o hacer afirmaciones de "conocimiento secreto". La realidad que corresponde a "Dios" y "vida eterna" es honesta, sin engaño, clara y expuesta a la vista de todos. Pero es preciso una corrección mental para verla, de la misma manera que una visión clara requiere a veces la corrección que proporcionan unas gafas.
La creencia obstaculiza, en vez de ayudar, el descubrimiento de esta realidad, tanto si uno cree en Dios como si cree en el ateísmo. Hemos de hacer una distinción clara entre creencia y fe, porque, en la práctica general, la creencia ha llegado a significar un estado mental que es casi opuesto a la fe. La creencia, tal como uso la palabra en este contexto, es la insistencia en que la verdad es lo que uno querría o desearía que fuera. El creyente abrirá su mente a la verdad a condición de que ésta encaje con sus ideas y deseos preconcebidos. La fe, por otro lado, es una apertura sin reservas de la mente a la verdad, sea ésta la que fuere. La fe carece de condiciones previas; es una zambullida en lo desconocido. La creencia se aferra, pero la fe es un dejarse ir. En este sentido de la palabra, la fe es la virtud esencial de la ciencia y, del mismo modo, de cualquier religión que no se engañe a si misma.
La mayoría de nosotros creemos a fin de sentirnos seguros, para que nuestras vidas individuales parezcan valiosas y llenas de sentido. La creencia se ha convertido así en un intento de aferrarse a la vida, de hacerse con ella y conservarla para uno mismo. Pero no es posible comprender la vida y sus misterios mientras uno trate de aferrarla. En efecto, no es posible aferrarla, de la misma manera que uno no puede llevarse un río en un cubo, es evidente que no comprendemos el fenómeno del agua que corre y que siempre estaremos decepcionados, pues el agua no corre en el cubo. Para "tener" agua corriente uno debe dejarla correr libremente. Lo mismo es cierto de la vida y de Dios.
La fase actual del pensamiento y la historia humanos está especialmente madura para ese "dejar correr". El mismo derrumbamiento de las creencias en las que habíamos buscado la seguridad, ha preparado a nuestra mente. Desde un punto de vista estricto, aunque extrañamente, de acuerdo con ciertas tradiciones religiosas esta desaparición de las viejas rocas y los absolutos no es ninguna calamidad, sino más bien una bendición. Casi nos impulsa a enfrentarnos a la realidad con la mente abierta, y sólo podemos conocer a Dios a través de la apertura mental, como se ve el cielo a través de una ventana clara; no es posible verlo si se han pintado los cristales de azul.
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viernes, 4 de junio de 2010

La era de la ansiedad (V)


En consecuencia. nuestro tiempo es una era de frustración, ansiedad, agitación y adicción a los narcóticos. De alguna manera hemos de aferrarnos a lo que podamos mientras podamos, e ignorar el hecho de que todo es fútil y carente de sentido. A esta manera de narcotizarse la llamamos nuestro alto nivel de vida, una estimulación aún más violenta. Anhelamos la distracción, un panorama de visiones, sonidos, emociones y excitaciones en el que debe amontonarse la mayor cantidad de cosas posible en el tiempo más breve posible.
Para mantener este "nivel", la mayoría de nosotros estamos dispuestos a soportar maneras de vivir que consisten principalmente en el desempeño de trabajos aburridos, pero que nos procuran los medios para buscar alivio del tedio en intervalos de placer frenético y caro. Se supone que esos intervalos son la vida real, el verdadero objetivo que tiene el mal necesario del trabajo. O imaginamos que la justificación de ese trabajo es formar una familia para que siga haciendo lo mismo, a fin de poder crear otra familia... y así ad infinitum.
Esto no es ninguna caricatura, sino la realidad pura y simple de millones de seres humanos, tan corriente que apenas merece la pena que nos detengamos en los detalles, salvo para indicar la inquietud y la frustración de quienes lo soportan, sin saber qué otra cosa podrían hacer.
Pero ¿qué vamos a hacer? Parece que hay dos alternativas. La primera consiste en descubrir, de un modo u otro, un nuevo mito, o resucitar uno antiguo de un modo convincente. Si la ciencia no puede demostrar que Dios no existe, podemos tratar de vivir y actuar como si, después de todo, existiera de verdad. No parece que haya nada que perder en es juego, pues si la muerte es el final, nunca sabremos que hemos perdido. Pero, evidentemente, esto jamás equivaldrá a una fe vital, pues es como si uno dijera: "Puesto que, de todos modos, la vida es fútil, finjamos que no lo es." La segundo alternativa consiste en tratar de enfrentarse sombríamente al hecho de que la vida es "un cuento contado por un idiota", y obtener de ella lo que podamos, dejando que la ciencia y la tecnología nos sirvan lo mejor que puedan en nuestra travesía de una nada a otra.
Sin embargo, éstas no son las únicas soluciones. Podemos empezar aceptando todo el agnosticismo de una ciencia crítica. Podemos admitir francamente que carecemos de base científica para creer en Dios, en la inmortalidad personal o en cualquier absoluto. Podemos abstenernos completamente de intentar creer, tomando la vida tal como es, sin más. Desde este punto de partida hay, no obstante, otra manera de vivir que no requiere de mito ni desesperación, pero sí una completa revolución de nuestras formas de pensar y sentir ordinarias, habituales.
Lo extraordinario de esta revolución es que revela la verdad que existe detrás de los llamados mitos de la religión y de la metafísica tradicionales. Lo que revela no son creencias, sino auténticas realidades que, de una manera inesperada, corresponden a las ideas de Dios y de la vida eterna. Hay razones para suponer que una revolución de esta clase fue la fuente original de alguna de las principales ideas religiosas, y que está con relación a ellas como la realidad con relación al símbolo y la causa al efecto. El error habitual de la práctica religiosa es confundir el símbolo con la realidad, mirar el dedo que señala el camino y luego consolarse chupándolo en vez de seguir la dirección. Las ideas religiosas son como palabras, poco útiles y con frecuencia engañosas, a menos que uno conozca las realidades concretas a que se refieren. La palabra "agua" es un medio útil de comunicación entre las personas que saben lo que es el agua. Lo mismo es cierto con respecto a la palabra y la idea llamada "Dios".
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