miércoles, 28 de marzo de 2012

Perspectiva cerrada

haideé iglesias

Ángulo obtuso de la mente encajonada por las visiones condicionadas que nos engañan... No hay error, sólo dolor...
Abre tu campo de visión y encontrarás una mayor comprensión de por qué no puedes encontrar eso que tanto anhelas:  amor... felicidad... 
Permite que tu corazón se abra a una perspectiva mayor alejándote de lo que vives como real... y fluirá la humildad al comprender cuán poco de lo que vivimos nos pertenece... Todo en interacción con lo demás. 
Una esencia si, mas, no la encontrarás desde una perspectiva cerrada, cerrada por el miedo a ver que puede haber más allá de la puerta que con tanto ahínco has cerrado para proteger al único que necesita estar en libertad: el corazón.

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Confluyen las líneas en un punto cerrado que dificulta la visión abierta. Aún así, esta  perspectiva puede permitir una mayor apertura de comprensión. No es errónea, sólo limitada. Es bueno ejercitarla mas, uno se ha de abrir para ir abarcando la totalidad... Tomar perspectiva nos adentra en una comprensión más objetiva, al no estar tan cerca del objeto observado o... de las emociones que se viven como ciertas. Si nos pueden parecer ciertas porque así se las está viviendo (de ahí el aferrarnos a una identidad) pero no lo son porque nacen del condicionamiento en el que nos sume el sufrimiento, sufrimiento que no siempre ayuda a interpretar acertadamente lo que nos está sucediendo, por esto el alejarse durante un tiempo nos permite encontrar otro manantial emocional que no está tan contaminado. Dolerá, si, puede doler, mas es así que se puede comprobar cuan engañados vivimos acerca de lo que pensamos como cierto y es tan sólo producto de la emoción que menos nos gusta encontrar: miedo. 

lunes, 26 de marzo de 2012

Cadencia

haideé iglesias

En el movimiento, en el sonido, en la luz... 
Todo en armónico ritmo cadencioso que amansa las revueltas piruetas emocionales vividas en dobleces insustanciales mas, enriquecidas por la luz de la perseverante atención que las difumina en la misma cadencia armoniosa que fluye en cada ola... 

viernes, 23 de marzo de 2012

Zen y depresión. Observar sin inculpar



Dirigir todas las culpas hacía uno mismo

Dicho de la práctica tibetana

Cuando nuestra vida se convierte en dolorosa, o parece que no funciona, se pone en marcha de manera casi automática nuestra necesidad de buscar algo a lo que echar la culpa. Es exactamente la situación opuesta a examinar nuestra situación y permanecer abiertos y curiosos.
Esa búsqueda de algo a lo que culpar se intensifica cuando estamos asustados o sufrimos y por ello dejamos de examinar la situación, y en lugar de ello iniciamos una frenética búsqueda de algo o alguien a quien hacer responsable. Solemos empezar a buscar un origen fuera de nosotros, ya que no queremos aceptar la responsabilidad. Entonces, hacemos responsables del dolor que sentimos a nuestros cónyuges, nuestros hijos o nuestros amigos. Al cabo de poco tiempo nos sentimos amargados y enfadados con respecto a todo el mundo.
Resulta igualmente fácil echarnos la culpa a nosotros mismos, ya que uno de los síntomas más comunes de la depresión es la sensación de ser defectuosos en nuestro centro neurálgico. Podemos incluso sentirnos responsables por los problemas y sufrimientos de los demás. En su peor aspecto, la depresión puede hacernos sentir que somos responsables de todo lo que funciona mal en el mundo. De esa manera, puede parecer que nuestra depresión confirma nuestros peores temores acerca de nosotros mismos.
Sea como fuere, buscar algo a lo que culpar es el resultado de creer que si sentimos dolor es porque algo está equivocado y por ello debemos hallar un medio para evitar el dolor y la situación en la que nos hallamos.
Ambas acciones nos apartan del dolor y nos distraen de lo que realmente está sucediendo. Porque, tanto si culpamos a los demás como a nosotros mismos, la inculpación es una barrera que nos impide alcanzar la verdadera comprensión de nuestras vidas, así como sumergirnos en su intimidad.
Hay una historia zen sobre un monje joven que trabajaba en la cocina de un monasterio. Al recoger las verduras para la cena, accidentalmente cogió una serpiente, que cortó y sirvió en la cena, totalmente ignorante de su presencia. A la hora de servir resultó que el pedazo de serpiente más grande fue a parar al cuenco del maestro del templo. Enfadado al encontrar carne en su comida, el maestro rugió: "¿Qué es esto?". El monje lo miró, se lo zampó de inmediato y replicó: "Muchas gracias".
La acción del monje joven de la historia suele utilizarse para hacer referencia a "comerse la culpa". Comerse la culpa significa que debemos tomar toda la culpa de lo que ocurre dentro de –no sobre– nosotros. Esta historia nos enseña que, al igual que el monje, podemos ir más allá de la inculpación, apartar a un lado nuestro deseo de echarles la culpa a los demás o a nosotros mismos.
Cuando nos sentimos acorralados contra la pared, echar la culpa es un método que utilizamos para escapar. No obstante, aunque una de las características más comunes de la depresión es la sensación de que se está acorralado contra la pared, inculpar no nos será de gran ayuda. Buscar a ciegas algo o alguien a quien inculpar sólo nos reportará una sensación de mayor inutilidad, insatisfacción e irritabilidad.
En lugar de ello, podemos "comernos" la culpa apartándola a un lado, y observarla en lo que es, en lugar de preguntarnos por qué es. Podemos dejar de tratar de comprenderlo todo y dejar de tratar de escapar de nuestras emociones y nuestro dolor. Asimismo, podemos regresar al doloroso y desnudo acto de sólo ser con lo que nos está sucediendo. Y al hacerlo descubrir que nada sigue siendo tan horrible al aceptarlo como da la impresión de ser cuando tratamos de huir de ello.
Por lo general consideramos nuestras dificultades con vistas a tratar de comprender el porqué de las cosas, y nos imaginamos que la respuesta nos explicará todo lo que necesitamos hacer. En cambio, podemos observar la situación en profundidad y con tranquilidad, sin tratar de comprender nada. Podemos mirarla con una profunda curiosidad, sólo para ver cómo funcionan bien las cosas. Si hacemos eso podemos llegar a darnos cuenta de que no hay nada que no tenga que hacerse, y es suficiente sólo con ver las cosas tal como son. O podemos llegar a darnos cuenta de que al observar el proceso se nos presenta una respuesta.
Esta práctica resulta tan fundamental para el budismo que el primer tipo de meditación practicada por muchos budistas se llama vipassana o meditación de profunda visión. La forma vipassana es una forma de mirar en profundidad en nuestro interior en el momento presente. La comprensión que reporta esta práctica meditadora puede ayudarnos a pasar del sufrimiento a la alegría.
Eso es lo que le sucedió al Buda en la noche de su iluminación. Observó profundamente los mecanismos de su cuerpo y mente, en el interior de su propia naturaleza.
Si usted ha realizado un esfuerzo para mirar en su interior, en su depresión y en su sufrimiento, entonces habrá aprendido muchas cosas sobre sí mismo y sobre sus reacciones. Será usted capaz de investigar la situación en la que se encuentre. Podrá continuar enfrentándose sin miedo a los hechos de su depresión y sufrimiento tal como son. Tal vez sin ni siquiera darse cuenta, habrá cambiado mediante el simple acto de observación. Habrá cambiado la depresión al verla claramente.
Cuando podemos observar nuestra situación sin buscar explicaciones, podemos alcanzar una compresión más profunda, más allá de nuestra manera habitual de pensar. En el interior de dicha compresión se nos pueden revelar soluciones. Aprendiendo a ver lo que es efectivo de verdad, lo que funciona y lo que pude llegar a empeorar las cosas. Podemos empezar a pasar a la acción e iniciar (o continuar) la curación.

Exploración complementaria

Cuando algo va mal en la vida, ¿a que le echa la culpa? ¿Empieza inculpándose a usted mismo? ¿O bien primero intenta hacerlo tomando algo o alguien externo a usted mismo? Si pone su atención fuera de usted, ¿tiene gente o cosas "favoritas" a las que inculpar?
Sea consciente de su impulso de inculpación cuando éste surge. ¿Puede observarlo y separarse de la necesidad de seguirlo? ¿Cómo se siente cuando lo logra?
Permanezca con la situación y con las sensaciones desagradables que tiene. ¿Desea hallar la manera de deshacerse de esas sensaciones?
¿Puede observar la situación sin deseo de inculpar o tratar de hallar una solución?
¿Le resulta difícil? ¿Encuentra algo de alivio al no tener que señalar a alguien (o a usted mismo) como responsable?
¿Cambia la situación al esperar y simplemente observarla? ¿Ve necesario hacer algo? Si hay que hacer algo, ¿encuentra una respuesta diferente de la que normalmente tendría en situaciones en las que busca inculpar a alguien o algo?
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¿A quién echa la culpa de su depresión? ¿A usted mismo? ¿A su familia o amigos? ¿A su empleo? ¿A su vida? ¿A Dios?
¿Le alivia echar la culpa a alguien? ¿O bien es algo que evita que tome una iniciativa que pueda resultarle de ayuda? ¿Aumenta el inculpar su sensación de inutilidad en la depresión?
¿Puede aceptar no saber de dónde proviene su depresión? ¿Le hace eso sentirse incómodo? ¿O bien representa un alivio en sí mismo?
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Un verso para recordar al inculpar:

Cuando todo va mal y busco echar la culpa
me tragaré ese pedazo escurridizo
y miraré más allá de la culpa
para ver qué es en realidad.

Realizar la exploración sólo si te sientes cómodo haciéndola. Recomendación del propio autor.

(Extraído del libro "El camino del Zen para vencer la depresión". Autor Philip Martin)

jueves, 22 de marzo de 2012

Mundo cambiante

haideé iglesias

Resulta asombrosa la diversidad de cambios que se producen instante tras instante... 
Mundo cambiante, si, y una realidad inmutable que perdura inquebrantable, estimulantemente inquebrantable... 


miércoles, 21 de marzo de 2012

Cantarina corriente

haideé iglesias

Agua que fluye imperturbable ante mis ojos. Sonidos que recorren el paisaje emocional que me alimenta. Vida en constante movimiento. Fuerza imparable de la corriente que fluye por mi venas, en rojo terciopelo, satinado y denso, como la cantarina corriente que salta en cada tropiezo. Así late el corazón, cantarinamente... pom, pom... pom, pom... pom, pom... y sigo viviendo... 

martes, 20 de marzo de 2012

Presenciando la luz

haideé iglesias

En el perpetuo girar 
vamos encontrando
la diversidad
de la luz 
que la tierra 
nos conmina 
a presenciar...

lunes, 19 de marzo de 2012

Fragmentada

haideé iglesias

apariencia de lo que no es más que fusión e interconexión...  Así como las nubes desaparecen, así las emociones van y vienen... si te apegas, estás fragmentando... si las dejas ir, vivirás en plenitud... 

viernes, 16 de marzo de 2012

Zen y depresión. Elegir y preferir


Una de las principales características de mi propia depresión esa el estado mental cínico y crítico que fomentaba. En público miraba constantemente a otra gente, juzgándola mentalmente a causa de su indumentaria, sus modales y su forma de hablar. Me resultaba difícil leer, porque mientras leía un libro podía escucharme a mí mismo criticando al autor, pensando que yo lo habría escrito mucho mejor, o desarrollado un argumento mejor. Imaginaba que las personas que me eran próximas vivían sus vidas basadas en motivos y pensamientos negativos.


MIs juicios sobre mí mismo eran todavía más severos. Constantemente me recriminaba cada uno de los pensamientos y acciones. Sentía que en el fondo yo era defectuoso, una brillante manzana roja con un corazón podrido.

Por entonces ya tenía cierta experiencia respecto de lo que en el budismo se denominaba la mente discriminadora o crítica, pero en la depresión era como si esa mente se hubiese hecho con un megáfono. Me hice consciente de cómo esta mente crítica se mantiene constantemente en segundo plano, intentando a cada momento tener una influencia sobre la manera en que vivimos nuestras vidas.

La depresión saca a la luz a esta mente crítica y nos permite apreciar su presencia en nuestro pensamiento. Aunque puede resultar más evidente y negativa durante la depresión, también puede realizar juicios positivos. En esas ocasiones puede resultar más difícil de observar. Pero los juicios positivos pueden acabar siendo tan problemáticos como los negativos, porque quiere decir que seguimos eligiendo, escogiendo, juzgando, evaluando y categorizando.

Nuestra mente crítica examina toda experiencia y determina si es agradable o desagradable, para a continuación decidir si debe ser buscada o evitada. Compara y agrupa todo aquello con lo que entramos en contacto. Analiza si se parece a otras cosas que ya hemos experimentado y le otorga una puntuación.
La mente crítica resulta indispensable en muchas de las actividades de nuestra vida. Se ha dicho que puede ser la causa de gran parte de nuestro sufrimiento, pero seguramente nos es de ayuda cuando queremos tomar el autobús. La dificultad es que no sabemos cuándo escucharla y cuándo tratarla como a un niño quisquilloso, con amabilidad pero con firmeza.

El constante elegir y preferir evita en última instancia que podamos experimentar nuestra vida. A menudo estamos demasiado ocupados tratando de analizar una experiencia con nuestras mentes en lugar de vivirla con una mente abierta. Al tratar de conceptuar todas las cosas, evaluarlas y ordenarlas, ignoramos la realidad de su interrelación.

Jesús dijo: "No juzguéis y no seréis juzgados". No es sólo una descripción de causa y efecto. La depresión nos permite ver que creamos gran parte de nuestros sufrimientos a través de los juicios que hacemos de otros y de nosotros mismos. Cuando juzgamos y discriminamos, en ese mismo momento nosotros también estamos siendo juzgados, porque nos vemos obligados a vivir en ese mundo de enjuiciamiento que nosotros hemos creado.

Exploración complementaria

Durante una meditación tranquila, después de haberse sosegado y permanecer observando la respiración, oriente la conciencia hacia el pensamiento. Manténgase al margen y observe sus propios pensamientos. Al principio puede resultar difícil, pero cada vez que se dé cuenta de que se ha vuelto a implicar en el pensamiento, no tiene más que regresar, sin juzgarse, a observar de nuevo.
Ponga especial atención a la manera en que juzga y organiza mentalmente. No trate de pararlo. Cuando sea consciente de que lo hace, sólo tiene que advertirse: "Juzgas".
Nuestra mente crítica y discriminadora es sutil. Puede que se dé cuenta de que se está juzgando a usted mismo: "Soy terrible por ser tan crítico", o: "Soy un mal meditador porque no puedo hacerlo". Cuando se dé cuenta de que se está juzgando a sí mismo, sólo tiene que tomar nota. Puede resultarle de ayuda el pensar: "Vaya, aquí viene la crítica de nuevo", como método para reducir la culpa anexa.
Cuando sienta que ya tiene suficiente, regrese a la respiración unos minutos antes de parar.
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En sus actividades cotidianas trate de orientar su conciencia al pensamiento y fíjese en qué momento está juzgando. Insisto en que no se eche la culpa. Sólo tome nota:"Vaya, de nuevo juzgando".
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Para experimentar de qué manera le afectan los juicios, trate de hacer cosas que siempre ha creído que odiaba. Escuche música de zarzuela, lea una novela de detectives, alquile una película de Sylvester Stallone, o mire un concurso televisivo. Hágalo con una mente abierta y ponga la atención sobre el pensamiento. Fíjese en cuándo y cómo juzga la experiencia. ¿Qué sintió al hacerlo?¡Estaba disgustado? ¿Le sorprendió ver que disfrutaba? ¿Se sintió superior a causa de las críticas que vertió?
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Pero ver cómo los juicios afectan sus relaciones con otras personas, identifique a una que le desagrada bastante, o hacia la que siente animadversión. A continuación, durante una semana, realice un esfuerzo para apartar esos sentimientos. Trate de imaginar lo que es la vida de esa persona. Sin que dicha persona se entere, haga algo amable por ella: déjele un trozo de pastel en casa, envíele una postal amistosa pero anónima, realice alguna tarea que esa persona tenga que hacer.
"¿Cómo se sintió respecto a esa persona durante esa experiencia? ¿Cómo se siente mientras lo hace? ¿Y al final de la semana?
¿Se comporta esa personas de manera diferente con usted? ¿Qué piensa de usted mismo ahora que lo ha hecho? ¿Era usted una "mala" persona antes? ¿Se juzga a sí mismo con orgullo por haber sido agradable durante una semana? ¿Es ese juicio correcto? ¿Importa si lo es o no?

Realizar la exploración sólo si te sientes cómodo haciéndola. Recomendación del propio autor.

(Extraído del libro "El camino del Zen para vencer la depresión". Autor Philip Martin)

miércoles, 14 de marzo de 2012

La sinceridad sin resquicios


Cuando el agua está contaminada, los peces se asfixian, cuando el gobierno es severo, el pueblo se rebela. 

Cuando la sociedad está en orden, te proteges con la justicia; cuando la sociedad es caótica, te creas tu propia justicia. 

La duplicidad no puede vencer a una sola persona; la sinceridad sin resquicios puede derrotar a cien personas.


Los sabios utilizan la cultura para comunicarse con la sociedad y utilizan la realidad para hacer lo que es correcto. No están atados a una sola senda; no se estancan o rehusan adaptarse. Sus fracasos son mínimos y sus éxitos cuantiosos y, por ello, sus directrices son aplicadas y nadie puede rechazarlas.


Cuando los sabios están en posición elevada, las gentes están satisfechas con el gobierno; cuando los sabios ocupan posiciones inferiores, las gentes estudian sus ideas. Cuando las personas triviales están en posiciones elevadas, no hay posibilidad de estar un instante tranquilo. 

El Tao de la política. Sobre el estado de la sociedad.

martes, 13 de marzo de 2012

La continuidad de los pensamientos

haideé iglesias



No permitas que los pensamientos negativos perturben tu práctica del Zen, tus relaciones con los demás o tu capacidad para afrontar las situaciones que se presenten. Si aparece un pensamiento negativo, concentra tu atención en él, extírpalo de raíz. Si permites que ese pensamiento subsista, no sólo te alejará de la iluminación sino que terminará volviéndote loco. 

Maestro Dahui

lunes, 12 de marzo de 2012

Regalando belleza

haideé iglesias

Un arbusto en flor
asalta la vista.
Me quedo quieta.

viernes, 9 de marzo de 2012

Zen y depresión. Cuatro caballos




Un buen caballo corre con sólo ver la sombra del látigo.
Buda

El Buda contó una historia sobre cuatro tipos de caballo y la manera en que aprendían a responder a su amo.
El primer caballo responde a la sombra del látigo; el segundo al sonido del látigo; y el tercero al sentir el látigo sobre la piel. Pero el cuarto caballo no respondía hasta sentir del dolor del látigo en sus carnes y médula.
El Buda hizo una comparación entre los caballos y la manera en que los buscadores espirituales respondemos a la guía que recibimos y el dolor que experimentamos en nuestras vidas.
A la mayoría de nosotros nos gustaría ser como el primer tipo de caballo, o al menos como el segundo o el tercero. Si nos preguntasen, nos gustaría decir que podemos aprender y responder con rapidez. No queremos tener que esperar hasta que estemos destrozados para poder cambiar.
Pero el hecho es que la mayoría nos asemejamos al cuarto caballo. No cambiamos hasta que el dolor es tan grande que no podemos seguir soportándolo.
Puede que lo sepamos secretamente, pero sentimos que hay algo equivocado o vergonzoso en ello, en que ser como el cuarto caballo es ser lento y estúpido. Y eso es lo último que queremos admitir cuando estamos en medio de la depresión.
El hecho es que esta historia nos puede dar cierta perspectiva. Puede ayudarnos a alcanzar cierta comprensión y aceptación de nosotros mismos.
No tenemos que pensar que somos estúpidos o lentos. Por el contrario, podemos decirnos a nosotros mismos:"Ah, soy como el cuarto caballo porque soy humano".
De hecho, en ser el cuarto caballo radica un gran valor. Porque necesitamos sentir el dolor en nuestras carnes, podemos estar seguros de que cuando aprendemos una lección, no sólo la aprendemos superficialmente, sino en lo más profundo. Cuando nos llega la hora de recordar esa lección y utilizarla en nuestra vida, podemos hacerlo de forma eficaz porque la hemos interiorizado.
También podemos considerar la historia de los cuatro caballo como una descripción del proceso de aprendizaje. Podemos aprender a no tener que sentir el látigo en nuestras carnes y médula en todas las ocasiones, sino que es en la próxima podemos responder nada más sentir el roce del látigo sobre la piel.
En la depresión a veces sentimos que el dolor y el sufrimiento nos atraviesan hasta el tuétano, y tal vez de esa manera empezamos por fin a responder al dolor. También podemos sentir que somos lentos y estúpidos porque nos ha llevado mucho tiempo empezar a buscar las causas de nuestro dolor.
La verdad es que eso no importa. Lo que importa es que estamos aquí y que aprendemos de nuestro dolor ahora. Ni siquiera leería este libro si no estuviese preparado para hacer algo con su dolor. Eso demuestra que puede aprender y que puede sanar.
En realidad, también hay un quinto caballo, uno que no corre a pesar de la fuerza del látigo ni del dolor que le causa. La velocidad con la que cambie y sane no es importante. Lo que importa es que está respondiendo y aprendiendo.

(Extraído del libro "El camino del Zen para vencer la depresión". Autor Philip Martin)

jueves, 8 de marzo de 2012

Distendida

haideé iglesias

En la oquedad recóndita de lo que pervive más allá del movimiento, se condensan las acciones que liberarán estas lagunas, falsas lagunas. Colores limpios que alumbran la altura sin subirse a ella... no hay donde subirse, ni a donde bajarse... 
Distendida, proclamo el silencio inmutable en el que las nubes recorren el cielo... 

miércoles, 7 de marzo de 2012

Mimosa

haideé iglesias
Un presente recibido

jueves, 1 de marzo de 2012

Silencio III

Silencio
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