martes, 31 de agosto de 2010

La confianza en uno mismo (XII) Conocerse. Enfermedades vinculadas a la falta de confianza en uno mismo. La ansiedad generalizada


Las dificultades que acabamos de comentar pueden cristalizar, sobre todo a causa de repetidos contratiempos, y llegar a provocar parálisis. Los sujetos más sólidos son susceptibles de desanimarse y resquebrajarse momentáneamente cuando se enfrentan a situaciones traumáticas (paro, divorcio, luto, enfermedad grave). ¿Qué decir de los individuos que carecen de confianza en sí mismos? La mayoría de las veces se derrumban, incapaces de soportar un acontecimiento que, una vez más, pone en tela de juicio una imagen debilitada.
Pasamos entonces de una simple desventaja a una enfermedad, que puede ser sólo un episodio doloroso, pero también hacerse crónica.

La ansiedad generalizada

Este trastorno, frecuente en los dos sexos por igual, se caracteriza por la presencia constante de temores y preocupaciones injustificadas o exageradas. La ansiedad es difusa, fluctuante y se anticipa a los peligros. La aprensión por una amenaza permanente involucra tanto a los allegados como a uno mismo. El sujeto se inquieta y espera enfrentarse a pruebas diversas (enfermedades, accidentes, problemas sentimentales, profesionales o económicos). Sin ninguna razón aceptable, se preocupa por una desgracia que podría sobrevenir a uno de sus hijos o por una catástrofe que podría afectar a su empresa, o incluso por un conflicto que podría destruir su matrimonio.
Este problema se acompaña de una miríada de síntomas:

–Una desorganización del sistema neurovegetativo que produce sensaciones de opresión (respiración entrecortada, ahogo, nudo en la garganta), malestar (mareos), palpitaciones cardíacas, problemas abdominales, náuseas, diarreas), sudores fríos, etc.
–Alteraciones motrices que se manifiestan en una tensión muscular intensa con temblores, escalofríos, y provocan contracciones y dolores musculares.
–Trastornos del sueño, de la concentración, de la memoria, gran fatigabilidad, un sentimiento constante de nerviosismo, irritabilidad.

Tras su nombramiento como director de la agencia, un paciente nos cuenta que tiembla continuamente. Siempre tiene miedo de lo que pueda ocurrir. Hace uso y abuso de expresiones como "Me preocupo en exceso". "Tengo el miedo en el cuerpo". "Tengo un nudo en el estómago", para describir lo que siente casi de modo cotidiano. "Estoy en tensión de la mañana a la noche. Cuando me levanto pienso en todo lo que podría salir mal en el trabajo, tengo miedo de llegar tarde a las citas, de perder clientes.. Si oigo toser a mis hijos, pienso que han cogido una neumonía y telefoneo veinte veces para tranquilizarme. Si mi mujer me dice adiós con un tono cansino, temo que ya no me quiera. Si la moto no se enciende a los tres segundos, estoy seguro de que se va a averiar. Si mi secretaria no está en su puesto cuando llego el despacho, estoy convencido de que ha perdido un informe importante, etc."

lunes, 30 de agosto de 2010

La confianza en uno mismo (XI) Conocerse. Restricción del modo de vida y renuncia a uno mismo


Le da miedo decir cosas fuera de lugar y estúpidas o no ser capaz de contestar a una pregunta. Por consiguiente, evita las actividades sociales, profesionales o amistosas que impliquen contactos importantes con los demás.
Irene ha sido escogida para un puesto administrativo en la embajada francesa en Berlín. Habla alemán normalmente y tiene la suerte de contar con una amiga en la delegación. Pero cuando ésta le propone organizar una velada para presentarla al resto de los miembros de la embajada, Irene encuentra mil pretextos para escabullirse: "Es demasiado pronto, acabo de llegar, tengo trabajo por la noche, mi vestuario no es lo bastante elegante, estoy mal peinada". Así, no conoce a nadie.
Usted tiende a encerrarse en una reserva prudente y a vivir en un mundo de imaginación, del que obtiene algunas satisfacciones. Por eso es más bien solitario, recogido en sí mismo. Cuando Aurelie entra en casa por la noche, descuelga el teléfono. Lee novelas románticas, se identifica apasionadamente con los protagonistas y se aísla del mundo. Esta huida de los demás no está hecha para mejorar la comunicación, que cada vez le cuesta más trabajo y le resulta más penosa.
En compensación, se pasa el tiempo buscando la aprobación de sus escasos amigos o de su familia, o buscando reconocimiento por su gesto, su acto más nimio. Ante todo, desea que le avalen y le aseguren que se está comportando correctamente. Anhelar que le quieran de esta manera le coloca en una situación de dependencia. Acaba pareciéndose al propietario de un automóvil que deja siempre el volante a otro: usted es el eterno pasajero.
Se esfuerza por ser amable, educado, mostrarse agradable, allanar las dificultades, no causar molestias. "¿Qué opina?" parece ser su frase preferida. Evita confrontar sus verdaderos sentimientos con los demás, elude todo conflicto, todo altercado. Su voluntad está atenta para saber qué quiere el otro y esto en perjuicio de sus propias necesidades. De este modo, ya no sabe muy bien lo que quiere. Se trata de gustar a cualquier precio.
René, traductor en una editorial, trabaja diez horas al día, se afana por sustituir a Laurent, por traer el correo, los informes, enviar los faxes, hacer fotocopias, echar monedas al parquímetro.
Para disipar sus dudas, se somete a la voluntad de los demás, depende de su aceptación. "No puedo apañármelas solo, no tengo la suficiente confianza en mí mismo como para ser eficiente." Se muestra pasivo, influenciable, acepta todo de los demás, sin exigir nada a cambio. Les deja decidir por usted y nunca toma iniciativas ni decisiones. Para sentirse confortable, es dócil, deferente, correcto, disciplinado, dulce, humilde, pero también resignado, humillado, subordinado, oprimido.
Desempeña un papel conforme a los que piensa que los demás esperan de usted, disimula la falta de seguridad detrás de una apariencia sonriente o de neutralidad benévola. A pesar de todo, sigue existiendo un desacuerdo entre lo que deja ver y lo que siente; una vez más, sufre.
Antes de abordar las técnicas que le proporcionarán medios para cambiar vamos a interesarnos por las enfermedades vinculadas a la falta de confianza en uno mismo.

domingo, 29 de agosto de 2010

La confianza en uno mismo (X) Conocerse. El sentimiento de rechazo


Surge por la certeza de que nada le suscita admiración ni le despierta afecto y traduce el miedo a ser juzgado por los demás. Cuando no alimentamos ilusiones sobre nosotros mismos, tampoco alimentamos ilusiones sobre los sentimientos de los demás hacia nosotros. Se juzga poco susceptible de ser querido, está seguro de que los demás piensan igual que usted. Por lo tanto, tiene tendencia a sentirse criticado o rechazado con facilidad. Se siente herido por cualquier nimiedad. Desarrolla una extrema sensibilidad hacia la menor observación, porque contribuye a reforzar todos sus aspectos que considera negativos. Marianne se siente fea y vulgar cuando su hermana le indica, amablemente, que tiene restos de carmín en la mejilla.
Únicamente conserva los mensajes que confirman la mala opinión que tiene de si mismo. Cuando Richard propone a Martine ir a comprar al supermercado solo, para que ella pueda descansar porque parece cansada, Martine piensa inmediatamente que su marido la de descubierto y la critica. Y es que sabe desde siempre que no tiene energía alguna y que el mínimo esfuerzo la agota, que no tiene voluntad ni ánimo; en definitiva, que es una blandengue. Y con el paso del tiempo irá acumulando mensajes de este tipo, otras tantas pruebas de su escaso valor.
El juicio de los demás es una espada de Damocles sobre su cabeza. Siempre piensa: "¿De qué sirve discutir, si estoy seguro de que los demás me toman por un imbécil?". De esta manera se adapta a la opinión general y renuncia a expresar sus ideas. La hermana de Henri acaba de casarse con un catedrático de historia. Aunque le apasiona la historia, Henri no se atreve a preguntar a su cuñado en las reuniones familiares por miedo a quedar como un ignorante.
No quita ojo a las reacciones de los demás, se mantiene siempre en guardia. Si llega tarde al restaurante y sus amigos están callados, está seguro de que estaban burlándose de usted, ya que nunca consigue nada. Esta vigilancia comporta dificultades para trabar las relaciones, a menos que tenga la certeza de ser aceptado sin crítica. Marcel sólo coge el tren con Lionel, que es un buen tipo, sin pizca de malicia. Marcel piensa que los demás, "los buenos", no querrán acompañarlo, pero sobre todo se siente seguro con Lionel, porque es tímido y no habla mucho.
En la mayoría de las ocasiones, usted mismo se excluye. Cuando Esther tuvo el primer hijo, nunca se atrevió a pedir consejo alguno a sus amigas. "Enseguida verán que soy una mala madre, que no sé ocuparme de mi hija".
Su excesiva sensibilidad roza la susceptibilidad, pero usted nunca muestra lo que siente por miedo a parecer ridículo. Así pues, desempeña un papel y sufre.

sábado, 28 de agosto de 2010

La confianza en uno mismo (IX) Conocerse. El sentimiento de ansiedad


La mayoría de las situaciones imprevistas a las que usted se enfrenta tienen un elemento común: la ansiedad que le suscitan. Efectivamente, implican una doble amenaza: por una parte, el peligro, las trampas que presiente; por otra parte, su incapacidad para controlarlas.
El jefe le confía un informe difícil, su madre le pide que se ocupe de su cartera de valores, la canguro de sus hijos está enferma, un compañero se ausenta y le deja todo el trabajo. En todos estos casos, usted se siente apurado, incluso angustiado. Sin embargo, su ansiedad aumenta en la medida en que sabe que no podrá afrontar la situación. Y cae en la letanía del "No sé que hacer", "Estoy desamparado", "Jamás lo conseguiré", "Esto me supera".
Hay que diferenciar con claridad el acontecimiento que desencadena la reacción de ansiedad (el estresante), que es exterior a usted mismo, de la propia ansiedad, que es la reacción del organismo y se produce en su interior. La ansiedad es una aprensión invasora, poco controlable ante los acontecimientos concretos que, con frecuencia, le sobrevienen de improviso, ante los cuales hay que adaptarse y, en general, responder con rapidez. Si consideramos sólo la vertiente negativa de la ansiedad, sus repercusiones se manifiestan en varios niveles en constante interacción:

–en el cuerpo, malestar con taquicardia, sensación de ahogo, tensiones musculares, voz temblorosa, rubor, gestos más bruscos;
–en el comportamiento, desorganización con aparición de conductas de huida o de inercia;
–en el pensamiento, confusión con dificultades para agrupar las ideas, para razonar y concentrarse.

Como guinda, se siente irritable, debilitado, agotado en el ámbito emocional.
Su modo de percibir el estresante y, sobre todo, su modo de prever las soluciones aceptables, determinará la reacción ansiosa. De acuerdo con el psicólogo Lazarus, esta evaluación comporta dos fases: una primera evaluación (reacción de alarma), donde apreciará el carácter desagradable, inquietante o insoportable de la situación; una segunda evaluación (reacción de adaptación), donde juzgará su capacidad para hacerle frente y encontrar una solución. En general, estas evaluaciones sucesivas le permiten movilizar energía, lo que le ayuda a afrontar mejor la situación.
Estas dos fases están en estrecha dependencia. Cuanto menos sólida es su capacidad para hacer frente a la situación, más amenazador le parece el estresante, más aumenta la ansiedad y le perturba. Cuando uno carece de confianza en sí mismo, el umbral de tolerancia a la ansiedad es muy bajo; la evaluación de los hechos, desastrosa; la reacción, inadaptada. Estar convencido de que uno no va a llegar a nada en la vida, que va de fracaso en fracaso, no permite la consideración sana de la situación. No se siente capaz de controlar un acontecimiento que se le escapa, que percibe como un peligro y que refleja su incapacidad. Está preso del pánico, aterrado, abrumado y, en todos los casos, desestabilizado.
Chistophe debía comer con una clienta que no acudió a la cita. La estuvo esperando tres horas en un estado de ansiedad intensa, convencido de que le había dado plantón porque lo había encontrado estúpido en su encuentro precedente. Al día siguiente se entera de que el avión de su clienta se retrasó y que ella no pudo avisarle.
Desestabilizado por la intensidad de las reacciones ansiosas, usted incluso puede caer en una fase de agotamiento. Los esfuerzos a destiempo, la angustia, consumen una considerable energía y merman su resistencia; actúan sobre un motor mal ajustado que se estropea con facilidad. A fin de cuentas, hace suya la idea de que es más cómodo huir de las pruebas y evitar las responsabilidades en lugar de asumirlas.

viernes, 27 de agosto de 2010

La confianza en uno mismo (VIII) Conocerse. El sentimiento de vergüenza


Se avergüenza:

–de sus temores ante la realidad, la vida, el cambio, el fracaso, los conflictos, los demás, su juicio;
–de su físico: apagado, lastimoso, fracasado, mediocre, insignificante, corriente, execrable;
–de sus ideas: estúpidas, mediocres, penosas, banales, simples;
–de sus defectos: timidez, nerviosismo, susceptibilidad, disimulo, pereza, torpeza, indecisión, cólera contenida;
–de su emotividad, de ruborizarse, llorar, templar, sobresaltarse, estremecerse, balbucear;
–de su comportamiento: apagado, torpe, apurado, pusilánime, timorato, cobarde;
–de su vida miserable.

¡Incluso le da vergüenza tener vergüenza!

Alin no se perdona haber derramado algunas lágrimas en la boda de su hermano. Ariane se reprocha tener un nudo en el estómago antes de dar una conferencia. Coraline, una morena entrada en carnes, se avergüenza tanto de sus redondeces que no quiere ponerse en traje de baño ante los demás; se va a comprar, cocina, hace la limpieza: todos los pretextos valen para evitar la playa. Fred se considera deshonrado tras haber declarado a un amigo que se levantaba tarde los domingos por la mañana.
La vergüenza surge cuando se tiene la certeza de que uno está en las antípodas de su ideal: "Nunca seré ese ser perfecto que he soñado". Esto se aplica a todo lo que uno no ha realizado y no realizará jamás, a todo lo que uno no es ni llegará a ser jamás. Este sentimiento, instalado insidiosamente, se manifiesta a menudo en observaciones como: "No valgo nada, no soy respetable, siempre me decepciono". En definitiva, usted se reprocha no ser como es debido, no hacer lo que conviene y no conseguir hacerlo nunca.
Este constante sentimiento de falta se acompaña de una extrema severidad hacia usted mismo, una severidad que en ocasiones se acerca al desprecio. Las desviaciones o negligencias más nimias se transforman en fechorías inexcusables.
Lydia, propietaria de una tienda de ropa, hace caja como cada noche. Como cada noche, cuanta por segunda vez y advierte horrorizada que se ha equivocado en unas veinte pesetas. Aunque es la única que se ha percatado de este ligero error, se mortifica profundamente y se reprocha con vehemencia: "¡Realmente no sirves para nada, más valdría que hicieras otra cosa!".
No se permite tener derechos, únicamente obligaciones. Me encanta pintar, exclama Caroline, pero he dejado de hacerlo, como si no tuviera derecho a entretenerme con mis tubos de colores y mis pinceles. Siempre hay tantas otras cosas que hacer...: la compra, la limpieza, la plancha, las facturas.
Esta actitud intransigente no deja sitio a la felicidad. Convencido de no ser digno, se niega a disfrutar de la existencia y de sus grandes y pequeños momentos de felicidad.
Cuando su marido le regala un collar por su cumpleaños, Arielle enseguida piensa que esa joya debe de costar muy cara, que es demasiado para ella, que no la merece.
Christian ha ganado un viaje al Caribe. "Mientras estoy tomando el sol, hay tantos seres desgraciados que trabajan a destajo y yo, en cambio, acomodándome al sol...", se repite sin cesar. ¡Ni que decir tiene que sus vacaciones se echaron a perder!
La vergüenza se transforma rápidamente en culpabilidad con respecto a los demás. Se hace reproches: "No valgo para nada, me falta voluntad". Tiene remordimientos: "Me cuesta mucho asumir responsabilidades, no pueden contar conmigo". Es a la vez juez y acusado en un tribunal, sin abogado que le defienda.
Albert, director adjunto de una pequeña empresa, trabaja las veinticuatro horas al día cuando se encarga de un pedido. Explica que debe hacer más porque es lento, y por su culpa la empresa corre peligro de quiebra y de perder clientes; está convencido de que perjudica a su socio y debe enmendar sus errores.

jueves, 26 de agosto de 2010

La confianza en uno mismo (VII) Conocerse. El sentimiento de desánimo


Juzgarse negativamente implica abordar cualquier empresa personal como si estuviera destinada de antemano al fracaso. Frente a la acción, usted se muestra derrotista, razona en términos de fracaso potencial y no de triunfo probable. Es incapaz de examinar con atención las cosas, sopesar las ventajas y los inconvenientes. Para usted únicamente existen desventajas. Por lo tanto, toda realización, todo compromiso, se revelan como problemáticos. El cambio y la responsabilidad le dan miedo.
Este tendencia a exagerar las dificultades potenciales lleva aparejado un sentimiento constante de tensión e inseguridad. Si tiene un proyecto, se sume en la duda: "Lo hago, no lo hago, voy a por ello, no voy". Estos momentos de indecisión alimentan continuas cavilaciones sobre la evaluación de la situación y sus capacidades para afrontarla.
Sarah, animada por su monitor para que se presente a una prueba oficial de la escuela de esquí, echa a perder las vacaciones de Navidad repitiendo angustiada mil veces al día que todavía no está preparada, que el año próximo habrá mejorado, aunque quedará en ridículo si no se presenta a la prueba, porque todos sus amigos la superarán, etc.
Para completar el retrato, teme un fracaso a medias: "Un fracaso parcial es igual de grave que si fracaso por completo". ·"Asumir el menos riesgo es peligroso, me expongo al desastre". ¡Esto explica su tendencia a dejar para mañana lo que puede hacer hoy mismo!. O su tendencia a retroceder y renunciar en cuanto sucede el menor incidente.
Paola, veterinaria, enviaba a su ayudante para que la sustituyera cuando el perro que estaba tratando no se curaba de inmediato.
Si al final decide embarcarse, se sume en incesantes verificaciones, en la medida en que tiene la sensación de no controlar nada.
Sandra, secretaria médica en un servicio hospitalaria, debía organizar una conferencia de facultativos reputados. Se sentía completamente desbordada por este nuevo cometido: examinaba sin cesar la lista de nombres por miedo a olvidase alguno, escribía las frases que iba a pronunciar por teléfono, las aprendía de memoria. A medida que pasaba el tiempo, a pesar de sus esfuerzos, o más bien a cause de ellos, se sentía cada vez menos eficiente y cada vez más agotada.
En última instancia, muchas veces la desvalorización de uno mismo deja paso a una inhibición formulada en estos términos: es inútil hacer algo si no se hace bien. Conecta con la certeza de que no merece la pena emprender nada porque no se va a conseguir.
Thierry es redactor en una agencia de publicidad. Su jefe le propone crear una nueva agencia en Londres. A bote pronto, Thierry piensa confundido: "Nunca lo logrará, no hablo inglés lo bastante bien, no conozco a estos nuevos clientes, no sé si me apreciarán, soy demasiado diferente de los ingleses, corro el riesgo de no gustarles". Y rechaza el puesto.
En estas condiciones sus proyectos de futuro son casi inexistentes; no tiene ninguna ambición ni deseos de cambiar, sólo se resigna.
Al terminar los estudios, Catherine obtiene un puesto de ayudante contable en una pequeña empresa. Al principio encontraba el trabajo poco interesante, pero poco a poco su opinión va evolucionando: "No lo cambiaría por nada del mundo, me he habituado a mi puesto de trabajo, me siento segura". Está tranquila, sobre todo porque la jefa contable tiene un año más que ella: ¡así, Catherine no tiene ninguna oportunidad de promoción!

miércoles, 25 de agosto de 2010

La confianza en uno mismo (VI) Conocerse. El sentimiento de inferioridad


El sentimiento de inferioridad es la columna vertebral de la falta de confianza en uno mismo, la engendra y la alimenta. Alfred Alder, médico y psicólogo contemporáneo de Freud, escribe: "Desde hace mucho tiempo insisto en el hecho de que ser hombre es sentirse inferior". Adler asimila el sentimiento de inferioridad a un fenómeno psíquico natural que existe en todos nosotros, pero en diferentes proporciones. Lo compara con "el estado de inferioridad de los órganos". Ante los traumatismos de la existencia, el umbral de tolerancia del organismo varía en función de los individuos y sus zonas de debilidad, pero cuando se supera este umbral aparecen síntomas mórbidos. Dos sujetos expuestos a la contaminación atmosférica reaccionará de modo diferente: uno desarrolla una crisis asmática (debilidad pulmonar), el otro contrae conjuntivitis (debilidad ocular).
Igualmente, el sentimiento de inferioridad psicológica se manifiesta de modo diferente según los individuos, unas veces de manera temporal, otras de manera permanente. En este caso, cuando se hace excesivo, invade la conciencia, se establece en ella para siempre y bloquea la realización de los proyectos; paraliza la actividad esgrimiendo el pretexto de la ineficacia de cualquier empresa y condena a la inactividad y al fracaso. Así, de acuerdo con Adler, el sentimiento de inferioridad estaría en el núcleo de todas las neurosis y podría generar todo tipo de conductas patológicas. [...]
El sentimiento de inferioridad es un motor negativo que sitúa y alimenta la pobre opinión que uno tiene de sí mismo. Se pasa el tiempo dando vueltas a sus defectos, ampliándolos. Se considera poca cosa y poco interesante, sin talento, no está a la altura. Le obsesionan sus carencias y no deja de vilipendiarse con pequeñas frases "asesinas". "No sirvo para nada, nunca lo conseguiré, soy incapaz".
Las acciones más banales y cotidianas pasan por el tamiz de su supuesta mediocridad: "Otra vez me olvidé de comprar el pan. ¡Qué idiota!", "No he pasado por el mecánico. No hay duda, ¡soy un desastre!". Y como si no bastara con subrayar sus carencias, concentrarse en las imperfecciones, mirar con lupa sus defectos y rebajarse, también necesita menospreciar sus cualidades. Las críticas las examina a fondo, las denigra y las discute sin cesar.
Mathieu, que acaba de aprobar la selectividad, debe entregar una solicitud de admisión en un curso de verano. No consigue encontrar las palabras ni componer las frases que subrayen su valor. Se siente desprovisto de inteligencia, de dones, de capacidades. "Tengo la impresión de que ya no puedo ir más lejos, que mi vida se ha acabado, que voy a vegetar toda la existencia, que no me ajusto al perfil de ese puesto de interino."
Y si le decimos que ha aprobado selectividad a la primera, no deja de repetir que ni siquiera comprende cómo ha podido conseguirlo, que no entiende nada, que se trata del azar, de un golpe de suerte, que le han tocado preguntas fáciles, que los correctores han sido indulgentes; que si debiera examinarse de nuevo, suspendería porque no tiene buena memoria y posee una inteligencia mediocre. Es imposible conseguir que admita sus dotes: que es serio, trabajador y tenaz. No dará su brazo a torcer: es un fracasado y lo seguirá siendo.
Esta autocrítica permanente se acompaña de una supervaloración de los demás. Ellos son lo que usted no llegará a ser nunca: guapos, inteligentes, cultos. amables; tienen bazas que usted nunca poseerá: éxito, suerte, amigos, dinero, una situación privilegiada.
Marion comprueba con amargura cómo Alice, una compañera de despacho, es capaz de simultanear el trabajo y la vida familiar; siempre va impecablemente vestida, es fresca, seductora y competitiva. En cambio yo, suspira Marion, me siento desbordada por mis hijos, mi marido, mi jefe; no logro afrontarlo, soy incapaz de organizarme y acabaré pareciendo una fregona; de hecho soy una fregona.
De este modo, la comparación se vuelve en su contra y adquiere proporciones exageradas: "Es mejor que yo" de convierte en "Todos son mejores que yo". Jean-Luis tiene menos éxito con las mujeres que su amigo Guillaume y el hecho no le sorprende. Guillaume es mucho más guapo y más divertido que yo, se repite, y enseguida añade: "Además, todos mis amigos tiene más éxito que yo, todos los hombres tienen más éxito que yo". Es evidente que no resulta difícil encontrar a nuestro alrededor personas que triunfen más... si se busca bien y, sobre todo, si únicamente se busca eso.
Una última observación. En este retrato no nos olvidemos de los individuos con poca seguridad en sí mismos, que se convierten en tiranos odiosos con los débiles, los inferiores, y amables con los poderosos, presumidos y jactanciosos que se pavonean de títulos universitarios, amigos famosos y riquezas. Como señala Adler, este comportamiento esconde, de hecho, un sentimiento de inferioridad profundamente enmascarado. Estos individuos, para compensar sus carencias, su desazón interior, se convencen de su propio valor, de sus capacidades excepcionales y pueden parecer que confían en sí mismos. No obstante, no desean cambiar y nunca leerán este libro. Dejémosles con sus quimeras.

martes, 24 de agosto de 2010

La confianza en uno mismo (V) Conocerse. Conocerse para cambiar


Sumidos en dificultades que nos sobrepasan, carecemos de la energía necesaria para poner en marcha un proceso de cambio. Nos negamos a afrontar nuestra verdad personal y así intentamos eludir nuestras responsabilidades, sin encontrar la fuerza para escapar de los problemas, como esos alcohólicos que persisten en el vicio porque no quieren admitir el problema. La falta de comprensión hacia uno mismo, el rechazo a la reflexión, propician el inmovilismo y conducen a una callejón sin salida.
Conocerse bien para cambiar mejor: he aquí una de las claves para el éxito de esta empresa que, de lo contrario, corre el riesgo de fracasar por falta de lucidez. Si cada problema lleva aparejada su solución, muchas veces la respuesta se esconde en la pregunta. Pero hay que planteársela. Por lo tanto, lo importante es examinarse y descubrir los defectos que, cuando no los tomamos en consideración, nos arruinan la vida. Una nueva percepción de nuestras reacciones nos ayudará a construir la idea de una liberación personal y, pronto, a liberarnos.
Hacer balance permite sopesar las cosas, tomar distancia, establecer puntos de referencia que tracen un camino hacia lo más profundo de nosotros mismos. De este modo, tomar conciencia posibilita que nos sometamos a discusión, un enfoque nuevo hacia nosotros mismos y a corto plazo, podremos relativizar las dificultades con conocimiento de causa. Descubrir, conocer los límites de uno, ya significa ser capaz de superarlos.
Atrévase a afrontar los problemas: saldrá ganando.
Asimismo, hay que identificar los puntos débiles para superarlos mejor, para utilizarlos y aprovecharse de ellos. Debemos saber qué podemos mejorar y hasta dónde podemos ir. Camille, que se ruboriza por menos de nada, se percató de que este defecto podía tener su encanto. Tomó la delantera y cuando sentía el rubor exclamaba que "estaba ardiendo", con una amplia sonrisa. Pronto se fue ruborizando cada vez menos, y oyó que sus interlocutores declaraban que, de todas maneras, ese era encantador.
Este nueva mirada sobre uno mismo hostiga las zonas de sombra donde anidan sus dificultades. Se trata de un punto de partido necesario para comprender más tarde los mecanismos que regulan o alteran su conducta, su funcionamiento. Lo examinaremos más adelante.
Conocerse también significa descubrir sus posibilidades y explotarlas del mejor modo posible. Establecer contacto con sus recursos permite evolucionar. ¡Ya lo conseguirá!
La falta de confianza en uno mismo se produce por numerosos factores y es el resultado de su combinación, de su interacción. Vamos a explorar juntos los diferentes aspectos de la falta de confianza y trataremos de precisar sus características para esbozar un retrato donde cada uno podrá, si quiere, reconocerse. Esta guía de lectura se articula en torno a varios polos: los sentimientos de inferioridad, de desánimo, de vergüenza, de ansiedad, de rechazo, así como la limitación del modo de vida y la renuncia a uno mismo.

lunes, 23 de agosto de 2010

La confianza en uno mismo (IV) Conocerse. Retrato


La ambición de este libro se resume en una frase: para el combate contra sí mismo, proponerle armas que mejoren su confianza. Pero este objetivo implica proporcionarle antes claves para conocer mejor sus fallos, sus dificultades, sus puntos débiles, sus flaquezas, sus insuficiencias. Cuando preguntamos a las personas que carecen de confianza en sí mismos –y lo confiesan de buen grado–, resulta curioso comprobar que tiene ciertas dificultades para describirse. Todas harán hincapié en un aspecto particular: una hablará de su falta de seguridad, otra, de sus sonrojos intempestivos; una tercera, de su miedo al exterior, pero sin ir mucho más allá, sin desarrollar más el tema.
Es cierto que la falta de confianza en uno mismo puede expresarse de manera selectiva. A algunos les incomodarán sus manifestaciones físicas –transpiración excesiva, taquicardias–; a otros, sus problemas relacionales y, a otros, determinadas inhibiciones.
Aline insiste en las dificultades que tiene para tomar decisiones. Nunca sabe qué elegir y cuenta que estuvo esperando un año antes de someterse a un tratamiento en serio y que ha estado al borde de la septisemia. Cuando le preguntamos por sus relaciones con los demás, contesta Tras muchas conversaciones, Aline "descubre" que no todo va tan bien, que en realidad se siente explotada por unos y por otros; su marido la trata como a una esclava, sus amigos le piden prestado dinero que nunca le devuelven y su superior le da más trabajo a ella que a la otra secretaria.
Michel sólo habla de sus dificultades en el trabajo: siempre teme ruborizarse, empezar a temblar, a balbucear cuando el jefe se dirige a él. No admite que la autoridad le da pánico y piensa que el único obstáculo son estas reacciones psicológicas perturbadoras. Si desaparecen, todo irá bien.
En la mayoría de los casos, se resalta la manifestación más molesta, más visible, como si el hecho de taparse la cara y creer que el problema se reduce a un signo redujera o alejara el sufrimiento; correlativamente, como si el hecho de examinarse hiciera la situación aún más insoportable. Así pues, al final aceptamos convertirnos en lo que creemos ser y nos reconocemos en esta imagen incorrecta. Una conciencia de nosotros mismos limitada nos relega a un rol y restringe nuestras posibilidades de desarrollo.
Por eso vivimos en una prisión psicológica que nosotros mismos hemos construido, donde ponemos trabas a nuestra libertad de acción, víctimas de nuestras creencias y opiniones, que nos han condicionado a reaccionar como lo hemos hecho siempre. En cierto modo, esta actitud nos condena a vivir en una casa sin haberla visitado por completo y a tener miedo ante las puertas cerradas.

domingo, 22 de agosto de 2010

La confianza en uno mismo (III)


La confianza en uno mismo depende de un yo lo suficientemente sólido, a pesar de que es fluctuante y sensible al entorno, a las influencias más o menos perniciosas del medio; en determinados momentos los trastornos familiares, profesionales, afectivos, pueden debilitarla. Es indiscutible que determinadas condiciones del ambiente pueden contribuir a modificar la confianza en uno mismo.
Marlène, que carece de seguridad, se retrae por completo ante personas serias e irónicas; en cambio, en un ambiente cálido y relajado se tranquiliza y da lo mejor de sí misma.
La seguridad material y afectiva en un contexto de amistad, amor, reciprocidad y entendimiento preserva la confianza en uno mismo, mientras que el sectarismo, la injusticia, el egoísmo, la frialdad, la incertidumbre, son factores desfavorables capaces de mermar el capital de confianza o incluso destruirlo. Por lo general el entorno, con sus normas, sus costumbres, sus exigencias, sus constricciones, sus ambigüedades, ejerce presión sobre el individuo y facilita o dificulta, la vida y las relaciones. Así pues, el medio puede potenciar o menoscabar la confianza en uno mismo.
Esto significa que las personas que confían en si mismas también viven momentos de duda, ansiedad o depresión, en función de determinadas circunstancias desfavorables. Sin embargo, se controlan mejor y no se sienten desesperadas o agobiadas eternamente. Son capaces de resurgir con mayor rapidez. Para ellas, los efectos de un ambiente nocivo son limitados; no sucede igual para aquellos que poseen una confianza en sí mismos más frágil.
Esta confianza puede provenir de una pertenencia nacional o social, mediante la cual nos definimos en mayor o menor medida. Algunos países como Estados Unidos, que se asientan en el mito del self-made man, valoran la confianza en el individuo y el triunfo. Por el contrario, no resulta nada fácil la pertenencia a minorías mal consideradas, como los intocables en la India o los cíngaros en los Balcanes. A menudo estas personas acaban percibiéndose tal y como las juzgan los demás y perdiendo confianza.
Tomemos el ejemplo de las mujeres, que parecen tener menos confianza en sí mismas que los hombres. ¿Es fruto de la educación? ¿Es fruto de la sociedad? Sin duda, un poco de ambas.
De acuerdo con la psicoanalista Christiane Olivier, una madre no otorga la misma afectividad a un hijo que a una hija. El niño es querido sin condiciones por lo que es, por lo que tiene. La diferencia sexual basta para llenar a la madre. Una hija enseguida aprende que es incompleta y no es satisfactoria para su madre. No puede ser querida por lo que es. Únicamente podría serlo si se sometiera al deseo de la madre, a condición de ser perfecta, es decir, obediente, silenciosa, limpia, formal y dócil.
La sociedad tampoco parece contribuir al aumento de la confianza entre las mujeres. A pesar de las avances feministas, siguen existiendo numerosas desigualdades. "La maquinaria bien engrasada de las desigualdades entre hombres y mujeres", titula el periódico francés Le monde. Comienzan en la orientación escolar, las letras para las chicas, las ciencias y la industria para los chicos; por no hablar de los manuales escolares que minusvaloran a las mujeres, sus sueldos, por lo general menos elevados, sus dificultades para ser aceptadas en el mundo de la política y del trabajo (según una encuesta del Centre Nacionale de la Recherche Scientifique francés, no hay ninguna mujer entre los dirigentes de las doscientas empresas más importantes de Francia, Alemania y Gran Bretaña). Una "buena mujer" es un ama de casa, parece murmurar la sociedad.
Un último punto para prevenirles de los comportamientos que pueden estar relacionados con una excesiva confianza en uno mismo: el egoísmo, amor por uno mismo, pero falta de empatía, cerrazón e indiferencia hacia los demás; la suficiencia, lo que los griegos denominaban hibris o exceso de orgullo, desprecio por los demás; la ingenuidad, que nos hace confundir Roma con Santiago y nos sume en situaciones donde siempre acaban tomándonos el pelo.

sábado, 21 de agosto de 2010

La confianza en uno mismo (II)


Los diccionarios etimológicos repasan la evolución de este término, derivado del latín confidentia, que conserva cierta analogía con la esperanza. En el siglo XIX adquiere el matiz de seguridad, concretamente con la expresión "confianza en uno mismo".
En la actualidad, la definición de confianza en uno mismo no suscita unanimidad. Algunos insisten en su carácter innato y la asimilan a un rasgo de personalidad, un don del temperamento; otros insisten en su carácter adquirido y hacen de ella una buena respuesta aprendida a raíz de experiencias consumadas; otros la consideran una de las consecuencias de la fuerza del yo.
El debate entre lo innato y lo adquirido está lejos de concluir. La hipótesis de un umbral de vulnerabilidad, determinado por nuestro patrimonio genético y variable de un sujeto a otro, participa de las teorías actuales. Parece ser que los individuos que disfrutan de un umbral máximo soportan mejor las dificultades y no se sienten abrumados. En cambio, los que disponen de un umbral mínimo pierden confianza y claudican con más facilidad.
Por desgracia (o por suerte), esta predisposición no parece "mantenerse" toda la vida. En ciertos momentos de la existencia los más fuertes se desmoronan y los más débiles logran proezas increíbles, lo que deja la mejor parte a las influencias de la educación y el entorno. En numerosas ocasiones se ha comprobado que los niños queridos y educados en buenas condiciones poseen un potencial de confianza en sí mismos mayor que el de los niños rechazados, expulsados de casa en casa, abandonados o maltratados.
En su origen, la confianza en uno mismo es producto de un narcisismo positivo, que se podría resumir del modo siguiente: "Quiérete y apréciate lo suficiente tal y como eres"; esto constituye una base sólida para el desarrollo personal y, sencillamente, para existir. Implica creer en uno mismo, en los recursos propios, reconocer los límites de uno, evaluarse en su justa medida, aceptar los puntos débiles y perfeccionarse. Estar contento de existir como uno es y apreciarse proporciona un equilibrio interior que contribuye a una mayor calidad en nuestra relación con los demás y el mundo. Cuando alguien se quiere de esta manera, es capaz de sentir amor y recibirlo.
Como resultado, la confianza en sí mismo garantiza la libertad de pensar y actuar. También quiere decir contar con uno mismo para enfrentarse a las situaciones nuevas, lo que aumenta la capacidad de correr riesgos con una cierta seguridad y resistir ante los fracasos. La confianza en uno mismo se fundamenta en una representación sana del éxito, de nuestras actuaciones y realizaciones; nos autoriza a respetar nuestros proyectos y a dedicarles tiempo y energía. Permite evaluar a los demás con mayor objetividad y afirmarse sin vergüenza, ni miedo, ni agresividad con respecto a ellos.
Un individuo confiado posee un yo fuerte y equilibrado que percibe sus límites, asume sus contradicciones, sus dudas, sus carencias, al tiempo que es consciente de sus recursos, sus convicciones, sus esperanzas, su determinación, su serenidad.

viernes, 20 de agosto de 2010

La confianza en uno mismo (I)


Prefacio
Parafraseando a Musset, Insensato, dijo el sabio; feliz, dijo el poeta", tal vez podríamos imaginar que fuera posible vivir en un estado de placidez beatífica con respecto a los demás y a uno mismo.
¿Quién no desearía una felicidad así?
La confianza en uno mismo es una baza indispensable ante las pruebas, los retos cotidianos en el seno de una sociedad que privilegia a los luchadores y los vencedores. El mundo actual nos enfrenta a dificultades crecientes. Hay que encontrar en uno mismo seguridad suficiente para luchar y no hundirse entra la competitividad a ultranza, el paro, la violencia...
Hay que confiar también en las posibilidades de uno para realizarse y alcanzar la plenitud. De lo contrario, dedicamos toda nuestra energía a tratar de calmarnos y defendernos, en vez de desarrollarnos. Es indispensable un sentimiento de seguridad interior para triunfar en la vida profesional, social, amorosa y familiar. Para comunicar mejor con los demás, hay que dejar de temer su juicio y liberarse de nuestra dependencia con respecto a ellos.
La confianza en uno mismo genera confianza en los demás; entonces podemos volvernos hacia ellos y hacia el mundo, abrirnos a él con lucidez y discernimiento.

(Texto extraído del libro "Tener confianza en uno mismo" Autora Marie Haddou)
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