miércoles, 18 de mayo de 2011

Sobre las diversas acepciones de la locura y su relación con la creación


Lo que la vox populi conoce como "genio-loco" no significa únicamente ausencia de estabilidad mental o sentimental. Esta denominación implica, además, una imagen mítica desarrollada en el Renacimiento sobre el hombre creativo, inspirado, rebelde, obsesionado, alineado, y también neurótico. Pero el retrato renacentista del "artista-loco" reúne una gran cantidad de variaciones heterogéneas que no se ajustan, en ningún modo, a la creencia de que el genio es un enfermo mental.


El vocablo "locura" tiene numerosos matices que es necesario aclarar en lo que respecta a sus vínculos con la actividad creativa o creatividad. En primer lugar está la locura como manía, la locura como enfermedad o enajenación mental donde se integran las diversas psicosis (tóxicas, orgánicas, afectivas y esquizofrénicas), las esquizofrenias, los problemas afectivos (distimias, depresión, hipomanía y ciclotimias y las tradicionales neurosis, (de angustia, ansiedad depresiva, hipocondríaca, histérica, fóbica, obsesiva-complsiva y neurasténica); y, en el tercer lugar la locura como conducta excéntrica y/o anormativa. Ninguna de estas tres acepciones significa estar inmunizado contra el bacilo de la creación. La actividad creativa puede permanecer inalterada, parcial o totalmente, por una enfermedad mental, y por supuesto, estar a años luz de un éxtasis divino.


Hay prototipos y esquemas perceptivos distorsionados sobre lo que es la locura asociada a la personalidad del creador. Fue en Grecia, hace unos dos mil quinientos años, cuando Platón diferenció por primera vez la locura clínica de la locura creativa, diferencia que fue retomada, junto a su teoría de los furores, en el Renacimiento. El divino artista renacentista bebía en el entusiasmo poético platónico en el Dios Padre, arquitecto del universo. El artista, como "alter deus", se alejaba de los comunes mortales para alcanzar el éxtasis armónico, la hermosura divina: un estado de locura divina al que sólo los inspirados estaban convidados. Aristóteles, por su parte, defendió una estrecha relación entre la genialidad y padecer un tipo de locura: la melancolía. Para ser genio había que padecer melancolía, lo que generó la necesidad en los artistas de presentar un cierto grado de locura si querían alcanzar la genialidad en sus creaciones filosóficas, poéticas, pictóricas, o en cualquier otra forma artística. La Edad Media no se pronunció en este tema; sólo la Iglesia se limitó a condenar el desorden melancólico por su proximidad con el "vicio" de la acidia.


Fue a finales del siglo XV cuando de nuevo se aceptó, incluso más explícitamente, que sólo el temperamento melancólico estaba capacitado para alcanzar el entusiasmo creativo platónico. Dicho temperamento se puso paulatinamente de moda en Europa y llegó un momento en que la sensibilidad, la soledad, la veleidad, y la excentricidad adquirieron un gran aprecio. No se creía posible la existencia de ninguna gran obra intelectual ni artística de valor si su autor no era un melancólico y se mantenía absorto en contemplaciones. Rafael, Durero o Miguel Angel presentaron rasgos de personalidad que se ajustaban claramente a las ideas vigentes en la época sobre el talento creativo. En el Tratato della nobilià della pittura de Romano Alberti aparece excelsamente codificada la pretensión del artista de integrarse en la estirpe de los melancólicos. Así los define Timothy Brignt en su On Melancholy (1586): "Frío, seco, de color negro atezado, de una sustancia que se inclina hacia la dureza, enjuto y escaso en carnes..., tiene una memoria bastante buena si la fantasía no la borra, es firme en sus opiniones, que difícilmente cambia una vez que haya tomado una resolución, dudoso antes y tardo en su deliberación, suspicaz, arduo en sus estudios y circunspecto, propenso a sueños espantosos y terribles; en sus afectos, triste y lleno de miedo; es difícilmente incitado a la ira pero la guarda mucho tiempo y no se reconcilia fácilmente; envidioso y celoso, pronto a optar por la peor parte de los lances y desmesuradamente apasionado. De estas dos disposiciones del cerebro y del corazón surgen la soledad, los gemidos, las lágrimas..., los suspiros, los sollozos, la lamentación, una cara resignada y cabizbaja, sonrojada y tímida, de paso lento, silenciosos, perezoso, rehusa conocer y frecuentar a los hombres, se deleita más en la soledad y la oscuridad.


Pero poco a poco el talante melancholicus fue perdiendo adeptos, y no sólo entre los eruditos y estudiosos del arte. El profesor de Oxford, Robert Burton, se refiere a ellos en su Anatomy of Melancholy (1621), como "críticos imperiosos, chaceros gramaticales, figurones, anticuarios singulares y el resto de nuestros artistas y filósofos" que juzga como una especie de hombres locos como ya los había considerado Séneca.


Burton a pesar de que su libro tuvo un gran éxito momentáneo, pronto cayó en el olvido, del que no resurgiría hasta el siglo XIX. Mientras tanto, el estudio de los afectos se siguió llevando a cabo según los cánones marcados por la patología humoral. Les Passions de L'Âme de Descartes, el Lebre con den Temperamenten de Stahl y el De mobis artidicum de RAmazzini (que atribuye los ataques de melancolía en los pintores a las características nocivas de las pinturas y de los colores que utilizaban), son las obras más notables entre 1649 y 1713.


Si bien durante los siglos XVIII y XIX sigue vigente la antigua doctrina de los temperamentos y se continúa clasificando a los artistas según esas ideas, de modo que –más o menos implícitamente– la melancolía se considera esencial al temperamentos de los creadores, comienza a entreverse una cierta reticencia en aceptar la conexión entre el genio y la locura, "cette maladie qu'on apelle génie". Y es entonces cuando un grupo potente de psicólogos –entre los que se encontraban Lombroso y Moebius– intenta aunar la psicosis y la actividad artística. Dicha escuela tendría una gran influencia durante la primera mitad de nuestro siglo; por ejemplo, Courbon llegaría a sostener que "la megalomanía está generalizada entre los artistas"; y Lange-Eichbaum en El genio, la locura y la fama concluía que "la mayoría de los genios tienen una anormalidad psicopática... y muchos también son neuróticos". También los psicoanalistas de la época defendían que los artistas estaban expuestos a complejos de Edipo y de culpabilidad, a narcisismo y a una mayor propensión a la bisexualidad o eran víctimas de su "supe-ego" así como de frustraciones y traumas psíquicos. Sin embargo, no faltaron psicoanalistas que, como Schneider, se apartaron de esta opinión, en principio, mayoritaria: la vida de los hombres y mujeres de talento abunda especialmente en episodios de inhibición, desesperación, volubilidad, irascibilidad, desasosiego que alternan con episodios de productividad; se ha supuesto que estos desequilibrios son intrínsecos al genio pero no son privativos del artista: existen en jugadores de béisbol, camioneros y otros pilares de la sociedad.


Algunos artistas llegaron hasta sublevarse contra Lombroso y su escuela. Uno de ellos, Charles Lamb rechazó repetidamente el retrato confuso del genio-loco. En su ensayo The Sanity of True Genius apunta: "Muy lejos de la opinión establecida de que el genio tiene un necesario parentesco con la locura, el mayor genio se encontrará siempre en los escritores más cuerdos. Es imposible pensar en un Shakespeare loco. La grandeza del genio, entendida aquí sobre todo como el talento poético, se manifiesta en el equilibrio admirable de todas las facultades. La locura es el resultado de forzar y cometer excesos con cualquiera de ellas."


Esta postura ha sido defendida también por psicólogos como C.Pelman, que llegan a afirmar que los genios locos fueron muchos menos que aquellos aún más grandes que no mostraron ninguna huella de locura. Puede afirmarse con toda seguridad que ninguno de los grandes genios padecía una enfermedad mental; en los caos en que cayeron en la locura, esos artistas disminuyeron a partir de entonces o durante el período que sufrieron el brote psicótico, estado tóxico o depresión, sus facultades creativas (por ejemplo Coleridge, De Quincey, y ahora Styron).


Actualmente son muchos los profesionales de la salud que comparten esta último punto de vista. La psicosis por sí misma nunca es productiva: sólo la mente de un hombre puede ser creativa, jamás lo será una enfermedad mental. Pero lo verdaderamente anticlímax a la asociación aristotélica genio-loco, como señalan los ·Wittkoiwer en Nacidos bajo el signo de Saturno, es aún más radical: el pintor o escritor no es único y no tiene una necesidad especial de que se comprenda su personalidad, como tampoco el verdulero, el banqueroo el hombre de la calle, cada uno de los cuales tiene su modo particular de desarrollar su propio psiquísmo, ya se mueva en el terreno del dinero, del poder, de la pintura o de la política.


Esto pues anula cualquier posibilidad de definir, según rasgos específicos de carácter, las mentes creativas. De todas formas, se observará que determinado estilo de vida y ciertas actitudes, exigidas por el propio oficio artístico y su correspondiente "marketing" social, van conformando y reforzando formas de actuar particulares que pueden llegar a erigirse como rasgos permanentes y definitorios de la persona y de su profesión.


(Texto extraído del libro "Locuras y amores". Autora Elena Ochoa)



Si la mente de la persona es la que es accesible a la creatividad ¿por qué mantenerse aferrados a los estados de confusión de la mente?. Nuestro miedo nos hace aferrarnos a creencias porque ese es el modo en el que aprendimos a sobrevivir. Todo ello no es necesario para crear, es más, nos limita más que nos ayuda, Ya lo dije en la frase "la mente es accesible". Esto es así sólo cuando uno se entrega sin reservas a la conexión con el Todo o Tao, entonces aparece la creatividad sin límites. Cada uno con su don y particular modo de sentir, entender y ver. Una armonización con el universo a través de la humildad. Puede expresarse de muchos modos, mas el significado no cambia.

Practica la atención, el soltar y la humildad. Sentirás un aire tan fresco en todo tu ser que comprenderás que es la libertad en un instante. Un instante infinito.

miércoles, 4 de mayo de 2011

¿De qué sirve ir de acá para allá?

Creada originalmente por haideé iglesias

Un hombre se despierta sobresaltado a causa de un sueño. Había soñado que dentro de dos días, al atardecer, tendría una cita con la muerte. Al levantarse por la mañana se le aparece la muerte tratando de decirle algo. Tiene tanto miedo, está tan aterrorizado que monta en su caballo y cabalga, cabalga, cabalga. Al medio día llega a un ciudad muy lejana. Cree haberse liberado de su perseguidora pero en medio del ajetreo del mercado se le vuelve a aparecer la muerte. Se acerca a él como para decirle algo pero él, preso del miedo, monta de nuevo en su caballo y corre, corre, corre. Primero corrió hacia el norte, después hacia el oeste. Al anochecer llegó a otra ciudad, exhausto. En la posada encontró de nuevo a la muerte, sonriéndole, tratando de decirle algo. Nuestro hombre salió corriendo. Durante toda la noche cabalgó sin descanso. Por la mañana, dándole de beber a su caballo en una corriente de agua, vio de nuevo reflejado el rostro de la muerte. De nuevo corrió, corrió y corrió todo el día hacia el este hasta que por fin llegó, al atardecer a Samarcanda y allí, exhausto murió. Al verle, la muerte dijo: "Llevo varios días tratando de decirte que teníamos una cita hoy en Samarcanda. No hubo manera".

¿De que sirve ir de acá para allá para buscar, para practicar, para huir? La mayor parte de las veces todo los que hacemos para escapar de nuestro destino es la forma que nuestro destino ha elegido para realizarse. Por eso zazen no es una práctica para dejar un lugar o acceder a otro. No hay que tratar de librarse de nada, ni llegar a ser nada. Cuando no creamos las concepciones de acá o allá, cuando no creamos las ideas de pureza o impureza, entonces estamos ahí justo donde siempre hemos estado. En el único lugar donde podemos estar aquí y ahora.

Dokusgô Villalba

martes, 3 de mayo de 2011

El arte de una gata


Creada originalmente por haideé iglesias

En la casa de un maestro de esgrima llamado Shoken se había instalado una gran rata que estaba causando estragos. Corría de acá para allá aún a plena luz. Un día, el maestro la encerró en su habitación y ordenó a su gata que la cazara, pero la rata le saltó a la cara y la mordió de tal manera que la gata huyó maullando. El maestro decido traer algunas gatas con fama de buenas cazadoras en el vecindario y las introdujo en su habitación. Pero la rata, acurrucada en un rincón, saltaba encima de cada gata que se acercaba, la mordía y la hacía huir. Esta tan feroz que las gatas renunciaban a volverá acercarse. El maestro se enfureció y comenzó a perseguir a la rata con su espada. La persiguió rompiendo puestas, shojis y tatamis mientras la rata se desplazaba como un rayo escapando a todos sus avances, hasta que, finalmente, le saltó a la cara y lo mordió. 

Bañado en sudor, el maestro dijo a su sirviente:
He oído decir que a seis o siete aldeas de aquí vive una gata que es la mejor cazadora del mundo; tráela.
El sirviente así lo hizo. Era una gata vieja, que aparentemente no se distinguía de las demás. No parecía especialmente inteligente ni peligrosa. El maestro no creyó que fuera capaz de nada especial pero entreabrió la puerta y la dejo entrar en la habitación. La gata avanzó, tranquila y lentamente, como si no esperara nada extraordinario. La rata se estremeció y quedó inmóvil. La gata se le acercó despacio y simplemente la tomó entre sus dientes y la sacó de la casa.
Esa noche se reunieron en la casa de Shoken las gatas derrotadas y respetuosamente invitaron a la vieja gata a ocupar el sitio de honor. Se inclinaron ante ella y dijeron con modestia:
Todas nosotras tenemos fama de hábiles cazadoras, somos diestras en esta ocupación y hemos afilado nuestras garras para poder vencer a cualquier rata. Pero nunca imaginamos que existiera una rata tan fuerte. ¿Cómo fue que la venciste tan fácilmente?. Cuéntanos tu secreto.
La vieja gata sonrió y dijo:
-Ustedes, gatas jóvenes, serán muy diestras pero no conocen el verdadero camino; por eso fracasan cuando algo inesperado les ocurre. Pero primero, cuéntenme cuál ha sido su entrenamiento.
Una gata negra se adelantó y dijo:
-Provengo de una raza especialmente famosa en la cacería de ratas. Puedo saltar paredes de dos metros de altura, puedo pasar por un agujero pequeño, por el que sólo pasaría una rata. Desde niña he practicado todas las artes acrobáticas. Al despertar, todavía medio dormida, si veo pasar una rata por la viga, me levanto de un golpe y la prendo. Pero esta rata era más fuerte y he sufrido la derrota más terrible de mi vida. Estoy avergonzada.
Y dijo la vieja gata:
-Tú sólo has entrenado en técnica, un arte puramente físico. Cuando los antiguos maestros enseñaban la “técnica”, era para ellos una de las formas del Camino. Su técnica era sencilla pero contenía la más alta sabiduría. El mundo actual sólo se preocupa por la técnica. Por cierto que se inventaron muchas cosas sobre la base del lema: “practicando esto o aquello, se obtiene esto o aquello”. Pero, ¿qué se obtiene?. Sólo destreza. Dejando de lado el Camino, la competencia se desarrolla mediante el intelecto, y nadie avanza más de ahí. Así ocurre siempre que se piensa exclusivamente en técnica, cuando sólo se usa el intelecto. Es cierto que el intelecto es una función de la mente, pero si sólo produce destreza se transforma en semilla de falsía y el resultado es peligroso. Entonces vuelve a empezar y, de ahora en más, sigue el camino correcto.
Luego, se aproximo una gran gata de piel atigrada y dijo:
-En el arte del guerrero es sólo la mente la que cuenta. Por eso, desde el principio, busqué desarrollar este poder. Ahora, mi espíritu es fuerte como el acero y libre, pleno de energía que llena cielo y tierra. Tan pronto como percibo al enemigo, lo fascino con esta mente poderosa y la victoria es mía. Sólo entonces me aproximo, sin pensar, tal como la situación lo pide. Ejerzo sobre la rata el hechizo de mi poder, anticipo cada uno de sus movimientos. En cuanto a la técnica per se, no podría preocuparme menos. Todo se produce por sí mismo. Una rata corre misteriosa por la viga: sólo necesito mirarla fijamente y es mía. Pero hoy, esta rata misteriosa apareció sin forma y desapareció sin dejar huella. ¿Qué es? No lo sé.
La vieja gata contestó:
-Lo que has estado persiguiendo no es más que una fuerza psíquica y no surge del bien que merece llamarse bien. Que seas tan consciente del poder que usas para ganar es suficiente para que se vuelva en contra de tu victoria. Tu ego entra en juego. Pero ¿qué sucede cuando el ego del otro es más fuerte que el tuyo? Si buscas superar al enemigo con tus poderes superiores, él se opondrá a ti con los suyos.
¿Acaso imaginas que la única fuerte eres tú, que todos los demás son débiles? Supongamos que existe algo que no puedes vencer con la fuerza de la voluntad más potente, con tu propia fuerza, aunque fuera superior. ¿Qué harías entonces? Ésa es una buena pregunta.
La fuerza espiritual que sientes en ti, como el acero, libre y que llena cielo y tierra, no es la Fuerza suprema sino su reflejo. Tu mente no es más que una sombra de la gran Mente. Parece ser el Poder supremo pero, en realidad, es completamente diferente. La verdadera Mente es poderosa porque está constantemente iluminada por una visión clara. Pero tu mente sólo roza ese poder bajo ciertas condiciones. Tu fuerza y la gran Fuerza tienen origen distinto y, por lo tanto, tienen efectos diferentes. Es la diferencia que existe entre la corriente eterna del río Yang Tse y una crecida repentina. Pero, ¿cuál es la actitud necesaria para confrontarse con algo que ninguna fuerza espiritual puede vencer? Un proverbio dice: “Una rata, al verse atrapada, muerde hasta a la gata”. Un enemigo que enfrenta la muerte no depende de nada, olvida su vida misma, olvida sus necesidades, se olvida de sí mismo; es libre. Su voluntad es como el acero. ¿Cómo podrías vencerlo con una energía espiritual pretendidamente propia?.
Entonces se acercó una gata gris aún más vieja, inclino su cabeza y dijo:
-Sí, es verdad. Es tal como lo dices. No importa cuán grande sea la energía psíquica, siempre adopta una forma. Por ello, durante mucho tiempo busqué desarrollar el poder del corazón. No soy Yo quien ejercita este poder para derrotar espiritualmente a los demás (el “ego” de los otros gatos. Como la primera gata, he dejado de pelear, me reconcilio con el adversario, me hago uno con él y no me opongo a él en modo alguno. Cuando es más fuerte que yo, cedo, me someto, por así decirlo, a su voluntad. Si una rata desea atacarme, por más fuerte que sea, no halla sitio que atacar. Pero la rata de hoy no se guiaba por las reglas. Apareció y desapareció, inapresable como un fantasma. Nunca había visto algo igual.
La vieja gata respondió:
-Lo que llamas reconciliación no procede del Ser, de la Gran Naturaleza. Es una conciliación artificial, caprichosa: un truco. Buscas conscientemente evitar la agresividad del enemigo pero, si piensas en él, por más furtivo que tu pensamiento sea, él percibe tu intención. Y entonces, aunque te muestres conciliatoria, tu mente está lista para el ataque, está preocupada; tu percepción y tus acciones se hallan profundamente perturbadas. Todo lo que emprendes con una intención consciente obstaculiza la vibración original de la Gran Naturaleza, impide el fluir de su fuente secreta y perturba el curso de su movimiento espontáneo. La única manera de adquirir una forma inapresable es no pensar en nada, no desear nada, no hacer nada, abandonarse, en los movimientos, a las vibraciones del Ser. Nada surge entonces como forma oponente, por lo tanto no existe adversario que pueda resistir.
No significa que todo los que han tratado de ejercitar carezca de valor. Cada cosa que han dicho podría ser una manera de seguir el Camino. Técnica y Corazón pueden ser idénticos. Y cuando esto sucede, la Gran Naturaleza, el “principio activo”, se integra a la técnica y manifiesta en la acción del cuerpo. La fuerza del gran Ch’i se pone al servicio de uno. El que posee un Ch’i libre sabe cómo encarar cada cosa de manera correcta, con infinita libertad. En la batalla, su mente, en estado de reconciliación, sin usar fuerza, no cede ante oro ni piedra. Sólo una cosa cuenta: que no entre en juego ni un vestigio de autoconciencia. De lo contrario, todo está perdido. Si se piensa en la meta, aunque fugazmente, todo se torna artificial. Ya no surge del Ser, de la vibración original del Bloque no tallado, y el enemigo deja de estar a tu merced y te resiste.
Entonces, ¿qué procedimiento, qué arte, debemos usar? Sólo cuando eres libre de todo vestigio de autoconciencia (un estado sin mente), sólo cuando “actúas sin actuar”, sin intención, sin artificio, en armonía con la Gran Naturaleza, sólo entonces estás en el Verdadero Camino. Abandona todas tus intenciones, ejercita la no-intencionalidad y deja que el Ser sea. Este Camino no tiene fin y es inextinguible.
Y la vieja gata agregó algo aún más sorprendente:
-No crean que lo que acabo de decir es la verdad última. No hace mucho tiempo, conocí a un gato que vivía en una aldea vecina. Día tras día no hacía otra cosa más que dormir. Nada en él daba indicios de algo parecido a una fuerza espiritual. Allí estaba, recostado como un trozo de madera. Nunca nadie lo había visto cazando una rata. Pero donde él vivía, y en los alrededores, no había ninguna rata.
Donde él iba, las ratas desaparecían. Un día lo visite y le pedí que me explicara el misterio. No me contestó. Tres veces repetí la pregunta. Permaneció en silencio.
No era que deseaba responder sino más bien que no sabía que decir. Entonces comprendí que el que sabe algo no lo sabe. Ese gato se había olvidado de sí mismo y, por lo tanto, había olvidado todo lo que lo rodeaba. Se había transformado en “nada”, llegando al grado más elevado de no-intencionalidad. Podemos decir que había hallado el Camino divino del guerrero: prevalecer sin matar. Este gato en mucho me aventaja.
Shoken, que escuchaba todo esto como en sueños, se acercó y saludando a la vieja gata, dijo:
-Desde hace mucho tiempo practico el arte de la espada pero no he alcanzado la maestría. Escuchando tus comentarios creo haber comprendido la dirección que debo seguir. Pero verdaderamente deseo que me digas algo más acerca de tus conocimientos.
La gata preguntó:
-¿Cómo podría serte de utilidad? No soy más que un animal y me alimento de ratas. ¿Qué sé yo de cuestiones humanas? Lo único que sé es que el significado del arte de la espada no reside en vencer al adversario. Y que en este Camino es posible llegar a ver las cosas desde la luz que está más allá de la ilusión de vida y muerte.
Un verdadero guerrero, a través de sus ejercicios, debe dedicarse al entrenamiento espiritual en busca de esta visión clara. Para ello, debe ante todo explorar las doctrinas básicas de Ser, de la vida, de la muerte y del principio de la muerte. Pero sólo aquel que se ha liberado de todo lo que lo aparte del Camino, especialmente de los pensamientos que lo atan y limitan, puede alcanzar la gran claridad. Libre de perturbaciones, confiando en sí mismo, liberado de su ego y de todo lo demás, el Ser y sus movimientos se manifestarán a través suyo en completa libertad tal como es necesario. Pero si existe apego en su corazón, por más tenue que sea, el Ser se ve obstaculizado y atascado. Y cuando hay un “atascado en sí mismo”, siempre aparece otro “atascado en sí mismo” que se opone al primero. Entonces, dos fuerzas se oponen y luchan por existir y las mejores funciones del Ser, capaces de producir cualquier cambio, quedan inhibidas. Luego, si aparece la muerte, la claridad propia del Ser está perdida. En ese estado, ¿cómo puede uno confrontar al enemigo de manera correcta y contemplar con calma la victoria o la derrota?.
Aun cuando uno salga victorioso, sólo será una victoria ciega que no tiene nada que ver con el verdadero sentido del arte de la espada. El Ser en sí está más allá de las formas. Y no acumula propiedades. Por eso, si uno se aferra al más mínimo objeto, la gran Fuerza queda allí atrapada y el equilibrio original está perdido.
Cuando el Ser se apega a algo, ya no es libre de moverse y de fluir en su abundancia plena. Si se altera el equilibrio del Ser, su fuerza desborda por donde puede.
Libertad significa que si uno no acumula nada, si se apoya en la nada, si no se atasca con nada, no hay fuerza ni fuerza-que-se-oponga, no hay yo ni yo-que-se-oponga. Entonces, si sucede algo, el encuentro es como si fuera inconsciente y no deja huellas. En el I’Ching se dice: “Sin pensar, sin actuar, sin movimiento, en silencio total; sólo así es posible la presencia interior, totalmente inconsciente, del Ser y de la Ley de las cosas y, finalmente, hacerse uno con el cielo y tierra”.
El que practica el arte de la espada de este modo, y vive de acuerdo con ello, está cerca de la Verdad del Camino.
Al oír esto, Shoken preguntó:
-¿Qué quiere decir que no hay yo ni yo-que-se-oponga, ni sujeto ni objeto?
La vieja gata respondió:
-Cuando existe un yo, existe un enemigo. Si no nos manifestamos como Yo, ya no habrá un adversario. Lo que llamamos “adversario” no es más que otro nombre para “oposición”. Mientras haya una forma, siempre habrá la forma opuesta. Cada vez que algo se fija, aparece una forma característica. Si no concibo mi Ser en términos de una forma en particular, ya no existe la forma que se opone. Cuando no hay oposición, no existe nada que esté en contra. Es decir que si no hay un yo ni un yo-que-se-opone, si uno se abandona completamente y se libera de todas las cosas, uno está en armonía con el universo, se unifica con todas las cosas, en la gran Soledad. Aun cuando desaparece la forma del enemigo, uno no lo nota. No es que no lo perciba, sino que no se detiene en ello; la mente se mueve constantemente libre desde la profundidad del Ser.
Si la mente está libre de toda atadura, el mundo, tal como es, nos pertenece por completo y es un mundo único que nos incluye. Se lo percibe más allá de bien y mal, simpatía o antipatía. Ya nada ni nadie puede molestarnos, porque no hay apego. Todo par de opuestos, ganancia y perdida, bien y mal, alegría y sufrimiento, se origina en nosotros mismos.
Por esta razón, en toda la extensión de cielo y tierra no hay nada más valioso que nuestro propio Ser. Un poeta antiguo dijo: “Si ya no te aferras a nada, la cuna más estrecha es espacio suficiente; pero si en tus ojos hay una partícula de polvo, el universo entero te resultará estrecho”.
Porque si en tu ojo hay una partícula de polvo, no puedes abrirlo y, por lo tanto, no tienes clara visión, esa visión que sólo es posible cuando el ojo está vacío. Esto puede servir como analogía para el Ser, que es luminoso, libre en sí de toda forma.
Otro poeta dijo: "Rodeado de enemigos, aunque soy extraordinariamente fuerte, sería aplastado si solo fuera forma. Pero el Ser mora en mí y ningún enemigo puede comprender su profundidad”.
Confucio dijo: “El Ser, aún el de un hombre simple, no puede ser arrebatado".
Pero si la mente se perturba, el Ser se vuelve en contra de nosotros. Es todo lo que puedo decirles. Recójanse y busquen dentro de sí.
Un maestro sólo puede informar a su discípulo y ofrecerle una explicación. Pero el único que puede reconocer la verdad e integrarla es uno mismo. Esto es lo que se llama integración del Ser. La transmisión se hace de corazón a corazón. Está más allá de toda doctrina y erudición. Esto no significa contradecir al maestro.
Simplemente quiere decir que aún un maestro puede ser incapaz de transmitir la verdad. La verdad no es exclusividad del zen.

En toda enseñanza y en todo arte, la integración del Ser siempre ha sido el hilo central, y esto sólo se puede transmitir de corazón a corazón. La “enseñanza” se limita a indicar, nos orienta hacia eso que ya está dentro de nosotros sin que lo sepamos. No hay secretos que el maestro pueda “transmitir” al discípulo. Es fácil enseñar y es fácil escuchar. Lo difícil es hacerse consciente de eso que hay en uno, encontrarlo y tomar verdadera posesión de ello. Esto se llama “Observar la propia naturaleza, observar la gran naturaleza”.
Cuando esto se produce, experimentamos el Satori, el gran Despertar del sueño y de todas las ilusiones. Despertar, ver dentro del propio Ser, percibir la Verdad de Uno Mismo: distintos nombres para la misma cosa.
Maestro Ito Tenzaa Chuyan

lunes, 2 de mayo de 2011

Los manipuladores (XXIII) Conclusiones


Conclusiones


Hay personas que han tenido la suerte de nacer en un hogar donde el modelo predominante en los vínculos no tenía la característica propia de la relaciones manipuladoras. Esto es muy afortunado, pero, aún así, es muy poco probable que a lo largo de sus vidas no observen relaciones con dichas características. Es prácticamente imposible sustraerse a la relación con individuos que poseen características de personalidad manipuladora. En algún momento todos deberemos interactuar con alguno de ellos.

Como ya vimos, la vulnerabilidad de las personas tiene que ver con su propia historia. Los que sufrieron traumas a temprana edad, los que han sido criados bajo la influencia manipuladora de familiares directos, como , por ejemplo, el padre y la madre, seguramente tendrán mayor probabilidad de establecer vínculos con este tipo de personas.

Es muy posible que las víctimas potenciales de los manipuladores piensen, en, principio que rebelarse significa la automática pérdida del amor, dada que ése fue el modelo interiorizado en su infancia.

Sin embargo, no hay razón alguna que sirva para justificar un sometimiento de este tipo. En todo caso, y si se es consciente de ello, se tratará de una decisión personal respetable del sometido, aunque no siempre sea la más conveniente para él/ella.

Al "darse cuenta" del sometimiento a la influencia generalmente devastadora de un manipulador, se presentan dos claras opciones igualmente válidas:


1. Seguir adelante con la relación intentando mejorarla.

2. Dar por finalizada la relación.


En ambos casos será necesario determinar la relación coste-beneficio de una u otra decisión.

Suponiendo que antes de tomar la segunda de las dos opciones prefiera intentar mejorar la relación, no pierda de vista la toxicidad de este tipo de vínculos.

Hemos dedicado una parte de este libro a la explicación de la forma en que es posible preservarse de ellos. Un cambio de actitud es lo único que resguarda de no caer en las garras de otro manipulador. Sin embargo, desactivar el mecanismo de manipulación lleva bastante tiempo y será mejor no tener expectativas de resultados inmediatos para no incentivar la frustración.

¿Cuál es el limite que determina que la balanza se incline para una u otra de las opciones? En este aspecto no hay recetas "magistrales", cada individuo sabrá cuál es su punto de quiebre.

Desde ya, cualquiera que sea la decisión tomada, le deseamos ¡suerte!


Para los que hayan intentado sin éxito mejorar el vínculo con una persona manipuladora va la siguiente declaración:


Basta es "basta" y hay una sola manera de decirlo: ¡¡¡Diciendo basta!!!


"Basta" no se dice de manera indirecta, ni con gestos, ni con silencios.


"Basta" se dice sin dubitaciones, ni explicaciones, ni justificaciones. Se dice una sola vez y basta.


"Basta" no se dice bajando la cabeza ni llorando. Se dice con entonación firme, pero sin gritar; tampoco se dice utilizando un murmullo.


Es un "basta" para el otro, porque ya fue un "basta" para uno mismo y no puede dejar de ser "basta", aunque el otro se oponga.


"Basta" es "basta", aquí y en este momento.


"Basta" no se dice de rodillas, porque es un acto de dignidad. Es un "basta" que surge de la necesidad de libertar, de ser dueño de las propias decisiones.


"Basta" es el fin de un libro, sin más capítulos, porque ya se dijo todo lo que había que decir.


Decir "basta" no es olvidarse del pasado, es una corrección del presente pensando en el futuro, y sólo quien sabe decir "basta" puede decir "de ahora en adelante".


(Texto extraído del libro "Cómo hacer frente a los manipuladores". Autoras Gloria Hussmann y Graciela Chiale)

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