viernes, 29 de enero de 2010

El tonto y el gurú


Era un gurú de "masas", de esos que afirman su ego desmedido, coleccionan cientos de devotos ciegos y acumulan riquezas. Su fama era tal que decidió hacer un recorrido por varias ciudades de la India, con la idea de trasladarse en palanquín dando charlas espirituales y bendiciones a cambio de donaciones. Pero como los seguidores eran numerosos, los organizadores del viaje le calcularon que éste duraría doce años; sólo así sería posible llegar hasta el último rincón del país.
Comenzó la gira triunfal. Ni que decir tiene que el gurú estaba henchido de vanidad. Un día, mientras se desplazaban de una a otra localidad, el cortejo fue detenido en el camino por un hombre empeñado en hablar con el gurú. Era tonto, mas no parecía fácil hacerle renunciar a sus propósitos. El gurú, de muy mala gana, pero a fin de que el hombre se apartase y el cortejo pudiera proseguir la marcha, accedió a hablar con aquel simple.
-No tengo tiempo que perder, así que dime en seguida lo que quieres -le dijo con todo el tono despótico de que fue capaz.
-Quiero ir al cielo -dijo el tonto, sin dudarlo un instante-.
Como tú eres un maestro muy importante, debes reconocer el camino hacia él y deseo que me lo indiques cuanto antes.
El gurú soltó una gran carcajada.
-O sea, que quieres ir el cielo -dijo-. Pues es bien fácil. Permanece aquí todo el tiempo con las manos levantadas hacia el cielo y lograrás llegar.
Con un gesto despectivo, el gurú volvió al palanquín y siguieron la marcha. Durante doce años recorrió aldeas, pueblos y ciudades. Fue aclamado, devotamente escuchado y bien retribuido en donaciones. En el camino de vuelta a su ciudad, se encontró con el tonto que dejara allí doce años atrás. Su aspecto era calamitoso, muy delgado, pero en su mirada había fe. Entonces, y ante la estupefacción del gurú y de todos los asistentes, comenzó a ascender lentamente hacia el cielo. En la densa bruma de codicia de la mente del gurú brotó en ese instante un rayo de luz y comprensión. Se abalanzó sobre el tonto y se asió desesperadamente de su tobillo. No podía perder esa oportunidad. El tonto y el gurú iban directos al cielo. El maestro sintió mucho agradecimiento hacia el tonto ya que había hecho posible su única oportunidad para ir al paraíso. A medida que ascendía, el otrora desdeñoso gurú fue tomando conciencia de sus errores, de su ambición desmedida e injustificable, de su afán de poder desproporcionado y de su innoble codicia. Entró en el cielo detrás del tonto, sencillamente porque el había sido infinitamente más tonto.

Esta vez el gurú encontró al único ser que estaba realmente lleno de convicción y fe. Todos los demás devotos tan sólo buscaban que les sacaran del aburrimiento. No es el gurú, este tipo de gurú, el que te abrirá las puertas del entendimiento, sino tu propia sabiduría interior; esta será la que te hará comprender más allá de vanas palabras, por muy bien manejadas que estén por aquellos que necesitan del poder y la fama para engrandecer su disminuida autoestima. Por esto lo único que conseguirán serán acólitos ciegos, mucho más que él, ya que de otro modo es imposible dejarse arrastrar por tales gurús.
Espero que aquellos que se han erigido en gurús, y también aquellos que les han prestado su apoyo desde puestos de poder (así es como consideran ellos sus cátedras universitarias), despierten del espejismo en el que viven y dejen de causar más daño del que ya se está causando en el mundo.
Para luchar por la justicia, primero yo mismo he de saber lo que es, sintiéndola como parte de mi esencia, inseparable. No hay otro modo. Lo demás: lo demás es falsa bondad y pura parafernalia llena de ambición desmedida.
Estas personas acabarán cayendo del pedestal en el que se han subido, y les han subido. Me alegraría que pudieran ser como esté gurú, ya que al menos camino del cielo se dio cuenta de cuán equivocado vivió.

(Imagen de autor desconocido para mi)

jueves, 28 de enero de 2010

Infelicidad


Creada originalmente por Haideé Iglesias
Nota: esta imagen es tan sólo un instante en la vida de esta persona, no su continuidad de vida.

Un discípulo apesadumbrado y tras muchos años de búsqueda de la dicha y la paz, acudió a su maestro y le dijo:
-Maestro querido, los años van discurriendo como las aguas de los ríos. Ya no soy joven, los años han comenzado a pesarme y me doy cuenta de que no logro encontrar la felicidad. Algo está fallando en mí. Siento tristeza, amargura, a veces un poco de contento o satisfacción, pero la dicha suele ser el preludio de la desdicha.
El maestro asintió con la cabeza, sin perder su beatifica sonrisa.
-Así es la vida, es así. Quiero que prepares un tazón de leche dulce y se la des a probar a un enfermo grave. Después vuelve a mi lado y me cuentas lo que ha sucedido.
Así lo hizo el discípulo. Buscó a un enfermo muy grave y le dio a probar la leche dulce. El enfermo, sin embargo, al probar la leche, hizo una mueca de desgana y asco, diciendo con voz entrecortada:
-¡Qué amargo está esto!
El discípulo volvió junto a su maestro y le contó lo sucedido.
-¿Lo ves, querido discípulo? Cuando se está enfermo, hasta lo más dulce sabe amargo. Cuando la mente no ha hallado el perfecto equilibrio y la ecuanimidad, se extravía en placeres y pesadumbres, pero no encuentra ninguna dulzura en lo que experimenta, como ese hombre enfermo sólo sentía sabor amargo en la bebida dulce que tú le ofreciste.

La felicidad no es una experiencia, sino un estado. No está fuera, sino dentro de nosotros.

sábado, 23 de enero de 2010

Golpe de color


Creada originalmente por Haideé Iglesias

Una ausencia de color genera una ráfaga de luz en mi imaginación. De un aturdimiento, un deleite coloreado. En ese instante se me agolpan los acordes de una mañana en primera alba. ¿Por qué dejarla así? Golpe de color. Ya nada es igual...

Un afán por sobrevivir y todo muere en la boca de una ave, tanto como en la de un pez.
Nociones indelebles de vida que no prometen nada eterno, pero sirven para sentir que nadie es mejor que nadie, tan sólo se es.

miércoles, 20 de enero de 2010

El meollo de la obsesión: La necesidad de control


Independientemente de las causas psicobiológicas de la obsesión, la dínámica central de la personalidad obsesiva es la del control. Casi todos nosotros, incluidos los obsesivos, reconocemos que la vida es fundamentalmente imprevisible. Y por más que las personas concienzudas y bienintencionadas lo intenten, es imposible controlar todos los aspectos de la propia existencia; en una palabra, somos vulnerables. Sin embargo pese a todo lo que se pueda considerar en estos axiomas, en algún lugar, muy cerca del centro de su ser interior, lejos de su conocimiento consciente, los obsesivos tratan de negar esta realidad. Sus esfuerzos sutiles pero constantes para controlar todo en el mundo exterior (y en el interior) son un intento de alcanzar lo imposible: la garantía de la seguridad, el recorrido seguro a través de los riesgos e incertidumbres de la vida.
Dichos esfuerzos "funcionan" a veces durante años. Su escrupulosidad y minuciosidad les valen a los obsesivos la admiración de sus colegas en el trabajo. Siguen asiduamente leyes y normas, de modo que rara vez provocan la desaprobación de la autoridad. Casi nunca son rechazados en las relaciones amorosas, porque evitan las situaciones que puedan hacerlos vulnerables, o bien actúan preventivamente cuando intuyen que la relación va mal, asegurándose así ser ellos quienes pongan el punto final. Se adaptan a las normas de su grupo social, de modo que por lo general no se los ridiculiza ni aísla. Y las recompensas que reciben por ser responsables, coherentes, atentos a los detalles, cuidadosos y bien organizados son numerosas.
Pero tanta seguridad tiene un precio. Si bien pueden estar acostumbrados a ello, muchos obsesivos sufren. Porque no pueden demostrar sus sentimientos o confiar en alguien (ni tan siquiera en las personas más queridas), y el resultado es que viven con la escalofriantes sensación de encontrarse absolutamente solos.
Muchas personas obsesivas padecen la interminable agonía de tener que hacerlo todo bien, un imperativo innecesario que puede estropear la actividad más agradable. El miedo al desconcierto, a la confusión y a parecer menos perfectos suele impedirles emprender nuevas tareas.
Se debaten todos los días bajo el peso de un vasto reglamento interno, de un intenso sentimiento del deber., de la responsabilidad y la justicia. La mayoría de los obsesivos no disfrutan de la alegrías del momento; para ellos, el presente casi no existe. Aún en el tiempo libre, muchos no pueden relajarse totalmente, ni tan siquiera divertirse. De hecho, nunca "desconectan" del todo: las preocupaciones los acosan mientras van esforzadamente por la vida haciendo las cosas "bien" y esperando que la precaución, la diligencia y el sacrificio den sus frutos... algún día.
Muchas veces estas personas sufren amargar decepciones. Pienso en las palabras de una mujer de Kentucky, de ochenta y cinco años, Nadine Strair. Ella escribió lo que sigue:


SI VOLVIERA A VIVIR

La próxima vez me gustaría cometer más errores. Me relajaría. Sería más espontánea. No sería lo tonta que he sido. Me tomaría menos cosas en serio. Correría más riesgos. Escalaría más montañas y atravesaría a nado más ríos. Comería más helados y menos guisantes. Tal vez tendría más problemas reales, pero menos imaginarios. Así es, soy una de esas personas que viven sensata y saludablemente hora tras hora y día tras día. He pasado muy buenos momentos, desde luego, y si pudiera volver a empezar pasaría muchos más. En realidad, buscaría sólo buenos momentos. Tan sólo momentos, uno tras otro, en lugar de vivir siempre para dentro de unos años. He sido una de esas personas que nunca salen sin un termómetro, una bolsa de agua caliente, un impermeable y un paracaídas. Si tuviera que volver a empezar, viajaría por la vida con menos equipaje.


Nadie puede volver a vivir la parte de su existencia que ya pasó. Pero si alguien es un obsesivo, y sufre, puede cambiar su futuro y obtener más placer y realización personal.

domingo, 17 de enero de 2010

La obsesión por el perfeccionismo (La personalidad obsesiva)


"Cuando pretendemos practicar las virtudes hasta el extremo, aparecen los vicios... Critiquemos a la perfección misma". Pascal

Este libro trata de las personas que son demasiado perfectas como para que lo disfruten.
Usted las conoce, y quizá sea una de ellas. Si es así, tiene algo de que enorgullecerse Es usted una excelente persona: honesta, digna de confianza, trabajadora, responsable, exigente, ecuánime.
Pero para muchos esta perfección conlleva su lado oscuro. Los rasgos de carácter que les proporcionan éxito, respeto y confianza les causan también serios problemas. Estos individuos no son capaces de disfrutar de sus relaciones con los demás y con el mundo en general, y tampoco se sienten cómodos consigo mismos. Veamos quiénes:
  • La persona tan dedicada a alcanzar objetivos profesionales y personales que no puede abandonarse a una pocas horas de placer improvisado sin sentirse culpable o indisciplinada.
  • La persona tan preocupada por la elección correcta que tiene dificultades para tomar decisiones relativamente simples, generalmente vinculadas a algo agradable: comprar un equipo nuevo de sonido o decidir a dónde ir de vacaciones.
  • La persona tan melindrosa que su placer se arruina si no está todo "perfecto".
  • El "adicto a pensar", cuya mente aguda e hiperactiva lo lleva con frecuencia a hundirse en el pantano de la tristeza y la cavilación.
  • El perfeccionista, cuya necesidad de perfeccionar y pulir cualquier trabajo hace que siempre dedique más tiempo del necesario a cumplir tareas inclusive insignificantes.
  • La persona tan resuelta a encontrar al Principe Azul o la mujer de sus sueños que es incapaz de establecer una relación duradera cualquiera.
  • La persona tan acostumbrada a trabajar largas jornadas que no puede parar, aun cuando se enfrente con la evidencia de que el exceso de trabajo está destruyendo su salud y sus relaciones familiares.
  • El irresoluto, que critica su supuesta "pereza", sin darse cuenta de que la verdadera razón de que sea incapaz de acometer una tarea es que su necesidad de llevarla a cabo de manera impecable la hace parecer inmensa.
Estos son sólo algunos ejemplos del comportamiento habitual en personas que tienen el tipo de personalidad que los psiquiatras llaman obsesiva. Este término -y otro afín, compulsivo- se ha introducido en nuestro lenguaje cotidiano de una manera sorprendente. Fulano está "obsesionado" con el futbol, Zutano es un consumidor "compulsivo". Por otra parte, se han publicado libros y artículos que han llevado a conocimiento del publico profano la existencia del trastorno obsesivo-compulsivo, la enfermedad que induce a conductas tales como lavarse demasiado a menudo las manos, controlar que se cumplan ciertas rutinas constantemente o desplegar rituales paralizantes.
Sin embargo, cuando uso es término obsesivo me refiero a lago bastante diferente: a un tipo de personalidad y no a un comportamiento aislado o a un trastorno clínico.
Si existe una cualidad que caracteriza a la gente obsesiva es una necesidad poderosa e inconsciente de sentir que mantienen el control sobre si mismos, de los otros y de los peligros de la existencia. Una de las principales manifestaciones de esta necesidad es el perfeccionismo. Existe una familia de rasgos de personalidad que se asienta sobre estas dos necesidades: llevar el control y ser "perfecto". Estos rasgo incluyen:
  • miedo a cometer errores
  • miedo a tomar una decisión o a hacer una elección equivocada
  • gran devoción por el trabajo
  • necesidad de orden y de una rutina firmemente establecida
  • frugalidad
  • necesidad de conocer y respetar las normas
  • circunspección emocional
  • tendencia a la obstinación y a discrepar de los demás
  • exagerada resistencia a ser presionado o controlado por otro
  • inclinación a preocuparse, cavilar o dudar
  • necesidad de estar por encima de todo crítica: moral, profesional o personal
  • cautela
  • una presión interna constante para utilizar cada minuto productivamente
Según mi definición alguien es obsesivo si su personalidad está predominantemente coloreada por rasgos de esta secuencia, en cualquier combinación. Muchas de estas características, cuando no son exageradas o rígidas, son cualidades valiosas. Es difícil imaginar que alguien pueda triunfar en nuestra sociedad si no posee cierto grado de autodisciplina, o la decisión de trabajar duro y el deseo de no cometer errores. Pero algunas personas son "demasiado perfectas" y los rasgos obsesivos de su personalidad son tan dominantes e inflexibles que estas virtudes les causan, en realidad, numerosos problemas.
En mi práctica profesional veo todos los días nuevos ejemplos de esta angustia autogenerada. Y advierto, al mismo tiempo, hasta qué punto la mayoría de los obsesivos no se dan cuenta de que están perjudicándose a si mismos; prefieren ignorar cualquier indicio de que sus pesadas cargas podrían ser autoimpuestas. Casi todos crecieron creyendo que nunca se es suficientemente cuidadoso, trabajador, prolijo, previsor y organizado. De hecho, están orgullosos de las características que más les perjudican. ( Y añado de mi cosecha: que muchos de los que les rodean se encargan de fomentar dichas características perniciosas porque está bien visto el éxito, de hecho es lo que se admira, no a la persona en si misma con todos sus aciertos y errores. haideé)
Rara vez mis pacientes obsesivos acuden a verme porque les parezca que algo no anda bien en su forma de vida. Por el contrario, buscan ayuda a causa de algún síntoma específico o molestia exterior. Tal vez se enfrentan a una incomprensible ansiedad o a una afección gastrointestinal. En otros casos, les resulta difícil afrontar algún evento perturbador, por ejemplo un grave revés laboral que atenta contra su imperiosa necesidad de logros constantes en ese mismo camino. Muchas veces es la esposa o el esposo quien insiste en que el paciente busque ayuda terapéutica.
En el caso de Laura, la acercó a mi una sugerencia de su médico clínico. Desde hacía unos meses esta paciente sentía que perdía paulatinamente la alegría y las ganas de vivir. Tenía transtornos del sueño y del apetito. Al principio, Laura se sintió desconcertada ante su incapacidad para liberarse de sus sentimientos de tristeza. Pero era una persona inteligente, sensible y lúcida, y muy pronto pudo identificar varios factores que alimentaban su melancolía.
La base del amor propio de Laura estaba indisolublemente ligada a su propia imagen como una triunfadora que invariablemente deslumbraba a los demás con sus logros. Hija ejemplar de profesionales destacados, se había graduado con honores en una prestigiosa universidad estadounidense; después había iniciado una carrera laboral en el ámbito comercial y había llegado rápidamente al cargo de directora de marketing de una gran tienda de ropas. Casi inmediatamente, la gente de la compañía empezó a pensar en ella como en alguien capaz de afrontar cualquier problema y realizar cualquier tarea, por difíciles que fuesen.
Pero en su vida privada las cosas no marchaban tan bien. No era feliz en su matrimonio y le rondaba la idea del divorcio, pero se sentía terriblemente frustrada por su incapacidad para tomar una decisión definitiva. Además, se sentía exhausta. Como le resultaba difícil delegar tareas y pensaba que debía hacerlo todo por si misma, soportaba una excesiva carga de trabajo, que se volvía aún más onerosa por los objetivos desmesurado con que enfocaba su desempeño laboral. Una vez Laura me contó que sólo se sentía verdaderamente relajada en la oscuridad de un cine. Aún en su hogar trabajaba constantemente y se sentía culpable por abandonar alguna tarea.
Era evidente que tenía razones para preocuparse, pero ni siquiera se daba cuenta de que podría haber reaccionado de otro modo. Requirió tiempo y esfuerzo que se percatara de hasta que punto contribuía ella misma a provocar su desdicha. Cuando la conocí mejor me enteré de que su padre había sido un hombre severo y crítico, con ideas inflexibles sobre la manera "correcta" de hacer todas las cosas. Así, Laura había crecido creyendo que para ganarse el amor de su padre (tarea casi imposible, ya que él era tan difícil de complacer) ella tenía que actuar impecablemente. Ya adulta, siguió detestando la idea de cometer errores, algo que perjudicó enormemente su vida laboral y matrimonial. Al mismo tiempo, su impecable autocrítica neutralizaba su capacidad para disfrutar de sus innegables logros.

(Texto extraído del libro "La obsesión por el perfeccionismo" de Allan E. Mallinger y Jeannette De Wyze. Soluciones para acabar con el control excesivo)

sábado, 16 de enero de 2010

El arte de la paz III


No consideres el mundo con temor y aversión. Enfréntate valientemente a lo que los dioses tengan a bien ofrecerte.

Morihei Ueshiba

jueves, 14 de enero de 2010

La muñeca de sal

Creada originalmente por Haideé Iglesias

Una muñeca de sal recorrió miles
de kilómetros de tierra firme,
hasta que, por fin, llegó al mar.

Quedó fascinada por aquella móvil
y extraña masa, totalmente distinta
de cuanto había visto hasta entonces.

"¡Quién eres tú?" , le preguntó
al mar la muñeca de sal.

Con una sonrisa, el mar le respondió:
"Entra y compruébalo tú misma".

Y la muñeca se metió en el mar.
Pero, a medida que se adentraba en
él, iba disolviéndose, hasta que
apenas quedó nada de ella.
Antes de que se disolviera exclamó
asombrada: "¡Ahora ya sé quién soy!".

Anthony de Mello

Cada vez que contemplo el mar, me disuelvo. Cada vez que me adentro en el mar, me complementa. Cada vez que huelo y siento el mar, vivo.

martes, 12 de enero de 2010

Desnudo árbol


Creada originalmente por Haideé Iglesias

Desnudo árbol,
quieto sosiego mudo.
Invierno audaz.

lunes, 11 de enero de 2010

Mira tu sombra

Creada originalmente por Haideé Iglesias

Mira tu sombra: todo lo que dejas de ver en ella es todo aquello que no quieres, o no sabes, reconocer de ti mismo.

sábado, 9 de enero de 2010

En la farsa


En la farsa vive quien escribe dulces y sentidas palabras (aparentemente llenas de comprensión) pero no saca ni una triste moneda para dársela a un ser que la solicita. La actitud más habitual entre los que viven en un estado de farsa constante. Debo dar gracias por haber podido comprobar esto que digo con mis propios ojos. Se presentaron varias ocasiones para que la farsa no fuera tal, más no hubo ni un sólo gesto, ni tan siquiera no verbal a favor de donar una moneda en cada una de las veces en las que la acompañé.
Viven en la farsa quienes se venden a través de palabras, bonitas, pero vacías de contenido. Antes me entristecía, ahora tan sólo comprendo, Comprendo que esta persona se considera alguien no válido: si me dedico con empeño a demostrarles a los demás lo majo y buena persona que soy, igual así me convierto en lo que predico. En algunos casos ha dado resultado, si. En otros tan sólo ha sido para sembrar dolor en el corazón de esa misma persona, ya que la conciencia no calla, de un modo u otro siempre habla y se hará escuchar de un modo u otro, por enfermedad o por accidentes -leves o graves- o por circunstancias adversas que nos recordarán que hemos estado mintiendo para parecer lo que no somos, mejor dicho, para aparentar ser algo que ya somos pero que aún no hemos descubierto. Como siempre, paradójico.
Insisto: no es lo mismo parecer ser una buena persona a, ser una buena persona.
La farsa perjudica tanto al que la ejerce como al que la recibe, confiando ambos en que la verdad es una mentira; uno que se dedica con empeño a hacer creer; otro que cree de buena fe y que estará alimentando, sin saberlo, una mentira.
Vivir en la farsa te llena de miedo, miedo que se alimentará de si mismo, porque para no ser descubierto seguirá inventado otras mentiras... una ciclo sin fin... para darse de bruces con que ha alimentado a una bestia que le encarcela día tras día, noche tras noche, sin tregua... Se ha convertido en su propio torturador... Ha construido su propia cárcel y su propio verdugo: él mismo, y ningún otro, lo es.

jueves, 7 de enero de 2010

El hogar de todos

Creada originalmente por Haideé Iglesias

Qué agradable resulta estar cobijado ante el frío que se sabe hace en el exterior. En ese mismo momento pensé en aquellos que no disponen de esta sensación ni del lugar que los cobije, entonces el amor inundó mi ser, ofreciendo esa energía al universo, expandiéndola para que todo cambie, para que todo se ilumine de amor y podamos comenzar a transformar nuestro alrededor. Mas sin la compresión intima de uno mismo, no hay amor. Sintamos que somos parte de este universo, sintamos que podemos ser mejores y sintamos que podemos transformarnos a nosotros mismos para poder así comprender a todos los demás sin el menor asomo de duda, con la intención llena de compasión. No hay mejor logro que éste en la vida. Y si todos no llegan a la iluminación, al menos si se conseguirá transmitir esa energía llena de potencialidad a cada acto cotidiano de la vida. Este es el hogar: el universo, este planeta y nuestro corazón al unísono haciendo que la armonía reine en nuestro interior; este es el hogar lleno de calidez que cambiará el mundo. Somos átomos, inseparables unos de otros, funcionando en perfecta vibración. Ya no habrá buenos y malos, sino átomos. Tú y ellos, lo mismo. Entonces dejarás de juzgar. Entonces entenderás la no dualidad...
Llena tu corazón de amor, así podrás ser honesto sin ningún temor. Te convertirás en el hogar de todos, sabiendo siempre que es lo que has de hacer, ya que la energía universal será la que te guiará.

martes, 5 de enero de 2010

La sopa de la sopa del ganso


En cierta ocasión un pariente visitó a Nasruddin, llevándole como regalo un ganso. Nasruddin cocinó el ave y la compartió con su huésped.
No tardaron en acudir un huésped tras otro, alegando todos ser amigos de un amigo "del hombre que te ha traído el ganso". Naturalmente, todos ellos esperaban obtener comida y alojamiento a cuenta del famoso ganso.
Finalmente, Nasruddin no pudo aguantar más. Un día llegó un extraño a su casa y dijo: "Yo soy un amigo del amigo del pariente tuyo que te regaló un ganso!". Y, al igual que los demás, se sentó a la mesa, esperando que le dieran de comer.
Nasruddin puso ante él una escudilla llena de agua caliente. -¿Qué es esto? -preguntó el otro.
-"Esto", -dijo Nasruddin-, "es la sopa de la sopa del ganso que me regaló mi amigo".

A veces se oye hablar de hombres que se han hecho discípulos de los discípulos de los discípulos de un hombre que ha tenido la experiencia de Dios.

Es absolutamente imposible enviar un beso a través de un mensajero.

Anthony de Mello.

sábado, 2 de enero de 2010

El mismo tipo de pago


Dos hombres se presentaron ante el juez de la localidad.
-Señoría -dijo el primero-. vengo a demandar a este individuo porque ha vendido toda la leña que ha cortado y no quiere darme mi parte.
-Si él ha cortado la leña, ¿qué es lo que tú has hecho? -interrogó el magistrado.
-Yo lo he estimulado dándole gritos de aliento y ánimo constantemente, eso ha provocado que cortara más leña de la habitual y que le pagaran una cantidad superior a la que normalmente recibe.
El juez se quedó pensando unos instantes.
-Lo que reclama este hombre es justo -sentenció-. Leñador, dame la bolsa con el dinero que has recibido y entregaremos la parte que le corresponde a este hombre.
El juez cogió la bolsa del compungido leñador y la agitó ante la cara del hombre hasta que sonaron las monedas dentro.
-Este es el pago: ya tienes el sonido del dinero.
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