miércoles, 9 de octubre de 2013

Mente limpia

haideé iglesias

En el norte de la India, junto al río Ganges, vivían dos maestros, uno de ellos era un erudito versado en todas las escrituras sagradas; el otro no había estudiado y dedicaba horas a la contemplación de la madre divina. Las necesidades y problemas cotidianos hacían que los campesinos y aldeanos de todas las regiones fueran a ver a los sabios para pedir consejos e instrucciones. No obstante, apenas se acercaba la gente a ver al erudito, sus consejos y citas no les servían de mucho; en cambio, el otro maestro recibía múltiples visitas. 
Un día el erudito, un poco molesto, fue a visitar a su convecino. 
–Me pregunto cómo es que viene tanta gente a verte –le dijo–. ¿Cuál es la escritura en que basas tus consejos? Debe ser verdaderamente grandiosa.
El otro maestro le miró extrañado, él sabia poco de libros y manuscritos.
–Sólo hago lo que me dijo mi maestro –contestó–. Los observo con la mayor atención de que soy capaz hasta que veo quién me pregunta. Sólo entonces sé qué necesita saber.
El erudito se dio cuenta de que sus conocimientos intelectuales le impedían mirar a los demás. Le faltaba atención y desde entonces, se dedicó a despertarla. 

Una vez te has llenado de conceptos, deshazte de todos ellos... entonces quedará espacio para mirar y captar en profundidad, tanto dentro de tí mismo como dentro de los demás... 
Atención, atención, atención. Humildad, humildad, humildad.

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