viernes, 29 de abril de 2011

Los manipuladores (XXII) Algunos ejemplos de la vida real (c)


El caso Javier


Javier fue siempre un niño dócil, según sus padres, "un niño que nunca dio trabajo". Era el primero de los tres hijos y el único varón. Sobre él estuvieron cifradas las mayores expectativas. Nunca las defraudó.

Pertenecía a una familia de clase media alta, y ambos padres eran profesionales. Esforzados pero exitosos, tanto económicamente como socialmente, compartían con sus amigos actividades sociales y deportivas.

Bien parecido, dulce y cariñoso, Javier era popular entre las chicas y también había logrado formar un numeroso grupo de amigos con los que compartía salidas y deportes.

La admiración que sentía por sus padres lo impulsó a priorizar muchas veces las opiniones de ellos, que representaban para él "el camino a seguir". Su única gran frustración había sido dejar de lado su vocación de futbolista.

Trabajando mientras estudiaba, se licenció en administraciones públicas y después hizo un máster en administración de empresas. Poco antes de licenciarse comenzó a trabajar en una empresa multinacional, lo que le abrió un panorama laboral francamente alentador.

Mientras hacía un trámite administrativos en la universidad, conoció a Sofía, una joven que no era lo que comúnmente se denomina "una belleza", pero que tenía una fuerte personalidad imposible de pasar por alto.

Estudiante de económicas, capaz y ambiciosa, sentía que debía y podría resarcirse del fuerte revés económico sufrido por su familia al perder la empresa familiar. Mostraba tanta seguridad, poder de decisión y resolución que Javier quedó fascinado. Poco tiempo después se casaron.

Si bien la familia de Javier no estaba de acuerdo con una decisión tan apresurada, no dejaron de apoyar a su hijo y le dieron dinero para comprar la casa que él deseaba para empezar su nueva vida. Sólo una condición pusieron los padres al entregar el dinero: que la propiedad fuera escriturada como bien propio de Javier. A pesar de la palabra dada, la casa se escrituró a nombre de ambos miembros de la pareja.

Los padres prefirieron priorizar la relación y no cuestionaron la decisión. Pero no pasaría mucho tiempo antes de que determinados signos comenzaban a preocuparlos.

Javier dejó de frecuentar a sus amigos de la infancia, a los que Sofía trataba despectivamente y acusaba con frecuencia de confabular en su contra.

Al poco tiempo, la familia de Javier comenzó a darse cuenta de que Sofía se empeñaba en obstaculizar la relación entre ellos y su hijo. Entonces comenzaron a surgir malentendidos. Incluso Sofía solía tergiversar sus palabras cuando se las transmitía a Javier. Esto produjo un distanciamiento entre Javier y sus hermanas, a pesar del esfuerzo de los padres por mantener el vínculo familiar.

Sofía llegó a amenazar a sus suegros con la posibilidad de no poder ver a sus nietos el día que los tuvieran. Esto tampoco fue denunciado por ellos ya que tenían la certeza de que Javier nunca les creería. Confiado, "ciego de amor", no veía más que por los ojos de Sofía. Pero lo que parecía inmodificable sufrió, de pronto y por los medios más inesperados. una innovación.

Cuando la crisis económica que sufrió Argentina en el año 2001 golpeo fuertemente el mercado laboral, la empresa donde trabajaba Javier se vio obligada a despedir a varios de sus empleados. Javier tuvo suerte y fue enviado a trabajar a la filial que la empresa tenía en España.

En ese momento a Sofía le faltaba aprobar las dos últimas asignaturas para licenciarse. No resultó extraño que decidieran que Javier viajara solo y que ella lo seguiría apenas terminara su carrera. Los padres de Sofía, que alquilaban un pequeño apartamento desde que habían perdido su casa al quebrar la empresa familiar, se mudaron con ella.

A los pocos meses, ya licenciada, todo había suponer que la pareja por fin podría reunirse. Pero en ese momento, Sofía comenzó a buscar excusas para posponer o evitar el viaje.

Al cabo de casi un año, Javier le propuso renunciar a su trabajo y volver a Argentina para poder estar juntos. Pero Sofía le hizo desistir de su idea aduciendo: "No quiero estar casada con un desocupado, ya pasé una vez por eso cuando mi padre perdió la empresa... No quiero pasar por lo mismo..." Prometió a Javier que pronto se reuniría con él. Simultáneamente aceptó un puesto de trabajo en una consultora y comenzó a dictar clases en la universidad. Es fácil inferir que en ningún momento pensó en viajar a reunirse con su marido.

¿Y qué pasaba entretanto con su marido?

Solo, adaptándose a costumbres nuevas y extrañando a su mujer y a todos sus afectos, Javier pasó duros momentos. Pero siempre en los tiempos de mayor desolación y oscuridad aparece la luz de nuevos afectos, en este caso en la figura de nuevos amigos, algunos de ellos argentinos en su misma condición y otros tantos españoles, que lo rodearon con afecto y le permitieron reencontrarse con el perdido sentimiento de pertenencia.

La distancia y el observar de qué modo distinto resolvían las dificultades sus amigos, le permitieron aceptar lo que hacía tiempo luchaba por no ver: el abandono.

Llamó a Sofía y le planteó decididamente que no había más postergaciones o estaban juntos, como alguna vez lo había soñado, o se separaban definitivamente.

La respuesta es fácil de imaginar: Sofía le pidió un poco más de tiempo. Pero en ese lapso Javier conoce a Marisa. Como no era persona de mentiras ni ocultamientos, llamó a Sofía para informarle de la situación, hecho que Sofía supo aprovechar para despertar en Javier sentimientos de culpa, permitiéndole "reparar su acción" al cederle los bienes que poseía en Argentina. Al separarse, Sofía se quedó con la totalidad del valor de la casa y el coche que, por otro lado, usaba habitualmente.

Javier se quedó con Marisa, con una nueva posibilidad de felicidad y con una frase que refirió a su familia cuando viajaron a visitarlos: "Durante el tiempo que estuve casado con Sofía jamás pude hacer lo que sentía, ella decidía siempre por los dos. ¿Qué les preocupaba? ¿La casa? ¿El coche? No importa el dinero, ¿para qué sirve si no puedo comprar mi libertad...? Tengo la sensación de haber pagado un rescate. Creo que es la primera vez en mi vida que no me importa lo que piensen, siento que hago lo que quiero hacer... ¡Y soy feliz!".

Javier, como tantos niños, pudo haber sentido que para ser reconocido y valorado por sus padres no debía defraudarlos. Y aprendió a desoír sus emociones, a no decodificar sus sentimientos,, a no sentirse herido aunque lo estuviera. Aprendió a manejarse en realidad donde "sólo los otros sabían" y le pareció que lo más normal era que le determinaran el camino a seguir. Reprimió entonces no sólo sus sentimientos verdaderos, sino también su sensibilidad, su creatividad y, por encima de todas las cosas, resignó su capacidad para rebelarse. Ya había una vía facilitadora para la sumisión y el sometimiento. Sólo faltaba la presencia de una persona manipuladora para que se produjera el punto de enganche.

Sus padres nunca pensaron en otra cosa que en apuntalar a Javier erróneamente, tomando muchas decisiones por él e induciéndole a otras tantas. ¿Por qué Javier respondió siempre a sus expectativas? Porque creía que era necesario ser de una manera especial para que lo reconocieran como digno de ser amado.

Su primer acto de "rebeldía" consistió en elegir a una mujer que no pertenecía al círculo aprobado por sus padres. Dejó de prestar atención obediente a las intenciones de ellos para someterse sumisamente a la voluntad de Sofía.

Javier fue siempre una persona vulnerable, que no aprendió a confiar en su propio juicio crítico y entregó, por lo tanto, la evaluación de sus acciones a la mirada u opinión de Sofía.

No sospechaba que su vulnerabilidad lo convertía en presa fácil para una persona manipuladora. Con la ingenuidad propia de este tipo de personalidad, tomó al pie de la letra las palabras, promesas y críticas que ella manifestaba, y también las culpas que le atribuía. Su temor al conflicto, a desagradar o, sobre todo, a dejar de ser querido no le permitió discernir que estaba siendo alejado de su grupo de pertenencia y de su propia familia, a los que llegó a ver como a sus enemigos. Había aprendido a soportar el maltrato psicológico y a sentirse responsable de él.

Sólo la distancia y la relación con otras personas le abrieron los ojos a la situación, y aún así se hizo cargo "pagando el rescate".

No olvidemos que los manipuladores cizañeros son especialistas en elucubrar sospechas y no dudan en mentir para alcanzar sus objetivos. Utilizando el precepto de "divide y vencerás", logran sacar beneficio de los enfrentamientos que ellos mismos promueven. Para este tipo de manipuladores, siempre "el fin justifica los medios".

Actualmente, Javier continúa en España, mantiene su relación con Marisa y asiste a una terapia grupal con el objetivo principal de fortalecer su autoestima.


(Texto extraído del libro "Cómo hacer frente a los manipuladores". Autoras Gloria Hussmann y Graciela Chiale)


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