Hoy alguien a usado la palabra fundamentalista. Voy a crear una hipótesis.
Una de los significados de dicha palabra es el de: "exigencia intransigente de sometimiento a una doctrina o práctica establecida". Y en este, es en el que se basaba ese alguien para decir despropositos. ¿Cómo puedo llamar yo fundamentalista a nadie si propago constantemente ideas dogmáticas sobre lo que me interesa que siga como está?. Y ¿por qué tengo que usar el nombre de un grupo reducido de personas que viven su vida de otro modo? ¿Qué es lo que me molesta? ¿Por qué soy incapaz de no ver en mi, aquello que disfruto criticando en otros? Haciéndolo además desde una posición de superioridad. Y ¿por qué creo yo que soy superior? . ¿Un ego inflado en compensación por tener la sensación de inadecuación?. Sigamos discurriendo.
Acuso a lo demás de fundamentalistas, y no veo que yo soy un intolerante (antes era fascista), que me hago el sordo ante aquello que creo una amenaza a mis creencias. La pauta de "práctica establecida" se da en muchos ámbitos institucionalizados, pero no estoy interesado en verlo (sobre todo porque formo parte de esa institución) y porque ello me colocaría en una posición incomoda ante la necesidad que tengo de ser aceptado por los de mi mismo grupo y por ello no cuestiono en ningún momento si algo esta bien o mal, es así y basta. Y como no puedo con la incoherencia que esto me genera práctico el desprecio a los otros, acusándolos de fundamentalistas que me quieren cambiar, entonces me desahogo usando como chivo expiatorio a una minoría, "ellos son los malos, ellos son lo que quieren que las cosas no se muevan de donde están", es evidente que me recuerda de algun modo que yo no poseo la verdad absoluta. ¿Es posible esto?. No, no es posible, yo estoy del lado de los ganadores, así que si tengo que tener, por fuerza, la verdad de mi parte. ¿Entonces, quiero yo que haya cambios? ¿O prefiero seguir diciendo lo mismo aún a costa de caer en lo que acuso?. Este comportamiento tiene el nombre de gregarismo, cuya definición es: "dicho de una persona: que junto con otras, sigue ciegamente las ideas o iniciativas ajenas". Curiosa paradoja ¿verdad?.
En contraposición estaría la de una persona con criterio propio o individuado. Dicha persona ha soltado lastre suficiente para saber estar solo y vivir con los demás sin imponerse ni dejar que se le imponga ningún criterio ajeno a su libre albedrío.
Por lo tanto puedo pensar con plena libertad, y hablar desde la misma. No juzgo, sopeso, no desprecio, analizo, no tengo necesidad de confirmación ajena a lo que digo, digo y dejo decir, no insulto, comprendo, no impongo, comparto, no desprecio, aprecio. Y si tengo que decir no, es suficiente con un no, no tengo que inventarme una artimaña para que no se note que estoy disintiendo del criterio de los demás. Evidentemente esto me evita mentir, algo que me llevaría a una incomoda falta de libertad.
Llegar aquí puede suponer un esfuerzo arduo, más arduo cuanto más miedo tenga a quedarme solo o a ser engañado por quien me propone el cambio (no en vano he vivido mi vida con la necesidad de vivir arropado por otros).Y mucho más arduo cuanto más me niegue a ver que soy yo el que tiene un problema con el resto del mundo, no el resto del mundo conmigo.
Resultado de la hipótesis: miedo a la soledad. ¿Curioso verdad? El miedo es muy mal consejero, te hace ver fantasmas donde no los hay.
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