miércoles, 19 de septiembre de 2012

La experiencia cotidiana

haideé iglesias

El mismo Joshu fue preguntado en cierta ocasión por un monje: "Todas las cosas son reducibles a la unidad, ¿a qué reducirá pues, este uno a su vez?" La contestación del maestro fue la siguiente: "cuándo yo me hallaba en el distrito de Tsin, poseía una indumentaria monacal, que pesaba siete chin". Esta es una de las más famosas frases pronunciadas en todo tiempo por un maestro en el Zen. Tal vez alguien pudiera preguntar: "Ahora bien , ¿es esto una afirmación absoluta?¿Existe alguna relación entre un hábito de un monje y la unidad de las cosas?" Yo por mi parte, me permito preguntar: Vosotros creéis que todas las cosas están en Dios, pero ¿dónde se encuentra la morada de Dios?, ¿se encuentra, quizás, en el hábito monacal de Joshu, con sus siente libras de peso? Si vosotros decís que Dios está aquí, entonces El no puede hallarse también allí; pero vosotros no podéis decir que Dios no se halla en ninguna parte, pues de acuerdo con vuestra definición, Dios es omnipresente. Mientras nos hallamos nosotros aherrojados por el intelecto, no podemos descubrir o percibir a Dios. El es. Nosotros lo buscamos por doquier, pero él huye de nosotros, es decir se nos escapa. El intelecto busca un lugar para él, pero él es ilimitado por esencia. Aquí se ofrece un profundo dilema del intelecto, y es inevitable. ¿Cómo daremos con la solución cada uno de nosotros tiene que abrir su propia senda. Si alguien acude a nosotros con la misma pregunta, ¿cómo queremos responderle?, ¿y no nos asalta el mismo problema en cualquier vuelta o recodo de nuestra vida? ¿acaso no nos impulsa cada momento a una solución inmediata y sumamente práctica?
La respuestas preferida de Guteis (Chü-chih) a cualquier pregunta que se le formulaba, consistía en alzar su dedo.
Su pequeño siervo o criado le imitaba, y siempre que éste era interrogado por extraños o forasteros cerca de la doctrina del maestro, acostumbraba levantar uno de los dedos, cuando el maestro se apercibió de esto, hizo llamar un buen día a aquél y le corto el dedo. El criado quería escapar en medio de su espanto y dolor, pero fue llamado, ya que el maestro levantaba el dedo. El criado trató de imitar al según su costumbre, pero el dedo ya no seguía estando en su lugar, y de repente se le reveló el sentido de todo. Imitación equivale a esclavitud. Nunca se deberá seguir la letra, sólo el sentido es lo que habrá que aprehender. La afirmación superior vive en el espíritu. ¿Y dónde habita el espíritu? Buscadlo en vuestra experiencia cotidiana; ésta os brinda pruebas en abundancia para todas vuestras necesidades. 

D. H. Suzuki

Cuán poco profundizamos en aquello que decimos, surgido de una ideación sin consciencia, y cuán poco, por ello, podemos liberarnos de la esclavitud de la razón... ese dios al que nos aferramos con tanto tesón. 

Tanto dolor en el mundo cuando el amor está tan profusamente representado a cada momento. 
No busques, ya estás. 
Siéntelo en tu corazón. 
Es el centro por el que todo llega y se va...

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