viernes, 28 de septiembre de 2012

Zen y depresión. Incrustado en la vida


Ser iluminado por todas las cosas es echar abajo las barreras entre uno mismo y los demás.
Dogen Genjokoan

Cuando estamos deprimidos ,la sensación de estar separados de nuestra vida y de los demás puede parecernos abrumadora. Nos sentimos como si viviésemos tras una cortina. A veces, esa cortina parece estar  hecha de grueso terciopelo negro, y otras de plomo. Otras veces puede dejar pasar cierta luz. Pero siempre está ahí, dificultando o imposibilitándonos el ver y tocar nuestras vidas, y que nos vean y nos toquen.

El Buda habló sobre esta sensación de separación. En parte es el resultado de crear un yo separado, y de protegerlo a toda costa de los demás. Sin embargo, no nos damos cuenta de que lo que en realidad protegemos sólo es la ilusión de un yo separado.
En contraste con la noción de que cada uno de nosotros somos un yo separado independiente y que no necesita de nadie más, el Buda enseñó que todas las cosas están interrelacionadas y son interdependientes. Thich Nhat Hanh, un maestro zen contemporáneo, denominó "interser" a esta conexión. Tal como explica, en una misma página de papel se encuentran presentes innumerables cosas, y todas ellas son necesarias a fin de que esta hoja exista. La luz del sol, la lluvia, la tierra y el aire que hacen crecer a los árboles están presentes. Las personas que cortaron los árboles, procesaron el papel, hicieron el libro y lo llevaron a una librería también están implicadas en este papel. Igualmente incluye a todas las personas y cosas que fueron necesarias para que las vidas de esas personas y cosas fuesen posibles. De esta manera puede usted empezar a ver cómo esta hoja de papel está conectada con todo el universo.
Una plegaria zen de acción de gracias que se recita antes de las comidas lo dice de la siguiente manera: "Son innumerables los esfuerzos que nos proporcionan estos alimentos. Debemos ser conscientes de cómo han llegado a nosotros". No agradecidos de cómo han llegado a nosotros, sino, en primer lugar, conscientes. En ese reconocimiento está implícito de forma natural, nuestro agradecimiento. 
Durante la depresión olvidamos que todos nosotros estamos interrelacionados. Nuestra sensación de separación aumenta de intensidad. Si alguna vez ha sentido que nunca ha encajado, que nunca ha tenido un sitio (y la mayoría de nosotros lo hemos sentido, al menos en algunas ocasiones en la vida), entonces esa sensación puede reaparecer o aumentar su intensidad. Puede ser muy útil recordarse a sí mismo que esa sensación de separación es de hecho un caso de identidad equivocada. 
Buscamos una relación e intimidad real con todas las cosas. No obstante, dicha relación no debe buscarse, ya que existe desde siempre. De hecho, está disponibles para todos nosotros en cualquier momento.
Es accesible porque en la vida no hay otra cosa sino relación, ya estamos en relación con todas las cosas en todo momento.
En las ocasiones en que se sienta separado de manera irremediable, recuerde que su existencia está incrustada en medio de la vida. No puede estar separado de la vida, del mismo modo que las vetas de obsidiana no están separadas del bloque de granito o las moléculas de oxígeno del aire que respiramos.

Exploración complementaria

Siéntese tranquilamente y oriente la atención hacia la respiración. Acomódese en el asiento, perciba cómo se halla anclado y enraizado en la tierra, cómo la tierra le nutre a usted y a su vida. Lleve su conciencia a ese lugar donde se halla sentado en el centro de una red infinita que conecta a todos los seres de este mundo entres í y a usted.
En esa red todos los seres son valiosos e importantes, todos son necesarios. Esos seres sostienen en su vida al mismo tiempo que necesitan de su existencia para vivir. 
Al respirar, recuerde que su respiración proporciona el aire que necesitan plantas y árboles, y que en la expiración de plantas y árboles radica la próxima inspiración que usted tomará.
En la inmensidad de este mundo, cada ser es una parte de todo el resto de seres, a la vez que los contiene. Usted es una parte de este mundo; usted usted respira con todos los seres. No está separado de este mundo. Se siente desconectado sólo porque se ha olvidado de que pertenece a esta familia de la que nunca puede estar separado.
Este mundo le sustenta a usted y a a su vida al igual que el aire sustenta a todos y todo.
Al respirar recuerde que está conectado al vasto mundo. Está incrustado en este mundo desde el mismo momento de su nacimiento, y permanecerá unido a todos los seres hasta su último aliento.

Realizar la exploración sólo si te sientes cómodo haciéndola. Recomendación del propio autor.

(Extraído del libro "El camino del Zen para vencer la depresión". Autor Philip Martin)

miércoles, 26 de septiembre de 2012

Muriendo


haideé iglesias

Con tanta belleza... 

viernes, 21 de septiembre de 2012

¿Es aconsejable cambiar?

haideé iglesias

"Pocas personas pueden afirmar que, en su modo de vivir y en su experiencia del mundo, no hay nada que valga la pena mejorar. Algunos piensan que sus defectos y sus emociones conflictivas contribuyen al enriquecimiento de sus vidas, y que, precisamente, esa alquimia tan especial es la que les hace ser lo que son: unas personas únicas; creen que han de aprender a aceptarse así y a amar sus defectos tanto como sus cualidades. Dichas personas corren un gran peligro de vivir inmersos en una insatisfacción crónica, sin darse cuenta de que podrían mejore con tan sólo un poco de esfuerzo y reflexión."

Matthieu Ricard

De hecho esto es lo que se fomenta una y otra vez desde algunas terapias psicológicas. La reafirmación del ego, cuando ni siquiera saben que es esa ilusión la que esta haciéndoles la vida conflictiva y dolorosa. La suya y la de aquellas personas con las que conviven. En unos será más la familia, en otros las amistades, y en otros el entorno de trabajo. Pero como en este último no se atreven a mostrar todo su conflicto siempre buscan al más cercano. Y si esto no lo ven factible, buscan una persona ajena pero a la que ven cercana para desahogar todo este potencial destructivo. Muchas de estas personas ni siquiera acceden a terapia alguna a no ser que se le obligue. Puede que cultiven amistades relacionadas con el ámbito de la psiquiatría o psicología, pero sólo para usar a su conveniencia. Si un psiquiatra o psicólogo no tiene en cuenta que puede estar siendo utilizado caerá en la trampa de ayudar a quien no sólo busca una disculpa para no hacerse cargo de si mismo. Si se le ayuda tal como pretende, que es no implicándose sinceramente o pidiendo alguna pastilla para quitar el problema del medio. Algo que se ha convertido en muy habitual porque piensan, ambas partes, que es más fácil así. Y no comparto la postura que últimamente se está, o estuvo, defendiendo por parte de algunos psicólogos, contra la medicación en este tipo de situaciones. Algunos de ellos fomentan precisamente el afianciamiento de la ilusión en la que el "ego" pervive. Ahora bien, ¿cómo saber que es el ego? Primero hay que saber que es eso que llamamos ego. En occidente se necesita crear un estado de bienestar que fomente una buena autoestima, ya que esta está siendo constantemente destruida por aquellos que dicen querernos bien y así educarnos. Lo veo constantemente a mi alrededor. Padreas que gritan a sus hijos. Padres que dejan llorar a los bebés. Padres que no escuchan a sus hijos porque consideran que es más fácil dar ordenes..Padres que no dejan a sus hijos expresar sus dudas y enseguida dan una respuesta por ellos. Padres que no predican con el ejemplo pero luego pretenden que sus hijos no hagan lo mismo. Padres que dicen amar a sus hijos y les enseñan a destruir la vida en contra de la sensibilidad que esos hijos muestran hacía esta..

Continúa Ricard: "Imaginemos que nos proponen que pasemos todo un día sintiendo celos. ¿Quién de nosotros lo aceptaría de buen grado? En cambio, si se nos invita a pasar ese mismo día con el corazón lleno de amor hacía los demás, la inmensa mayoría de nosotros encontraríamos esta opción infinitamente más preferible." 

Cierto, la inmensa mayoría así lo elegiría. Y sería bueno que se pusiera en práctica más a menudo. Comprobaríamos como nosotros mismos somos los mayores saboteadores del amor que nace naturalmente en nosotros. No aferramos a una determinada identidad que queremos defender a toda costa. Pero, ¿qué identidad? ¿Qué es eso que llamamos identidad? ¿Cuál de ellas? Pararse a pensar que identidad es esa que defendemos puede ayudarnos a tomar conciencia de que hay otras muchas a las que no parece que demos tanta importancia. ¿Por qué entonces a una determinada forma de comportamiento si la consideramos como nuestra identidad? ¿Quién la valoraría de nuestro entorno como algo valioso o recompensable? ¿Yo o alguna otra persona? Entonces ¿cómo valorar que ese determinado comportamiento es mi identidad única y defendible a toda costa, tanto como para llegar a proferir amenazas graves e incluso llegar a la agresión sin más miramientos? Si le echamos la culpa al otro diciendo que es esa persona las que nos provoca o cualquier otro escusa o justificación, ¿dónde está pues esa identidad? Si esa es nuestra identidad, ¿cómo es posible que otro nos pueda causar tanto trastorno emocional? ¿No será más bien que es porque no me siento seguro de que eso sea yo porque lo que pongo tanto empeño en defenderlo? ¿No será que ese otro al que culpo puede estar dudando de que ese comportamiento sea yo y así busco el modo convencerlo para que no vuelva a hacerme sentir así? Pero ¿quién es el que tiene el poder de sentirse de un modo u otro? ¿El que vemos como enemigo o uno mismo?
En realidad esta pregunta está mal formulada... La dejo con la intención de que ayude a tomar conciencia de como somos nosotros quienes hemos de responsabilizarnos respecto a todo lo que experimentamos en cada circunstancia. Esto no obsta para que quienes se comporten de un modo poco amable con nosotros puedan saber que no nos sentimos cómodos con su actitud. Asertividad. La generación de un diálogo a partir de uno mismo y no de la acusación hacía el otro.
Ejercer de padres –el rol– y ser padres –consciencia–, no es lo mismo. Si sé distinguir entre ser padre y ejercer de padre habré dado pasos de gigante, con lo que todo lo demás también ser irá moviendo hacía una transformación. Es inevitable. Todo esto, por supuesto, también para las madres. Ellas también forman parte del rol de eso que llamamos padres.
El cambio nos produce miedo porque alimentamos siempre creencias respecto a qué es en sí el cambio. Tal como yo lo entiendo, existe tanta confusión al respeto como la hay con el ego. No hay día en el que no se produzcan cambios... pero nos apegamos tanto a las ideas... a esos pensamientos que alimentamos para tener la sensación de que eso es lo que somos... si, como bien señala Ricard: Algunos piensan que sus defectos y sus emociones conflictivas contribuyen al enriquecimiento de sus vidas, y que, precisamente, esa alquimia tan especial es la que les hace ser lo que son. Alquimia especial... ¿Dónde está la alquimia en la ira, en la falta de amabilidad, en el engaño, y tantas otras emociones, sentimientos y actitudes? ¿Dónde? 
Al igual que esa papelera necesita ser colocada, [y es posible que al verla hayas criticado a alguien :)] así nosotros necesitamos cambiar. No es una cuestión de si queremos, sino que lo necesitamos. Por el bien de la humanidad. 

miércoles, 19 de septiembre de 2012

La experiencia cotidiana

haideé iglesias

El mismo Joshu fue preguntado en cierta ocasión por un monje: "Todas las cosas son reducibles a la unidad, ¿a qué reducirá pues, este uno a su vez?" La contestación del maestro fue la siguiente: "cuándo yo me hallaba en el distrito de Tsin, poseía una indumentaria monacal, que pesaba siete chin". Esta es una de las más famosas frases pronunciadas en todo tiempo por un maestro en el Zen. Tal vez alguien pudiera preguntar: "Ahora bien , ¿es esto una afirmación absoluta?¿Existe alguna relación entre un hábito de un monje y la unidad de las cosas?" Yo por mi parte, me permito preguntar: Vosotros creéis que todas las cosas están en Dios, pero ¿dónde se encuentra la morada de Dios?, ¿se encuentra, quizás, en el hábito monacal de Joshu, con sus siente libras de peso? Si vosotros decís que Dios está aquí, entonces El no puede hallarse también allí; pero vosotros no podéis decir que Dios no se halla en ninguna parte, pues de acuerdo con vuestra definición, Dios es omnipresente. Mientras nos hallamos nosotros aherrojados por el intelecto, no podemos descubrir o percibir a Dios. El es. Nosotros lo buscamos por doquier, pero él huye de nosotros, es decir se nos escapa. El intelecto busca un lugar para él, pero él es ilimitado por esencia. Aquí se ofrece un profundo dilema del intelecto, y es inevitable. ¿Cómo daremos con la solución cada uno de nosotros tiene que abrir su propia senda. Si alguien acude a nosotros con la misma pregunta, ¿cómo queremos responderle?, ¿y no nos asalta el mismo problema en cualquier vuelta o recodo de nuestra vida? ¿acaso no nos impulsa cada momento a una solución inmediata y sumamente práctica?
La respuestas preferida de Guteis (Chü-chih) a cualquier pregunta que se le formulaba, consistía en alzar su dedo.
Su pequeño siervo o criado le imitaba, y siempre que éste era interrogado por extraños o forasteros cerca de la doctrina del maestro, acostumbraba levantar uno de los dedos, cuando el maestro se apercibió de esto, hizo llamar un buen día a aquél y le corto el dedo. El criado quería escapar en medio de su espanto y dolor, pero fue llamado, ya que el maestro levantaba el dedo. El criado trató de imitar al según su costumbre, pero el dedo ya no seguía estando en su lugar, y de repente se le reveló el sentido de todo. Imitación equivale a esclavitud. Nunca se deberá seguir la letra, sólo el sentido es lo que habrá que aprehender. La afirmación superior vive en el espíritu. ¿Y dónde habita el espíritu? Buscadlo en vuestra experiencia cotidiana; ésta os brinda pruebas en abundancia para todas vuestras necesidades. 

D. H. Suzuki

Cuán poco profundizamos en aquello que decimos, surgido de una ideación sin consciencia, y cuán poco, por ello, podemos liberarnos de la esclavitud de la razón... ese dios al que nos aferramos con tanto tesón. 

Tanto dolor en el mundo cuando el amor está tan profusamente representado a cada momento. 
No busques, ya estás. 
Siéntelo en tu corazón. 
Es el centro por el que todo llega y se va...

lunes, 17 de septiembre de 2012

Zen y depresión. Generosidad


–¿Y tú quién eres? –preguntó la oruga.
Alicia respondió, tímidamente:
–Yo... ahora no estoy segura. Pero al menos sé quién era cuando me levanté esta mañana, aunque desde entonces debo haber cambiado varias veces.

Lewis Carroll, Alicia en el país de las maravillas.

Estudiar el camino del Buda es estudiar el yo.
Estudiar el yo es olvidar el yo.
Olvidar el yo es ser iluminado por todas las cosas.

Dogen Genokoan

En la depresión puede parecernos que nuestro yo se desintegra. Nada de lo que hacemos parece importar. No sabemos quiénes somos o dónde encajamos. Eso puede resultar un tanto confuso, por decirlo de una manera suave y bastante aterrador, si lo miramos de frente.
El budismo ha investigado a fondo esta noción de un yo y ha llegado  a la conclusión de que, de hecho, no existe ningún yo separado, concreto y permanente (el budismo denomina a esta carencia de yo permanente una de las "características de la existencia", junto con el sufrimiento y la impermanencia). Eso puede ser un concepto angustioso incluso para un practicante veterano de meditación, un concepto difícil de entender y aceptar. Y como experiencia real, al principio puede resultar aterradora.
Nuestra respuesta inicial frente a esta noción de no-existencia de un yo separado es de incredulidad. La experiencia nos dice que existe un yo independiente y concreto. Cualquier otro enfoque parece inverosímil y absurdo. Pero si profundizamos en ello, podemos empezar a comprender hacia dónde apunta. Incluso podemos empezar a dar sentido a lo que experimentamos durante la depresión.
Nuestra habitual creencia en un yo separado y diferenciado es muy importante para nosotros. En realidad, es una parte esencial de nuestro desarrollo infantil. Todos recordamos la intensa necesidad que sentimos en la adolescencia de demostrar qué éramos diferentes, que éramos un individuo, y que teníamos importancia.
También de adultos todos hemos pasado por la experiencia de crear conscientemente un yo aparente, tal vez durante una entrevista de trabajo, o en una asamblea en el instituto, o cuando nos enamoramos. Creamos un yo –un conjunto de imágenes y acciones– y luego lo presentamos al mundo y lo defendimos frente a cualquier amenaza. 
Y no obstante, el budismo nos dice que ese yo es sólo una creación artificial.
Lo que normalmente consideramos como un yo separado y permanente no es sino un proceso dinámico, en flujo constante. La ciencia nos dice que todas las células de nuestros cuerpos cambian completamente cada siete años. Y nuestros pensamientos y percepciones cambian todavía con mayor rapidez.
La interdependencia está en la base de nuestra existencia. Nos hallamos entrelazados con todos los seres de este mundo. Existimos a causa de una miríada de causas y fuerzas, y vivimos entre una miríada de otros seres, en la red de la que participa toda la vida. Así que en lugar de imaginar un yo que existe en el interior de este cuerpo y que forma el centro del mundo, podríamos afirmar con exactitud que nuestro yo es, de hecho, todo el mundo.
¿Qué tiene que ver eso con la depresión? En la depresión se abre una rendija en la cháchara de nuestras mentes, y en el constante recrear la historia de nuestra memoria. En este espacio podemos empezar a comprobar la verdad de esta carencia de un yo separado. 
También podemos descubrir esta misma verdad a través de la meditación, o durante una tragedia, o en cualquier actividad en la que "nos perdamos a nosotros mismos". Resulta tonificante y liberador,y en ocasiones confuso y aterrador a la vez.
En cierto sentido, la depresión es una dolencia en la que el yo iluminado parece desintegrarse. Sin embargo, y al mismo tiempo, el yo parece ser más sustancial, a causa de la intensidad del sufrimiento que este yo aparente experimenta. Eso hace que la depresión sea un terreno especialmente fértil para investigar y examinar eso a lo que nos referimos cuando decimos "yo" o "mi". 
Si podemos ablandarnos con nuestro dolor en lugar de endurecernos contra él, también podremos empezar a experimentarnos a nosotros mismos como algo más blando y menos sustancial. Podemos sentirnos como algo más espacioso y abierto, como algo que incluya todo el mundo. 
La depresión, que en algunas ocasiones puede atenuar nuestra conciencia y aislarnos, también puede señalarnos una importante verdad. En el interior de esa verdad podemos descubrir que no estamos aislado del mundo, sino que no somos otra cosa que el propio mundo. 

Exploración complementaria

Siéntase y observe la respiración, concentrándose en los pensamientos. ¿Son conscientes? ¿Los está usted "pensando"? ¿Surgen a veces por sí mismos? ¿Conforman los recuerdos una gran parte de sus pensamientos? ¿El futuro? ¿Da eso una continuidad al surgir y desaparecer de los pensamientos?
Observe sus sensaciones. ¿Hay algo que sea constante? ¿Encuentra su yo en sus sensaciones? ¿En su cuerpo? Cuando piensa en su yo, ¿hay algo más que se le escapa?
Observe sus emociones. ¿Al surgir y desaparecer identifica algunas pautas o hábitos en sus reacciones?¿Encuentra su yo en sus emociones, o en esas pautas? ¿Es eso lo que es usted?
Observe al que observa esos pensamientos, emociones y sensaciones. ¿Es ahí donde está su yo? ¿Dónde va ese testigo cuando no está usted poniendo atención?
¿Le parece que todas esas cosas –pensamientos, emociones y sensaciones–cambian constantemente? A veces predominan los pensamientos, a veces, las emociones y a veces las sensaciones. ¿Es usted ese proceso?
Si se sienta tranquilamente, observando la respiración, ¿hay un momento en el que dicho proceso se torna tranquilo y sosegado? ¿Cuando sólo inspira y espira tiene lugar algún momento carente de pensamiento, emociones y sensaciones? ¿Dónde está usted entonces?
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Deténgase de vez en cuando durante el día para observarse. ¿Qué es eso que identifica con ser usted mismo? ¿Son sus emociones? ¿Pensamientos? ¿Sensaciones? ¿Cuerpo? ¿Hay una conciencia que es usted?
¿Hay algo constante que proporciona un hilo conductor de continuidad, algo que pueda ser es yo, ese sí-mismo?
¿Desempeña varios papeles a lo largo del día: padre, amante, amigo, trabajador, jefe, profesor?
¿Cual de ellos es usted? Usted se relaciona con su mundo y con otras personas a lo largo del día. ¿Es usted dicha actividad? Si así lo cree, ¿adonde va usted cuando está parado y en silencio?
Si sus pensamientos, emociones y sensaciones no son usted, si los papeles que desempeña no son usted, si su cuerpo no es usted, ¿puede encontrar ese yo en alguna parte?

Realizar la exploración sólo si te sientes cómodo haciéndola. Recomendación del propio autor.

(Extraído del libro "El camino del Zen para vencer la depresión". Autor Philip Martin)

viernes, 14 de septiembre de 2012

Nocturnidad

haideé iglesias

¿Será un velo el que cubre al sol y nos protege para poder descansar? 
¿Será un acuerdo de la Tierra y el Sol para que sepamos que nos cuidan?
¿Será una sosegada capa que necesita el alma para comprender que la noche es la salida a la luz?
Nocturnidad 
tan necesaria
para comprender
la calma...

jueves, 13 de septiembre de 2012

Nasrudín y el ladrón



Una noche, Nasrudín regresó a su casa con su asno cargado de valiosos libros. Como la habían dicho que por la noche los ladrones asaltaban a la gente, iba armado con una espada en cada mano. Cuando estaba a punto de llegar a casa, un ladrón le robó su asno y sus libros.
Al día siguiente, Nasrudín les contó a sus amigos cómo había sido saqueado, cuando uno de ellos le preguntó cómo había permitido que le robaran estando armado con dos espadas- Nasrudín contestó que si no hubiera tenido las manos ocupadas se habría enfrentado a él.

(No puedo poner el enlace a la página donde recogí la imagen. Dice que no existe... cosas de la red... Me parece un excelente iniciativa. Si tenéis interés buscar en imágenes por biblioburro y aparecerá)

Quizá también estén con las manos ocupadas :)

miércoles, 12 de septiembre de 2012

Mirada en el presente

haideé iglesias

Cuando nuestra mirada está en el presente, y nuestros ojos sonríen, brillamos en el mundo que vemos y la luz de nuestro corazón nos precede.

La experiencia de un mundo lleno de luz es posible porque la luz está en nuestro interior. Somos algo más que un cuerpo y, cuando este algo nos parece más interesante que el miedo y el fracaso que permanece en nuestra vida, nos damos cuenta de que la realidad que tenemos dentro también está en las imágenes que contemplamos. 


312. Palabras para cada amanecer. Hugh Prather

*** *** ***

Dulce flexibilidad entregada
Fuerza que mantiene su crecimiento
 Plasmando una diversidad más

martes, 11 de septiembre de 2012

Zen y depresión. Sin hogar

La Montaña Fría es una casa sin vigas ni paredes. Las seis puertas a derecha e izquierda permanecen abiertas, la estancia es el cielo azul. 
Han Shan

Un hogar es un lugar seguro al que ir, un asilo, en el auténtico sentido de la palabra. James Hillman ha dicho que el hogar y la familia están allí donde nos sentimos cómodos y seguros al regresar.
Pero la depresión puede hacernos sentir a la deriva, sin un hogar en este mundo. Podemos llegar a sentirlo de manera tan intensa que la única manera de soportarlo es permaneciendo dentro de la casa sin salir.
Como dice el viejo blues, nuestro hogar está en nuestra cabeza. Pero en la depresión, cuando tratamos de localizar esa sensación de centralidad y seguridad en nuestro interior, no podemos hallarla por ninguna parte. Así que nos escondemos en el interior de nuestra habitación con las cortinas echadas, y tratamos de cerrarnos a los riesgos del mundo exterior que acechaban detrás de la puerta.
Cuando no hay manera de hallar nuestro hogar, podemos buscar ayuda en aquellos que han elegido no tener uno. Desde los tiempos del Buda, los monjes han dejado sus casas, familias y posesiones par seguir y practicar el budismo ("el que se va de su hogar" es un término que designa a un monje budista). Al principio no existían grandes monasterios. Los monjes vivían en el bosque, subsistiendo gracias a lo que recibían mendigando. ¿Qué podemos aprender de ellos?
Esto: en cierto sentido todos carecemos de hogar. Lo que denominamos hogar es algo frágil y temporal. Incluso este planeta es un lugar donde permanecemos por poco tiempo. 
Las personas que desean seguir los pasos del Buda toman, tradicionalmente, tres votos, que implican "tomar refugio" en el Buda (el maestro), la verdad (dharma en sánscrito), y en la comunidad budista (sangha). Mi maestro Katagiri Roshi, nos dijo que cuando tomamos esos votos nos convertimos en refugiados. No estaba tratando de ser ingenioso. Cuando nos lanzamos a la vida espiritual ("al mundo del Buda", como él dijo), lo hacemos sin garantías, sin expectativas, sin ninguna promesa de recompensa de encontrar algo duradero. Nos situamos completamente en el mundo de la impermanencia. Una vez que lo hemos hecho, resulta difícil retomar las viejas pautas de pensamiento y vida.
El budismo ha cambiado a lo largo de los siglos. Los monjes empezaron a cultivar sus propios alimentos y finalmente construyeron grandes monasterios en los que vivir. Pero la idea de convertirse en un sin hogar continúa definiendo la vida de un monje. Y sigue siendo así porque en esa enseñanza radica una valiosa lección. 
La depresión nos ofrece la oportunidad de saborear y tocar con mayor claridad la sensación de partir de casa, o de carecer de hogar. Una vez que la hemos tocado, regresamos de nuevo a la cuestión de cómo vivimos. 
No obstante, la meditación puede ser una especie de hogar. Es un lugar al que podemos regresar una y otra vez, donde podemos asentarnos en todos nuestros miedos, tristezas y angustias. Puede enseñarnos a vivir en la verdad de que en realidad no tenemos ningún lugar. 
En la meditación damos el paso final, sentados desnudos en el mundo. En ese lugar, todo el mundo se acaba convirtiendo en nuestro hogar. 

Exploración complementaria

Sentado tranquilamente, empiece a observar su respiración. Sienta el peso del cuerpo en el asiento. Sienta los confines de este cuerpo y piense: "Hogar".
Sea consciente de la habitación en la que está sentado tranquilamente, respirando. Deje que su conciencia salga fuera mientras espira, a ese espacio dentro de las paredes, el suelo y el techo que le rodea. Sienta el techo encima de su cabeza como una parte integrante del edificio que sostienen esas paredes. Al inspirar, piense:"Hogar".
Sienta el terreno que sostiene el edificio. La tierra que continúa kilómetros por debajo, que le atrae, que le sostiene al igual que al edificio. Al espirar, deje que su conciencia penetre en la tierra. Al inspirar, piense: "Hogar".
Ahora sienta el cielo abierto por encima y a su alrededor. El cielo azul en el que vuelan las aves, donde sopla al brisa, de donde proviene el aire que respira. Deje que su conciencia salga con su respiración y se extienda por el cielo azul. Al inspirar, piense: "Hogar".
Espire y sienta el espacio, vasto y abierto, que hay más allá del cielo azul, donde giran y brillan el sol y la luna. Espire, deje que su conciencia salga para ocupar esa vastedad, de estrellas, galaxias y mundo tras mundo. Al inspirar, sea consciente de que reside en una inmensidad, y piense: "Hogar".
Relájese en esa inmensidad, inspirando y espirando, dejando que su conciencia fluya y sintiéndose en casa al inspirar. 
Ahora continúe dejando que la respiración fluya hacia el vasto universo, sienta que esa vastedad regresa a usted, al terreno sobre el que se sienta, al cielo azul por encima de la cabeza, al techo, al suelo, a su cojín. Inspire, sienta cómo la respiración llena su vientre y piense: "Hogar".

Realizar la exploración sólo si te sientes cómodo haciéndola. Recomendación del propio autor.

(Extraído del libro "El camino del Zen para vencer la depresión". Autor Philip Martin)

viernes, 7 de septiembre de 2012

Abierta

haideé iglesias


Abierta a la vida...
Entregando belleza y calma.
Entregando aroma y armonía. 

miércoles, 5 de septiembre de 2012

Diminutas

haideé iglesias

Encontrándome con un recuerdo familiar... Zapatillas de la reina las llamaba... y yo  le hacía sopa con ellas... una sopa imaginaria... imaginación que sirvió para abrirme al entendimiento...
Desde la inconsciencia se realizan muchos actos de los que no tomamos consciencia hasta que ocurre algo que nos para... Otros pueden elegir pararse y encaminar sus pasos hacia un maestro; esto sucede en países donde se tiene conocimiento de que hay algo más que no se explica con palabras. En Occidente recurrir a un maestro no tan es habitual. Se nos enseña a aprender estudiando y con esto ya pareciera que todo lo sabemos... precisamente eso es lo que nos delata...
Así de inconsciente estaba en el momento en el que simplemente (cuanta inconsciencia expresaba y expresa aún para muchos esta palabra) unas flores eran utilizadas para  un juego. Simbólico pero inconsciente. Ahora ya no las arranco. Sencillamente las miro y quedo maravillada de su perfección. La magia, si. Donde las palabras terminan su función... 

lunes, 3 de septiembre de 2012

Simbiosis

haideé iglesias

Mucho más que una definición...

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