viernes, 11 de enero de 2013

Zen y depresión. Tiempo


Como las señales del ir y venir del tiempo son obvios, la gente no duda de ello. Aunque no dudan no lo comprenden. Observa cada cosa de todo este mundo como un momento de tiempo. Las cosas no se obstaculizan unas a otras, al igual que los momentos no se obstaculizan entre si. 

Dogen, Uji

En medio de la depresión, el tiempo tiene una cualidad diferente. El movimiento, el habla y el pensamiento van más despacio (de hecho, esta "desaceleración psicomotriz" es uno de los criterios psicológicos para diagnosticar la depresión). Se hace difícil realizar tareas físicas, debido a la lentitud y pesadez que llena el cuerpo. Eso puede convertirse en un auténtico problema a la hora de conducir, cuidar a un niño o tratar de darse prisa para llegar a una cita. 

Durante la depresión se empieza a ver que el mundo "normal" está basado en la velocidad y la agresividad. También podemos ver que ésa es únicamente una de las muchas posibilidades de considerar el tiempo.

Al trabajar con personas que padecen enfermedades mentales, he observado que muchos atraviesan un episodio psicótico. Cuando una persona se encuentra en un estado psicótico, se siente llena de una gran energía, en ocasiones eufórica. Hablan rápidamente, sueñan grandes sueños, necesitan dormir poco y cuentas con enormes cantidades de energía física. Pueden resultar bastante cautivadoras (algunos psicóticos son gente dedicada a los negocios o políticos de éxito). La dificultad en ayudarlos estriba en el hecho de que no ven que exista algún problema. Y a menudo tampoco lo ven quienes los rodean. Una mujer con la que tal trabajé solía decir: "Si pudiera embotellar esta energía psicótica y venderla, sería millonaria". 

Toda nuestra cultura es psicótica, un remedo de todas las características de la persona psicótica. En realidad, esas cualidades son muy admiradas y deseadas. Como cultura en la que se mide el tiempo en nanosegundos, la distancia entre lugares distintos no significa nada, mientras que los logros son de suma importancia. No es de extrañar que durante la depresión nos sintamos avergonzados e inútiles, y creamos que debemos hacer algo rápidamente para remediar nuestro manifiesto estado de desincronización. 

No obstante, la caída de la velocidad de reacción durante la depresión nos concede una oportunidad para explorar el mundo. Puede ser como la experiencia de un retiro de meditación donde contamos con tiempo para sólo ser, sin referencias temporales. 

En la depresión nos damos cuenta de que la velocidad del tiempo no es constante, como estamos acostumbrados a creer. A menudo pasa lentamente a causa de las emociones incómodas que experimentamos. Cuando sentimos dolor, o estamos aburridos o no nos sentimos felices, tratamos de proyectarnos hacia el futuro, con la esperanza de poder acelerar las cosas para llegar antes a un momento más feliz (esa es la respuesta humana básica al sufrimiento o la incomodidad). Pienso en mi hijo de seis años. cuando sentía que el día de su cumpleaños no acababa de llegar. Empezó a tachar días en el calendario antes de que llegasen, como si pudiese hacer que el tiempo se moviese más deprisa. Nosotros hacemos algo parecido, pero nos parece menos obvio.

Tratar de proyectarse en el futuro no hace sino aumentar la incomodidad y el dolor que sentimos en el momento presente. Añade una capa de sufrimiento suplementario al dolor. Sólo puede ser así, porque no podemos deshacernos del dolor emocional que estamos sintiendo en el ahora. No obstante, podemos añadir más dolor con sólo desear o esperar que las cosas fuesen de otro modo. Dogen dijo: "A pesar de nuestro amor, las flores mueren; a pesar de nuestro odio, la maleza florece".

De todas las cosas que experimentamos no hay otra sobre la que tengamos menor control que el tiempo. Tanto si se mueve lenta o rápidamente, no podemos forzarlo a ser diferente de lo que es en el ahora. No podemos deshacernos de él no invertir su dirección. Y podemos estar seguros de que el tiempo, así como nuestras circunstancias, cambiará. De hecho es la única cosa de la que podemos estar seguros. El dolor que sentimos ahora se abrirá al próximo momento... a un nuevo dolor, tal vez, o a la alegría.

El tiempo es como las olas de un lago. Las olas surgen una y otra vez. Cada una de ellas es distinta, y la manera en la que aparecen a un metro de la orilla puede ser completamente distinta de como son justo aquí. Su aparición depende de innumerables factores. A veces llegan lentamente, a veces con rapidez. Pueden ser enormes o pueden ser meras ondas. Pero mi deseo de que sean de una manera determinada se pierde en el inmenso sonido que crean al romper contra la orilla. Lo mismo sucede con los instantes que surgen a nuestro alrededor. 

Esta observación le resultará familiar a cualquiera que haya tenido la experiencia de regresar de un largo retiro de meditación para volver a integrarse en el frenético mundo urbano. Enseguida salta a la vista que el ritmo de la vida no es algo absoluto y que la velocidad a la que la mayoría de nosotros pasamos los días esa algo totalmente ¿premeditado?. No tenemos por qué movernos a ese ritmo de manera constante. 

La depresión nos fuerza a movernos con lentitud, y eso tiene un valor. Podemos abrirnos a los momentos que se van desplegando a nuestro alrededor. Si permanecemos atentos, nos daremos cuenta de que hay tiempo para todo lo que requiere casa instante. 

En el arte marcial del aikido existe una práctica llamada randori, en la que una persona lidia con un gran número de atacantes a la vez. Pero los estudiantes aprenden con rapidez que en realidad no está enfrentándose a muchos a la vez y que la única manera de solucionar el ejercicio es esperar un ataque o atacante cada vez. Sepárese de usted mismo siquiera un segundo preocupándose acerca de lo que le sobrevendrá a continuación y estará perdido, lejos del momento presente. De la misma manera, debemos tratar con cada momento tal como éste se presenta, como si fuese una única perla que forma parte de una larga sarta de perlas. Entonces podremos descubrir la belleza que radica en cada momento.

Exploración complementaria

Guarde durante unos días el reloj de pulsera y el resto de relojes que utilice. Ponga atención al flujo del tiempo en su interior. ¿Cuándo parece que el tiempo se mueve más rápido? ¿Cuándo más despacio? ¿Cuáles son sus pensamientos y emociones en esas ocasiones? Aunque no ponga atención al "tiempo real" existente en el exterior, ¿sigue sintiendo una conciencia del paso del tiempo? Si se hace consciente de la velocidad con la que pasa el tiempo real, ¿cómo es esa velocidad comparada con su propia experiencia del tiempo? ¿Cuáles le parece que son sus propios ritmos naturales?
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Conduzca hoy quince kilómetros por hora más despacio. ¿Cómo se siente cuando no se ve impelido a acelerar el momento presente? ¿Cómo le responden los demás? ¿Cómo siente la diferencia? 

Realizar la exploración sólo si te sientes cómodo haciéndola. Recomendación del propio autor.

(Extraído del libro "El camino del Zen para vencer la depresión". Autor Philip Martin)

2 comentarios:

  1. Una vez más, reflejos temporales:

    http://unbosqueinterior.blogspot.com/2013/01/olas-intemporales.html

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    Respuestas
    1. ¿Estás presumiendo? ¿Cómo vas a salir del túnel?
      Y además, esa emocionalidad... retorcida...
      No hay olas en esa imagen... sólo puntos... si... una figura formada por puntos...
      Podría disfrutarla si no interfirieras en ti mismo para que no se te capte... paradoja, si... y no de las sabias...
      Pero que te he de decir que tú no sepas ya... otra paradoja... ¿eh?

      Insisto: déjate a ti mismo y mira lo que comparto... si... más, es tu elección...

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