sábado, 7 de febrero de 2015

Nieve. ¡Despierta!

haideé iglesias

Nieve. Con todo lo que nevar implica. 
Tan desconectados de nosotros mismos, olvidamos que no sólo es para disfrutarla en la fotografía, en las pistas de esquí, o desde la visión lejana de un aparato que nos permite verla sin tocarla, olerla, sentirla... vivirla.
Querer la nieve y no, lo que llaman algunas personas, las molestias de la nieve. "Las molestias de la nieve". Si... ya mencioné en otro momento (es una forma de hablar) que menos mal que no teníamos un mando a distancia para el tiempo; con esta forma –absurda para mi– de pensar, creemos que estamos vivos... nada más lejos de saber lo que es estar vivo. Amargados. Disgustados. Frustrados. Angustiados. Cansados. Deprimidos. Irritados. Cínicos. Perdidos, muy perdidos, esto es lo que sucede, pero no lo sabemos. No sabemos cuán perdido se puede llegar a estar. Y cuán aferrado a todos esos estados emocionales que nos arrastran una y otra vez a la desdicha. Con lo fácil que es estar y ser feliz... Tan fácil... 
En cuanto separamos, fragmentamos, todo se convierte en un sin sentido. Está, eso es todo. Y uno hace lo que tiene que hacer ante lo que sucede. Como mejor entienda, sepa y pueda. Y, mejor aún, si dejamos (soltar) a la intuición manifestarse. Mucho mejor. Y, constato que cuando se requiere de toda la atención, ahí está. Pero no en lo fácil, en lo ya sabido... sino en los momentos en los que se nos saca de la rutina, como señala Osho... Ésta nos convierte en seres desanimados, pusilánimes y amodorrados ante la vida y ante nosotros mismos. Sin saber siquiera que eso está sucediendo. ¡Despierta!. ¡Despierta!. ¡Despierta!. 

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