Muchos pensadores científicos occidentales han sostenido, a lo largo de la historia, la idea de una energía universal que penetra en la naturaleza de forma global. Esta energía vital percibida como un cuerpo luminoso fue registrada por los pitagóricos, por primera vez en la literatura occidental, alrededor del año 500 a. C. Afirmaban que su luz podía producir muy diversos efectos sobre el organismo humano, incluyendo la curación de enfermedades.
Boirac y Liebeault, eruditos de principios de siglo XII, vieron que la energía que poseemos los seres humanos puede dar lugar a la interacción de individuos separados por grandes distancias. Según sus informes, una persona puede producir sobre otra un efecto saludable o patológico con su mera presencia. Paraceslo, sabio de la Edad Media, llamó a esta energía “Illiaster” entidad compuesta por una fuerza vital y una materia vital. El matemático Van Helmont percibió a comienzos del siglo XIX un fluido universal que penetra toda la naturaleza: no se trata de una materia corpórea o condensable, sino de un espíritu vital puro que invade todos los cuerpos. Otro matemático, Liebnitz, escribió que los elementos esenciales del universo son centros de fuerza que contienen su propia fuente de movimiento.
Van Helmont y Mesmer observaron, en el siglo XIX, otras propiedades de los fenómenos de energía universal que dieron lugar al mesmerismo, que se convertiría luego en el hipnotismo. Según estos autores, los objetos animados e inanimados se podían cargar con este “fluido”, y los cuerpos materiales podían ejercer mutuas influencias a distancia, lo que sugería la posible existencia de un campo,, análogo en algunos sentidos a un campo electromagnético.
A mediados del siglo XIX, el conde Wilhelm Von Reichnbach dedicó treinta años a experimentar con el “campo” al que denominó fuerza “ódica”. Comprobó que mostraba muchas propiedades similares a las del campo electromagnético descrito anteriormente, en el mismo siglo, por James Clero Maxwell. También descubrió numerosas propiedades exclusivas de la fuerza ódica. Determinó que los polos de un imán no sólo presentan una polaridad magnética, sino también una polaridad exclusiva relacionada con este “campo ódico”. Otros objetos, los cristales, por ejemplo, también presentan esa polaridad única sin ser magnéticos por si mismos. Los polos de la fuerza ódica presentan las propiedades subjetivas de resultar “calientes, rojos y desagradables”, o bien “azules, fríos y agradables” a las observaciones de individuos sensibles. Determinó, además, que los polos opuestos no atraen como en el electromagnetismo. Comprobó que, con la fuerza ódica, los polos semejantes, se atraen (es decir, el igual atrae al igual). Se trata de un fenómeno aural muy importante, como tendremos ocasión de ver más adelante.
Von Reichenbach estudió la relación entre las emisiones electromagnéticas del Sol y las concentraciones afines del campo ódico. Descubrío que la mayor concentración de esta energía radica en las gamas rojas y azules del espectro solar. Von Reichenbach especificó que las cargas opuestas producían sensaciones subjetivas de calor y frío en grados variables de potencia que pudo relacionar con la tabla periódica de los elementos químicos mediante una serie de ensayos ciegos. Todos los elementos electropositivos proporcionaban a los sujetos desagradables sensaciones a la parte fresca, agradable, con un grado de intensidad de las sensaciones paralelo a su posición en la tabla periódica, yendo del calor al frío de acuerdo con la variación de los colores espectrales del rojo al añil.
Von Reichenbach descubrió que era posible conducir el campo ódico a través de un alambre, que la velocidad de conducción era muy lenta (de aproximadamente 4 metros/segundos) y que ésta parecía depender de la densidad de masa del material más que de su conductividad. Además, era posible cargar los objetos con esta energía de forma similar a como se hace mediante un campo eléctrico. Otros experimentos demostraron que se podía enfocar parte de este campo a través de una lente, como si fuera luz, mientras que otra parte fluirá alrededor de dicha lente de forma semejante a como pasa la llama de una vela alrededor de los objetos situados en su camino. Esta porción desviada del campo ódico reaccionaría también como la llama de la vela cuando está sometida a corrientes de aire, lo que sugiere que su composición es similar a la de un fluido gaseoso. Todos estos experimentos demuestran que el campo aural posee propiedades que permiten pensar que su naturaleza es, a un tiempo, particulada como un fluido y energética como las ondas luminosas.
Von Reichnbach comprobó que la fuerza del cuerpo humano producía una polaridad similar a la que presentan los cristales a lo largo de sus ejes principales. Basándose en tal evidencia experimental, describió el lado izquierdo del cuerpo como polo negativo y el derecho como positivo. Un concepto similar al de los antiguos principios chinos del yin y el yang anteriormente mencionados.
Boirac y Liebeault, eruditos de principios de siglo XII, vieron que la energía que poseemos los seres humanos puede dar lugar a la interacción de individuos separados por grandes distancias. Según sus informes, una persona puede producir sobre otra un efecto saludable o patológico con su mera presencia. Paraceslo, sabio de la Edad Media, llamó a esta energía “Illiaster” entidad compuesta por una fuerza vital y una materia vital. El matemático Van Helmont percibió a comienzos del siglo XIX un fluido universal que penetra toda la naturaleza: no se trata de una materia corpórea o condensable, sino de un espíritu vital puro que invade todos los cuerpos. Otro matemático, Liebnitz, escribió que los elementos esenciales del universo son centros de fuerza que contienen su propia fuente de movimiento.
Van Helmont y Mesmer observaron, en el siglo XIX, otras propiedades de los fenómenos de energía universal que dieron lugar al mesmerismo, que se convertiría luego en el hipnotismo. Según estos autores, los objetos animados e inanimados se podían cargar con este “fluido”, y los cuerpos materiales podían ejercer mutuas influencias a distancia, lo que sugería la posible existencia de un campo,, análogo en algunos sentidos a un campo electromagnético.
A mediados del siglo XIX, el conde Wilhelm Von Reichnbach dedicó treinta años a experimentar con el “campo” al que denominó fuerza “ódica”. Comprobó que mostraba muchas propiedades similares a las del campo electromagnético descrito anteriormente, en el mismo siglo, por James Clero Maxwell. También descubrió numerosas propiedades exclusivas de la fuerza ódica. Determinó que los polos de un imán no sólo presentan una polaridad magnética, sino también una polaridad exclusiva relacionada con este “campo ódico”. Otros objetos, los cristales, por ejemplo, también presentan esa polaridad única sin ser magnéticos por si mismos. Los polos de la fuerza ódica presentan las propiedades subjetivas de resultar “calientes, rojos y desagradables”, o bien “azules, fríos y agradables” a las observaciones de individuos sensibles. Determinó, además, que los polos opuestos no atraen como en el electromagnetismo. Comprobó que, con la fuerza ódica, los polos semejantes, se atraen (es decir, el igual atrae al igual). Se trata de un fenómeno aural muy importante, como tendremos ocasión de ver más adelante.
Von Reichenbach estudió la relación entre las emisiones electromagnéticas del Sol y las concentraciones afines del campo ódico. Descubrío que la mayor concentración de esta energía radica en las gamas rojas y azules del espectro solar. Von Reichenbach especificó que las cargas opuestas producían sensaciones subjetivas de calor y frío en grados variables de potencia que pudo relacionar con la tabla periódica de los elementos químicos mediante una serie de ensayos ciegos. Todos los elementos electropositivos proporcionaban a los sujetos desagradables sensaciones a la parte fresca, agradable, con un grado de intensidad de las sensaciones paralelo a su posición en la tabla periódica, yendo del calor al frío de acuerdo con la variación de los colores espectrales del rojo al añil.
Von Reichenbach descubrió que era posible conducir el campo ódico a través de un alambre, que la velocidad de conducción era muy lenta (de aproximadamente 4 metros/segundos) y que ésta parecía depender de la densidad de masa del material más que de su conductividad. Además, era posible cargar los objetos con esta energía de forma similar a como se hace mediante un campo eléctrico. Otros experimentos demostraron que se podía enfocar parte de este campo a través de una lente, como si fuera luz, mientras que otra parte fluirá alrededor de dicha lente de forma semejante a como pasa la llama de una vela alrededor de los objetos situados en su camino. Esta porción desviada del campo ódico reaccionaría también como la llama de la vela cuando está sometida a corrientes de aire, lo que sugiere que su composición es similar a la de un fluido gaseoso. Todos estos experimentos demuestran que el campo aural posee propiedades que permiten pensar que su naturaleza es, a un tiempo, particulada como un fluido y energética como las ondas luminosas.
Von Reichnbach comprobó que la fuerza del cuerpo humano producía una polaridad similar a la que presentan los cristales a lo largo de sus ejes principales. Basándose en tal evidencia experimental, describió el lado izquierdo del cuerpo como polo negativo y el derecho como positivo. Un concepto similar al de los antiguos principios chinos del yin y el yang anteriormente mencionados.
Que interesante Haideé!!!!!!!! Para leer con tiempo todas estas teorias y los estudios empiricos que se han hecho. Me hiciste recordar que algun lado lei, no recuerdo donde ni quien era el autor, que las primeras hipnosis se hacian con grandes imanes.
ResponderEliminarBESOS GRANDES!!!!!!!!!!!!!
Sí que es interesante, sí :) gracias.
ResponderEliminarBesos, nena
¡Hola!serhumana: si, y sobre todo para darnos cuenta de cuan engañados nos tienen al oculatar esta información en el ámbito academico... desde que internet es un medio de poder informarse se las estan viendo y deseando para poder seguir vendiendo su idea.
ResponderEliminarUn abrazo fuerte y muchos besos y gracias :)))
¡Hola!dianna: gracias a ti por interesarte :)
ResponderEliminarUn abrazo
Amiga Heideé(bonito nombre)gracias por tus comentarios.
ResponderEliminarComo te diría, en este mundo de susurros y ensueños , es como si estuviéramos en cruce entre dos mares, donde todos coincidimos en una misma barca angosta.
Al morir alcanzamos la orilla para ir a mundos diferentes.
Bonito blog el tuyo espero visitarlo muy a menudo.
un saludo.
Ángel desde mallorca.
Nuestro ser total consiste en dos segmentos perceptibles. El primero
es nuestro cuerpo físico, que todos podemos percibir, el segundo es el cuerpo luminoso, (¿Aura?)jjj oder que complicado, bueno un saludo hasta la próxima.......................
¡Hola!ángel: ¿a mundos diferentes? según la evolución parece ser que podemos estar en distintos niveles,si, mas universo, eso es lo que somos un Todo en el Todo.
ResponderEliminarMe alegra que te guste, nos veremos o leeremos :)
Bueno, no tendría que ser tan desconocido para ti ya que te gusta Castaneda...
Cordiales saludos :)