La mayoría de las personas que asisten a mis seminarios lo hacen porque comprenden que necesitan cambiar de vida. Algunas tienen miedo de dejar a su pareja o su trabajo, mientras que otras desean encontrar una manera de soportar una situación incompatible con sus necesidades emocionales. No podría ni comenzar a calcular el número de veces que alguien me ha dicho: “Creo que estaba mejor antes de darme cuenta de lo infeliz que soy.”
Una vez que tomamos conciencia de nuestras necesidades emocionales es imposible olvidarlas. Una vez que conocemos el origen o la causa de nuestra infelicidad, no podemos borrar ese conocimiento. Tenemos que elegir, tomar decisiones. La capacidad de elegir es un poder activo, y la sensación de tener poder activo es a la vez emocionante y temible, porque hace que deseemos cambiar esas partes de nuestra vida que ya no son apropiadas, y cambiarlas nos estimula a poner en tela de juicio otros aspectos que no son satisfactorios.
Cambiar la vida suele ser difícil debido a las lealtades que tenemos. Normalmente aprendemos la lealtad dentro de la estructura familiar y en conexión con la familia. La lealtad hacía uno mismo, sin embargo,, es una virtud totalmente distinta, y adherirse a ella puede provocar un tremendo cataclismo en la familia. Ser leal a sí misma podría, por ejemplo, hacer que una mujer reconozca que ya no puede continuar en su matrimonio. En lo que respecta a hacer partícipe de esa información a su marido, se le dirá: “Piensa en tus hijos.” Su caso es un ejemplo muy común de lealtad al grupo que está en conflicto con la lealtad a uno mismo. Mientras vivimos en una situación insatisfactoria, tal vez tratamos de respetar por un tiempo las exigencias de la lealtad al grupo y evitamos pensar en nuestras necesidades emocionales personales. En algún momento, no obstante, nuestro cuerpo emocional adquiere el poder suficiente y la mente ya no logra engañar al corazón. La esposa infeliz o bien acaba en una permanente confusión personal por continuar en el matrimonio o bien decide divorciarse, presa de un sentimiento de culpabilidad por haber sido desleal al grupo, su familia. La verdad es que no hay muchas maneras de introducir con éxito las necesidades personales en una circunstancia que se creó antes de saber cuáles eran esas necesidades.
Julie asistió a uno de mis seminarios porque sufría de grave cáncer de ovario y de mama. Desde hacia varios años su matrimonio no funcionaba bien. Deseaba sanar del cáncer, pero vivía con un hombre que la trataba con total desprecio, costumbre que había comenzado dos años antes de que se casaran. Solía decirle que sólo verla le causaba repugnancia, peso a que ella era muy atractiva. Para ganarse su aprobación, ella se dejaba morir de hambre y hacia ejercicio. Se definía como maestra de la manipulación; empleaba la manipulación para soportar su matrimonio aunque con eso no conseguía lo que deseaba. Cuando quería que él le prestara atención, se inventaba interesantes historias sobre personas que decía haber conocido mientras hacia la compra. Una vez telefoneó a la oficina para decirle que un hombre había intentado violarla cuando estaba haciendo jogging. Pero inventara lo que inventase, nada conseguía atraer su interés o su respeto.
El dinero era otro problema entre ellos. Aunque él ganaba mucho, le daba muy poco para los gastos domésticos y personales, y exigía que le rindiera cuenta de hasta el último céntimo. A pesar de esa humillación, a Julie nunca se le ocurrió buscar un trabajo porque creía que no tenía ninguna habilidad laboral.
La actividad sexual había acabado a los dos años de matrimonio. Los esfuerzos que hacía ella por mantener viva esa parte de su relación conyugal la humillaban más aún. Cuando le diagnosticaron cáncer, su marido se negó a dormir en la misma cama con ella. su reacción ante ese rechazo fue dormir en el suelo, en el pasillo de entrada al dormitorio. Todas las mañanas, él pasaba por encima de ella para entrare en el cuarto de baño, y de vez en cuando la insultaba cuando ella lo miraba y le pedía ayuda.
Le pregunté por qué no lo dejaba y ella contestó que nunca había sido capaz de cuidar de si misma ni emocionalmente ni económicamente, y que en esos momentos necesitaba más que nunca que él la cuidara. Lo irónico es que siempre que hablaba de su marido aparecía una expresión soñadora en su cara, casi como si estuviera hechizada, y decía que él era un hombre muy cariñoso y que simplemente estaba agotado por los negocios. La quería de verdad, añadía: simplemente, le constaba demostrar afecto.
Cuando le sugerí que viera a un psicoterapeuta me dijo que su marido pensaba que los terapeutas no hacen ningún bien, así que no podría ir. También le dije que recuperaría algo de fuerzas si comía alimentos nutritivos, entre ellos un intenso programa de vitaminas con una dieta sana. Contestó que si su marido lo aprobaba, lo haría.
Desde el punto de vista de la energía, es significativo que Julie desarrollara un cáncer en los órganos femeninos, primero en los ovarios y después en la mama. Su enfermedad simbolizaba sus sentimientos ante el rechazo como mujer. […] Los órganos sexuales contienen nuestra energía biográfica, la de nuestras relaciones con las personas y la de nuestra manera de ser un nuestro entorno. Julie era incapaz de verse a sí misma con poder personal porque, para ella, la fuente de seguridad era su marido; su biología recibía constantes “señales de impotencia.” Julie murió antes de que acabara el año.
Dada que esta mujer depende totalmente de su marido, todos los circuitos de energía están adheridos al campo energético de él. La consecuencia de este desequilibrio es que la mujer no le queda nada de energía para mantener sano su cuerpo, y al mismo tiempo genera en el marido una sensación de ser “ahogado”.
El tipo de personas que tienen un poder activo son muy diferentes de las adquisidoras como Julie. Son “automotivadoras”, consideran una prioridad el cuidado de si mismas, y su circuitos de energía están adheridos al conocimiento, la fuerza y la vitalidad emocional. Una persona automotivadora es capaz de hacer cualquier cosa que sea necesaria para mantener el equilibrio entre cuerpo, mente y alma.
A semejanza de Julie, Joanna formaba parte de un matrimonio disfuncional y desarrolló un cáncer de mama. Si bien su matrimonio no era la historia de horror emocional de Julie, tenía sus problemas. Su marido, Neil, buscaba la compañía de otras mujeres. Ella lo sabía, pero trataba de hacer la vista gorda. Con el fin de soportar el adulterio de su marido, comenzó a asistir a seminarios de capacitación de mujeres y, gracias a ellos, finalmente vio que el comportamiento de Neil violaba sus límites emocionales. Antes de esos seminarios jamás se le había ocurrido pensar que tenía esos límites emocionales personales. Como hacen muchas personas, se había casado con la idea de que dos personas deben transformarse en uno solo sistema emocional.
Joanna no tardó en comprender que su cáncer de mama (la zona del cuerpo relacionada con la acción de dar y nutrir) sólo sanaría si tomaba medidas para respetarse, para desarrollar su autoestima. Fue fortalecíéndose en ella la imagen una persona fuerte; al considerarse “individuo” comenzó a relacionarse consigo misma de un modo que antes lo habría parecido imposible, dado que su concepto de identidad siempre había necesitado un cónyuge.
Cuando reconoció sus necesidades, ejerció su recién adquirida autoridad enfrentándose a Neil y exigiéndole que cumpliera las promesas del matrimonio. El le prometió cambiar de comportamiento, pero la promesa duró menos de un mes. Finalmente Joanna comprendió que no lo conseguiría, y que ella había cambiado tanto que ya no podía aceptar esas violaciones emocionales. Si quería sanar del cáncer tenía que apartarse de la situación que le estaba arruinando la salud. Se divorció de Neil y se recuperó del cáncer.
Los grupos de apoyo para personas enfermas suelen inducir a éstas a redefinirse a sí mismas. Reconociendo sus necesidades y evaluando sus vidas según ellas mismas, admiten que sus circunstancias actuales no son aceptables para la persona en que se están transformando ni conducen a la curación. Comprenden que tienen que tomar medidas para cambiar. En el proceso de la curación aprenden a separarse de los objetos o las personas que les roban la fuerza del cuerpo.
La necesidad de cambio convierte la curación en una experiencia aterradora para muchas personas. Consciente o inconscientemente, saben que desenchufar sus circuitos energéticos de un objetivo de poder es lo mismo que decirle adiós. Entran en un perturbador limbo donde desean separarse de su objetivo de poder y a la vez seguir aferradas a él. Algunas personas terminan por intentar vivir en los dos mundos de forma simultánea, sin habitar totalmente el que ya no les viene bien ni pasar totalmente al otro. Así es como muchas personas hacen el viaje al pozo de la curación y, una vez que llegan allí, descubren que no pueden beber de él.
La curación exige actuar. No es un acontecimiento pasivo. Estamos hechos para utilizar nuestros recursos interiores, a fin de encontrar la fuerza material para dejar atrás creencias y comportamientos anticuados y vernos de un modo nuevo y sano.
Una vez que tomamos conciencia de nuestras necesidades emocionales es imposible olvidarlas. Una vez que conocemos el origen o la causa de nuestra infelicidad, no podemos borrar ese conocimiento. Tenemos que elegir, tomar decisiones. La capacidad de elegir es un poder activo, y la sensación de tener poder activo es a la vez emocionante y temible, porque hace que deseemos cambiar esas partes de nuestra vida que ya no son apropiadas, y cambiarlas nos estimula a poner en tela de juicio otros aspectos que no son satisfactorios.
Cambiar la vida suele ser difícil debido a las lealtades que tenemos. Normalmente aprendemos la lealtad dentro de la estructura familiar y en conexión con la familia. La lealtad hacía uno mismo, sin embargo,, es una virtud totalmente distinta, y adherirse a ella puede provocar un tremendo cataclismo en la familia. Ser leal a sí misma podría, por ejemplo, hacer que una mujer reconozca que ya no puede continuar en su matrimonio. En lo que respecta a hacer partícipe de esa información a su marido, se le dirá: “Piensa en tus hijos.” Su caso es un ejemplo muy común de lealtad al grupo que está en conflicto con la lealtad a uno mismo. Mientras vivimos en una situación insatisfactoria, tal vez tratamos de respetar por un tiempo las exigencias de la lealtad al grupo y evitamos pensar en nuestras necesidades emocionales personales. En algún momento, no obstante, nuestro cuerpo emocional adquiere el poder suficiente y la mente ya no logra engañar al corazón. La esposa infeliz o bien acaba en una permanente confusión personal por continuar en el matrimonio o bien decide divorciarse, presa de un sentimiento de culpabilidad por haber sido desleal al grupo, su familia. La verdad es que no hay muchas maneras de introducir con éxito las necesidades personales en una circunstancia que se creó antes de saber cuáles eran esas necesidades.
Julie asistió a uno de mis seminarios porque sufría de grave cáncer de ovario y de mama. Desde hacia varios años su matrimonio no funcionaba bien. Deseaba sanar del cáncer, pero vivía con un hombre que la trataba con total desprecio, costumbre que había comenzado dos años antes de que se casaran. Solía decirle que sólo verla le causaba repugnancia, peso a que ella era muy atractiva. Para ganarse su aprobación, ella se dejaba morir de hambre y hacia ejercicio. Se definía como maestra de la manipulación; empleaba la manipulación para soportar su matrimonio aunque con eso no conseguía lo que deseaba. Cuando quería que él le prestara atención, se inventaba interesantes historias sobre personas que decía haber conocido mientras hacia la compra. Una vez telefoneó a la oficina para decirle que un hombre había intentado violarla cuando estaba haciendo jogging. Pero inventara lo que inventase, nada conseguía atraer su interés o su respeto.
El dinero era otro problema entre ellos. Aunque él ganaba mucho, le daba muy poco para los gastos domésticos y personales, y exigía que le rindiera cuenta de hasta el último céntimo. A pesar de esa humillación, a Julie nunca se le ocurrió buscar un trabajo porque creía que no tenía ninguna habilidad laboral.
La actividad sexual había acabado a los dos años de matrimonio. Los esfuerzos que hacía ella por mantener viva esa parte de su relación conyugal la humillaban más aún. Cuando le diagnosticaron cáncer, su marido se negó a dormir en la misma cama con ella. su reacción ante ese rechazo fue dormir en el suelo, en el pasillo de entrada al dormitorio. Todas las mañanas, él pasaba por encima de ella para entrare en el cuarto de baño, y de vez en cuando la insultaba cuando ella lo miraba y le pedía ayuda.
Le pregunté por qué no lo dejaba y ella contestó que nunca había sido capaz de cuidar de si misma ni emocionalmente ni económicamente, y que en esos momentos necesitaba más que nunca que él la cuidara. Lo irónico es que siempre que hablaba de su marido aparecía una expresión soñadora en su cara, casi como si estuviera hechizada, y decía que él era un hombre muy cariñoso y que simplemente estaba agotado por los negocios. La quería de verdad, añadía: simplemente, le constaba demostrar afecto.
Cuando le sugerí que viera a un psicoterapeuta me dijo que su marido pensaba que los terapeutas no hacen ningún bien, así que no podría ir. También le dije que recuperaría algo de fuerzas si comía alimentos nutritivos, entre ellos un intenso programa de vitaminas con una dieta sana. Contestó que si su marido lo aprobaba, lo haría.
Desde el punto de vista de la energía, es significativo que Julie desarrollara un cáncer en los órganos femeninos, primero en los ovarios y después en la mama. Su enfermedad simbolizaba sus sentimientos ante el rechazo como mujer. […] Los órganos sexuales contienen nuestra energía biográfica, la de nuestras relaciones con las personas y la de nuestra manera de ser un nuestro entorno. Julie era incapaz de verse a sí misma con poder personal porque, para ella, la fuente de seguridad era su marido; su biología recibía constantes “señales de impotencia.” Julie murió antes de que acabara el año.
Dada que esta mujer depende totalmente de su marido, todos los circuitos de energía están adheridos al campo energético de él. La consecuencia de este desequilibrio es que la mujer no le queda nada de energía para mantener sano su cuerpo, y al mismo tiempo genera en el marido una sensación de ser “ahogado”.
El tipo de personas que tienen un poder activo son muy diferentes de las adquisidoras como Julie. Son “automotivadoras”, consideran una prioridad el cuidado de si mismas, y su circuitos de energía están adheridos al conocimiento, la fuerza y la vitalidad emocional. Una persona automotivadora es capaz de hacer cualquier cosa que sea necesaria para mantener el equilibrio entre cuerpo, mente y alma.
A semejanza de Julie, Joanna formaba parte de un matrimonio disfuncional y desarrolló un cáncer de mama. Si bien su matrimonio no era la historia de horror emocional de Julie, tenía sus problemas. Su marido, Neil, buscaba la compañía de otras mujeres. Ella lo sabía, pero trataba de hacer la vista gorda. Con el fin de soportar el adulterio de su marido, comenzó a asistir a seminarios de capacitación de mujeres y, gracias a ellos, finalmente vio que el comportamiento de Neil violaba sus límites emocionales. Antes de esos seminarios jamás se le había ocurrido pensar que tenía esos límites emocionales personales. Como hacen muchas personas, se había casado con la idea de que dos personas deben transformarse en uno solo sistema emocional.
Joanna no tardó en comprender que su cáncer de mama (la zona del cuerpo relacionada con la acción de dar y nutrir) sólo sanaría si tomaba medidas para respetarse, para desarrollar su autoestima. Fue fortalecíéndose en ella la imagen una persona fuerte; al considerarse “individuo” comenzó a relacionarse consigo misma de un modo que antes lo habría parecido imposible, dado que su concepto de identidad siempre había necesitado un cónyuge.
Cuando reconoció sus necesidades, ejerció su recién adquirida autoridad enfrentándose a Neil y exigiéndole que cumpliera las promesas del matrimonio. El le prometió cambiar de comportamiento, pero la promesa duró menos de un mes. Finalmente Joanna comprendió que no lo conseguiría, y que ella había cambiado tanto que ya no podía aceptar esas violaciones emocionales. Si quería sanar del cáncer tenía que apartarse de la situación que le estaba arruinando la salud. Se divorció de Neil y se recuperó del cáncer.
Los grupos de apoyo para personas enfermas suelen inducir a éstas a redefinirse a sí mismas. Reconociendo sus necesidades y evaluando sus vidas según ellas mismas, admiten que sus circunstancias actuales no son aceptables para la persona en que se están transformando ni conducen a la curación. Comprenden que tienen que tomar medidas para cambiar. En el proceso de la curación aprenden a separarse de los objetos o las personas que les roban la fuerza del cuerpo.
La necesidad de cambio convierte la curación en una experiencia aterradora para muchas personas. Consciente o inconscientemente, saben que desenchufar sus circuitos energéticos de un objetivo de poder es lo mismo que decirle adiós. Entran en un perturbador limbo donde desean separarse de su objetivo de poder y a la vez seguir aferradas a él. Algunas personas terminan por intentar vivir en los dos mundos de forma simultánea, sin habitar totalmente el que ya no les viene bien ni pasar totalmente al otro. Así es como muchas personas hacen el viaje al pozo de la curación y, una vez que llegan allí, descubren que no pueden beber de él.
La curación exige actuar. No es un acontecimiento pasivo. Estamos hechos para utilizar nuestros recursos interiores, a fin de encontrar la fuerza material para dejar atrás creencias y comportamientos anticuados y vernos de un modo nuevo y sano.
Hola, muchas veces no nos damos cuenta de lo que esta pasando en nuestra propia vida.
ResponderEliminarTenemos que abrir los ojos y buscar la felicidad día a día...
Un abrazo
Gianni
Tremendas historias.
ResponderEliminarSiempre la esperanza. A mí me llena de alegría saber que curando nuestras emociones curamos todo lo demás :-))
bss
¡Hola!dani: si, por ello en ocasiones es necesario tener humildad y perdir ayuda,ese es el primer paso en el cual abres lo ojos...
ResponderEliminarUn abrazo
¡Hola!bahhia: si, duras ¿verdad? aunque las hay aun más... también a mi, esa es la balsa que nos saca de cualquier situación, por mala que sea, de cualquiera, esa y la esperaza y confianza en nuestro Yo Superior.
ResponderEliminarUn cariñoso abrazo y gracias por tu compañia y comprensión :)))
Magnífico blog Noeli!!!
ResponderEliminar¡Hola!songo: mucho me temo que te has equivocado de blog o bien te has equivocado de nombre... la mente jugando malas pasadas :)
ResponderEliminarAun así bienvenido y gracias :)
Un abrazo
:
ResponderEliminarUtilizar los recursos interiores no siempre conduce a la curación. El correcto uso de esos recursos no está al alcance de todo el mundo.
Aún así, vamos sobreviviendo.
Ramitas de acebo
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CristalRasgado & LaMiradaAusente
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¡Hola!algial: me parece que te falta información... en casos excepcionales en los que algunas personas no tienen posibilidad de valerse por si mismas por estados mentales que las pueden hace más vulnerables a necesitar de otros, siempre curaras con tus recursos, el caso es saber como... el correcto uso está al alcance de la mayoría de los seres humanos de este planeta, ya que está dentro de cada uno de nosotros... saber mirar ¿recuerdas? tener información o saber escucharte a ti mismo...en fin... largo de explicar, pero estoy intentado dar una aproximación...
ResponderEliminarUn abrazo lleno de flores de acebo, muchas, y en este caso más...
Me resulta muy interesante leerte pero sinceramente como no sé cómo curar mis ojos se me complica con el tamaño de la letra y el fondo negro...si se pudiera modificar...al menos ahsta que tenga el turno con el oculista...volveré...Gracias!!
ResponderEliminar¡Hola!gla: ya que lo siento, pero de momento va a seguir así ya que el fondo negro para mi ojos es imprescindible, me afectan mucho las energías del ordenador... la sugerencia que te propongo es que te puedes poner como seguidora anonima o no, tú decides, y así lo podrás leer con fondo blanco en el reader... es una solución temporal, ya que lo intereante sería que estuvieras bien... pronto se mejorarán, si, sobre todo porque tú quieres que así sea ¿verdad?
ResponderEliminarGracias por tu compañia y sinceridad, eres bienvenida.
Un abrazo