lunes, 7 de febrero de 2011

El león sediento que venció su miedo


Un gran león se despertó de madrugada con una sed enorme. La tarde anterior había participado en una casa de cebras. Nuestro león se encontraba sediento, agotado del esfuerzo del día anterior. Al despuntar el sol, decidió ir en busca de algún lugar con agua. Caminó un rato hasta que finalmente pudo distinguir una pequeña laguna donde saciar su terrible sed. La mañana estaba muy tranquila, no  había ni una pizca de viento y la superficie del agua semejaba un espejo. Cuando el león fue a beber, retrocedió de inmediato con pavor, pues en la superficie del agua vio un gran león con aspecto amenazante. El estaba cansado, no tenía ninguna intención de luchar, por lo que decidió esconderse tras unos matorrales y esperar a que el otro león saliera del agua. Así lo hizo. El sol en la sabana subía más en la bóveda celeste, el calor era cada vez mayor. El león se quedó unas horas amodorrado y al despertar su sed había aumentado. Se acercó sigilosamente a la laguna. Había pensado que en el caso de que el otro león estuviera aún en el agua, él haría uso de su potente rugido, ese que hacía que todos los animales salieran despavoridos. Así lo hizo. Al asomarse al agua rugió con todas sus fuerzas. Para su sorpresa, el otro fiero león también rugió. Unas montañas cercanas le devolvieron su rugido multiplicado por el eco y el león huyo despavorido.
Estaba demasiado cansado para volver a recorrer grandes espacios en búsqueda de otra laguna. De nuevo se escondió en espera de que se fuera su enemigo.
Al cabo de unas horas el sol brillaba impasible, arrasador, implacable. El calor era insoportable. El león notaba cómo su lengua se estaba secando e inflamando. Llegado ese punto pensó: "Eres el rey de la selva, sería indigno de ti morir de sed por pura cobardía. Si has de morir que sea luchando".
En ese momento hizo acopio de todas sus fuerzas y con paso firme se dirigió al agua. Estaba ciego de sed; sin embargo, al primer lengüetazo el otro león se deshizo en mil añicos. Así el león venció de golpe su sed y su miedo.

Muchos de nuestros miedos son espejismos,tal como el reflejo en el agua que asustaba al león. Y como él, todos tenemos ese coraje para vencerlos. Sólo nuestros pensamientos nos dicen que no podemos. En nuestra mano queda cambiarlos.

4 comentarios:

  1. Bonito relato, para la reflexión...

    Un abrazo.

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  2. ¡Hola! alas: si podemos ir más allá de la reflexión, conseguiremos lo que consiguió el león...
    Un cariñoso abrazo :)))

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  3. El miedo casi siempre es al futuro. Si vivimos el momento presente, quizàs dominaremos nuestros miedos. Un abrazo :)

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  4. ¡Hola! emilio: si, la anticipación y las expectativas... mas si en vez de dominarlo comprendemos porqué lo sentimos, será mucho más fácil soltarlos.
    Por cierto ¡cuánto tiempo! Me alegra sentirte.
    Gracias
    Un abrazo lleno de sosiego :)))

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