miércoles, 23 de febrero de 2011

Zen y depresión. Detenerse a escuchar


"Cuando hay que escuchar un sonido extraño, ¿verdad que de forma natural dejamos de hacer ruido? No se puede escuchar con atención mientras se habla, piensa o nos movemos sin poner atención. La necesidad de escuchar con atención crea su propia quietud. Cuando nos damos cuenta de lo poco atentos que estamos y empezamos a preguntarnos acerca de lo que sucede dentro y fuera, ¿verdad que hay que mirar y escuchar en silencio?"


Toni Packer


El agujero gris que es la depresión puede resultar aterrador y desorientador. Tanto si ya se ha estado allí otras veces como si es la primera, siempre es diferente. A veces da la impresión de que se está en un desierto frío, carente de vida y solitario. En otras ocasiones puede parecer un bosque oscuro y lleno de maleza, repleto de animales terribles que acechas en las sombras, fuera de la vista. O bien se puede tener la impresión de hallarse en el fondo del océano; el agua nos mantiene cautivos, la presión es insoportable, y no se puede respirar,. Sea cual fuere el lugar o terreno, uno siente que no hay salido. Se está perdido sin remedio.

Cuando estamos perdidos, asustados o enfrentados a algo nuevo y desconocido, nuestro primer impulso suele se correr o luchar. Esto es resultado de años de evolución. Aunque en ocasiones, dependiendo del momento, se requiere de una de dichas respuestas, en otras, huir de nuestra condición o luchar contra ella sólo aumenta nuestro dolor y nuestra sensación de estar atrapados. El ir a ciegas, llenos de miedo y pánico no hace sino aumentar nuestra sensación de estar perdidos. En la depresión solemos correr hasta que nos traga la oscuridad en que se ha convertido nuestra vida. Algo que puede ser crucial para nuestra curación es, en primer lugar, no hacer nada.

Esta práctica puede resultar difícil, porque parece ir en contra todo lo que creemos. Y no obstante, no hacer nada –sentarse y cerrar la bo boca", como diría Katagiri Roshi– es la práctica esencial del budismo. En realidad ésa fue la experiencia del mismo Buda. Se sentó bajo el badhitaru y prometió no moverse hasta que hubiese resuelto la pregunta que se había hecho durante muchos años.

Esta decisión suele se considerada como algo heroico, y cuando una persona observa de esa manera una situación hasta el final, puede serlo. El Buda ya había probado todo lo que era posible probar en su tiempo. Había pasado por los extremos de los placeres sensuales, la autonegación y la automortificación. Ninguno de esos caminos le reportó la compresión que ansiaba. Y por ello decidió detener su búsqueda y sentarse.

En su decisión había un auténtico elemento de desesperación, de hallarse contra la pared. Quería descubrir lo que en realidad era la vida humana. En lugar de estudiar diversas filosofías y tratar de hacer que encajasen son las circunstancias que hallaba en su vida, realizó un estudio por sí mismo. Prometió enfrentarse a sí mismo y a su vida sin temor y llevar a cabo dicha investigación hasta el fin, le llevase donde le llevase (eso es lo que en principio nos ha conducido a muchos de nosotros al camino espiritual, una combinación de desesperación y curiosidad).

En la depresión nos encontramos a menudo frente a una pared. En realidad, nada describe mejor lo que es la depresión como la sensación de no tener ningún lugar al que regresar, nada que tengamos que hacer. Y no obstante, estar en un sitio así resulta increíblemente maduro, repleto de posibilidades. Cuando lo hemos hecho todo, cuando nada de lo que sabemos o creemos parece encajar, entonces existe por fin la oportunidad de poder ver las cosas de nuevo, de mirar de forma diferente a lo que se ha convertido en rancio y familiar para nosotros. A veces, cuando nos hallamos frente a una pared, lo mejor que podemos hacer es sentarnos y permanecer tranquilos.

Cuando nos perdemos en el bosque, podemos detenernos, contemplar nuestra situación y mirar dónde nos hallamos. Y cuando estamos en medio de la depresión, podemos detenernos y mirar dónde nos hallamos y cómo hemos llegado hasta allí. Podemos mirarnos serenamente y sin miedo a nosotros, nuestra vida y nuestro dolor, sin albergar ningún pensamiento sobre cómo remediarlo.

Los budistas zen desarrollan un método para trabajar con el corazón y la mente durante la meditación utilizando lo que llaman koans. Los koans suelen ser descritos como herramientas destinadas a detener nuestro pensamiento de manera que podamos experimentar algo más profundo en nuestro interior. La palabra koan proviene de un término chino que hace referencia a un anuncio público o mensaje real. Los koans nos proporcionan una oportunidad para paladear nuestra mente cotidiana, así como un vislumbre de lo que es la mente iluminada.

La depresión también nos llega como un mensaje real. El detenernos y escuchar la depresión, podemos oír el mensaje que nos trae. El escrito más conocido del maestro zen Dogen es el Genjokoan, o "Koan de la vida cotidiana". Dogen sintió que las preguntas más importantes de la vida –¿Por qué nacemos? ¿Por qué debemos sufrir y morir? ¿Quienes somos? ¿Cómo deberemos vivir en este momento?– proporcionan todo lo que necesitamos para ayudarnos a encontrar la libertad que buscamos.

La drepresión hace más patentes todas esas preguntas, que, junto con el intenso sabor del dolor y sufrimiento que las acompañan, son las semillas de nuestra libertad.

Aunque enfrentar la depresión suele ser doloroso y amenazador, podemos hacerlo. Podemos mantenernos en pie y no echar a correr. Incluso podemos permitir que entre y dejarnos enseñar qué es lo que tiene que decirnos.

El Buda buscaba la base fundamental de su vida, se enfrentó a ella con sinceridad y le puso nombre. Nosotros podemos hacer lo mismo con nuestra depresión. Hacerlo no significa rendirse a ella, sino más bien dar el primer paso para curar nuestro dolor y sufrimiento.

La depresión no es sólo un paso más a lo largo de un flujo continuo de aflicción y tristeza. Cualquiera que la haya experimentado sabe que es cualitativamente diferente de nuestra conciencia cotidiana. La depresión nos aporta intensos sentimientos de desesperanza, una sensación de inutilidad y una insistente conciencia de la muerte. Pero antes de buscar soluciones debemos echar un vistazo a esas sensaciones. Enfrentarnos a la depresión os permite mirar más de cerca, quizá por primera vez, los problemas y sentimientos más profundos de nuestra vida.

Contamos con una elección fundamental. Podemos echar a correr, alejándonos de esos sentimientos, lo cual sólo conseguirá hacerlos más intensos. Podemos tratar de encajarlos en un sistema de creencias, tanto propio como ajeno. Podemos considerar la depresión en términos morales y creer que es un símbolo de debilidad. Podemos verla en términos médicos y buscar tratamiento con un especialista. Podemos creer que es algo psicológico y rebuscar en nuestro pasado en busca de respuestas.

O bien, antes de echar mano de cualquier concepto o explicación, podemos hacer como hizo el Buda y mirar las cosas tal como son. Podemos mirar compasivamente lo que nos sucede en la depresión. Podemos examinarnos a nosotros mismos sin echar a correr, sin luchar, sin prejuicios, antes de pensar en soluciones.


Exploración complementaria


Busque un lugar tranquilo, siéntese con las piernas cruzadas sobre un cojín, o bien en una silla de respaldo recto. Repose ambas manso sobre el regazo y permita que su mirada recaiga sobre un lugar en el suelo situado a entre 1 m y 1,5 m por delante de usted. Siéntese derecho, con la columna vertebral cómodamente asentada en las caderas, y meta la barbilla un poco hacia dentro. a continuación permita que su atención se traslade de la cabeza, a través del cuello, hombros y pecho, para asentarse en el vientre. Sienta hincharse y deshincharse el vientre según inspira y espira. Si lo desea, puede pensar "inspirar" y "espirar" al respirar.

Sea consciente del espacio que le rodea. Sienta que es su espacio, su terreno, su hogar. Sienta que es como una piedra que se hunde en el fondo de un río, donde las olas y las corrientes no pueden alcanzarle. Imagínese a sí mismo sentado en un trono, o en la cima de una montaña, en cualquier lugar que le parezca cargado de poder. Dígase a si mismo tres veces: "Aquí es donde mantengo una postura fuerte". Ahí se siente inamovible. En ese lugar se siente seguro y a salvo. Todos los miedos, toda la aflicción, todo el dolor del mundo pueden manifestarse y llegar e inundarle, pero sin arrastrarle.

A continuación regrese a la respiración, siguiéndola al inspirar y respirar, mientras su vientre se eleva y desciende. La respiración es el ancla que siempre está ahí, lo que le mantiene firme en ese lugar. Hágase consciente de que ese lugar donde se sienta es inmenso y que se extiende en todas direcciones. Es lo suficientemente grande para contener cualquier cosa que quiera incluir. Acoja sus sensaciones de miedo, su dolor y su depresión en ese lugar. Dígale la depresión que no necesita sentirse excluida de ese lugar, que en ese lugar recibirá compresión y compasión. Invite a ese lugar a cualquier divinidad, o energía, que desee. Sobre todo a aquellos que le proporcionen fortaleza,pero también, si quiere, a aquellas que pudieron asustarle. Regrese de nuevo a la respiración, y sienta la inmensidad del lugar interior en el que se sienta como una montaña.

Cuando se sienta listo para regresar, recuerde a todos aquellos a quienes ha invitado que regresen de nuevo cuando usted lo haga. Recuérdese a usted mismo que este lugar está aquí para usted, para que vuelva a él siempre que lo desee. Siéntese, disfrutando del lugar que ha creado. Permita que su atención suba a través del pecho, hombros y cuello, y abra lentamente los ojos.


Realiza la exploración sólo si te sientes cómodo haciéndolo. (Recomendación del propio autor)


(Texto extraído del libro "El camino de Zen para vencer la depresión". Autor Philip Martin)

3 comentarios:

  1. Me ha llenado enormemente este post.

    Realmente ilustrativo me ha resultado su comienzo, lo que puede ayudar en sesiones de meditación donde no te consigues parar que es lo que me suele pasar. Pararse es la clave o ¿el Koan? como dice el autor.

    La depresión (en el sentido psicológico del término, no en el popular) es muy compleja de abordar, cuando menos requiere un abordaje polifacético. Pero desde luego me gusta la forma desde la que aquí se trata y la meditación me parece muy cuidada y útil, creo.

    La voy a poner en práctica, las imágenes que utiliza son tremendamente (no encuentro el adjetivo, me lo voy a inventar) calmadoras, fortificadoras...

    Besos,

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  2. Aquí estoy de nuevo para revisar lo que he dejado fuera tras llevar a cabo esta meditación propuesta.
    Realmente la visualización que has transcrito aquí hace conectar con sentimientos como la tristeza, en mi caso. Me he visto como un árbol con profundas raices imposibles de arrancar ni por el viento más fuerte. Sin darme cuenta he incuido en ese lugar hasta a gente que me hace sentir vulnerable.
    Curioso.
    De las mejores meditaciones que he llevado a cabo.
    Buenos días

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  3. ¡Hola! amaya: el koan te deja fuera de juego, mejor dicho deja fuera de juego a la mente parlanchina, por esto te para.

    Estoy de acuerdo en parte. Si la depresión se ha convertido en algo "cotidiano" si se ha de abordar de modo múltiple, mas no optar por una sólo opción de las que se aportan desde el ámbito médico o psicológico. Cada persona es un mundo y no todos están preparados para poder ayudar.
    Todo aquel que ha salido de un estado profundo de depresión es capaz de ayudar porque comprende bien lo que se siente. Al leer este libro que apareció, si apareció :), de modo sincrónico, me di cuenta del lugar del que salí, y que muy pocos, incluso el propio autor, han pasado por una experiencia tan traumática. Y aquí estoy, ahora con otras experiencias de las que también aprenderé y que serán para poder aportar a la humanidad lo que aprendí y descubrí.

    Me gusta que te inventes en palabras las sensaciones que sientes :)

    Sigue practicando... persevera...
    Un cálido abrazo

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