viernes, 20 de abril de 2012

Zen y depresión. Trabajo


Hyakujo solía trabajar en su templo incluso a la edad de ochenta años, recortando los jardines, limpiando la maleza y podando los árboles. Los monjes sentían pesar al ver al anciano maestro trabajando tan duramente, pero sabían que no haría caso de su recomendación de dejar de trabajar, así que le escondieron las herramientas. Ese día el maestro no comió, ni tampoco al día siguiente. Los monjes acabaron devolviéndole las herramientas. Ese día Hyakujo trabajó y comió, como hacía antes. En su charla vespertina les dijo: "Sin trabajo no hay comida".
Historia Zen

Un monje de le dijo a Joshu:
–Acabo de entrar en este monasterio. Por favor, maestro, instrúyeme.
Joshu le preguntó:
–¿Te has tomado tus gachas de arroz?
El monje contestó:
–S, lo he hecho.
Joshu replicó:
–Entonces, ve a lavar tu cuenco.
El monje alcanzó una cierta iluminación.
Mumonkan, Caso 7

La depresión se caracteriza por la lentitud, por la inactividad y por una incapacidad para tomar decisiones y llevar a cabo acciones. Hay mucho que aprender de esta faceta de la depresión, pero hay ocasiones en las que a pesar de ello debemos pasar a la acción.
Porque la actividad es importante a la hora de curar la depresión. Se ha demostrado que hacer ejercicio es eficaz como atenuante de la depresión. Además, llevar a cabo algo, lograr algo, ser útil, puede ayudarnos enormemente a superar nuestra sensación de inutilidad. Y el hecho es que, aunque hay mucho que aprender y obtener del silencio, la calma y la introspección, hay ciertos trabajos que debemos realizar para mantener nuestras vidas. Debemos cocinar los alimentos, limpiar la casa, cuidar de los niños y lavar la ropa.
Solemos considerar la meditación y la práctica zen como algo inmóvil, pasivo, inactivo: muchas de las mismas características que aplicamos a nuestra depresión. Pero en la meditación llega un momento en que debemos levantarnos del cojín y hacer algo. Incluso en un intensivo de meditación zen, la meditación está entretejida con la actividad; la tarea de preparar las comidas,lavar los platos y el mantenimiento del edificio y sus terrenos.
En los monasterios zen tradicionales, el trabajo del cocinero jefe se le encargaba a un monje veterano como parte de su práctica espiritual. Tampoco dejaba mucho tiempo para meditar. En esta situación podemos ver el énfasis dual del zen: sobre la actividad y el trabajo por una parte, y en el silencio y la quietud por otra.
Al igual que los monjes de un monasterio zen, en lugar de considerar el trabajo como una desagradable necesidad, podemos considerarlo como parte de nuestro camino y práctica espiritual. Podemos permanecer conscientes y atentos mientras llevamos a cabo nuestras actividades.
También podemos considerar el trabajo como parte de nuestro proceso de curación, y concederle la misma importancia que le damos a cualquier otra cosa que hacemos con ese fin. Lavar los platos, limpiar el coche, acudir a nuestro trabajo puede sernos de tanta ayuda como cualquier otra cosa que hagamos. No tiene por qué ser un gran logro,; sólo tenemos que hacer un esfuerzo para levantarnos y hacer algo cada día, eso marcará una diferencia y nos hará avanzar por el sendero de la curación.
En nuestra vida podemos hallar el equilibrio entre quietud y actividad. Al hacerlo podemos empezar a vivir de manera que todas las cosas se conviertan en oportunidades de aprender y curar. Podemos participar de manera total en el mundo con atención plena y compasión, no sólo en la relativamente cómoda esfera del silencio y la calma, sino en el ruidoso y desordenado mundo de la vida humana.

Exploración complementaria

Ponga su atención el alguna tarea que deba realizarse. En lugar de hacerlo corriendo para poder acabar, trate de prestar la misma atención a su trabajo que la que prestaría a su respiración durante la meditación.
Realice el trabajo sin prisas, de manera que pueda llevarlo a cabo con total atención. Concéntrese en las sensaciones y experiencias del trabajo, no en su finalización. Su objetivo es la atención que pone, no el trabajo que hay que hacer.
Si barre el suelo, fíjese en la sensación de la escoba en su mano, en el sonido que hace al pasar por el suelo, en los remolinos de polvo que levanta a su paso.Si está lavando los platos, sienta el agua jabonosa en el plato, el agua caliente, la respiración en el vientre, el peso de su cuerpo en las plantas de los pies.
Cuando haya finalizado la labor, no se apresure a hacer la siguiente. Fíjese en su respiración. Tómese un momento para sentir el espacio existente entre ambas tareas, como un silencio entre notas musicales.

Realizar la exploración sólo si te sientes cómodo haciéndola. Recomendación del propio autor.

(Extraído del libro "El camino del Zen para vencer la depresión". Autor Philip Martin)

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