miércoles, 4 de abril de 2012

No sigas al rebaño


(Imagen de autor desconocido para mi)

Al atacar a un rebaño, una tigresa dio a luz y poco después murió. El cachorro creció entre las ovejas y llegó él mismo a tomarse por una de ellas. Se esforzaba por comer hierba, lo cual no le gustaba nada, y por balar, lo cual le era muy difícil. Cuando un chacal se acercaba al rebaño, el joven tigre, imitando a los corderos, huía aterrado. Era sumamente apacible, pacía y balaba, ignorando por completo su verdadera naturaleza. Así transcurrieron algunos años.
Un día, un tigre adulto surgió en lo alto de un peñasco que dominaba una llanura. Todos los corderos huyeron, y el tigrecito con ellos.
El tigre persiguió al rebaño y agarró al tigrecito por la piel del cuello. Le preguntó, intrigado:
–Oye, ¿por qué te comportas como una oveja, si tu eres un tigre?
Pero el tigre-oveja baló asustado.
Se lo llevó. El pequeño tigre temblaba de miedo y ya se veía devorado. Llegaron a la orilla de un río. El tigre, dejó al tigrecito en el suelo, y lo empujó hasta el borde del río. Entonces se sentó a su lado e inclinó su cabeza sobre el agua. De esa forma, el tigre y el tigrecito se vieron reflejados, el uno al lado del otro. El tigrecito vio que se parecía al tigre adulto, pero no se convenció totalmente.
El tigre-oveja seguía creyéndose una oveja, hasta tal punto que cuando el tigre recién llegado le dio un trozo de carne ni siquiera quiso probarlo. "Pruébala", le ordenó el tigre. Asustado, sin dejar de balar, el tigre-oveja probó la carne. En ese momento la carne cruda desató sus instintos de tigre y reconoció su verdadera y propia naturaleza. El tigrecito comprendió cuál rea su verdadera condición, y los dos animales se alejaron juntos.

(Cuento recogido por Yosano Sim y Pedro Palao Pons)

Cuántos de nosotros vivimos convencidos de ser aquello que los demás dicen que somos. Representamos personaje tras personaje para sentir que no desentonamos con lo que dice el grupo en el que vivimos y... nos olvidamos de esas vocecitas que nos están recordando constantemente: "Esto a mi no me gusta, ¿por qué lo hago?" o "Me callo, porque van a pensar que estoy loco si digo lo que estoy pensando" o "Si yo quiero hacer esto, ¿por qué siempre acabo haciendo lo que otros quieren?"... Y... últimamente hay tanto experto diciéndonos lo que hay que hacer... que seguimos sus directrices sin pararnos a pensar si realmente es aquello que necesitamos, si eso que me dicen que haga es mi verdadera naturaleza. Personaje y persona no son lo mismo. Así como no es lo mismo el ego que el Yo Superior. Uno nace de la confusión y el otro de la comprensión última, estar despierto reconociendo la esencia en vez de dejarse llevar por las muchas representaciones que adoptamos para sobrevivir, tal y como hacía el tigrecito. La adaptación, esa gran potencialidad del cualquier ser vivo mas, a los humanos, y no sólo, nos esclaviza más que nos libera. Depende de nosotros descubrir como nos puede ayudar a ser libres. Porque lo mismo que uno se adapta a sobrevivir, esa capacidad, o potencialidad, también le ayuda a adaptarse a todo lo nuevo que surja en el continuo vivir para conseguir reconocer que es la libertad. Entonces uno ya no necesita adaptarse. Aparece así la aceptación, aceptación que nace de la libertad del corazón y no de la necesidad del ego.

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