Cuándo por primera vez me hice consciente del gusto que estas aves tienen por el placer de volar, algo en mi interior se transformo. Lo que se transformó fue el hecho de comprobar que los animales, y en particular estas aves, sienten emocionalmente, algo que para muchas personas es imposible de ver, debido a un condicionamiento social, una creencia, que han aprendido en algún momento de su vida y les ha sido, parece ser, imposible tomar conciencia y contacto con este hecho; motivo por el cual les hacemos tantas barbaridades a los animales. A día de hoy, que aún siga imperando esta creencia habla bastante mal del ser humano en esta sociedad llamada avanzada. El haber dejado de lado las emociones en la investigación, parece poner de relieve que hay una gran cojera en el acercamiento a nosotros mismos. Una dualidad que los animales están pagando cara, y nosotros a su vez. Las paradojas ponen siempre de relieve los puntos flacos.
Este hecho ocurrió hace ya unos cuantos años en Galicia, en la Costa da Morte. Las había observado en muchas ocasiones viendo sus movimientos y otros comportamientos, pero nunca como en ese momento entendí que sentían placer al volar, que lo hacían por buscar placer, verdadero placer. El lugar, creo recordar, era el faro de Finisterre (Finisterrae). Soplaba el viento con tanta fuerza que nos obligaba a empujarnos, caminando inclinados contra él para poder avanzar un poco de cada paso. Cuando me aproxime al final del pasillo que separaba el edificio del faro del acantilado, observe a varias gaviotas planeando, más o menos como nosotros en tierra, intentaban sostenerse quietas en el espacio, un solo movimiento en falso y las derivaba peligrosamente hacia sabe Dios donde. Así que hacían equilibrios aéreos perfectos para disfrutar del intenso viento.
Si querían bajar hacia las rocas plegaban un poco las alas y poquito a poco se iban dejando empujar por el viento para posarse como con miedo de ser levantadas otra vez, hasta situarse en la roca elegida. Si, porque la elegían. Las que seguían planeando iban y venían evolucionando a merced del aire tan fuerte que las sustentaba violentamente en vuelo. No era por casualidad, pues tenían la posibilidad de alejarse a una zona más protegida, detrás del faro. No, ese era el lugar elegido, elegido para poder disfrutar de la intensidad del viento y de su placer al jugar con el vuelo. Me quedé fascinada viéndolas. En ese momento ya no me importaba el viento, y eso que me dejaba sorda, tal era su intensidad. Me sentí identificada con ellas. Siempre me gustó volar, pero volar como ellas. Lo más parecido es el parapente. Sin más aparato que una tela de la cual dependes para sustentarte, además del viento, claro. Ellas tenían sus alas, que yo en cierta medida envidiaba, como los primeros seres humanos que intentaron volar, yo también quería tener esa posibilidad. Pero como siempre me alimento de la belleza de lo que veo, verlas a ellas me fue suficiente. Qué belleza poder observar a unas aves disfrutar de su actividad. ¡Qué descubrimiento! Esto me sirvió para fijarme más en ellas cada vez que tenía ocasión. Y así descubrí más cosas, no todas buenas. Me quedo en este caso con las buenas.
Aquí, ya en mi tierra, un día tormentoso de invierno y con mucho viento –aunque mucho menos fuerte que en aquel faro-, a la vera de una iglesia, había varias disfrutando del juego. Salían hacia la zona más expuesta al viento y se dejaban ir hacía atrás poco a poco. Dando un rodeo volvían a coger otra vez el frente del viento, donde terminaba la iglesia, repitiendo el paseo. Otra vez fui testigo de su placer, para goce del mío.
En otra ocasión -también aquí en mi tierra-, sentada en una zona donde se encuentra un minúsculo bufón, un saliente al mar, donde, cuando esta bravo el mar, levanta unas olas de tamaño considerable y rompe bramando imponente. Me siento allí cuando quiero coger energía, además de disfrutar de la plenitud de la naturaleza. Bien, pues cuando hay sol más que cuando está nublado, las gaviotas se dedican a hacer “surf”. Lo llamo así porque tiene cierta similitud con los chicos que con sus tablas cogen olas. Cuando comienza a formarse la onda en la superficie del mar ahí están las gaviotas, volando cerca del agua cogiendo la ola en toda su extensión hasta que esta cierra y ya salen hacia arriba describiendo un pequeño giro de despegue. Y vuelven. Vuelven a coger otra tanda, de izquierda a derecha, en este lugar siempre las he visto hacerlo en este sentido. Me sentí fascinada de nuevo. Qué maravilla y todo para disfrutarlo así, sin más. Todo en la naturaleza. Energía, belleza y placer en una misma oportunidad. Este tipo de situaciones me hacen sentir afortunada. Afortunada al poder apreciar lo que la naturaleza tiene para darme. Afortunada de poder sentir todo su esplendor y magnificencia sin mayor necesidad que estar ahí con todos los sentidos para apreciarla. Ella y yo en comunión. Si, soy muy afortunada.
Foto: Haideé Iglesias
Este hecho ocurrió hace ya unos cuantos años en Galicia, en la Costa da Morte. Las había observado en muchas ocasiones viendo sus movimientos y otros comportamientos, pero nunca como en ese momento entendí que sentían placer al volar, que lo hacían por buscar placer, verdadero placer. El lugar, creo recordar, era el faro de Finisterre (Finisterrae). Soplaba el viento con tanta fuerza que nos obligaba a empujarnos, caminando inclinados contra él para poder avanzar un poco de cada paso. Cuando me aproxime al final del pasillo que separaba el edificio del faro del acantilado, observe a varias gaviotas planeando, más o menos como nosotros en tierra, intentaban sostenerse quietas en el espacio, un solo movimiento en falso y las derivaba peligrosamente hacia sabe Dios donde. Así que hacían equilibrios aéreos perfectos para disfrutar del intenso viento.
Si querían bajar hacia las rocas plegaban un poco las alas y poquito a poco se iban dejando empujar por el viento para posarse como con miedo de ser levantadas otra vez, hasta situarse en la roca elegida. Si, porque la elegían. Las que seguían planeando iban y venían evolucionando a merced del aire tan fuerte que las sustentaba violentamente en vuelo. No era por casualidad, pues tenían la posibilidad de alejarse a una zona más protegida, detrás del faro. No, ese era el lugar elegido, elegido para poder disfrutar de la intensidad del viento y de su placer al jugar con el vuelo. Me quedé fascinada viéndolas. En ese momento ya no me importaba el viento, y eso que me dejaba sorda, tal era su intensidad. Me sentí identificada con ellas. Siempre me gustó volar, pero volar como ellas. Lo más parecido es el parapente. Sin más aparato que una tela de la cual dependes para sustentarte, además del viento, claro. Ellas tenían sus alas, que yo en cierta medida envidiaba, como los primeros seres humanos que intentaron volar, yo también quería tener esa posibilidad. Pero como siempre me alimento de la belleza de lo que veo, verlas a ellas me fue suficiente. Qué belleza poder observar a unas aves disfrutar de su actividad. ¡Qué descubrimiento! Esto me sirvió para fijarme más en ellas cada vez que tenía ocasión. Y así descubrí más cosas, no todas buenas. Me quedo en este caso con las buenas.
Aquí, ya en mi tierra, un día tormentoso de invierno y con mucho viento –aunque mucho menos fuerte que en aquel faro-, a la vera de una iglesia, había varias disfrutando del juego. Salían hacia la zona más expuesta al viento y se dejaban ir hacía atrás poco a poco. Dando un rodeo volvían a coger otra vez el frente del viento, donde terminaba la iglesia, repitiendo el paseo. Otra vez fui testigo de su placer, para goce del mío.
En otra ocasión -también aquí en mi tierra-, sentada en una zona donde se encuentra un minúsculo bufón, un saliente al mar, donde, cuando esta bravo el mar, levanta unas olas de tamaño considerable y rompe bramando imponente. Me siento allí cuando quiero coger energía, además de disfrutar de la plenitud de la naturaleza. Bien, pues cuando hay sol más que cuando está nublado, las gaviotas se dedican a hacer “surf”. Lo llamo así porque tiene cierta similitud con los chicos que con sus tablas cogen olas. Cuando comienza a formarse la onda en la superficie del mar ahí están las gaviotas, volando cerca del agua cogiendo la ola en toda su extensión hasta que esta cierra y ya salen hacia arriba describiendo un pequeño giro de despegue. Y vuelven. Vuelven a coger otra tanda, de izquierda a derecha, en este lugar siempre las he visto hacerlo en este sentido. Me sentí fascinada de nuevo. Qué maravilla y todo para disfrutarlo así, sin más. Todo en la naturaleza. Energía, belleza y placer en una misma oportunidad. Este tipo de situaciones me hacen sentir afortunada. Afortunada al poder apreciar lo que la naturaleza tiene para darme. Afortunada de poder sentir todo su esplendor y magnificencia sin mayor necesidad que estar ahí con todos los sentidos para apreciarla. Ella y yo en comunión. Si, soy muy afortunada.
Foto: Haideé Iglesias
Bello post.
ResponderEliminarEn mi terraza de Vigo (Galicia) escucho cada mañana los sonidos de las gaviotas. Me relaja, me inspira. Todos los animales son seres "sintientes", como dice el budismo.
Has mencionado la Costa da Morte gallega: es impresionante. Allí sientes la naturaleza latir dentro y fuera de ti.
Un beso.
Sencillamente, bello y precioso Haideé.
ResponderEliminarDices:
"Me sentí fascinada de nuevo. Qué maravilla y todo para disfrutarlo así, sin más. Todo en la naturaleza. Energía, belleza y placer en una misma oportunidad. Este tipo de situaciones me hacen sentir afortunada. Afortunada al poder apreciar lo que la naturaleza tiene para darme. Afortunada de poder sentir todo su esplendor y magnificencia sin mayor necesidad que estar ahí con todos los sentidos para apreciarla. Ella y yo en comunión. Si, soy muy afortunada."
¿Qué mas puedo yo añadir Haideé? ¿Qué palabras quieres que te deje como comentario, si lo has dicho tu todo, y además de una manera insuperable?
Yo siento algo parecido cuando en mis rutas moteras de fin de semana detengo la motocicleta en algun paisaje bonito, y me siento allí, solo, viendo el imponente sol del amanecer. Me siento "recargado", te fundes con la naturaleza, son uno con ella.
Precioso post, repito.
UN FUERTE ABRAZO.
Fe de erratas.
ResponderEliminarDonde dice "son uno con ella" debe de decir "soy uno con ella". (¡ay, el teclado...!)
Reitero el abrazo.
Eres una observadora meticulosa, y sabes transmitir las sensaciones, más allá de la imagen (que es hermosa) a través del criterio con que has evaluado el mágico acto de volar de las gaviotas.
ResponderEliminarHaideé cada día me impresionan más tus post y tu actividad en los blogs que te gustan. Enriqueces con tus comentarios en ellos los textos de cada autor.
ResponderEliminarEres, como dice Catalina, muy observadora. Los animales también. ¿Quién sabría decir que, las gaviotas en este caso, no estén imitando comportamientos humanos?
Los buenos y los malos, como has escrito en mi página.
Gracias.
Haideé
ResponderEliminarMe ha impresionado el relato. La forma de descripción de la realidad, la observación meticulosa del comportamiento de las gaviotas, las sensaciones que te producen...
Me alegro mucho que haya tanta conjunción entre la Naturaleza y tú, la forma de comprenderla, amarla, defenderla.
Como una amiga me decía hace poco, llegará el momento de observar la energía que fluye del Universo, de momento, yo me conformo con eergizarme al contacto con él.
Un cariñoso saludo.
Juan Antonio
Es un texto muy emotivo y cierto el que has escrito. Los animales tienen emociones que, por su sencillez, están más cerca de la felicidad que las nuestras.
ResponderEliminarUna muy buena pillada!!!!
ResponderEliminarMe gusta el encuadre, y me gusta ver cómo sostienes la cámara para poder imaginarte fotografiando :)
Felicidades por el blog, tiene un aspecto estupendo!!!!!
PD: La firma mola!
Te entiendo perfectamente Haideé.
ResponderEliminarA Coruña es una ciudad preciosa.
Es asombroso observar el comportamiento animal.
A mí me gusta observar a la gente en los centros comerciales, je, je, las hembras de tienda en tienda (incluida mi mujer) y los machos esperando con las bolsas y cara de agobio (incluido yo) mientras las crías juegan ausentes, lo mismo que las gaviotas ;-)
Un abrazo.
Que lindo Haidee!!!!!!!! De verdad poder sumergirse en contemplar, es maravilloso. Solo ver, y disfrutarlo. Aunarse con el mundo. Con el sano, por supuesto. Con el natural. Tambien somos naturales, aunque algunas cosas nos hagan perder un poco el rumbo de lo que somos. Los mas desagradecidos con nuestra tierra, y los que mas mal le hacemos y nos hacemos. Pero sigue estando en nosotros, la posibilidad de ver alrededor, de contemplar y de amigarnos con la naturaleza, que nos da todo!!!!!!!!!!!
ResponderEliminarClaro que sos afortunada!!!!!!!!!!!
Y esas gaviotas!!!!!!!!! Tambien son afortunadas, y lo saben!!!!!!!!!
Como siempre, no sé como lo haces, nos dejas absortos en la lectura de tus textos. Por cada letra, cada palabra, salen sentimientos, sentimientos tranquilos, sosegados, que nos hacen ver el mundo de una manera más... HUMANA. Y cuando digo humana me refiero a que dejamos fuera todo eso que nos intranquiliza, que nos aliena, que nos hace sentirnos mal. Con esta historia tan bonita y tan cálidad nos haces sentir bien. Gracias.
ResponderEliminarYo este verano sentí admiración de ver las gaviotas también en un sitio parecido, también con un faro, también con muchísimo viento. De las gaviotas no sé si tengo foto, del faro sí, bueno, ya lo saqué en el blog aunque de lejos. Parecían jugar con el viento, parecía que no les importaba lo que a nosotros nos molestaba de tal manera que en algunos momentos te tenías que poner de espaldas.
Ya estoy con la parrafada... ainss. Me voy a hacer fotos.
Que alma tienes...
ResponderEliminarUmmmmmmmm volar como ellas sería uno de mis sueños ¿te imaginas esa libertad? acariciar el viento, recorrer kilómetros con tus propias alas... Sería maravilloso
ResponderEliminarBesitos
De las gaviotas me gusta hasta su alvoroto por las noches y ahora me empiezan a gustar tus escritos, y digo me empieza, porque hasta hoy no había leído nada tuyo.Ya tienes una lectora más, así que sigue deleitándonos con tus comentarios poéticos.Gracias por ser un poco gaviota.
ResponderEliminarCuando iba a la playa en Venezuela (casi siempre), veía a estas aves volar por toda la playa y es inevitable no quedarse perplejo ante tu destreza estupenda con las ráfagas del viento..., muchas veces mientras surfeaba me daban miedo (hahahahaah que raro no?), siempre tuve la sensación de que confundirían mi pie con un pez hahahaahahaha, pero en plenitud las aves son para mi magnificas.
ResponderEliminarme encanta el texto que has escrito, me encanta el que digas ser afortunada por poder disfrutar de la naturaleza, de poder sentirla... ojalá más gente pudiera hacer lo mismo y ser conscientes de lo que estan echando a perder... Besos
ResponderEliminar¡Hola!javier: sorpresa, me ha gustado. Si que es impresionante, además de bonita y con muchos cambios en su paisaje, un recorrido enriquecedor a todos los niveles.
ResponderEliminarSi, el mundo está caminando hacia ese entendimiento, lentamente, pero camina... todo llega.
Un beso.
¡Hola!cornelivs: gracias, intenta que esos paseos te lleven aún más cerca de la naturaleza, con ese transporte se puede uno meter por miles de lugares perdidos.
No te preocupes, se había entendido bien.
Un abrazo.
¡Hola!catalina: no tienen porque estar reñidas investigación y espiritualidad... quien así lo hace, posiblemente necesite algo más que encontrar respuestas.
Gracias. Un abrazo.
¡Hola!jesús: sorpresa, me gustan estas sorpresas, si:). Los animales no necesitan imitar el comportamiento humano, según lo veo yo, pero si lo pueden imitar en un momento determinado... creo que todavía nos queda mucho por aprender de lo más genuino que hay en la naturaleza, bueno y malo, hasta encontrar una unión que nos aleje de esa eterna disociación.
Tú también eres observador por lo que me dices:)
Gracias a ti, me alegra que disfrutes.
Un abrazo.
¡Hola!juan:gracias, si todo llegará, de momento no estropeemos lo que nos da la vida...
ResponderEliminarUn cariñoso abrazo.
¡Hola!pedro: así es, nosotros las contaminamos de muchas otras cosas que nos impiden disfrutarlas en plenitud.
Gracias, un abrazo para ti.
¡Hola!carmen: ya sabes, las posturitas, jeje... gracias. Las firmas dicen mucho de nosotros,si.
Un abrazo.
¡Hola!manu: así que, en los centros comerciales... no se cuanto hace que no piso esos lugares, paradisiacos pues así nos los venden... y menos dejar que un niño pase encerrado en ese lugar sus momentos de diversión, uf, quita, quita... ya te vale, así que cara de agobio :)jajaja...
Si que es una ciudad bonita, y yo núnca me canso de observar en la naturaleza, bichos, personas, lugares, árboles, tooooodo...si.
Un abrazo.
¡Hola!serhumana: nosotros somos naturaleza, y sólo naturaleza por mucho que se empeñen algunos en poner de todo a nuestro alrededor. Por eso vivir en conjunción con ella, sabiendo mantener un equilibrio, es tan importante.Así posiblemente el respeto por ella no acercaria más a nosotros, como tú dice, no ser desagradecidos con ella, agradecimiento, que gran palabra que poco usado su sentido, si...
Y feliz tú que puedes sentir así, tanto compartiendo conmigo, como contigo misma y con las gaviotas en este caso, me encanta que puedas hacerlo:)
Besazos!!!!
¡Hola! juan carlos: jajajaja...tus parrafadas me encantan, así ¡deja las prisas hombre :)!Eso si, no dejes de hacer fotos,¿eh?
ResponderEliminarEso que dijiste de... a nosotros nos molestaba, ese es el dilema, ya tan aislados vivimos de la naturaleza en el sentido de tomar conciencia de que somos naturaleza, que somos tan arrogantes de sentirnos molestos por lo que hace... vivimos en un mundo de ficción, pero tan adentrados en ese mundo que perdermos el norte... y no es el del viento en este caso,jeje...
Gracias, disfruta eso es lo que cuenta.
Un abrazo.
¡hola!ego: gracias, pero siempre me llama la atención esa síntesis... no sale la tuya...tu alma digo...
Un beso.
¡Hola!ejco: si que me lo imagino, intenta hacerlo con el parapente si quieres vivirlo... y si no, dejemos volar nuestra imaginación...que también nos da vida...:)
Un abrazo.
¡Hola!lluvia: bienvenida, me alegra que te gusten las gaviotas, ahora que comienzan a serles tan molestas a muchos, y me alegra que disfrutes de lo que escribo. Gracias por decirme que soy un poco gaviota, si, en sus vuelos,ya lo creo que si...:)
Un cordial saludo.
¡Hola!muchacho: así que hacias surf, bonita actividad también, si. Tú y tus miedos, jajaja... me alegra que disfrutes de la naturaleza, y la sientas...
Un abrazo.
¡Hola!hawkeye: gracias, pongamosnos nosotros a ello, alguien habrá que nos imite, ya que se imita tanto... darse cuenta de que sin la naturaleza no podemos vivir, sería el primer paso para cambiar nuestras creencias y mentalidades, si.
Besos.
¡Son los grandes placeres de vivir!, apreciar con gusto los "regalos" que la naturaleza nos ofrece sin cambio alguno. Amo las aves, siempre he creido que poseen la libertad absoluta, mientras desplegan sus alas en cada rafaga de viento, como una pluma quizás... Mi ave favorita es el águila, me parece increible su firmeza y elegancia en el aire.
ResponderEliminarEntre mis historias, el viento.
Besosotes (=
Gran descubrimiento he realizado... me gusta el blog, muy interesante.
ResponderEliminarGran texto he leído.
Un saludo.
Gio.
¡Hola!mengana: delicioso verlas volar, si. Tú tienes suerte de poder ver aguilas, posiblemente más a menudo que yo. Las pocas veces que las he visto también me ha gustado su vuelo, magestuoso,si...
ResponderEliminarBueno volemos en el viento entonces...:)
Un cariñoso abrazo.
¡Hola!giovanni: bienvenido. Gracias :)
Saludos cordiales.
He visto esas gaviotas de las que hablas,
ResponderEliminaren el lugar del que hablas
sintiendo lo que hablas...
Jonathan Livingston Seagull fue una gaviota especial
y todos quisimos ser él, Juan Salvador Gaviota.
ahora...
las gaviotas, más que belleza, representan una amenaza ecológica parqa las ciudades, unas aves de vertederos en el campo...
pero la belleza de su vuelo en innegable
y la metáfora que planteas... preciosa.