
jueves, 31 de marzo de 2011
Los manipuladores (I) ¿Cómo es el manipulador?

martes, 29 de marzo de 2011
Y sus manos unidas
lunes, 28 de marzo de 2011
Zen y depresión. Dolor

¿Cuál es pues la noble Verdad del sufrimiento? Nacer es sufrimiento; en envejecer es sufrimiento; la angustia, el dolo, la aflicción y la desesperación son sufrimiento; no obtener lo que uno desea es sufrimiento; la existencia con apego es sufrimiento.
Buda
Percibir es sufrir.
Aristóteles
En ocasiones, los estudiantes de meditación tienen dificultades con el dolor cuando permanecen sentados en la misma postura durante largos periodos. El consejo que dan muchos maestros es convertir el dolor en el objeto de su meditación.
En la depresión también podemos vernos sobrepasados por el dolor. Grita para llamar nuestra atención. Nos sentimos tan cansados de sentir dolor que estamos dispuestos a cualquier cosa con tal de evitarlo. A veces nos hallamos enmarañados en nuestro dolor que toda nuestra energía se va en tratar de luchar contra él.
A menudo no somos ni siquiera conscientes de que eso es lo que sucede. Y cuando respondemos de esa manera, ni siquiera llegamos a experimentar el dolor realmente, de tan rápido que corremos para alejarnos de él. A veces nos acostumbramos de tal manera a tratar de ignorarlo que podemos seguir corriendo aunque el dolor haya desaparecido.
Y no obstante, podemos convertir el dolor en el objeto de nuestra atención, en lugar de un monstruo del que tratar de huir. Podemos empezar por ir más allá de verlo simplemente como "dolor".
A continuación podemos mirar de manera más amplia la forma en que respondemos mentalmente al dolor. Puede que tratemos de pensar en otra cosa. O bien que nos tensemos en la zona alrededor del dolor, aunque eso sólo sierva para bloquearlo, controlarlo y aumentarlo.
Después de que el Buda descubriese el camino de la libertad, empezó a enseñar a los demás una forma de encontrar el mismo camino. Describió cuatro verdades fundamentales acerca de la vida y la muerte humanas. El punto de partida de cada una de esas verdades es el dolor.
La primera verdad de la que habló el Buda es la de que todo en la vida está caracterizado por duhkha. Esta palabra sánscrita suele traducirse como "sufrimiento". Pero puede traducirse más acertadamente como insatisfacción, como el hecho de que vivimos en un mundo en que todos debemos lidiar con el dolor físico y emocional. Además, cuando experimentamos placer, debemos hacer frente al dolor que nos causa la preocupación de que ese placer desaparezca, de que nos sea arrebatado.
El Buda hizo una distinción entre dolor y sufrimiento. Se trata de una distinción que nosotros apenar hacemos. El dolor simple y carente de complicación es algo que no podemos evitar. La palabra duhkha hace referencia a todas las maneras en las que complicamos nuestro dolor mediante nuestra prisa por evitarlo, y a todas las maneras en que nos hacemos sufrir como resultado de ello.
En la depresión experimentamos un intenso dolor que es tanto físico como mental. También solemos complicar ese dolor mediante nuestros intentos por alejarnos de él. Y a menudo no somos conscientes de cuánto sufrimos porque estamos totalmente inmersos en tratar de superarlo, o de ignorarlo o de recubrirlo de ira.
Al principio de mi propia depresión traté de negar lo que me sucedía. La gente intentaba decirme lo que resultaba obvio para todos. Finalmente, fue mi hijo de tres años quien me despertó a lo que me sucedía. Me miró con sus ojos llenos de cariño, y preguntó: "Papá, ¿no eses feliz?". Esa sencilla pregunta hizo que toda mi existencia comenzase a desvanecerse, y así puede empezar a darme cuenta de cuánta razón tenía.
Cuando dejamos de resistirnos a nuestra depresión, podemos empezar a examinar nuestro dolor y a poner una atención llena de cariño sobre nosotros y sobre la dolencia. Nos convertimos en científicos de nuestro propio dolor, y nos damos cuenta de donde reside. Casi siempre es físico Puede tratarse de falta de entusiasmo, o de una tirantez en el pecho, o de un dolor lacerante en el corazón.
Aunque examinar nuestro dolor puede resultar aterrador al principio, una vez que lo hemos hecho podemos empezar a suavizarlo, y a sentir realmente nuestro sufrimiento. Podemos preocuparnos de que la sensación sea demasiado intensa, de que no seamos capaces de soportarlo. Pero en definitiva nos damos cuanta de que el dolor que sentimos al tratar de evitar lo que sucede es tan malo como el dolor que sentimos por debajo del primero, si no peor. Y podemos llegar a percatarnos, para nuestra sorpresa, de que el dolor subyacente se hace más llevadero.
Al hacernos conscientes de nuestro dolor también empezamos a ver cómo respondemos a él. Podemos cerrarnos a su alrededor o bien acorazarnos contra él, hasta que esa coraza se convierta en una forma de vida en sí misma. De esa manera, la depresión crea una barrera entre nosotros y nuestra propia vida.
Pero cuando podemos aliviar nuestro dolor, y temerlo menos, descubrimos que tenemos la oportunidad de empezar a dejar que el mundo vuelva a entrar en nosotros.
Exploración complementaria
Una vez que se haya sentado cómodamente, concéntrese en la respiración, lleve la atención a cualquier dolor o malestar que pueda sentir. Puede elegir entre el dolor físico o el mental (ambos no existen separados).
Cuando del dolor empiece a aumentar, recuérdese a sí mismo su intención de no echar a correr, sino de explorarlo en profundidad. Cuando se haga consciente de él. identifíquelo simplemente como "dolor". A continuación siga adelante para observar sus características de cerca. ¿En qué parte del cuerpo se halla localizado? ¿Es constante o bien aumenta y luego disminuye? ¿Es una sensación de frialdad o de calor; de tirantez o de entumecimiento, de estar sobre ascuas? ¿Se trata de un dolor o de una quemazón?
¿Qué le sucede al dolor cuando concentra su atención sobre él de esta manera? ¿Disminuye? ¿Aumenta? ¿Da la impresión de ser más un malestar que un dolor?
A continuación observe los pensamientos que aparecen junto al dolor. ¿Cree que el dolor no debería suceder? ¿Se siente asustado o contrariado? ¿Trata de moverse para aliviar el dolor? ¿Le ayuda hacerlo, o bien el dolor vuelve a aparecer al cabo de poco tiempo? ¿Se tensa en la zona que rodea al dolor? ¿Su respiración se hace más superficial o más rápida?
Trate de relajarse en el dolor. Si está tenso en la zona adyacente, o si su respiraci´pon se ha modificado, permita que los músculos se relajen y que la respiración regrese a un ritmo más lento. Si le resulta posible, deje que los pensamientos se hagan menos agobiantes.
Realizar la exploración sólo si te sientes cómodo haciéndola. Recomendación del propio autor.
(Extraído del libro "El camino del Zen para vencer la depresión". Autor Philip Martin)
viernes, 25 de marzo de 2011
Entrechocando
miércoles, 23 de marzo de 2011
El arte del liderazgo

lunes, 21 de marzo de 2011
A través

viernes, 18 de marzo de 2011
Mar poderoso

miércoles, 16 de marzo de 2011
martes, 15 de marzo de 2011
La mirada del alma

lunes, 14 de marzo de 2011
Zen y depresión. La ira

Un estudiante zen se dirigió a Bakei y se quejó:
–Maestro, tengo un temperamento indomable.¿Cómo podría curarlo?
–Tienes algo muy extraño. Déjame verlo –replicó Bakei.
–Justo ahora no puedo enseñárselo –contestó el estudiante.
–¿Cuándo podrás? –preguntó Bakei.
–Surge de improviso –explicó el estudiante.
–Entonces –concluyó Bamkei–, no debe ser tu auténtica naturaleza. Si lo fuese, podrías enseñármela en cualquier momento. Cuando naciste no lo tenías, y tus padres no te lo dieron. Piénsalo otra vez.
Historia Zen
En la depresión podemos sentirnos enfermos de ira: ira contra nosotros mismos por estar atrapados en la depresión, ira hacia la depresión misma, ira contra aquellos que no nos ayudan o que parecen no comprender. O bien podemos sentirnos rebosantes de una ira que parece existir por sí misma, sin estar relacionada con ninguna cosa o pensamiento en particular.
En ocasiones, la ira puede ser la emoción predominante durante la depresión. A veces es sencillamente la naturaleza de nuestra depresión particular. Pero puede ser que no consideremos la tristeza o la aflicción como emociones aceptables, y en lugar de ellas nos permitamos únicamente sentir ira.
En las enseñanzas budistas, la ira está considerada como uno de los "tres venenos", junto con la codicia y los pensamientos ilusorios sobre quiénes somos en realidad. Durante la depresión, la ira parece envenenar nuestro cuerpo y nuestra mente; no obstante, da la impresión de que somos incapaces de controlarla.
La depresión nos permite ver la condición de la ira al desnudo, y observar cómo sentimos rechazo y atracción a la vez. Podemos ser arrastrados hacia ella como un sustituto de la tristeza que sentimos, y como un antídoto contra nuestra sensación de desesperanza e impotencia.
La ira refuerza nuestra sensación de un yo; de un yo que sentimos que es importante y que debemos proteger. La mayoría de nuestra ira fluye de esto yo, sobre todo cuando sentimos que está siendo amenazado o ignorado. Examinar los pensamientos y emociones que subyacen a nuestra ira puede mostrarnos donde comienza. Ello puede ayudarnos a disminuir su poder sobre nosotros.
Pero antes de que nos fijemos en lo que subyace a la ira, resulta muy útil observar la ira al desnudo. Cuando la observamos desapasionadamente, vemos que en ella existe una cualidad energetizante. Cuando sentimos ira, aunque nos sentimos incómodos, también nos sentimos autorizados. Ahí es donde radica su atractivo, sobre todo cuando, en nuestro estado de depresión, nos sentimos impotentes e insignificantes. La ira puede doblegar nuestra sensación de miedo y tristeza y crear calor donde parecía no haber vida.
Así que existen dos problemas con la ira: podemos sentirnos incómodos con ella y tratar de apartarla y, no obstante, también podemos sentirnos atraídos y tratar de mantenerla ardiendo.
De la ira no sale nada bueno. Envenena todos nuestras pensamientos y emociones y perpetúa pautas de respuesta que nos resultan dolorosas. La ira también puede hacer que nos propasemos con alguien y provoquemos dolor.
No obstante, si tratamos de erradicar la ira nos daremos cuenta de que sólo provocaremos más ira. Nuestra ira aumentará en lugar de disiparse.
Sin embargo, contamos con otra elección. Podemos enfrentar nuestra ira con atención compasiva., como lo haríamos con la ira de un niño, observándola a distancia y descubriendo qué subyace en ella. En lugar de tratar de liquidar la ira, podemos aproximarnos a ella mediante la no-ciolencia y el amor.
Podemos empezar por hacernos conscientes de cuándo se halla presente, y de cómo afecta a nuestros pensamientos y acciones. Cuando observamos tranquilamente y directamente la ira, le quitamos sus apoyos, de manera que no puede permanecer durante mucho tiempo, sino que en lugar de ello emerge y desaparece sin que nos apeguemos a ella. Permitimos que nuestra ira aparezca y desaparezca, en lugar de tratar de agarrarla, de volverla del revés, y de aumentarla al ira añadiendo combustible.
La dificultad surge al apegarnos a la ira. Shunruy Suzuki Roshi dijo en una ocasión sobre la meditación: "Podéis dejar que vuestros pensamientos aparezcan en la mente, pero no les invitéis a tomar té". Podemos hacer lo mismo con la ira. Podemos dejar que surja y que se marche, pero sin crear un entorno que la anime a quedarse. Podemos tratar de manera compasiva con el miedo subyacente que sentimos. También podemos aprovechar la energía de la ira, que es algo que probablemente necesitamos de manera desesperada durante la depresión, y dirigirla hacia una acción positiva de sanación.
La ira puede ser como una varilla de zahorí que nos conduce hasta nuestros miedos, pero también a situaciones que pueden requerir de nuestra acción. No siempre carece de fundamento. Más bien, nos proporciona la energía, la resolución y la claridad para responder de manera apropiada a cualquier situación en la que podamos encontrarnos.
Exploración suplementaria
Siéntese tranquilamente y observe la respiración.
Empiece a observar sus pensamientos. Si hay pensamientos coléricos, identifíquelos como tales y obsérvelos sin interferir en ellos.
¿Qué pasa con sus pensamientos cuando la ira está presente? ¿Van más deprisa o siente la mente agitada?
¿Cuáles son las sensaciones de su cuerpo cuando la ira está presente? ¿Se acelera la respiración, o se hace más superficial? ¿Siente calor o frío en alguna zona del cuerpo? ¿Se le acelera el ritmo cardiaco o lo siente irregular? ¿Nota alguna tirantez en algún lugar del cuerpo?
¿Cómo se siente con esa ira presente? ¿Qué pensamientos y sensaciones la acompañan? ¿Se siente incómodo? ¿Energizado? ¿Siente el impulso de implicarse en la ira y de dejarla continuar? ¿O bien quiere deshacerse de ella? Observe sus reacciones, sin dejarse llevar por ellas.
¿Qué sucede con la ira una vez que puede observarla sin dejarse llevar por ella? ¿Permanece? ¿Aumenta? ¿O bien va desapareciendo?
Concéntrese de nuevo en la respiración. Al observar la respiración, qué le sucede a la ira? ¿Qué ocurre con las sensaciones corporales? Continúe tanto tiempo como le resulte cómodo.
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Deténgase para reposar en medio de la ira, y descanse en la respiración durante unos momentos. Observe en especial sus pensamientos. ¿Qué pensamientos son los que hacen surgir la ira?
Realizar la exploración sólo si te sientes cómodo haciéndola. Recomendación del propio autor.
(Extraído del libro "El camino del Zen para vencer la depresión". Autor Philip Martin)
viernes, 11 de marzo de 2011
Brotando

miércoles, 9 de marzo de 2011
Danza
viernes, 4 de marzo de 2011
Zen y depresión. El camino intermedio

"El camino intermedio abre los ojos, produce conocimiento y conduce a la paz, le visión profunda y la iluminación."
Buda
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En la depresión da la impresión de que el color ha desparecido del mundo. Todo parece mostrarse en blanco y negro .
La depresión aumenta nuestra tendencia habitual a pensar en extremos de blanco y negro. Los matices evaden nuestro entendimiento. Las cosas o son o no son. Aunque pueda llevarnos algo de tiempo tomar una decisión, cuando hemos elegido, suele tratarse de una decisión tipo ni sí ni no (de hecho, parte de nuestra dificultad al tomar decisiones deriva del hecho de que pensamos en términos estrictos y experimentamos dificultades a la hora de lidiar con las sutilezas de las múltiples posibilidades que tienen lugar en nuestras mentes).
Pero aunque los extremos pueden resultar reconfortantes, rara vez describen la manera en que son las cosas. No tenemos más que echar un vistzo a las guerras por motivos étnicos, políticos o religiosos para ver dónde nos aprietan las opiniones extremas. Aunque resulte reconfortante descansar en los extremos, ya que nos ofrecen una cierta certidumbre, dicha certidumbre es, en último extremo, una dolorosa ilusión.
El Buda habló de sus enseñanzas como de un camino intermedio entre los extremos que él percibió en el mundo de su tiempo. Eran los extremos de buscar la paz en los placeres sensuales o en las prácticas ascéticas. El camino intermedio discurre entre el egoísmo y la entrega entre considerar la existencia como real y el hecho de verla como una ilusión.
Este camino intermedio es difícil, porque es dinámico en esencia. A menudo requiera que sostengamos al mismo tiempo dos ideas contradictorias en nuestra mente. Significa tratar de mantener el equilibrio en el filo de la navaja, evitando la tentación de las repuestas fáciles.
Hace poco asistí al funeral de un hombre bondadoso con el que había trabajado. Durante el servicio, el pastor pidió a los asistentes que hablasen de sus recuerdos sobre Michael. Muchas personas hablaron de lo bondadoso y desinteresado que era, de cómo solía animar a la gente: "Deberías poder tener lo que quieres", afirmaba.
Durante unos momentos no hubo nadie que hablase y dio la impresión de que no había nada más que decir. Entonces, mi amiga Elaine, una mujer muy afectuosa y cariñosa, se levantó lentamente y se puso en pie. En medio de ambiente reverencial imperante, su voz retumbó: "Por otra parte...", empezó diciendo, y continuó explicando una historia sobre cómo Michael la había animado a comprarse un abrigo que no podía permitirse, diciéndole: "Deberías poder tener lo que quieres". Adoraba a Michael, dijo, pero quería que supiese que todavía estaba pagando el abrigo.
Al recordarnos a todos el otro lado de las cosas, Elaine nos devolvió sabiamente al medio, donde se encuentra el camino hacía la verdad.
Seguir el camino es aceptar la tensión entre perspectivas y posibilidades diferentes. Es saber que ambas pueden ser correctas. Practicar el camino intermedio requiere que nos tomemos todas las creencias e ideas con cierta holgura, y que permanezcamos abiertos a las posibilidad de cambios en lo que creemos o pensamos.
En nuestra lucha con la depresión, eso puede significar mantenernos firmes en medio de la incertidumbre. La incertidumbre entre solucionar todos los problemas con medicación, y rechazar el considerar la medicación como una opción.
La incertidumbre entre considerar la depresión como una mera dolencia física, o bien verla como una condición provocada por factores psicológicos y unas escasas aptitudes para hacer frente a la vida. La incertidumbre entre trabajar duro para sanar, o abandonar y dejar de intentar el forzar una solución.
El camino intermedio requiera que consideremos todas nuestras acciones y elecciones a la luz de su uso práctico. También exige que no perdamos de vista la espiritualidad que debe reforzar nuestra decisión. En última instancia, debemos evitar tanto el fanatismo como la indecisión, y tener en cuenta lo que es necesario hacer en ese momento.
Exploración suplementaria
Identifique una situación con la que ha tenido ciertas dificultades. No tiene por qué estar relacionada con su depresión; puede ser un problema laboral, una dificultad en una relación o en casa.
A continuación, permita que el problema se asiente en su mente durante unos instantes. Deje que se asiente a través de las capas de pensamiento, que flote hacia abajo, hundiéndose por su propio peso hasta que se asiente en el vientre. Perciba los pensamientos que surgen sobre qué hacer.
Imagine el problema como algo duro y difícil de abrir, sin rendijas. Deje que se convierta en el objeto de su atención.
A continuación, mientras examina el problema, deje que se parta en dos como si fuera una naranja. Obsérvelo. Separe esas dos mitades entre sí tanto como pueda, al mismo tiempo que polariza sus dos enfoques de la situación. Si se sorprende a sí mismo pensando acerca de ello de una manera, lleve esa opinión hasta un extremo casi absurdo, y luego considere lo que sería lo opuesto.
Continúe reflexionando de la misma manera, hasta que haya empujado ambas mitades tan lejos de usted como crea posible. Imagine que sostiene una en cada manos, equilibrando su verdad y realidad en sus manos. ¿Puede ver la verdad
que encierra cada una de las mitades?
Tome una semilla de verdad de cada una y colóquelas frente a usted. Permita que signa ahí durante unos minutos.
¿Puede hallar una manera de avanzar que evite ambos extremos y que no obstante contenga la semilla de verdad que existe en cada una de ellas? Continúe sosteniéndolas por separado mientras avanza por el sendero que serpentea en equilibrio entre ellas.
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Observe su reacción o respuestas frente a situaciones difíciles durante unos cuantos días. Antes de responder o de actuar en una de esas situaciones, deténgase a considerar su opuesto como otra forma válida de respuesta. ¿Puede utilizar el opuesto para templar su enfoque habitual? ¿Existe un camino intermedio que pueda utilizar para considerar el problema?
Realizar la exploración sólo si te sientes cómodo haciéndola. Recomendación del propio autor.
(Extraído del libro "El camino del Zen para vencer la depresión". Autor Philip Martin)