lunes, 14 de marzo de 2011

Zen y depresión. La ira

Un estudiante zen se dirigió a Bakei y se quejó:

–Maestro, tengo un temperamento indomable.¿Cómo podría curarlo?

–Tienes algo muy extraño. Déjame verlo –replicó Bakei.

–Justo ahora no puedo enseñárselo –contestó el estudiante.

–¿Cuándo podrás? –preguntó Bakei.

–Surge de improviso –explicó el estudiante.

–Entonces –concluyó Bamkei–, no debe ser tu auténtica naturaleza. Si lo fuese, podrías enseñármela en cualquier momento. Cuando naciste no lo tenías, y tus padres no te lo dieron. Piénsalo otra vez.

Historia Zen


En la depresión podemos sentirnos enfermos de ira: ira contra nosotros mismos por estar atrapados en la depresión, ira hacia la depresión misma, ira contra aquellos que no nos ayudan o que parecen no comprender. O bien podemos sentirnos rebosantes de una ira que parece existir por sí misma, sin estar relacionada con ninguna cosa o pensamiento en particular.

En ocasiones, la ira puede ser la emoción predominante durante la depresión. A veces es sencillamente la naturaleza de nuestra depresión particular. Pero puede ser que no consideremos la tristeza o la aflicción como emociones aceptables, y en lugar de ellas nos permitamos únicamente sentir ira.

En las enseñanzas budistas, la ira está considerada como uno de los "tres venenos", junto con la codicia y los pensamientos ilusorios sobre quiénes somos en realidad. Durante la depresión, la ira parece envenenar nuestro cuerpo y nuestra mente; no obstante, da la impresión de que somos incapaces de controlarla.

La depresión nos permite ver la condición de la ira al desnudo, y observar cómo sentimos rechazo y atracción a la vez. Podemos ser arrastrados hacia ella como un sustituto de la tristeza que sentimos, y como un antídoto contra nuestra sensación de desesperanza e impotencia.

La ira refuerza nuestra sensación de un yo; de un yo que sentimos que es importante y que debemos proteger. La mayoría de nuestra ira fluye de esto yo, sobre todo cuando sentimos que está siendo amenazado o ignorado. Examinar los pensamientos y emociones que subyacen a nuestra ira puede mostrarnos donde comienza. Ello puede ayudarnos a disminuir su poder sobre nosotros.

Pero antes de que nos fijemos en lo que subyace a la ira, resulta muy útil observar la ira al desnudo. Cuando la observamos desapasionadamente, vemos que en ella existe una cualidad energetizante. Cuando sentimos ira, aunque nos sentimos incómodos, también nos sentimos autorizados. Ahí es donde radica su atractivo, sobre todo cuando, en nuestro estado de depresión, nos sentimos impotentes e insignificantes. La ira puede doblegar nuestra sensación de miedo y tristeza y crear calor donde parecía no haber vida.

Así que existen dos problemas con la ira: podemos sentirnos incómodos con ella y tratar de apartarla y, no obstante, también podemos sentirnos atraídos y tratar de mantenerla ardiendo.

De la ira no sale nada bueno. Envenena todos nuestras pensamientos y emociones y perpetúa pautas de respuesta que nos resultan dolorosas. La ira también puede hacer que nos propasemos con alguien y provoquemos dolor.

No obstante, si tratamos de erradicar la ira nos daremos cuenta de que sólo provocaremos más ira. Nuestra ira aumentará en lugar de disiparse.

Sin embargo, contamos con otra elección. Podemos enfrentar nuestra ira con atención compasiva., como lo haríamos con la ira de un niño, observándola a distancia y descubriendo qué subyace en ella. En lugar de tratar de liquidar la ira, podemos aproximarnos a ella mediante la no-ciolencia y el amor.

Podemos empezar por hacernos conscientes de cuándo se halla presente, y de cómo afecta a nuestros pensamientos y acciones. Cuando observamos tranquilamente y directamente la ira, le quitamos sus apoyos, de manera que no puede permanecer durante mucho tiempo, sino que en lugar de ello emerge y desaparece sin que nos apeguemos a ella. Permitimos que nuestra ira aparezca y desaparezca, en lugar de tratar de agarrarla, de volverla del revés, y de aumentarla al ira añadiendo combustible.

La dificultad surge al apegarnos a la ira. Shunruy Suzuki Roshi dijo en una ocasión sobre la meditación: "Podéis dejar que vuestros pensamientos aparezcan en la mente, pero no les invitéis a tomar té". Podemos hacer lo mismo con la ira. Podemos dejar que surja y que se marche, pero sin crear un entorno que la anime a quedarse. Podemos tratar de manera compasiva con el miedo subyacente que sentimos. También podemos aprovechar la energía de la ira, que es algo que probablemente necesitamos de manera desesperada durante la depresión, y dirigirla hacia una acción positiva de sanación.

La ira puede ser como una varilla de zahorí que nos conduce hasta nuestros miedos, pero también a situaciones que pueden requerir de nuestra acción. No siempre carece de fundamento. Más bien, nos proporciona la energía, la resolución y la claridad para responder de manera apropiada a cualquier situación en la que podamos encontrarnos.


Exploración suplementaria

Siéntese tranquilamente y observe la respiración.

Empiece a observar sus pensamientos. Si hay pensamientos coléricos, identifíquelos como tales y obsérvelos sin interferir en ellos.

¿Qué pasa con sus pensamientos cuando la ira está presente? ¿Van más deprisa o siente la mente agitada?

¿Cuáles son las sensaciones de su cuerpo cuando la ira está presente? ¿Se acelera la respiración, o se hace más superficial? ¿Siente calor o frío en alguna zona del cuerpo? ¿Se le acelera el ritmo cardiaco o lo siente irregular? ¿Nota alguna tirantez en algún lugar del cuerpo?

¿Cómo se siente con esa ira presente? ¿Qué pensamientos y sensaciones la acompañan? ¿Se siente incómodo? ¿Energizado? ¿Siente el impulso de implicarse en la ira y de dejarla continuar? ¿O bien quiere deshacerse de ella? Observe sus reacciones, sin dejarse llevar por ellas.

¿Qué sucede con la ira una vez que puede observarla sin dejarse llevar por ella? ¿Permanece? ¿Aumenta? ¿O bien va desapareciendo?

Concéntrese de nuevo en la respiración. Al observar la respiración, qué le sucede a la ira? ¿Qué ocurre con las sensaciones corporales? Continúe tanto tiempo como le resulte cómodo.

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Deténgase para reposar en medio de la ira, y descanse en la respiración durante unos momentos. Observe en especial sus pensamientos. ¿Qué pensamientos son los que hacen surgir la ira?


Realizar la exploración sólo si te sientes cómodo haciéndola. Recomendación del propio autor.


(Extraído del libro "El camino del Zen para vencer la depresión". Autor Philip Martin)

4 comentarios:

  1. Me ha resultado muy enriquecedora esta aportación. He tenido más contacto con mi ira que con mi tristeza, a la que siempre he tratado de evitar. Dicen que ambos sentimientos están muy relacionados, lo cual he podido experimentar. Me ha gustado mucho lo de dejar que los pensamientos aparezcan pero no invitarlos a tomar el té.

    Siempre resulta un placer pasarme por aquí.

    Saludos,

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  2. ¡Hola! amaya: aquello que tratamos de evitar acaba mostrándose de cualquier otra manera. Como bien señalas ambos sentimientos están relacionados porque la frustración acaba minando nuestra energía y se puede convertir en tristeza, aunque no sólo, ya que uno puede estar sujeto a la ira por creer que así domina o controla algo, del mundo exterior, cuando lo que no controla en absoluto es su mundo interior. Sencillamente porque no hay nada que controlar, tan sólo entender y escuchar y no invitar a tomar el té :)))
    A ti si te invito a tomar el té -.-
    Un abrazo

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  3. Es siempre la misma Historia Pseudo-religiosa...la ira es mala=hay que hacer todo lo posible para eliminarla, la no ira es buena=hay que hacer todo lo posible para retenerla. La ira es energía y fluye al igual que otros sentimientos, hay que observarla y por supuesto hay que invitarla a tomar el té y a unas pastas también si es necesario...reprimirla, intentar modificarla no es superar.

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  4. ¡Hola!anónimo: ¿...la misma Historia Pseudo-religosa...?

    Pseudo. ¿Qué significa pseudo? No hay absolutamente nada que sea seudo, claro que así lo entiendo yo :)

    Te vuelvo a poner la historia con la que comienza este texto. Por favor leélo con atención:

    "Un estudiante zen se dirigió a Bakei y se quejó:

    –Maestro, tengo un temperamento indomable.¿Cómo podría curarlo?

    –Tienes algo muy extraño. Déjame verlo –replicó Bakei.

    –Justo ahora no puedo enseñárselo –contestó el estudiante.

    –¿Cuándo podrás? –preguntó Bakei.

    –Surge de improviso –explicó el estudiante.

    –Entonces –concluyó Bamkei–, no debe ser tu auténtica naturaleza. Si lo fuese, podrías enseñármela en cualquier momento. Cuando naciste no lo tenías, y tus padres no te lo dieron. Piénsalo otra vez."

    Si, piensalo otra vez. Por favor.

    Te habla alguien que utilizó la ira en incontables ocasiones. Y que también la vivió recibiendola de otros. Reactividad. Si. Tan fácilmente manipulabe alguien que reaaciona reactivamente.

    Así pues, como la conozco tan bien, se también utlizarla en su debido momento y contexto. Sin problemas. Y. una vez pasa, se esfuma.

    Si, piensalo otra vez. Por favor :)
    Un abrazo -.-

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