lunes, 28 de marzo de 2011

Zen y depresión. Dolor


¿Cuál es pues la noble Verdad del sufrimiento? Nacer es sufrimiento; en envejecer es sufrimiento; la angustia, el dolo, la aflicción y la desesperación son sufrimiento; no obtener lo que uno desea es sufrimiento; la existencia con apego es sufrimiento.


Buda


Percibir es sufrir.


Aristóteles


En ocasiones, los estudiantes de meditación tienen dificultades con el dolor cuando permanecen sentados en la misma postura durante largos periodos. El consejo que dan muchos maestros es convertir el dolor en el objeto de su meditación.

En la depresión también podemos vernos sobrepasados por el dolor. Grita para llamar nuestra atención. Nos sentimos tan cansados de sentir dolor que estamos dispuestos a cualquier cosa con tal de evitarlo. A veces nos hallamos enmarañados en nuestro dolor que toda nuestra energía se va en tratar de luchar contra él.

A menudo no somos ni siquiera conscientes de que eso es lo que sucede. Y cuando respondemos de esa manera, ni siquiera llegamos a experimentar el dolor realmente, de tan rápido que corremos para alejarnos de él. A veces nos acostumbramos de tal manera a tratar de ignorarlo que podemos seguir corriendo aunque el dolor haya desaparecido.

Y no obstante, podemos convertir el dolor en el objeto de nuestra atención, en lugar de un monstruo del que tratar de huir. Podemos empezar por ir más allá de verlo simplemente como "dolor".

A continuación podemos mirar de manera más amplia la forma en que respondemos mentalmente al dolor. Puede que tratemos de pensar en otra cosa. O bien que nos tensemos en la zona alrededor del dolor, aunque eso sólo sierva para bloquearlo, controlarlo y aumentarlo.


Después de que el Buda descubriese el camino de la libertad, empezó a enseñar a los demás una forma de encontrar el mismo camino. Describió cuatro verdades fundamentales acerca de la vida y la muerte humanas. El punto de partida de cada una de esas verdades es el dolor.

La primera verdad de la que habló el Buda es la de que todo en la vida está caracterizado por duhkha. Esta palabra sánscrita suele traducirse como "sufrimiento". Pero puede traducirse más acertadamente como insatisfacción, como el hecho de que vivimos en un mundo en que todos debemos lidiar con el dolor físico y emocional. Además, cuando experimentamos placer, debemos hacer frente al dolor que nos causa la preocupación de que ese placer desaparezca, de que nos sea arrebatado.

El Buda hizo una distinción entre dolor y sufrimiento. Se trata de una distinción que nosotros apenar hacemos. El dolor simple y carente de complicación es algo que no podemos evitar. La palabra duhkha hace referencia a todas las maneras en las que complicamos nuestro dolor mediante nuestra prisa por evitarlo, y a todas las maneras en que nos hacemos sufrir como resultado de ello.

En la depresión experimentamos un intenso dolor que es tanto físico como mental. También solemos complicar ese dolor mediante nuestros intentos por alejarnos de él. Y a menudo no somos conscientes de cuánto sufrimos porque estamos totalmente inmersos en tratar de superarlo, o de ignorarlo o de recubrirlo de ira.

Al principio de mi propia depresión traté de negar lo que me sucedía. La gente intentaba decirme lo que resultaba obvio para todos. Finalmente, fue mi hijo de tres años quien me despertó a lo que me sucedía. Me miró con sus ojos llenos de cariño, y preguntó: "Papá, ¿no eses feliz?". Esa sencilla pregunta hizo que toda mi existencia comenzase a desvanecerse, y así puede empezar a darme cuenta de cuánta razón tenía.

Cuando dejamos de resistirnos a nuestra depresión, podemos empezar a examinar nuestro dolor y a poner una atención llena de cariño sobre nosotros y sobre la dolencia. Nos convertimos en científicos de nuestro propio dolor, y nos damos cuenta de donde reside. Casi siempre es físico Puede tratarse de falta de entusiasmo, o de una tirantez en el pecho, o de un dolor lacerante en el corazón.

Aunque examinar nuestro dolor puede resultar aterrador al principio, una vez que lo hemos hecho podemos empezar a suavizarlo, y a sentir realmente nuestro sufrimiento. Podemos preocuparnos de que la sensación sea demasiado intensa, de que no seamos capaces de soportarlo. Pero en definitiva nos damos cuanta de que el dolor que sentimos al tratar de evitar lo que sucede es tan malo como el dolor que sentimos por debajo del primero, si no peor. Y podemos llegar a percatarnos, para nuestra sorpresa, de que el dolor subyacente se hace más llevadero.

Al hacernos conscientes de nuestro dolor también empezamos a ver cómo respondemos a él. Podemos cerrarnos a su alrededor o bien acorazarnos contra él, hasta que esa coraza se convierta en una forma de vida en sí misma. De esa manera, la depresión crea una barrera entre nosotros y nuestra propia vida.

Pero cuando podemos aliviar nuestro dolor, y temerlo menos, descubrimos que tenemos la oportunidad de empezar a dejar que el mundo vuelva a entrar en nosotros.


Exploración complementaria


Una vez que se haya sentado cómodamente, concéntrese en la respiración, lleve la atención a cualquier dolor o malestar que pueda sentir. Puede elegir entre el dolor físico o el mental (ambos no existen separados).

Cuando del dolor empiece a aumentar, recuérdese a sí mismo su intención de no echar a correr, sino de explorarlo en profundidad. Cuando se haga consciente de él. identifíquelo simplemente como "dolor". A continuación siga adelante para observar sus características de cerca. ¿En qué parte del cuerpo se halla localizado? ¿Es constante o bien aumenta y luego disminuye? ¿Es una sensación de frialdad o de calor; de tirantez o de entumecimiento, de estar sobre ascuas? ¿Se trata de un dolor o de una quemazón?

¿Qué le sucede al dolor cuando concentra su atención sobre él de esta manera? ¿Disminuye? ¿Aumenta? ¿Da la impresión de ser más un malestar que un dolor?

A continuación observe los pensamientos que aparecen junto al dolor. ¿Cree que el dolor no debería suceder? ¿Se siente asustado o contrariado? ¿Trata de moverse para aliviar el dolor? ¿Le ayuda hacerlo, o bien el dolor vuelve a aparecer al cabo de poco tiempo? ¿Se tensa en la zona que rodea al dolor? ¿Su respiración se hace más superficial o más rápida?

Trate de relajarse en el dolor. Si está tenso en la zona adyacente, o si su respiraci´pon se ha modificado, permita que los músculos se relajen y que la respiración regrese a un ritmo más lento. Si le resulta posible, deje que los pensamientos se hagan menos agobiantes.


Realizar la exploración sólo si te sientes cómodo haciéndola. Recomendación del propio autor.


(Extraído del libro "El camino del Zen para vencer la depresión". Autor Philip Martin)

4 comentarios:

  1. Qué sincrónica entrada con lo que me toca vivir en estos momentos.
    Estoy con el autor en su descripción y el ejercicio que propone es muy bueno, todo lo contrario a lo que hacemos en el día a día.
    El dolor emocional se asienta sobre el amor. El dolor físico nos avisa de algo a lo que tenemos que prestar atención.
    ¿Te acuerdas de la película Donde reside el amor se puede intercambiar perfectamente por Donde reside el dolor

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  2. ¡Hola! amaya: lo siento no la recuerdo ahora... pero no importa, porque sé lo que me quieres decir. Nos apabullan con el hacer, hacer, y nosotros nos vamos dejándo hacer, hasta que el cuerpo que es amor, nos dice, ¡escúchame!

    Qué te sea profundamente útil la meditación.
    Un cariñoso abrazo

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  3. ¡Qué duro es enfrentarte cara a cara con el dolor!
    Por eso nos parece más fácil mirar hacia otro lado. Somos como niños pequeños: si no veo algo creo que no está.
    Perdemos tanto tiempo y tanta energía buscando caminos alternativos para ignorar nuestro dolor que la vida y la felicidad se nos escapan sin darnos cuenta.
    Gracias por traerme esta reflexión.
    Un abrazo Haidée.

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  4. ¡Hola! elba: el no ver por creer que no está es por nuestra falta de conocimiento sobre lo que es sentir. Sentir duele, con lo que cada vez vamos poniendo más y más capas de control racional para no escucharnos... Esto en algunas ocasiones, en otras, nos inventamos máscaras para que los demás no vean como nosotros pensamos que somos, algo que fuimos construyendo desde la infancia. En ocasiones es tanta la fuerza de la máscara que ni sabemos ya quienes somos. Nos duele el cuerpo si, pero como nos han educado a verlo como una máquina a la que se arregla como tal, ya no nos sentimos en conexión con el cuerpo que nos sustenta y que nos ayuda a estar vivos.
    Vivamos conscientes pues, para descubrir que somos seres llenos de alegría y vitalidad, todo ello es lo que configura lo que llamamos felicidad.
    Un abrazo y gracias ti por tu presencia :)

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