viernes, 9 de marzo de 2012

Zen y depresión. Cuatro caballos




Un buen caballo corre con sólo ver la sombra del látigo.
Buda

El Buda contó una historia sobre cuatro tipos de caballo y la manera en que aprendían a responder a su amo.
El primer caballo responde a la sombra del látigo; el segundo al sonido del látigo; y el tercero al sentir el látigo sobre la piel. Pero el cuarto caballo no respondía hasta sentir del dolor del látigo en sus carnes y médula.
El Buda hizo una comparación entre los caballos y la manera en que los buscadores espirituales respondemos a la guía que recibimos y el dolor que experimentamos en nuestras vidas.
A la mayoría de nosotros nos gustaría ser como el primer tipo de caballo, o al menos como el segundo o el tercero. Si nos preguntasen, nos gustaría decir que podemos aprender y responder con rapidez. No queremos tener que esperar hasta que estemos destrozados para poder cambiar.
Pero el hecho es que la mayoría nos asemejamos al cuarto caballo. No cambiamos hasta que el dolor es tan grande que no podemos seguir soportándolo.
Puede que lo sepamos secretamente, pero sentimos que hay algo equivocado o vergonzoso en ello, en que ser como el cuarto caballo es ser lento y estúpido. Y eso es lo último que queremos admitir cuando estamos en medio de la depresión.
El hecho es que esta historia nos puede dar cierta perspectiva. Puede ayudarnos a alcanzar cierta comprensión y aceptación de nosotros mismos.
No tenemos que pensar que somos estúpidos o lentos. Por el contrario, podemos decirnos a nosotros mismos:"Ah, soy como el cuarto caballo porque soy humano".
De hecho, en ser el cuarto caballo radica un gran valor. Porque necesitamos sentir el dolor en nuestras carnes, podemos estar seguros de que cuando aprendemos una lección, no sólo la aprendemos superficialmente, sino en lo más profundo. Cuando nos llega la hora de recordar esa lección y utilizarla en nuestra vida, podemos hacerlo de forma eficaz porque la hemos interiorizado.
También podemos considerar la historia de los cuatro caballo como una descripción del proceso de aprendizaje. Podemos aprender a no tener que sentir el látigo en nuestras carnes y médula en todas las ocasiones, sino que es en la próxima podemos responder nada más sentir el roce del látigo sobre la piel.
En la depresión a veces sentimos que el dolor y el sufrimiento nos atraviesan hasta el tuétano, y tal vez de esa manera empezamos por fin a responder al dolor. También podemos sentir que somos lentos y estúpidos porque nos ha llevado mucho tiempo empezar a buscar las causas de nuestro dolor.
La verdad es que eso no importa. Lo que importa es que estamos aquí y que aprendemos de nuestro dolor ahora. Ni siquiera leería este libro si no estuviese preparado para hacer algo con su dolor. Eso demuestra que puede aprender y que puede sanar.
En realidad, también hay un quinto caballo, uno que no corre a pesar de la fuerza del látigo ni del dolor que le causa. La velocidad con la que cambie y sane no es importante. Lo que importa es que está respondiendo y aprendiendo.

(Extraído del libro "El camino del Zen para vencer la depresión". Autor Philip Martin)

2 comentarios:

  1. pues mi caballo es el 2º el de color rojo.

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  2. ¡Hola! anónimo: No se menciona color alguno para los caballos. ¿Por qué has decidido que el rojo es para ese caballo que responde al sonido del látigo?
    Parece más bien que tu inconsciente habla por ti. También que hay una motivación distinta de la que parece a primera vista. ¿Lees o interpretas? O ¿Lees o pretendes manipular?
    Y si no es por manipulación, entonces parece que tu caballo es otro. Mejor estar a lo que se está que estar pensando siempre en otra cosa.
    ¡Es tan fácil ser feliz! ¡Tanto! -.-

    Un abrazo... lo necesitas, si :)

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