viernes, 16 de marzo de 2012

Zen y depresión. Elegir y preferir


Una de las principales características de mi propia depresión esa el estado mental cínico y crítico que fomentaba. En público miraba constantemente a otra gente, juzgándola mentalmente a causa de su indumentaria, sus modales y su forma de hablar. Me resultaba difícil leer, porque mientras leía un libro podía escucharme a mí mismo criticando al autor, pensando que yo lo habría escrito mucho mejor, o desarrollado un argumento mejor. Imaginaba que las personas que me eran próximas vivían sus vidas basadas en motivos y pensamientos negativos.


MIs juicios sobre mí mismo eran todavía más severos. Constantemente me recriminaba cada uno de los pensamientos y acciones. Sentía que en el fondo yo era defectuoso, una brillante manzana roja con un corazón podrido.

Por entonces ya tenía cierta experiencia respecto de lo que en el budismo se denominaba la mente discriminadora o crítica, pero en la depresión era como si esa mente se hubiese hecho con un megáfono. Me hice consciente de cómo esta mente crítica se mantiene constantemente en segundo plano, intentando a cada momento tener una influencia sobre la manera en que vivimos nuestras vidas.

La depresión saca a la luz a esta mente crítica y nos permite apreciar su presencia en nuestro pensamiento. Aunque puede resultar más evidente y negativa durante la depresión, también puede realizar juicios positivos. En esas ocasiones puede resultar más difícil de observar. Pero los juicios positivos pueden acabar siendo tan problemáticos como los negativos, porque quiere decir que seguimos eligiendo, escogiendo, juzgando, evaluando y categorizando.

Nuestra mente crítica examina toda experiencia y determina si es agradable o desagradable, para a continuación decidir si debe ser buscada o evitada. Compara y agrupa todo aquello con lo que entramos en contacto. Analiza si se parece a otras cosas que ya hemos experimentado y le otorga una puntuación.
La mente crítica resulta indispensable en muchas de las actividades de nuestra vida. Se ha dicho que puede ser la causa de gran parte de nuestro sufrimiento, pero seguramente nos es de ayuda cuando queremos tomar el autobús. La dificultad es que no sabemos cuándo escucharla y cuándo tratarla como a un niño quisquilloso, con amabilidad pero con firmeza.

El constante elegir y preferir evita en última instancia que podamos experimentar nuestra vida. A menudo estamos demasiado ocupados tratando de analizar una experiencia con nuestras mentes en lugar de vivirla con una mente abierta. Al tratar de conceptuar todas las cosas, evaluarlas y ordenarlas, ignoramos la realidad de su interrelación.

Jesús dijo: "No juzguéis y no seréis juzgados". No es sólo una descripción de causa y efecto. La depresión nos permite ver que creamos gran parte de nuestros sufrimientos a través de los juicios que hacemos de otros y de nosotros mismos. Cuando juzgamos y discriminamos, en ese mismo momento nosotros también estamos siendo juzgados, porque nos vemos obligados a vivir en ese mundo de enjuiciamiento que nosotros hemos creado.

Exploración complementaria

Durante una meditación tranquila, después de haberse sosegado y permanecer observando la respiración, oriente la conciencia hacia el pensamiento. Manténgase al margen y observe sus propios pensamientos. Al principio puede resultar difícil, pero cada vez que se dé cuenta de que se ha vuelto a implicar en el pensamiento, no tiene más que regresar, sin juzgarse, a observar de nuevo.
Ponga especial atención a la manera en que juzga y organiza mentalmente. No trate de pararlo. Cuando sea consciente de que lo hace, sólo tiene que advertirse: "Juzgas".
Nuestra mente crítica y discriminadora es sutil. Puede que se dé cuenta de que se está juzgando a usted mismo: "Soy terrible por ser tan crítico", o: "Soy un mal meditador porque no puedo hacerlo". Cuando se dé cuenta de que se está juzgando a sí mismo, sólo tiene que tomar nota. Puede resultarle de ayuda el pensar: "Vaya, aquí viene la crítica de nuevo", como método para reducir la culpa anexa.
Cuando sienta que ya tiene suficiente, regrese a la respiración unos minutos antes de parar.
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En sus actividades cotidianas trate de orientar su conciencia al pensamiento y fíjese en qué momento está juzgando. Insisto en que no se eche la culpa. Sólo tome nota:"Vaya, de nuevo juzgando".
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Para experimentar de qué manera le afectan los juicios, trate de hacer cosas que siempre ha creído que odiaba. Escuche música de zarzuela, lea una novela de detectives, alquile una película de Sylvester Stallone, o mire un concurso televisivo. Hágalo con una mente abierta y ponga la atención sobre el pensamiento. Fíjese en cuándo y cómo juzga la experiencia. ¿Qué sintió al hacerlo?¡Estaba disgustado? ¿Le sorprendió ver que disfrutaba? ¿Se sintió superior a causa de las críticas que vertió?
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Pero ver cómo los juicios afectan sus relaciones con otras personas, identifique a una que le desagrada bastante, o hacia la que siente animadversión. A continuación, durante una semana, realice un esfuerzo para apartar esos sentimientos. Trate de imaginar lo que es la vida de esa persona. Sin que dicha persona se entere, haga algo amable por ella: déjele un trozo de pastel en casa, envíele una postal amistosa pero anónima, realice alguna tarea que esa persona tenga que hacer.
"¿Cómo se sintió respecto a esa persona durante esa experiencia? ¿Cómo se siente mientras lo hace? ¿Y al final de la semana?
¿Se comporta esa personas de manera diferente con usted? ¿Qué piensa de usted mismo ahora que lo ha hecho? ¿Era usted una "mala" persona antes? ¿Se juzga a sí mismo con orgullo por haber sido agradable durante una semana? ¿Es ese juicio correcto? ¿Importa si lo es o no?

Realizar la exploración sólo si te sientes cómodo haciéndola. Recomendación del propio autor.

(Extraído del libro "El camino del Zen para vencer la depresión". Autor Philip Martin)

1 comentario:

  1. Me ha encantado la entrada y la reflexiones.

    Gracias como siempre Haideé. Un abrazo desde Valencia.

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