martes, 23 de abril de 2013

Es peligroso aprender demasiado (II)


Otro aspecto crucial es el de quién toma la palabra en clase. Sabemos que el profesorado pregunta con más frecuencia a los niños y que sus respuestas medias son más largas; sin embargo, cuando Myra y David Sadker mostraron a grupos de enseñantes filmaciones realizadas en las aulas en las que el tiempo total ocupado por las intervenciones de los niños era tres veces superior al ocupado por sus compañeras, los maestros y maestras –incluidas algunas feministas– siguieron manifestando que las niñas hablaban más. Nuestro condicionamiento cultural nos ha remachado tanto la idea de que la mujeres hablas por lo codos y de la importancia de "aprender a escuchar" que tendemos a juzgarnos de acuerdo con estas expectativas sin atender a la realidad. 
A ello se le suma el problema de lo que en psicología se denomina "refuerzo positivo" como factor de aprendizaje. Mientras se tiende a elogiar a los niños por sus realizaciones, en las niñas se tiende a alabar una adecuada interacción con los demás. Y también se establecen distinciones entre alumnas. Así, según los resultados de un estudio que abarca desde el parvulario hasta el tercer curso de primaria, el profesorado tendía a elogiar a las niñas euroamericanas cuando ayudaban a sus compañeras o compañeros a resolver problemas académicos, mientras en las niñas afroamericanas se alababa el apoyo prestado a los compañeros o compañeras en caso de dificultades personales o emocionales. 
En conclusión, aunque las niñas obtengan buenas notas, aprendan a leer más deprisa y tengan una ligera ventaja respecto a sus compañeros en cuanto a aptitudes verbales, lo realmente decisivo es:¿qué aprenden estas niñas? 
Según las conclusiones de un estudio realizado por encargo de la Asociación American de Mujeres Universitarias y hecho público en 1991, gran parte de la lección consiste en aprender a subvalorarse. Por ejemplo, un 67% de las niñas y un 60% de los niños de nueve años manifestaron:"Me gusta ser como soy." Sin embargo, entre el alumnado de bachillerato, sólo el 40% de los chicos se manifestaron de acuerdo con ese enunciado –una tragedia a la cual también debería prestarse la mayor atención– y esta proporción se ha reducido a un bajísimo 29% entre las chicas. Aunque las alumnas afroamericanas e hispanas conservaban un nivel ligeramente más alto de autoestima que las euroamericanas, la contrapartida era mayor alienación con respecto al sistema educativo: ambos grupos manifestaron un mayor distanciamiento del colegio y del profesorado que sus compañeras blancas. Como explica Herbert Kohl en I Won't Learn from You! [¡No aprenderé de ti!], existe una "resistencia a aprender" que nada tiene que ver con la incapacidad y que incluso puede contribuir a "clarificar la definición de la propia identidad". Posiblemente esas alumnas de color habían optado por esta alternativa frente a un sistema educativo que las denigraba, pero seguían enfrentándose a una disyuntiva inaceptable entre el desarrollo de las propias capacidades y la preservación de la propia identidad, una elección que no debería imponerse a nadie. 
Así por ejemplo, en la enseñanza secundaria, cuando empieza a abrirse o a ensancharse la brecha entre chicos y chicas en los estudios de matemáticas y ciencias, lo determinante, más que las materias en sí, posiblemente sea la autopercepción de las alumnas. Como señala Carol Gillian en su estudio sobre la pérdida de confianza de las chicas al aproximarse a la adolescencia, las mismas alumnas que hasta entonces se expresaban libremente y con seguridad, de pronto empiezan a decir: "No sé". Janet Golden, una profesora de ciencias de Georgia, ha observado que "cuando tienen dificultades en la clase de ciencias, los chicos lo achacan a la materia, mientras que las chicas se culpan a sí mismas". 
La expresión más tajante del precio que pagan las chicas por su baja autoestima seguramente la ofrecen dos estudios destinados a comprobar el impacto de la supresión de la opción "no sé" en los test de respuesta múltiple. Dado que las chicas suelen escoger esta opción con mayor frecuencia que los chicos, sobre todo cuando la pregunta se formula en términos relacionados con el deporte y otros ámbitos que ellas consideran relacionados con el deporte u otros ámbitos que ellas consideran "ajenos", se realizaron experiencias encaminadas a averiguar qué ocurriría si se viesen obligadas a escoger una respuesta concreta, dejándose guiar por sus conocimientos y su intuición. Un estudio con un grupo de alumnas de trece a diecisiete años demostró que la brecha entre los géneros en los temas de ciencias desaparecía al suprimirse la opción "no sé". En los tests de matemáticas en que se suprimió la opción, las alumnas de séptimo curso obtuvieron mejores resultados que sus compañeros. En un mundo donde cada vez es más frecuente el recurso a los tests, esta brecha en la autoestima continúa ocultando el auténtico nivel de conocimiento de las alumnas. *

*En el decisivo Test de Aptitud Académica (Scholastic Aptitude Test, SAT) para el acceso a la universidad, la persona encargada de vigilar la prueba lee al alumnado una serie de instrucciones como la siguiente, tomada del Supervisor's Manual [Manual de supervisión] de 1989-89: "La puntuación de los tests se obtiene restando del número de respuestas correctas un cuarto de punto por cada una de las respuestas incorrectas. Es muy difícil, por tanto, que consigan mejorar sus resultados seleccionando una respuesta al azar o intentando adivinar la respuesta correcta." Las chicas, dada su mayor tendencia a seguir las instrucciones recibidas–y a su mayor reticencia a correr un albur si no están seguras de la repuesta–, a menudo reducen sus posibilidades de aprobar el SAT, por no responder intuitivamente con tanta frecuencia como los chicos. En palabras de Carol Gillian: "Las chicas se toman el test como una cuestión ética; lo consideran un indicador de su inteligencia y, por tanto, no se creen autorizadas a hacer trampas. Los chicos lo abordan como si estuvieran jugando con una máquina tragaperras." Phyllis Rosser, The SAT Gender Gap: Identifying de Causes, Washington D.C.: Center for Women Policy Studies, abril, 1989, pág, 64. 

(Texto extraído del libro "Revolución desde dentro". Autora Gloria Steinem)

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