jueves, 25 de abril de 2013

Es peligroso aprender demasiado (III)


No obstante, al margen de estos problemas, en la enseñanza secundaria las alumnas y los alumnos en general siguen estudiando las mismas materias. Gracias a los esfuerzos del movimiento de mujeres en favor de una educación no sexista, incluso las clases de contabilidad comercial y economía doméstica suelen combinarse a menudo en un solo curso. de contabilidad práctica. Las alumnas también tienen oportunidad de ver a muchas mujeres en puestos de responsabilidad (como enseñantes y a veces también como directoras) y tienden a sentirse con un derecho bastante equivalente al aprendizaje. Pero estas circunstancias se modifican en muchos aspectos cuando ingresan en la universidad. Allí las alumnas encuentran muchos menos modelos de identificación femeninos en las aulas, leen libros de historia y otros textos que incluyen todavía menos figuras femeninas activas que sus primeros libros de lectura, y estudian especialidades con escasa o nula presencia visible de las mujeres. 
El mismo tiempo, estas mujeres recibirán tan poca atención por parte del profesorado  como en las etapas anteriores, o tal vez incluso menos. Bernice Sandler, directora desde hace muchos años del Proyecto sobre el Estatus y Educación de las Mujeres patrocinado por la Asociación de Universidades Americanas, con sede en Washington, D.C., cita diversos estudios de los cuales se desprende que las alumnas son preguntadas e invitadas a intervenir con menos frecuencia en clase, reciben menos respuestas directas y son objeto de interrupciones más frecuentes cuando toman la palabra,en tanto que "el profesorado establece contacto visual más frecuente con los varones, les pregunta e invita a hablar más a menudo y les ofrece más apoyo en forma de instrucciones y recomendaciones informales". Habida cuenta de que el profesorado universitario es predominantemente masculino (y en Estados Unidos se compone en un 90% de personas de raza blanca); la mayor facilidad de interacción con interlocutores familiares deja en situación desventajosa a todas las estudiantes, así como a sus compañeros de color. Asimismo, dado que los éxitos profesionales una vez finalizados los estudios suelen considerarse una medida del existo de la enseñanza –y dada la tendencia a considerar que los varones "sacarán mayor provecho" de su educación–, el profesorado, tanto masculino como femenino, a menudo considera más rentable dedicar su tiempo y atención a los alumnos. 
Numerosas investigaciones indican que estudiar en una universidad femenina puede suponer una importante diferencia. Las alumnas de estos centros suelen vivir la experiencia educativa de manera más positiva que las estudiantes de centros mixtos, toman la palabra en clase, obtienen excelentes resultados en las materias científicas que las materias científicas y otros estudios tradicionalmente considerados no femeninos, adoptan papeles de liderazgo (tanto en el campus como en su vida posterior), completan sus estudios y realizan estudios de postgrado. También son mayores las probabilidades de que mantengan o refuercen su autonomía intelectual y se declaran más a menudo satisfechas con su experiencia universitaria. 
Es posible que algunas e estas diferencias sean de origen socioeconómico o un reflejo de las características del tipo de alumnos que actualmente prefieren estudias en las pocas universidades femeninas que aún subsisten. En efecto, con el feminismo han cambiado las motivaciones. En palabras de una autora especializada en temas de educación: "Antes las familias enviaban allí a sus hijas para que estuvieran protegidas; ahora las mandan por la oportunidad de adquirir una experiencias de liderazgo que difícilmente encontrarán en otros lugares." Sin embargo, incluso en instituciones como el Smith College, que ahora son más conscientes de la importancia de la educación de las mujeres, todavía queda un largo camino por recorrer en el ámbito de la enseñanza superior. Un estudio longitudinal de 200.000 estudiantes de 300 centros universitarios observó en todas las mujeres un importante incremento de la "auto-crítica" entre el momento de su ingreso en el centro y la obtención del título, una tendencia que pueden mitigar las universidades femeninas pero que no podrá eliminarse sin una importante transformación de los contenidos que se estudian. Los estudiantes, en cambio, mantienen o refuerzan su autoestima intelectual e interpersonal aunque obtengan peores calificaciones que sus compañeras. 

(Texto extraído del libro "Revolución desde dentro". Autora Gloria Steinem)

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