domingo, 28 de junio de 2009

Primer chakra: la justicia (VI) Segunda parte


Patrik, era un joven extraordinariamente encantador que asistió a uno de mis seminarios. Coqueteaba con toda mujer que se le pusiera a tres metros de distancia. Todas las personas que lo conocían lo encontraban jovial, simpático y acogedor. Trabajaba de auxiliar en la sala de urgencias de un hospital y era un excelente narrador cuando contaba cosas de su vida, todos lo escuchaban embelesados. Al parecer, pocos notaban que sufría de dolor crónico en las piernas y en al parte inferior de la espalda. No podía estar sentado durante toda una charla de vez en cuando tenía que ponerse de pie y estar así un rato para estirar el cuerpo. Caminaba con una ligera cojera.
Todos se imaginaban que Patrick era tan alegre en privado como se mostraba en público, pese a que procedía de Irlanda del Norte, famosa por sus interminables conflictos religiosos y económicos, y a que probablemente en al sala de urgencias le había tocado ver más de una herida por disparo y a más de una víctima de coche bomba.
Una mañana me encontré con él durante el desayuno y me pidió que le hiciera una lectura aunque le noté cierta incomodidad o reticencia al decírmelo. Le pregunté la edad, y cuando entré en ese estado distanciado que permite recibir impresiones, me preguntó, nervioso: --¿Cuánto crees que eres capaz de ver?
Al instante recibí la impresión de que en esos momentos él estaba involucrado en una actividad militar y de su intenso dolor en las piernas se debía a haber recibido fuertes golpes, hasta el extremo de quedar permanentemente lesionado.
¿Por qué recibo la impresión de que llevas una doble vida, la mitad entre militares y la otra mitad en el hospital? ¿Perteneces a alguna organización militar?
Inmediatamente se puso tenso, noté rigidez en todo su cuerpo y su actitud. Al verlo convertirse de un ser humano simpático y acogedor en un desconocido glacial, comprendí que yo acababa de cruzar una frontera peligrosa.
-Hay que estar preparado para protegerse en mi región del mundo. contestó.
-Obviamente se refería a los eternos conflictos de Irlanda del Norte. Pero yo supe inmediatamente que su energía no estaba implicada en la autoprotección sino en la agresividad.
-Creo que el peso de tu conexión con una organización de tipo militar es la causa de tu incapacidad para curar tu dolor crónico -le dije-. En mi opinión, necesitas reducir tu vinculación con ese grupo, si no dejarlo totalmente.
-Algunas cosas son posibles otras no -contestó él-. Uno no puede abandonar el poder de la historia. por mucho que quiera hacerlo. Además, una persona no puede cambiar fácilmente la forma en que se hacen las cosas. La venganza lleva a más venganzas; una semana son mis piernas, la semana siguiente son las de ellos. Es mi camino de tontos, pero una vez que estás en él, no puedes salir.
Estuvimos unos momentos en silencio, sin hablar ninguno de los dos. De pronto dijo:
-Ahora tengo que irme. Ya hemos dicho suficiente.
Yo creí que se refería a marcharse de la mesa del desayuno, pero en realidad se marchó del seminario y nunca más volví a verlo.
No sé si Patrick se vio obligado alguna vez a quitarle la vida a otra persona, pero si sé que el peso de su doble vida era lo que le impedía sanar sus piernas. Sencillamente era incapaz de dejar su "tribu militar", aunque fuera a costa de su salud y del conflicto entre su sentido de justicia personal y el ambiente de venganza justiciera que lo rodeaba.
La enseñanza última del primer chakra es que sólo la justicia verdadera está ordenada divinamente. Comprendí la profundidad de esta enseñanza cuando le estaba haciendo una lectura a una mujer que tenía cáncer extendido por todo el cuerpo. Al recibir las impresiones de ella, vi una imagen de la crucifixión. Esa imagen no estaba conectada con su religión, sino con su sensación de haber sufrido una experiencia "Judas", la dificultad de sanar de una terrible traición.
Mientras pensaba en el significado de esa imagen comprendí que la experiencia Judas es un arquetipo que expresa que el razonamiento y la justicia humanos siempre nos fallan en algún momento, y que no tenemos poder para reorganizar los acontecimientos ni rehacer las cosas a fin de que sean como las habríamos querido. La lección de una experiencia Judas es que poner la fe en la justicia humana es un error y que hemos de pasar la fe de la autoridad humana a la divina. Es confiar en que nuestra vida está gobernada "con justicia divina", aunque no podamos verla. Hemos de hacer un esfuerzo por no amargarnos ni aferrarnos al papel de víctimas cuando nos traicionan o no podemos obtener lo que deseamos, como hizo la mujer que desarrolló cáncer a consecuencia de su experiencia de traición. Necesitamos confiar en que no hemos sido víctimas en absoluto y en que esa experiencia dolorosa nos desafía a revisar dónde hemos colocado la fe. La historia de Erik es una clásica frustración de cómo es este desafío: ...

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