Juzgarse negativamente implica abordar cualquier empresa personal como si estuviera destinada de antemano al fracaso. Frente a la acción, usted se muestra derrotista, razona en términos de fracaso potencial y no de triunfo probable. Es incapaz de examinar con atención las cosas, sopesar las ventajas y los inconvenientes. Para usted únicamente existen desventajas. Por lo tanto, toda realización, todo compromiso, se revelan como problemáticos. El cambio y la responsabilidad le dan miedo.
Este tendencia a exagerar las dificultades potenciales lleva aparejado un sentimiento constante de tensión e inseguridad. Si tiene un proyecto, se sume en la duda: "Lo hago, no lo hago, voy a por ello, no voy". Estos momentos de indecisión alimentan continuas cavilaciones sobre la evaluación de la situación y sus capacidades para afrontarla.
Sarah, animada por su monitor para que se presente a una prueba oficial de la escuela de esquí, echa a perder las vacaciones de Navidad repitiendo angustiada mil veces al día que todavía no está preparada, que el año próximo habrá mejorado, aunque quedará en ridículo si no se presenta a la prueba, porque todos sus amigos la superarán, etc.
Para completar el retrato, teme un fracaso a medias: "Un fracaso parcial es igual de grave que si fracaso por completo". ·"Asumir el menos riesgo es peligroso, me expongo al desastre". ¡Esto explica su tendencia a dejar para mañana lo que puede hacer hoy mismo!. O su tendencia a retroceder y renunciar en cuanto sucede el menor incidente.
Paola, veterinaria, enviaba a su ayudante para que la sustituyera cuando el perro que estaba tratando no se curaba de inmediato.
Si al final decide embarcarse, se sume en incesantes verificaciones, en la medida en que tiene la sensación de no controlar nada.
Sandra, secretaria médica en un servicio hospitalaria, debía organizar una conferencia de facultativos reputados. Se sentía completamente desbordada por este nuevo cometido: examinaba sin cesar la lista de nombres por miedo a olvidase alguno, escribía las frases que iba a pronunciar por teléfono, las aprendía de memoria. A medida que pasaba el tiempo, a pesar de sus esfuerzos, o más bien a cause de ellos, se sentía cada vez menos eficiente y cada vez más agotada.
En última instancia, muchas veces la desvalorización de uno mismo deja paso a una inhibición formulada en estos términos: es inútil hacer algo si no se hace bien. Conecta con la certeza de que no merece la pena emprender nada porque no se va a conseguir.
Thierry es redactor en una agencia de publicidad. Su jefe le propone crear una nueva agencia en Londres. A bote pronto, Thierry piensa confundido: "Nunca lo logrará, no hablo inglés lo bastante bien, no conozco a estos nuevos clientes, no sé si me apreciarán, soy demasiado diferente de los ingleses, corro el riesgo de no gustarles". Y rechaza el puesto.
En estas condiciones sus proyectos de futuro son casi inexistentes; no tiene ninguna ambición ni deseos de cambiar, sólo se resigna.
Al terminar los estudios, Catherine obtiene un puesto de ayudante contable en una pequeña empresa. Al principio encontraba el trabajo poco interesante, pero poco a poco su opinión va evolucionando: "No lo cambiaría por nada del mundo, me he habituado a mi puesto de trabajo, me siento segura". Está tranquila, sobre todo porque la jefa contable tiene un año más que ella: ¡así, Catherine no tiene ninguna oportunidad de promoción!
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