martes, 4 de octubre de 2011

.Zen y depresión. Miedo


Para aquel que está despierto, cuya mente no está excitada, cuyos pensamiento son ecuánimes, que ha renunciado tanto a la virtud como al pecado, no existe el miedo.
Buda, Dhammapada

El miedo es una forma de sufrimiento, una anticipación de algo malo por llegar. Es la preocupación de que en algún momento futuro no tendremos lo que queremos o perderemos lo que tenemos. No queremos sentir el dolor. Ni siquiera sentirnos incómodos.
El miedo es, además de una emoción, una condición física. Nos aísla, evitando que podamos estar relajados y conscientes en el presente. Emponzoña nuestra mente y nuestro corazón.
Estamos acostumbrados a sentir algún tipo de miedo en nuestras vidas. De hecho, el miedo motiva gran parte de nuestro comportamiento habitual. Pero durante la depresión da la impresión de que en ocasiones el miedo nos sobrepasa, hasta el punto de que somos casi incapaces de actuar. El miedo puede ser tan sofocante que amenaza con engullirnos.
Muchos de nuestros miedos habituales aumentan durante la depresión. Tememos lo que los demás piensen de nosotros. Tememos que nadie nos ame. Tenemos miedo de la muerte. Tenemos miedo de nuestra propia muerte. Sentimos que nuestra depresión, nuestro dolor y nuestro miedo no desaparecerán nunca.
Hay veces en las que resulta apropiado sentir miedo, cuando un tornado descarga todas su furia a nuestro alrededor, cuando el coche patina fuera de control, cuando nuestros hijos están a punto de cruzar una calle con mucho tráfico. Cuando nos enfrentamos a un auténtico peligro el miedo resulta útil, y es precisamente miedo lo que necesitamos sentir.
Pero gran parte de nuestro miedo es resultado de proyectar en el futuro, de preocuparnos y anticipar lo que pudiera (o va a) suceder. En la depresión, el miedo psicológico puede apabullarnos.
Muchas personas sufren ataques de pánico como parte de la depresión. Esos ataques son esencialmente miedo a estar asustado. Anticipamos e imaginamos una situación aterradora o incómoda y nos atemorizamos. Entonces respondemos con miedo y ansiedad a la sensación de miedo. De esa manera creamos un círculo vicioso de miedo cada vez mayor. Esa pauta puede continuar hasta el punto de sentirnos como si fuésemos a morir.
Las sensaciones y emociones derivadas del miedo son muy desagradables, tanto físicamente como emocionalmente. No obstante, si en lugar de echar a correr huyendo de nuestro miedo, o de tratar de rechazarlo, podemos abrirnos a él y ser conscientes de nuestras emociones ligadas al miedo y de los pensamientos que lo acompañan, podremos detener el proceso de agarrotamiento y tensión. Podremos romper el ciclo del miedo.
En la depresión, el detener o aminorar el proceso del miedo puede resultar de gran ayuda. Ello resulta especialmente cierto cuando nos enfrentamos no con un miedo a algo en particular, sino la sensación de miedo o pánico que aparece en ocasiones.
Durante la meditación, sobre todo en las primeras etapas de práctica, podemos experimentar este mismo miedo, intenso pero carente de base. Como decía Katagiri Roshi, la meditación puede ser como abrir la caja de Pandora. Quitamos la tapa y dejamos salir los pensamientos y emociones aterradores, feos y aburridos que hemos encerrado en nuestro interior. Debemos entonces volver a recordar nuestra determinación de no echar a correr. Podemos hacer frente a esos obstáculos de nuestras vidas con atención compasiva. Cuando surge el miedo, tanto en la meditación como durante la depresión (o en cualquier otra circunstancia), podemos convertirlo en objeto de nuestra atención. Miramos el miedo y comprobamos de qué manera lo sentimos. Nos fijamos si se tata de un dolor o de una tensión. Observamos nuestra respuesta a esa sensación. Vemos cómo el miedo trastoca nuestros pensamientos y emociones. Permanecemos con él.
Siempre que nos ea posible debemos estar presentes en el momento, porque el miedo es por lo general una proyección o anticipación del futuro. Pero la realidad es que este momento, el momento presente, es el lugar más seguro donde estar.
Un cliente con el que trabajé tenía graves problemas de pánico, llamó a un amigo y le pidió ayuda. El amigo preguntó: "¿En que calle estás" ¿De qué color es el edificio que tienes enfrente? ¿Qué aspecto tiene la cabina telefónica?" Al principio, mi cliente se sintió irritado, creyendo que su amigo no le ayudaba en absoluto. Pero luego empezó a darse cuenta de que su miedo iba retrocediendo. Lo que su amigo hizo fue traerle de nuevo al momento presente, alejándole del futuro y de sus miedos en relación con él.
En la depresión contamos con una oportunidad para observar nuestro miedo como lo que realmente es. Podemos preguntarnos lo que significa no tener miedo. Y podemos descubrir una intrepidez en nuestro interior de la que podemos echar mano cuando nos encontramos ante un peligro real. Estar presentes en nuestro miedo, hacerle frente con atención compasiva, es hallar esa intrepidez.

Exploración suplementaria
Sentando cómodamente, empiece a concentrarse en la respiración.
Tras hacerlo durante unos cuantos minutos, empiece a poner atención el los pensamientos, que le hacen sentir miedo. O bien lleve su atención a cualquier miedo que esté presente en su mente.
Observe cómo su pensamiento se ve afectado por dichos miedos. ¿Se acelera? ¿Siente el deseo de pensar en otra cosa? ¿Siente pánico?
No trate de salir del miedo, sólo permita que esté presente y continúe observando las reacciones que desencadena.
Ahora fíjese en las sensaciones físicas. ¿Cómo siente el miedo en el cuerpo? ¿Dónde está localizado?¿Siente una tirantez en el vientre o en el pecho? ¿Se le acelera el pulso, o bien la respiración es más superficial? ¿Son sensaciones desagradables?
No trate de cambiar las reacciones; sólo obsérvelas.
A continuación regrese a los pensamientos y a la presencia del miedo en la mente. ¿Aumenta al observarlo? ¿O bien el permitirle estar ahí empieza a remitir por sí mismo? ¿Qué sucede cuando se da cuanta de que empieza a luchar con él?¿Está el miedo relacionado con algo que le amenaza en este preciso momento? Recuérdese a sí mismo que en la fortaleza de su atención, en la solidez de su sentarse tranquilo, nada puede herirle.
Vuelva a concentrarse en la respiración y en las sensaciones corporales. Manténgase ahí durante algunos minutos.
¿Sigue el miedo presente? ¿Sigue siendo tan intenso? ¿Disminuye? ¿Aumenta?
Continúe observando la respiración, recordándose que tiene que ser capaz de mirar directamente y examinar su miedo, sabiendo que cuenta con la capacidad de volver a hacerlo en cualquier momento.
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Piense en algunas cosas o situaciones que teme en la vida y elija una de las menores. ¿Qué es lo que hace para que se genere ese miedo en su interior? ¿Habla con alguien a quien teme? ¿Va a algún lugar que le asusta? ¿Admite lago de usted mismo frente a otra persona? ¿Intenta hacer algo que no había hecho antes?
Sea lo que fuere, propóngase hacerlo, a pesar de cómo puede sentirse respecto a ello.
Sea consciente de que la naturaleza del miedo es la expectación. Al enfrentarse a ese miedo y traspasarlo, ¿piensa en lo que podría suceder, o en lo que podría salir mal?
Haga aquello que se ha prometido hacer a sí mismo hacer. Al llevarlo a cabo, deténgase para observar el miedo, la ansiedad y la anticipación que siente. Recuérdese su intención de completar el proceso y de llegar al otro lado.
Fíjese en la respiración (puede que perciba que apenas respira). Recuérdese a si mismo que en la respiración se encuentra a salvo, al igual que en la atención tranquila y en el momento presente. Respire hondo tres o cuatro veces, con el vientre.
Si siente el impulso de echar a correr, vuelva a detenerse y respire varias veces recordándose su intención de permanecer con el miedo.
Considérelo como un experimento. Si no pudiese completarlo, o ni siquiera iniciarlo, no se preocupe y reconozca que lo ha intentado.
Si acabase completando esta exploración, cerciórese de si le ha ayudado concentrarse en la respiración y en las emociones. Compare su experiencia real con lo que temía que sucediese. ¿Estaban sus miedos justificados o las cosas has sucedido de manera diferente a como temía o esperaba?
Al enfrentarse a su miedo, ¿amenaza éste con sobrepasarle de manera que llegó a asustarse más del miedo que de la situación en sí?
Intente el ejercicio con miedo más profundos y observe lo que suceda.

Realizar la exploración sólo si te sientes cómodo haciéndola. Recomendación del propio autor.

(Extraído del libro "El camino del Zen para vencer la depresión". Autor Philip Martin)

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