martes, 7 de febrero de 2012

Zen y depresión. Comunidad



Puede parecer que me he apartado
de la gente del mundo, y sin embargo, ¿por qué
nunca he dejado de pensar en ellos?
Ryokan

La palabra sánscrita sangha hace referencia a la comunidad de personas que practican el budismo. En principio designaba a la comunidad de mojes, pero con los años su significado se amplió para incluir a la comunidad laica. Algunos maestros han extendido el término todavía más, hasta que ha llegado a incluir a todos los seres sintientes. No es ninguna exageración, pues como el mismo Buda dijo: "Me iluminé junto con todos los seres".
En el budismo, el sangha es considerado como una joya o tesoro precisamente porque puede sernos de ayuda al recorrer el camino espiritual. Claro está como ocurre con cualquier comunidad, también puede ser una fuente de frustración, y en ocasiones puede incluso parecer un obstáculo.
El sangha ha sido comparado con un rodillo de tambor lleno de piedras. Cuando todas las piedras dan vueltas entrechocan unas con otros, sus bordes más ásperos van siendo limados, y empiezan a ser más suaves. Cuando las sacamos del tambor, no se parecen en nada a lo que eran antes de meterlas. No sólo están más suaves, sino que revelan una nueva belleza, con colores y formas que antes no podían apreciarse.
Cuando nos encontramos sufriendo una depresión puede que nos sintamos separados de cualquier tipo de comunidad. Los gruesos cortinones que nos envuelven nos mantiene aislados y nos resulta difícil acercarnos a los demás. No resulta especialmente difícil conectar cuando los demás nos ofrecen consejo o nos dicen qué hacer.
Podemos tratar de hablar con amigos de lo que nos sucede, pero la mayoría de las personas sólo pueden escuchar nuestros pensamientos y miedos –y nuestra conversación acerca de la desesperación y el dolor– durante un corto espacio de tiempo, hasta que se sienten impelidos a detenernos o alejarse. Les resulta difícil escuchar, porque nuestras palabras ponen de relieve algunos miedos y aflicciones que existen en el interior de sus propias vidas.
Incluso aquellos que están dispuestos a escuchar, que tratan de estar presentes para nosotros, sienten que nuestras palabras son como mensajes que les llegan desde un país lejano. Les hablamos de las visiones y sonidos de una tierra que nunca han visto, y nuestras palabras nos limitan respecto a lo que podemos comunicarles. Resulta difícil poner nuestros miedos en palabras. Aunque necesitemos el contacto humano más que nunca, podemos acabar sintiéndonos frustrados y fracasados en nuestros intentos de hablar con los demás.
El ejemplo de los grupos de autoayuda –que redescubrieron el valor del sangha en este siglo– puede venir en nuestro auxilio en esos momento. Puede hacernos mucho bien el poder hablar con oras personas que conocen o han experimentado lo que nosotros estamos pasando. Podemos descubrir que no estamos solos, y que hay otras personas que han pasado por la depresión y han sobrevivido. Puede que incluso hayan tenido algunas revelaciones que nos pueden ser de ayuda. Cuando estamos en compañía de esas personas no necesitamos invertir un montón de energía en tratar de explicar qué nos sucede. Hallar por fin a alguien que nos entienda es un gran alivio.
A veces es posible encontrar a alguien –o a veces a varias personas– a las que unas pocas palabras basten para decirles todo lo que queremos que sepan. Entonces nos sentimos escuchados, y reconocidos, y comprendidos. A menudo, con dichas personas, ni siquiera necesitamos hablar. Sabemos que cuando estamos con ellas no sentimos ninguna ansiedad.
Una persona que ha pasado por una depresión puede ofrecernos ejemplo de valentía. Esas personas saben lo que es la depresión, y por ello la temen menos de lo que pueden temerla otros que no han pasado por dicha experiencia. Son una prueba viviente de que podemos sobrevivir a ella. Pueden hablarnos de lo que les fue de ayuda y explicarnos cómo nosotros podemos también utilizarlo. Sus palabras están imbuidas de la autoridad que confiere la experiencia.
Muchas personas dedicadas a profesiones de ayuda, y muchos maestros y consejeros espirituales, no han pasado por lo que usted puede estar experimentando. Pueden tener muchos conocimientos en sus áreas de experiencia, pero carecen de la comprensión, del terreno común, de la experiencia visceral, para poder conectar de verdad con alguien que se encuentra en las profundidades de una depresión.
La comunicación íntima con alguien que ha explorado el mismo paisaje interior puede darnos seguridad y esperanza. En ella podemos hallar la fuerza para volver de nuevo a una comunidad más amplia. Podemos empezar a sanar y atravesar la barrera de la depresión para alcanzar un lugar donde volver a formar parte de la comunidad de todos los seres.
Un amigo muy sabio, que compartió conmigo su propia lucha con la depresión, lo explicó muy bien: "Es como si ambos estuviésemos en puntos diferentes a medio camino de un peligroso y empinado acantilado. No estamos seguros de si seguir avanzando o volver abajo. Y debemos poner caso toda nuestra energía en la peligrosa situación en la que ambos nos encontramos, de manera que podemos ofrecernos muy poca ayuda. Pero qué alivio más grande poder hablar con alguien que también está en el mismo acantilado, con alguien a quien poderle preguntar: "¿Cómo es la ruta?" ¿Tienes miedo? ¿Te parece que hemos recorrido bastante trecho desde que empezamos a escalar?".
Contar con un compañero en cualquier camino no es poca cosa.

Exploración complementaria

Siéntese tranquilamente con un ser amado y observen juntos la respiración. Siéntense cara a cara. O si sienten la suficiente confianza, pueden sentarse uno frente al otro y mirarse directamente a los ojos.
Permanezcan en silencio, observando su propia respiración, compartiendo el momento. Tranquilícese y disfrute sintiendo la presencia de la otra persona, escuchando su respiración a la vez que la suya propia.
Si la otra persona se mueve, reconozca que está lidiando con la misma intranquilidad y desasosiego que usted mismo.
Continúen sentados, descansando en el conocimiento de que no siempre está solo sabiendo que hay otros que pueden acompañarle en su viaje, aunque ellos estén recorriendo su propio camino.
Cuando hayan acabado, háganse una reverencia mutua, o reconozcan de cualquier otra manera lo que acaban de compartir.
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Después de sentarse con esa persona, o más tarde,den un paseo o coman juntos en silencio y con atención. Vuelvan a compartir la tranquilidad y el disfrute de hacerlo en presencia del otro.
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Una de cada siete mujeres y uno de cada doce hombres están pasando por una depresión. Arriésguese a acercarse a alguien que sepa que está pasando por ello. Hágale saber que usted está también en la misma situación y pregunte si le gustaría reunirse con usted para compartir sus luchas. Puede que incluso quieran organizar reuniones periódicas con este fin. Hágale saber que como usted conoce lo que se la depresión, no se sentirá herido si no le responde de inmediato o no se siente dispuesto a reunirse con usted.


Realizar la exploración sólo si te sientes cómodo haciéndola. Recomendación del propio autor.

(Extraído del libro "El camino del Zen para vencer la depresión". Autor Philip Martin)

2 comentarios:

  1. Reflejado en http://unbosqueinterior.blogspot.com/2012/05/shanga.html

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    1. ¡Hola! gadmin: Gracias. Qué podamos ser conscientes de que vivimos en ese estado y podamos transformarlo por el bien de la humanidad.
      Un abrazo

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