martes, 8 de mayo de 2012

La importancia de la autoestima (II) Vivir conscientemente


[…] Vivir conscientemente es tanto una causa como un efecto de la autoestima. Cuanto más consciente se vive, más confianza se tiene en la propia mente y más respeto se profesa por el propio valor. […]
Si (de hecho) tenemos relaciones, nos casamos e interactuamos con nuestra pareja de manera inconsciente, es previsible que haya dos víctimas: la primera será nuestra propia autoestima y la segundo nuestra relación.
"Pero, ¿y el romance?", me preguntó una mujer en mi consulta de psicoterapia: "¿Dónde está la emoción si eres tan consciente de todo?" "¿Quiere decir que no es emocionante saber lo que está haciendo?", le respondí, y ella sonrió tímidamente.
La cuestión es que muchas personas actúan como si la conciencia fuese indeseable. No sólo debido a que actuar conscientemente requiere un esfuerzo que no están dispuestas a realizar, sino también porque la claridad de la conciencia puede ponernos en contacto con hechos a los que preferimos no enfrentarnos. Si preferimos ignorar las señales de peligro que emite un hombre que no va a aportarnos nada positivo, podemos sufrir el drama de una nueva aventura sentimental, y a continuación la sorpresa y la desilusión seguidas por la amargura y el pesar, y después la embriagadora emoción de repetir la misma historia una y otra vez con otro hombre equivocado. Mi audiencia suele reír, sorprendida, al darse cuenta de lo que digo cuando describo esta pauta de conducta. Una vez alguien gritó, bromeando: "¿Quién quiere dejar atrás la emoción y el mal de amores?". La respuesta es: las mujeres que saben que el amor y la felicidad llegan mejor a través de la visión que de la ceguera.
A veces, nuestras inseguridades hacen que ejercitar la conciencia sea difícil. "Si estuviera dispuesta a admitir lo que sé y a no mentirme a mi misma nunca podría quedarme con Walter", me dijo una mujer en mi consulta de terapia. "Pero tengo miedo de no ser capaz de hacerlo mejor, así que cierro los ojos y me hago la tonta." Otra paciente, Elsie, que había llegado mucho más allá en su terapia, me dijo, orgullosa: "Conocí a un hombre tremendamente atractivo en la oficina y salimos a tomar un café. Su forma de hablar sobre las relaciones que ha tenido hasta ahora me hizo ver que no le gustan las mujeres. Así que tuve que tomar una decisión: proseguir a pesar de lo que sabía y exponerme a un futuro sufrimiento, o dejarlo justo en ese momento. Decidí que ya había sufrido bastante en mi vida. Le dije muy educadamente que no estaba interesada en él".

Una técnica muy útil para estimular la autoconciencia, el autodesarrollo y la autovaloración es el trabajo de completar frases. […]

Si aportara un cinco por ciento más de conciencia a mis actividades cotidianas...
Si aportara un cinco por ciento más de conciencia a mis decisiones y mis acciones...
Si aportara un cinco por ciento más de conciencia a mis relaciones importantes...
Lo difícil de actuar conscientemente es...
Las compensaciones de actuar conscientemente pueden ser...
Me estoy dando cuenta de que...

Al hacer este ejercicio no hay que detenerse a pensar (ni ensayar ni censurar). Hay que escribir con la mayor rapidez posible. El único requisito es escribir un final gramaticalmente correcto para la frase. Si se queda bloqueada, invente. Escriba lo que sea, pero escriba algo.
Si decide hacer este ejercicio diariamente durante las próximas dos semanas, quizá se sorprenda de lo mucho que puede aprender de las posibilidades que se abren ante usted.

[…] "Aceptar" es experimentar la realidad de manera completa, sin negarla ni evitarla. Es algo diferente de un simple "reconocimiento" o "admisión" en sentido abstracto. No tiene nada que ver con que algo nos guste, con la admiración o la disculpa. Puedo aceptar la realidad de aspectos de mí mismo que no me agrada, que no son dignos de admiración o que no puedo disculpar de ninguna manera. He aquí un ejemplo simple.
Supongamos que siento envidia de mi amiga, que posee un trabajo mejor que el mío y cuya vida amorosa es más satisfactoria. Practicar la autoaceptación no significa que nuestros sentimientos de envidia nos tengan que gustar o nos produzcan placer. Significa ser conscientes del sentimiento y experimentarlo como algo nuestro, sin negarlo ni rechazarlo. También comporta que conserve la conciencia de mis propios valores, aunque no me guste lo que estoy sintiendo en ese momento. Me doy permiso para experimentar ese sentimiento, y después lo examino. No me preocupo de "juzgarme" a mi mismo, sino de estar alerta. Posiblemente, entre otras cosas me daré cuenta de que tengo deseos de conseguir algo de lo que no me había dado cuenta, y tendré que reflexionar acerca de ello.
Con bastante frecuencia, cuando actuo con este nivel de conciencia respecto a los sentimientos no deseados, como la envidia, la rabia, el miedo, la tristeza o cualquier otras emoción que pueda desconcertarme, estos sentimientos suelen desvanecerse y desaparecer. Pero aunque no sea así, el trabajo personal es el mejor punto de partida. No podemos superar los sentimientos indeseables si no aceptamos que los tenemos. No podemos irnos de un lugar en el que nunca hemos estado.
De modo que hay que concentrarse en los sentimientos indeseables, respirar lenta y profundamente, como si nos abriésemos para permitirles la entrada a nuestro interior, sin luchar contra ellos ni resistirnos. Debe darse cuenta de que usted es más importante y más grande que cualquiera de sus sentimientos y, por lo tanto, crear un contexto en el que puedan producirse el cambio y el crecimiento.
[…]

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