viernes, 4 de mayo de 2012

Zen y depresión. Impermanencia



Piensa en esta vida fugaz... como una burbuja que aparece en un arroyo, una estrella fugaz, un fantasma, un sueño.
Sutra del diamante

Renunciar a las cosas no es abandonarlas. Es reconocer que todo pasa. 
Shunryu Suzuki Roshi

A menudo, en la depresión, nos hacemos muy conscientes del hecho de que todo es impermanente. La muerte y los pensamientos sobre ella se aposentan en nuestras mentes. Pensamos en nuestra propia muerte, y en las muertes de todos aquellos que nos importan y de todas las cosas que tienen importancia para nosotros. Eso, saber que todo acaba desapareciendo, puede causarnos mucho dolor. 
Aunque esta conciencia de la impermanencia resulta extremadamente doloroso, también es una entrada a la verdad que el Buda consideró crucial explorar: todo es impermanente. O, dicho con menos elegancia, todo lo que está compuesto se descompone. Es una verdad que muchos de nosotros tratamos de ignorar u olvidar a lo largo de toda la vida. 
Me hice dolorosamente consciente de esa verdad durante mi depresión. Es como si la descomposición fuese una flor, y la viese florecer a borbotones de impermanencia a mi alrededor. Parecía convertir en inútiles y desesperadas todas mis acciones, como si no tuviesen sentido, ya que todas las personas que conocía y las que experimentaban iban a desaparecer. 
Pero el mundo entero continúa después de nosotros y tratamos de convertirlo en un lugar mejor al haber estado ahí. No obstante, resulta difícil dejar atrás la sensación de que en este mundo de impermanencia nada importa, y esa sensación puede adquirir mucha fuerza en la depresión.
Trata de dar sentido a todo eso – puede parecer, tal como decía Katagiri Roshi, "como tratar de lavar un montón de suciedad con agua fangosa". pero también añadía: "No obstante, nuestra práctica es seguir adelante, justo en medio de esta desesperanza". Es la impermanencia, dijo el Buda, la que causa gran parte de nuestro sufrimiento. O, para ser más exactos, no es la propia impermanencia, sino nuestra rechazo a verla o aceptarla. Nuestro sufrimiento proviene de nuestro apego a las personas y las cosas, de nuestros repetidos intentos por hallar algo duradero, cuando no hay nada permanente que hallar.
Queremos conservar las cosas que nos proporcionan placer. En realidad queremos que nuestros propios seres sean constantes. Pero esta verdad en relación con la impermanencia nos dice no sólo que no hay nada que permanezca para siempre, sino que no  hay nada que siga siendo lo mismo. El mundo que nos rodea, y nosotros mismos, cambia momento a momento. La muerte no es más que un cambio, más drástico en un mundo donde todo cambia constantemente. 
Nos gustaría sentir que estamos pisando terreno firme, que existe algo constante, verdadero y permanente que puede sostenernos. Pero si elegimos tratar de depender de dicha constancia, nos vamos a quedar colgados en el aire. Somos como el coyote, de los viejos dibujos animados del correcaminos, que corría más allá del borde del precipicio y que repentinamente se daba cuenta de que no tenía nada bajo los pies. 
Un koan zen recomienda:"en lo alto de un poste de cien pies, da un paso adelante". La impermanencia es ese poste de cien pies de altura. O mejor aún, nuestro apego y deseo de permanencia es el poste de cien pies al que permanecemos sujetos, incapaces de movernos. Es lo que convierte nuestras vidas en algo pequeño y restringido, no mayor que la parte superior de nuestro poste. 
Hay otro camino. Podemos dar un paso adelante en el mundo de la impermanencia. ¿Quién sabe? En lugar de caer puede que hallemos una nueva libertad. Podemos caer en la belleza de la impermanencia. 
Todos los jardineros saben que es la impermanencia de las flores lo que las convierte en algo precioso. La belleza del jardín radica en su naturaleza en constante cambio, en las oleadas de colores y formas que se manifiestan en él. 
La belleza del mundo está en ese mismo movimiento constante. Podemos dar un paso hacia la belleza, en medio de todo lo que mueve y nace a nuestro alrededor.

Exploración suplementaria
Sentado tranquilamente, concéntrese en la respiración. Sea consciente de cómo se levanta su vientre al principio de cada inspiración, y fíjese en cómo cae al finalizar la espiración, disolviéndose en nada. Sea consciente de ese ciclo: del inicio, del final y de que una nueva respiración se inicia al final. 
A continuación, dirija su atención a los pensamientos. Permita que entren en la mente y que desaparezcan por sí mismos, sin implicarse en ellos o tratar de rechazarlos. Hágase consciente de cómo aparecen y se disuelven, para dar paso a otros nuevos en su lugar. Fíjese en este ciclo de principio, fin y aparición de nuevos pensamientos. 
Ahora tome conciencia de las sensaciones corporales. Fíjese en cómo aparece y se disuelve el dolor, o la inquietud o la comezón, igual que lo hace su respiración. El dolor que siente en las rodillas –si no se implica en él trata de deshacerse de él–, aparecerá y se disolverá por sí mismo. Cuando éste desaparezca, nuevas sensaciones –dolor en los hombros o picazón en la nariz– tomarán su lugar y emergerán. Hágase consciente de este ciclo de principio , final y aparición de nuevas sensaciones corporales. 
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Pase algo de tiempo reflexionando sobre la impermanencia aparente en su propia vida. Piense en las cosas o personas que creía  que estarían con usted para siempre y que han desaparecido. 
¿Qué otras personas o cosas en su vida quisiera que permaneciesen? ¿Se da cuenta de que también ellas, en un futuro más o menos cercano o lejano, dejarán de estar con usted?
Considere el ciclo de principio, final y aparición de nuevo de personas, circunstancias y cosas en su vida. ¿Cómo se siente al pensar en ello? ¿Se siente triste, furioso, desesperado? ¿Se le ocurre pensar que es mejor no estar apegado a nada ni a nadie porque todo desaparece?
Piense en los documentales de tiempo acelerado, en los que aparece la floración de las flores, en explosiones de color, para a continuación marchitarse y morir y para, enseguida, ser reemplazadas por nuevos brotes. ¿Puede imaginarse su vida de la misma manera? ¿Se da cuenta de cómo usted también forma parte de este ciclo de principio, final y vuelta a aparecer?

Realizar la exploración sólo si te sientes cómodo haciéndola. Recomendación del propio autor.

(Extraído del libro "El camino del Zen para vencer la depresión". Autor Philip Martin)

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