jueves, 9 de agosto de 2012

La mayor sencillez y la decadencia

haideé iglesias

Los dirigentes de antaño consideraban el mundo ligero y la multiplicidad de las cosas nimias; igualaban la vida y la muerte y se confundían con el cambio y la evolución. Aceptaban la mente de los grandes sabios como reflejo de los sentimientos de todos los seres. Por arriba, eran compañeros de la luminosidad espiritual; por abajo eran miembros de la creación. Si aquellos que querían aprender su Vía no alcanzaban su clara iluminación y su profunda sagacidad, sino que sólo conservaban sus leyes y su política, es evidente que no podían gobernar.
Por tanto conseguir diez espadas afiladas no es tan ventajoso como dominar el arte de la esgrima.

La mayor sencillez carece de forma; la Vía de mayor alcance no tiene medida. Por tanto, el cielo es redondo sin haber necesitado de un compás; la tierra es recta sin haber sido trazada por un gobernante.

Las leyes de los Tres Augustos y los Cinco Emperadores de la antigüedad eran distintas en lo que prescribían, pero equivalentes en el modo en que se ganaron el corazón del pueblo.

Aquellos que valoran la vida, no se destruyen persiguiendo ventajas materiales. Aquellos que son firmes en principios éticos, no intentan escaparse a la vista de las dificultades. Aquellos que pretenden una buena reputación, no deben intentar obtenerla de forma injusta.

Esta es la forma de gobernar un país: los gobernantes no deben ser severos; los oficiales no deben ser molestos; los intelectuales no deben ser hipócritas; los artistas no deben ser decadentes. 

En una sociedad incoherente, los activistas se promocionan los unos a los otros mediante el halago mutuo, mientras que las gentes de cultura se enaltecen las unas a las otras hipócritamente. 

Los escritores artificiosos son deliberadamente prolíficos y confusos, compitiendo en sofismas con la intención de parecer sabios; sus reflexiones sin fin son poco convincentes y no benefician al orden social.

Las costumbres de una sociedad decadente utilizan la astucia y el engaño para disfrazar lo inútil.

El Tao de la política. Sobre el estado y la sociedad.

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