viernes, 16 de noviembre de 2012

En busca del ego (IV)


Meditación

Como llegado de ninguna parte, surge un pensamiento, un pensamiento agradable u otro que nos perturba. Dura unos instantes y luego se va para ser reemplazado por otros. Y cuando desaparece, como el sonido de una campana que se desvanece ¿adónde va? No sabríamos decirlo. Algunos pensamientos vuelven con frecuencia a nuestro espíritu, donde engendran estados que van de la alegría a la tristeza, del deseo a la indiferencia, del resentimiento a la simpatía. De este modo, los pensamientos detentan el inmenso poder de condicionar nuestra manera de ser. Pero ¿de dónde sacan ese poder? No tienen un ejército a su disposición, no disponen de combustible para alimentar un horno, ni de piedras para lapidarnos. Al ser sólo construcciones del espíritu, no deberían tener la capacidad de perjudicarnos. 
Dejemos que nuestro espíritu se observe a sí mismo. Está claro que en él surgen pensamientos. De una manera u otra el espíritu existe, ya que nosotros lo experimentamos. Pero, excepto eso, ¿qué más podemos decir acerca de él? Examinemos nuestro espíritu y los pensamientos que se manifiestan en él. ¿Es posible atribuirles unas características concretas? ¿Tienen localización? No. ¿Color? ¿Forma? Cuanto más buscamos, menos encontramos. Bien es verdad que constatamos que el espíritu posee la facultad de conocer, pero ninguna otra característica intrínseca y efectiva.  Es en este sentido en el que el budismo define el espíritu como una continuidad de experiencias: no constituye una entidad distinta, está "vacío de existencia propia". Así pues, después de no haber encontrado nada que pueda constituir una sustancia, sea del tipo que sea, detengámonos unos instantes en ese "inencontrado". 
Cuando se origine un pensamiento, dejemos que surja y que se deshaga por sí solo, sin obstruirlo ni prolongarlo. Durante el breve intervalo de tiempo en el que nuestro espíritu no se encuentra obstruido por pensamientos discursivos, contemplamos su naturaleza. ¿Acaso en ese intervalo, en el que los pensamiento pasados ya han desaparecido y los futuros todavía no se han manifestado, no percibimos una conciencia pura y luminosa? Mantengámonos unos instantes en ese estado de sencillez natural, libre de conceptos. 

-----------------

A medida que vayamos familiarizándonos con la naturaleza del espíritu y conforme aprendamos a dejar que los pensamientos se deshagan tan pronto como sobrevienen –como una carta que se escribe con un dedo sobre la superficie del agua–, progresaremos más fácilmente en el camino de la libertad interior. Los pensamientos automáticos ya no poseerán el mismo poder para perpetuar nuestra confusión y reforzar nuestras tendencias acostumbradas. Cada vez deformaremos menos la realidad y los propios mecanismos del sufrimiento acabarán por desaparecer. 
Al disponer de recursos interiores que nos permiten controlar nuestras emociones, nuestro sentimiento de inseguridad desaparecerá, y la libertad y la confianza pasarán a ocupar su lugar. Dejaremos de estar exclusivamente preocupados por nuestras esperanzas y temores, y estaremos disponibles para todos los que nos rodean, trabajando así para el bien de los demás, y para nuestro propio bien. 

Matthieu Ricard 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Related Posts with Thumbnails