viernes, 2 de noviembre de 2012

Zen y depresión. La máxima autoridad


Sed vuestra propia lámpara. 
Buda

De los dos jueces, confía en el principal.
Dicho de la práctica tibetana

Cuando nos hallamos atravesando una depresión podemos descubrir que son muchísimas las personas que quieren decirnos qué es lo que tenemos que hacer. Podemos llegar a convertirnos en oyentes bien dispuestos porque muchos de nosotros deseamos que nos digan qué hacer. Es cierto que cuando nos sentimos más a la deriva, dudando de nuestro propio juicio e incapaces de tomar una decisión, todas las personas que tienen consejos que ofrecer pueden resultar muy reconfortantes. Queremos que alguien nos muestre el camino. 
Aquí radica el secreto. Son buenas y malas noticias. La mala noticia es que en realidad nadie conoce el camino que es más conveniente para nosotros, por lo que no pueden ofrecernos la respuesta. La buena noticia es que como en realidad nadie sabe nada, las respuestas hay que hallarlas en nuestro interior.
Nadie puede vivir nuestra vida en nuestro lugar, y nadie tiene que vivir con las consecuencias que ello representa para nosotros. Los demás son libres de ofrecernos todo tipo de soluciones y consejos, pero en realidad todo eso no son más que opiniones. Puede que le digan que le conviene visitar a un terapeuta, o hacer más ejercicio, o tomar infusiones, o cambiar de dieta, o medicarse, o no mediarse. Pero como nadie conoce su auténtica situación, no se sorprenda si ese tipo de consejos le dejan más confuso que antes. Y no se sorprenda si las voces más fuertes y vehementes que escucha son las que provienen de su interior. 
Su cuerpo y mente, su vida, son diferentes de cualquier otra. Como decía un maestro zen: "Ni siquiera podemos intercambiar un simple pedo con los demás". Sus propias circunstancias piden atención y compasión, que deben surgir, en primer lugar, de usted mismo.
Cuando, tras cierta lucha, llegué a darme cuenta de que estaba atravesando una depresión, descubrí que en mi pensamiento se hallaban presentes todo tipo de prejuicios e ideas preconcebidas. Había pasado más de una década trabajando con personas que sufrían enfermedades metales, incluyendo a muchos pacientes con depresión. Podía comprender y aceptar sus elecciones, y los animaba a mantener la mente abierta respecto a cosas como los terapeutas y la medicación. Por desgracia, carecía de dicha comprensión de cara a mí mismo. Sentía que probablemente mi depresión era el resultado de algún tipo de debilidad existente en mi ser, y que no necesitaba ayuda exterior.
Tuve que observar muy cuidadosamente mis ideas preconcebidas y luego empezar desde lo que se ha dado en llamar "mente de principiante". Antes de poder llegar a hacerlo, no podía responder a mi depresión, ni a mi vida, de la manera como necesitaba hacerlo en ese momento.
Al seguir el camino de la propia curación, recuerde que se trata estrictamente de su camino. Nadie más puede elegirlo por usted, y nadie más puede seguirlo excepto usted.
Muchas personas acuden al camino espiritual en busca de una persona, una tradición o unas escrituras sagradas que les digan lo que hacer, y cómo actuar, descargándoles de la necesidad de asumir cualquier responsabilidad. Si tienen suerte, acabarán aprendiendo que la auténtica espiritualidad requiere no la renuncia a la propia responsabilidad, sino una total aceptación de ella.
Aprenda todo lo que pueda acerca de la enfermedad, las teorías sobre sus causas, los tratamientos disponibles y qué implica cada uno de esos tratamientos; y recuerde que la decisión de cómo seguir adelante es suya y sólo suya. Usted sabrá mejor que nadie cuándo algo conecta con sus circunstancias y valores. En particular, usted es quien mejor sabe cuándo le ayuda a funcionar y vivir su vida de manera más total. 
Poco a poco irá aprendiendo a confiar en usted mismo, a considerarse la máxima autoridad. Al hacerse más clara y desapasionadamente consciente de sus emociones, pensamientos y sensaciones, y al ir aprendiendo más acerca de la depresión, será capaz de darse cuenta de cuándo un tratamiento o línea de acción le son de ayuda. Sea cual fuere el camino que elija, irá sintiéndose más capaz de ofrecer información a las personas que haya elegido para que le ayuden, lo cual a su vez les permitirá ser más eficaces a la hora de ayudarle.
Prepárese para encajar las críticas de otras personas respecto a cualquier decisión que pueda tomar. Echar una mirada aunque sea por encima a las diversas teorías  y enfoques sobre el tratamiento de la depresión le demostrará que existe una miríada de maneras de abordarla y de ideas al respecto, muchas de ellas diametralmente opuestas. Sea lo que sea lo que decida hacer, probablemente siempre habrá alguien que le diga que se equivoca. En esos momentos es cuando tiene que recordarse que la verdad suele estar entre los extremos de ideas contrapuestas. 
No se apegue demasiado a ninguna idea o enfoque en particular, ni siquiera después de haber empezado a ponerla en práctica. Pero tampoco las descarte demasiado deprisa. Tenga paciencia y permita que pase algún tiempo para ver si funciona. Al mismo tiempo, si resulta obvio que no funciona, déjelo. Permita que sus ideas preconcebidas sobre el tratamiento, la terapia o la medicación, estén equivocadas. 
Usted sigue siendo la autoridad máxima de su vida. Pero no por ello deje de cuestionar cualquier autoridad incluida la suya. Sea flexible, tenga confianza y sea amable consigo mismo cuando cometa errores y se equivoque de camino.
Si aprende a hacerlo en medio de la depresión, será capaz de ponerlo en práctica en cualquier momento de su vida, en cualquier situación en que se encuentre.

Exploración complementaria

Al ir siendo capaz de considerarse como la máxima autoridad, le resultará de ayuda identificar a quiénes considera ahora sus autoridades. Cuando no sabe qué hacer, ¿a quién se dirige? ¿Qué siente cuando no sabe qué hacer? ¿Siente que debería contar con alguien que decidiese en su lugar?
Una vez que ha identificado a sus autoridades, ¿es capaz de decidir que escuchará sus opiniones, pero que no se las tomará como algo definitivo?
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Siéntese tranquilamente, observando la respiración.
Trate de ir más allá de la mente que se preocupa sobre lo que es correcto y sobre lo que los demás pensarán de usted. Profundice hasta encontrar ese lugar donde se asienta un ser sabio cuando está usted sentado. Reconozca a ese ser. Imagine a ese ser en la manera que mejor le parezca, tanto mediante una representación tradicional o de forma más moderna. 
A continuación mire el rostro de ese ser. Observe que ese rostro tranquilo no es sino el suyo propio. Inspire mientras siente que mira directamente a los ojos de ese ser. Pregúntele lo que desee. O bien permanezca sentado en silencio, respirando juntos. Haga una reverencia interiormente más como un acto de reconocimiento que de veneración, deje la presencia del ser y vuelva a observar su respiración. Recuerde que esa sabiduría estará esperándole siempre, en cualquier circunstancia en que la necesite.

Realizar la exploración sólo si te sientes cómodo haciéndola. Recomendación del propio autor.

(Extraído del libro "El camino del Zen para vencer la depresión". Autor Philip Martin)

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