viernes, 14 de diciembre de 2012

Zen y depresión. Muerte

La gente cree que sólo mueren los otros.
Se olvidan de que tarde o temprano ellos también lo harán...
Convierte la palabra "muerte" en el dueño de tu corazón, observándola y soltando todo lo demás.

El Buda denominó la muerte una de las principales formas de sufrimiento. Se refería no sólo al acto físico de morir, sino también al abandono de esta vida, con todos los placeres y alegrías, con sus relaciones y apegos. No sabemos lo que ocurre con nosotros después de la muerte, pero el pensar que dejaremos de existir como lo hacemos en este mundo resulta aterrador.
Tomar conciencia de la muerte nos recuerda la naturaleza preciosa de la vida, y por ello nos proporciona una perspectiva más cuerda respecto de los problemas de la vida que vivimos. No obstante, esa conciencia no aminora muestro miedo al hecho de que moriremos.
En la depresión nos hacemos intensamente conscientes de la muerte. En realidad, el pensamiento de la muerte parece estar siempre presente en nuestras mentes. Podemos penar en nuestra propia muerte bastante a menudo. En ocasiones incluso podemos desearla. También pensamos en las muertes de todas las personas, posesiones y relaciones que atesoramos. Nos hacemos extremadamente conscientes de la impermanencia de las cosas que nos rodean.
Y nuestra percepción es correcta. Esto mundo es impermanente. Todo nace y muere constantemente a nuestro alrededor.
Hay una historia acerca de una mujer a la que le murió un hijo en tiempos de Buda. Se acercó a éste con su hijo muerto pidiendo que devolviera la vida al niño. El Buda respondió que podría hacerlo si ella le traía una semilla de mostaza que le hubiese dado una familia que desconociese la muerte de un padre, de un hijo o amigo. Así que la mujer se dedicó a buscar ansiosamente la semilla de mostaza. Cuando regresó, con las manos vacías, se dio cuente de que no hay nadie que no se vea afectado por la muerte.
Cuando vemos muerte por todas partes durante nuestra depresión, no la estamos imaginando. Nuestra labor entonces es no darnos por vencidos por ello y –lo más importante– no ceder a la seducción de la muerte. Nuestra labor entonces es continuar viviendo con un corazón abierto, vivir el momento presente, con fe y coraje.
Todos nos sorprendemos cuando leemos una historia sobre dos personas que se enamoran y deciden casarse aunque uno de ellos padece una enfermedad terminal. Da la impresión de que arriesgarse a recorrer ese aterrador y doloroso viaje, de que para decidirse a amar a alguien de quien se sabe que durará poco junto a nosotros hace falta mucho amor y valentía. 
Y no obstante, ¿no es eso lo que ocurre con todas nuestras vidas? Seguimos adelante, incluso aunque nosotros también estemos aquí por un corto período de tiempo. Vivimos día a día  y amamos a otros frágiles seres humanos que también cuentas con un domino muy tenue de la vida. ¿Es que eso no requiere un gran coraje y amor?
Vivir en mido de la muerte resulta en realidad asombroso. Joseph Goldstein explica la historia de una monja que conoció en India., que salía a la calle y excavaba una cucharada de tierra al día. Él le preguntó qué estaba haciendo y ella replicó que era una tarea que le había encomendado su maestro: "Cada día excavo un poco más de mi propia tumba". Y Stephen Levine habla de un maestro que explicaba por qué podía apreciar la taza de té en la que bebía: "Para mí, esta taza de té ya está rota", decía.
Estas historias pueden resultarnos chocantes, pero son muy valiosas. La literatura budista –al igual que la literatura de otras religiones– está llena de historias de gente que empezaron a buscar respuestas a las grandes preguntas de la existencia tras un encuentro con la muerte. El mismo Buda empezó su propia búsqueda espiritual después de presenciar cómo llevaban un cadáver a su último lugar de descanso. Así que podemos decir que somos afortunados por estar deprimidos, porque tenemos la oportunidad de probar la muerte, de practicar la impermanencia, de ver la muerte claramente, tal como es.
La realidad de la muerte es una verdad dolorosa. Es lo que confiere a la vida ese gusto agridulce, el misterio. Pero así es como están las cosas, y mientras pasamos la depresión, durante un tiempo, tenemos la oportunidad de ver sin los anteojos que normalmente utilizamos. Contamos con la ocasión de realizar una elección consciente, de manera muy parecida a la persona que se casa con alguien que está muriendo. Aunque la vida acaba en la muerte para todos nosotros, podemos adelantarnos completamente en este mundo y vivirlo plenamente. Podemos tener presente en nuestras mentes y corazones la consciencia de que la muerte y la impermanencia es lo que confiere a la vida su inapreciable valor, su belleza.
Una antigua historia budista nos habla del gran maestro tibetano Marpak, cuyo hijo mayor había muerto. Sus estudiantes fueron a visitarle y le hallaron presa de gran consternación, sollozando y gimiendo. Conmocionados, le preguntaron: "Maestro, ¿cómo podéis llorar cuando nos habéis enseñado que todo es impermanencia e ilusión?".
"Si, es cierto –dijo–, y perder un hijo es la ilusión más dolorosa de todas."
No busquemos dejar de sentir pesar o tristeza. Más bien, lo que queremos es sentir todo lo que hay que sentir, y mantener abiertos nuestros corazones a pesar del dolor.
Amamos el mundo a pesar de que todo muere a nuestro alrededor. Porque también es cierto que todo está naciendo. La depresión nos ofrece la oportunidad de verlo con claridad. Podemos sentir pesar por las pérdidas, y podemos deleitarnos en un mundo que está constantemente recreándose a si mismo, con el brotar de las flores y el nacer de los niños. 

Exploración complementaria

Sentado tranquilamente, lleve su atención a la respiración. Sienta alzarse y descender el vientre mientras inspira y espira. 
Siga las inspiraciones y espiraciones durante unos minutos.
A continuación empiece a concentrarse en la espiración. Sienta cómo sale el aire y cómo se disuelve en el espacio que le rodea. Fíjese en la vacuidad de los pulmones y el vientre al final de cada respiración. Concéntrese en este espacio al final de cada espiración. Puede que se percate de que el ritmo cardíaco desciende durante la espiración. sobre todo en el tramo final. Fíjese también en si sus pensamientos y su mente se calman al final de la respiración. 
Se dice que la conciencia de la espiración puede ser como saborear ligeramente la muerte. Ponga toda su atención en cada espiración, como si fuese la última. Sienta cómo la respiración, los pensamientos y la energía salen de usted y se disuelven en el aire antes de iniciar el proceso de volver a la vida inspirando nuevamente. A continuación sienta el momento en que se ha desprendido de todo el aire, cuando los pulmones y el resto del cuerpo esperan el inicio de la siguiente inspiración. Continúe descansando en ese espacio al final de cada espiración. Continúe descansando en ese espacio al final de cada espiración, siéntase cómodo y familiarícese con él. ¿Podría sentirse como si esta espiración fuese la última?
¿Qué pensamientos y emociones surgen cuando practica la respiración concentrándose de esta manera? 
A continuación lleve su atención de nuevo al ciclo de inspirara y espirar. Fíjese en la inspiración, considérelo un acto deliberado, continuando el ciclo de la vida y la muerte con cada ciclo respiratorio.
Tras observar la respiración de esta manera, oriente lentamente la atención a las cosas que le rodean. Cuando se sienta preparado, levántese del asiento.
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Escriba su propia nota necrológica. ¿Cómo ha vivido? ¿Qué ha logrado en la vida? ¿En qué ha fracasado? ¿Qué dice la gente en su funeral? ¿Vivió una vida larga? ¿Se marchó antes de sentir que estaba listo para hacerlo?
Después de escribirla, tómese algo de tiempo para explorar cómo se siente tras hacerlo. ¿está triste o enfadado? ¿Es la primera vez que ha pensado de manera concreta en su propia muerte?
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En la depresión, pensar en el suicidio no es sólo algo muy común, sino casi inevitable. Normalmente pensamos:"Todo el mundo estaría mejor sin mi", o: "Si me muero nadie me echará de menos". Por lo general, esas frases no son ciertas.
Tómese algo de tiempo para pensar con realismo en los efectos que su suicidio tendría sobre los demás. Imagina cómo se sentirían las personas que le rodean si se quitase la vida hoy. Imagine a la gente encontrando su cuerpo, enterándose de la noticia de su muerte. Imagínese en su funeral.
Ahora imagine a esos mismos amigos, familiares y conocidos al cabo de tres meses, de seis, y tras dos años. ¿Cómo se sienten a causa de su muerte? ¿Qué efecto ha tenido eso en sus vidas? Si tiene hijos, piense en cómo se desarrollan sus vidas sin usted. Si está casado o tiene compañero o compañera, ¿qué le ha sucedido a esa persona? ¿Sigue existiendo un vacío en las vidas de sus amigos?
Ahora compare esa imagen con la de que nadie le echa de menos, que a todo el mundo le va mejor sin usted. ¿Cuál de las dos imágenes es más acertada?


Realizar la exploración sólo si te sientes cómodo haciéndola. Recomendación del propio autor.

(Extraído del libro "El camino del Zen para vencer la depresión". Autor Philip Martin)

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