Su fin: aumente mensurablemente la calidad de sus relaciones personales y profundice su conexión emocional con las personas que más le importen, revisando los seis aspectos fundamentales de unas relaciones con éxito.
El éxito no sirve para nada si no tenemos a alguien con quien compartirlo; de hecho, nuestra emoción humana más deseada es la de la conexión con otras almas. A lo largo de este libro hemos hablado sobre el impacto de las relaciones para la configuración del carácter, los valores, las creencias y la calidad de nuestras vidas. El ejercicio de hoy está diseñado específicamente para recordarnos los seis puntos clave que son valiosos en cualquier relación. Revisémoslos brevemente antes de indicarle la tarea para hoy.
1. Si no conoce los valores y las reglas de la persona con quien comparte una relación, debe prepararse para el dolor. Las personas pueden amarse, pero si por la razón que sea rompen las reglas de alguien que les importe, se va a producir estrés y surgirán altercados en esta relación. Recuerde que todo altercado que haya tenido con otro ser humano ha consistido en un altercado sobre las reglas, y que cuando las personas se relacionan íntimamente es inevitable que algunas de sus reglas choquen. Al conocer las reglas de una persona puede eliminar estos desafíos por adelantado, antes de que se produzcan.
2. Algunos de los mayores desafíos que pueden plantearse en unas relaciones proceden del hecho de que la mayoría de las personas establecen una relación para obtener algo: tratan de encontrar a alguien que vaya a hacerles sentirse bien. En realidad, la única forma de que una relación dure consiste en considerarla como un lugar en el que se entra para dar, y no para recibir.
3. Al igual que cualquier otra cosa en la vida, para alimentar una relación existen ciertas señales de advertencia que le avisan de la necesidad de afrontar un problema inmediatamente antes de que se escape la mano. En su libro Cómo hacer el amor todo el tiempo, mi amiga la doctora Babara Angelis identifica cuatro fases perniciosas capaces de matar una relación. Al identificarlas, podemos intervenir de inmediato y eliminar los problemas antes de que caigan en pautas destructivas capaces de amenazar la propia relación.
Fase uno, resistencia: la primera fase de desafíos en una relación es cuando se empieza a sentir resistencia. Prácticamente todas aquellas personas que se hayan visto involucradas en una relación han experimentado resistencia con respecto a algo que su compañero/a ha dicho o hecho. La resistencia se produce cuando se introduce una excepción o se siente molestia o un poco de separación con respecto a la otra persona. Quizás en una fiesta alguien cuenta un chiste que le molesta y desearía usted que no lo hubieran contado. El desafío, claro está, es que la mayoría de la gente no comunica cuándo experimenta una sensación de resistencia y, como resultado de ello, es emoción continúa creciendo hasta que se transforma en...
Fase dos, resentimiento: si no se maneja la resistencia, crece hasta convertirse en resentimiento. Ahora ya no se está simplemente molestos, sino enojado con la otra persona. Se empieza uno a separar de ella y a erigir una barrera emocional. El resentimiento destruye la emoción de la intimidad, y ésa es una pauta destructiva para una relación, algo que, si no se controla, no hará sino ir adquiriendo velocidad. Si no se transforma o comunica, se convierte en...
Fase tres, rechazo: es el punto en el que se ha acumulado tanto resentimiento, que uno se encuentra buscando formas de meterse con el otro, de atacarle verbal o no verbalmente. En esta fase, se empieza a ver todo lo que hace el otro como irritante o molesto. Es ahora cuando no sólo se producen las separaciones emocionales, sino también las físicas. Si se permite la continuación del rechazo, y para disminuir nuestro dolor, pasamos a...
Fase cuatro, represión: cuando uno se cansa de afrontar el enojo que procede de la fase de rechazo, se trata de reducir el dolor creando una especie de paralización emocional. Se evita sentir el dolor, pero también se evitan la pasión y la excitación. Se trata de la fase más peligrosa de cualquier relación porque es el punto en que los amantes se convierten en simples compañeros de habitación; nadie sabe que la pareja tiene problema alguno, porque nunca se pelean, pero ya no que entre ellos ninguna relación.
¿Cuál es la clave para impedir que se produzcan estas "cuatro R"? La respuesta es muy sencilla: comunicarse claramente con el otro. Asegurarse de que las propias reglas son conocidas por el otro y puedan ser satisfechas. Evitar sacar las cosas de quicio y utilizar el vocabulario transformacional. Hablar en términos de preferencias; en lugar de decir: "¡No puedo soportar cuando haces eso!", decir: "Preferiría que en lugar de eso hicieras esto otro". Desarrollar interrupciones de pauta para impedir la clase de discusión en la que ni siquiera se puede recordar cuál es el verdadero motivo de la pelea, y sólo se tiene la impresión de que uno tiene que ganar.
4. Convierta sus relaciones en una de las prioridades principales en su vida, ya que de otro modo ocuparán un lugar secundario respecto a todas las demás cosas que son más urgentes y que le hayan ocurrido durante el día. Gradualmente, el nivel de intensidad y pasión emocional irá alejándose. Y no queremos perder el poder de nuestras relaciones simplemente porque nos hemos visto atrapados por la ley de la familiaridad, o hemos descuidado habituarnos a la intensa excitación y pasión que sentimos por una persona.
5. Una de las pautas más importantes que Becky y yo descubrimos desde el principio, y que es crítica para hacer duraderas nuestras relaciones, consiste en enfocar cada día la atención en hacerlo mejor, en lugar de enfocarla en lo que podría suceder si terminara. Debemos recordar que aquello en lo que enfoquemos la atención será aquello que experimentemos. Si nos fijamos constantemente en nuestro temor de que una relación pueda terminar, empezaremos a hacer inconscientemente cosas para sabotearla, para alejarnos antes de que nos vemos demasiado involucrados y experimentemos resultados verdaderamente dolorosos.
Un corolario de este principio es que, si quiere hacer durar su relación, no amenace nunca, nunca, nunca, nunca la propia relación. En otras palabras, no diga jamás: "Si haces eso, me marcho". El simple hecho de hacer esa afirmación crea la posibilidad, y también induce un temor desestabilizador en los dos miembros de la pareja. Todas las parejas a las que he entrevistado, y que han tenido una larga relación, han convertido en una de sus reglas el no cuestionarse si la relación duraría o no, ni amenazar con dejarla, independientemente de lo enfadados o dolidos que se sintieran. Recuerde la metáfora de la escuela de conducción, el coche patinando y la pared. Hay que enfocar la atención hacia donde se quiere ir en una relación, no hacia donde se teme llegar.
6. Vuelva a asociarse cada día a aquello que ama de esa persona con la que se halla relacionado. Recuerde sus sentimientos de conexión y renueve sus sentimientos de intimidad y atracción, haciéndose la pregunta: "¿Cómo he podido tener la suerte de encontrarte en mi vida?" Asóciese por completo al privilegio de compartir su vida con esa persona; sienta el placer intensamente y vincúlelo de forma continua a su sistema nervioso. Comprométase en una búsqueda continua de nuevas formas de sorprenderse mutuamente. Si no lo hace así, aparecerá la habituación y terminará por pensar que la presencia del otro está garantizada. Así, encuentre y cree esos momentos especiales capaces de convertir su relación en su modelo a imitar, en algo que sea legendario.
Anthony Robbins
Reflejado en http://unbosqueinterior.blogspot.com/2012/08/compartir-no-compartimentar.html
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