viernes, 31 de agosto de 2012

Zen y depresión. La verdad del gozo


Vivamos felices, sin poseer nada; 
alimentémonos del gozo como los dioses resplandecientes.
Buda, Dhammapada

Cuando era joven desarrollé una filosofía que creí que me protegería del dolor de la vida. Es una variación de lo que muchos de nosotros tratamos de hacer. A la mía la llamé "una orientación vital de cara a lo externo". Al igual que los participantes de esos ejercicios de supervivencia en solitario, que parten equipados únicamente con un hilo de pescar, un imperdible y cerillas, me decidí a pasar por la vida únicamente dependiendo de mí mismo.

Aunque existe un gran valor en el hecho de ser autosuficiente, me da ahora la impresión de que en mi vida no había lugar para el gozo. MI objetivo era sólo evitar el sufrimiento. Pero la vida trata de algo más que de mera supervivencia y de tratar de evitar el dolor. 

Muchas veces, en la oscuridad y la desesperación de la depresión, decidimos que lo que tenemos que hacer es deshacernos de nuestro intenso dolor. De vez en cuando tenemos periodos en los que no sentimos nada, ni alegría ni pesar. Ésas, claro están, son temporadas de intensa tristeza, duda y miedo. Pero en nuestra vida hay poco espacio para la alegría y el gozo.

Algunas personas no familiarizadas con el budismo lo consideran como un camino espiritual, seco, carente de alegría, que conduce a una especie de terreno neutro; el fin del sufrimiento. Las enseñanzas del Buda surgieron en el marco del hinduismo, que considera la vida como un intenso sufrimiento y poco más, y en comparación debió dar la impresión de que lo que el budismo tenía que ofrecer era al menos algo mejor que toda una vida de dolor.

No obstante, lejos de ser un ejercicio intelectual de repudio del dolor, seco, carente de gozo e intelectual, el sendero que el Buda ofreció apunta y avanza hacia el gozo. Aunque las prácticas budistas señalan hacia el cese de duhkha, o sufrimiento, también nos dirigen hacia sukha, o gozo. En el lugar de un árido desierto, podemos hallar un bosque repleto de vida, lleno de plantas, animales, arroyos y manantiales. 

A veces puede resultar algo difícil de creer cuando nos encontramos en medio del intenso dolor de la depresión, pero resulta de gran ayuda recordar que  nuestro objetivo es apartarnos del dolor y de la muerte,  para acercarnos al gozo de la vida. Nosotros también podemos descubrir una vida en la que no sólo sobrevivimos. 

Cuando estaba pasando lo peor de la depresión y me di cuenta de que necesitaba algún tipo de ayuda, me dirigí a nuestro médico de cabecera. Le conocía desde hacía dos años. Fue justo después de Año Nuevo, y le conté que me había estado sintiendo irritable, abatido, cansado, desesperado e inútil.

Me miró y me dijo: "Eso es que te lo debes de haber pasado en grande durante las fiestas". Me reí por primera vez en meses. Durante un instante vi la posibilidad de que podía aceptar mi depresión y soltarla. Incluso inmerso en ese dolor podía reír.

Lejos de limitarnos y tratar de abrirnos camino en la vida sólo con un hilo de pescar, un imperdible y cerillas, podemos hallar muchas herramientas y ayudas. Podemos contar con personas a las que amamos y que nos aman. Podemos utilizar todas las herramientas que tenemos al alcance. Y lo que es más importante, podemos hallar el gozo y el sentido que siempre han estado ahí para que los descubriéramos. 

Exploración complementaria

Un verso para recordar:

Cuando el sufrimiento me sobrepasa
inspiro
y dejo una rendija en esta momento
para el gozo que se oculta tras él.

Realizar la exploración sólo si te sientes cómodo haciéndola. Recomendación del propio autor.

(Extraído del libro "El camino del Zen para vencer la depresión". Autor Philip Martin)

jueves, 30 de agosto de 2012

Contrabando


Todos los días, Nasrudín cruzaba la frontera, con las alforjas de su asno cargadas de paja. Como tenía fama de ser contrabandista, cuando por las noches regresaba a su casa. los guardas de la frontera le registraban escrupulosamente sin encontrar nunca nada. 
Mientras tanto, Nasrudín se hacía cada día más rico. Un día decidió retirarse y se fue a vivir a otro país, donde se encontró con uno de los aduaneros. 
Ahora me lo puedes decir, Nasrudín. ¿Qué pasabas de contrabando, que nunca fuimos capaces de descubrirlo?
Muy sencillo –contestó Nasrudín–, asnos. 

miércoles, 29 de agosto de 2012

Indefinidos

haideé iglesias

Indescifrados contornos preñados de coloridos indefinidos. Indefinida la quieta agitación que lo recoge en sutil irradiación... Visión perdida en el vaivén variable que muda sin perder la mágica esencia... Regocijo inquebrantable a merced del cambio... 



martes, 28 de agosto de 2012

Tao Te Ching IV

haideé iglesias


El Tao siempre fluye, no tiene fin.
Es como el vacío, lleno de todas las posibilidades.
Arregla los entuertos, 
lleva a todo a su debido sitio,
las cosas al lugar que le corresponden
y une a todas lo existente.

Está oculto, pero a la vez siempre presente.
No sabemos de donde surgió,
pero es más antiguo que Dios.

viernes, 24 de agosto de 2012

Zen y depresión. Esfuerzo



Se debería meditar con la intensidad de alguien que trata de apagar un fuego en su cabello. 
Dogen

Cuando estamos deprimidos, levantarnos y atravesar la habitación parece requerir un esfuerzo tremendo. Y aunque nos proporcione una oportunidad para aprender acerca de nuestro estar constantemente ocupados, y empezar a descubrir el valor del no-hacer, incluso este aprendizaje parece requerirnos un esfuerzo.
Pero por lo general, cuando escuchamos la palabra esfuerzo, la consideramos un equivalente de gastar energía... trabajando. Inmersos en el agotamiento físico que conlleva la depresión, podemos cansarnos sólo con oír la palabra esfuerzo. 
Dogen dijo que a través de la práctica de la meditación manifestamos nuestra iluminación, que en realidad, la práctica en sí misma es iluminación. El esfuerzo implícito al meditar es diferente del que estamos acostumbrados a relacionar con la palabra esfuerzo. No es necesariamente una forma de avanzar hacia algún tipo de meta. Más bien se trata simplemente del esfuerzo de estar presente, de aparecer por nuestras vidas y aprender a apreciarlas.
Nuestros hábitos y condicionamientos son profundos. Se requiere un esfuerzo para observarlos cuando surgen y no dejar que se nos lleven por delante. Para estar presentes en medio de nuestro dolor, sufrimiento y dudas, durante la depresión también necesitamos hacer un esfuerzo. Seguiremos sintiendo dolor ahora y en el futuro. La tentación es convertir ese dolor en sufrimiento al tratar de evitarlo aunque de esa manera no se consigue sino aumentarlo.
Para permanecer en pie en medio de nuestro sufrimiento hace falta esfuerzo. Para hacer lo que sabemos que hay que hacer en cada momento, nos hace falta esfuerzo. Y a veces, para atravesar nuestra depresión nos hace falta un esfuerzo.
Donde nos equivocamos es al tomar nuestra propia resistencia como un esfuerzo. El esfuerzo que se nos pide no es como cuando necesitamos empujar un coche para hacerlo de una zanja. Se trata simplemente de una voluntad de estar presentes, de estar atentos, de ser compasivos. Es hacer las cosas de todo corazón.
En la depresión, al igual que en la meditación, la somnolencia es un problema tan grande como el dolor. Por lo menos, en lo que a mí concierne. Durante algún tiempo pensé acerca del esfuerzo en la meditación, relacionándolo con cómo resistir la somnolencia. Ese enfoque me dejó con dos formas de lidiar con el problema. A veces me esforzaba mucho, tratando de mantenerme despierto. Pero cuando lo intentaba acababa descubriéndome durmiendo, a veces inclinándome hacia delante y casi cayéndome del cojín. La otra opción era abandonarme, tomar una buena postura de equilibrio sobre el cojín y dormir los cuarenta minutos hasta que sonaba la campana señalando el final del periodo. Ninguno de ambos enfoque tenía mucho que ver con meditar. 
Durante un largo retiro de meditación tuve problemas graves con el amodorramiento, y como siempre, ninguno de mis dos enfoques parecía obtener buenos resultados. Al final me di cuenta de que aparte de luchar o abandonarme, existía una tercera opción: sencillamente decidí observar mi adormilamiento. Me quedé sorprendido: a partir de entonces ya no se me caía la cabeza hacia adelante, como un conductor con sueño. Tampoco parpadeaba en el cojín. En lugar de ello, me sentí más alerta de lo acostumbrado, incluso más que cuando no estaba dormido. El amodorramiento no desapareció. Continuó estando allí, pero cuando dejé de resistirme a él, dejó de ser un problema. Pasó a formar parte de todo aquello a lo que prestar atención.
Durante mucho tiempo cometí el mismo error en mi depresión. Finalmente, descubrí que la solución era la misma: dejar de luchar contra ella, y dejar de rendirme conscientemente a ella. En su lugar me dediqué a observarla en todas sus manifestaciones. Ahí es donde comenzó mi auténtica curación. 
Durante la depresión nos creamos muchos problemas tratando de rechazarla o dominarla. Pero si en lugar de ello hacemos un esfuerzo para estar atentos, para sólo observarla, en lugar de luchar o abandonarnos a ella, acabaremos hallando la paz, energía y alegría que se esconden tras ella. 

(Extraído del libro "El camino del Zen para vencer la depresión". Autor Philip Martin)

miércoles, 22 de agosto de 2012

Savia en danza

haideé iglesias

Los tallos de luz
dentro del bosque.
Savia en danza.

martes, 21 de agosto de 2012

Energía

haideé iglesias

El Universo sabe -.- 

viernes, 17 de agosto de 2012

El desaliento no sirve para nada

haideé iglesias

Las faltas servirán para el bien, a condición de que las usemos para nuestra propia humillación, sin cejar en el esfuerzo por enmendarnos. El desaliento no sirve para nada; es simplemente la desesperación del amor propio herido. El verdadero modo de sacar provecho, por la humillación, de las propias faltas es arrastrarlas en su verdadera fealdad, sin cesar de esperar en Dios, y no esperando nada de sí mismo. 
Fenelón 

El menor vestigio de superioridad u orgullo por tu capacidad te conducirá al desastre.
Maestro Yuanwu

jueves, 16 de agosto de 2012

Zen y depresión. Eres todo lo que hace falta

Todo el mundo vive en la abundancia, 
sólo yo parezco desprovisto.
MI espíritu está turbado
como el de un ignorante. 
Todo el mundo está esclarecido, 
sólo yo estoy en tinieblas.

Lao Tsu Tao Te Ching

Todos conocemos la sensación de sentirse poca cosa, de no ser lo bastante "algo", de no importarle a nadie, de no merecer estar en este planeta.

La depresión suele engendrar o acentuar esas emociones. Nos vemos inundados por una sensación de inutilidad, convencidos de que no somos importantes para nadie. Esas emociones pueden hacer que sea más fácil dar el paso que desemboque en el suicidio, y dejar este mundo al que no tenemos la impresión de pertenecer, y que no parece tener ninguna necesidad de nuestra presencia.

Cuando nos sentimos de esa manera, puede resultar muy difícil digerir la enseñanza budista que dice que todos somos perfectos tal como somos y que contamos con todo lo que necesitamos. Pensar que ya somos budas, que ya estamos iluminados, que ya somos y estamos en lo que necesitamos ser y estar, da la impresión de ser una broma. Si así fuese,¿por qué no nos sentimos iluminados? ¿Por qué sufrimos? ¿Por qué debemos trabajar para revelar esa iluminación?

No obstante, incluso en medio de esas sensaciones y preguntas, es posible hallar en nuestro interior la semilla de nuestro despertar, la semilla de nuestra naturaleza búdica. Podemos verla en nuestro no darnos por vencidos, en nuestra búsqueda de la verdad, al ofrecer nuestra ayuda desinteresada a un amigo. Como ocurre con las semillas en los campos, también ésta está enterrada en nuestro interior, alejada de la luz, y necesitada de aliento a fin de crecer y manifestarse.

La meditación es una manera de alimentar esa semilla. También hay otros métodos, como la risa, trabajar con los demás y dar lo mejor de nosotros mismos en casa momento. Asimismo, llevar a cabo nuestras acciones de manera que reconozcamos nuestra relación con los demás y la naturaleza sagrada de todos los seres. 

En los tiempos actuales, y en nuestra cultura, no resulta sorprendente que tantos de nosotros nos veamos como carentes de valor. Somos muchos los que hemos crecido creyendo en nuestra maldad innata. Adem´s, en países como Norteamérica se cree en la supremacía del individualismo, en que todos podemos conseguir lo que nos propongamos, y si no podemos es porque hay algo que falla en nosotros. El pensamiento New Age nos anima a pensar que todo lo que nos ocurre es producto de nuestros pensamientos, sueños y creencias. E incluso el budismo norteamericano se ha apropiado de los conceptos de karma y renacimiento y los ha destilado, convirtiéndolos erróneamente en una especie de puritanismo budista, en virtud del cual nuestras alegrías y aflicciones del momento presente son supuestamente resultado de si hemos sido buenos o malos en el pasado.

La depresión nos ofrece la oportunidad de observar la fuerza con que esas sensaciones de inutilidad, de no pertenencia, están profundamente arraigadas en el fondo de nuestras creencias sobre nosotros mismos. Sin embargo, ser capaces de observar esas creencias de manera directa y simple en lo que son, sin luchar con ellas o desafiarlas, puede ayudar a que se disuelvan.

Lo empezamos a conseguir permitiéndonos que esas sensaciones y creencias permanezcan con nosotros, sin tratar de alejarlas. Cuando dejamos que se conviertan en algo familiar, dejan de ser los monstruos a los que tememos. En lugar de ello, muchas de las cosas que nos hacen sentir carentes de valor – la cólera, la avaricia y el miedo– han sido simplemente nuestras respuestas humanas al dolor y el sufrimiento.

Al empezar a encontrar una nueva libertad en nuestras vidas, y una mejor comprensión de quiénes somos y qué es en verdad nuestra vida, también podemos dejar atrás nuestra sensación de inutilidad. Podemos existir, como dijo Allen Ginsberg: "Sin credenciales... sin excusas". Podemos darnos cuenta de que pertenecemos al aquí, que llevamos en nosotros las semillas de la compasión y la bondad, que somos todo lo que hace falta ser.

Exploración complementaria

Sentado cómodamente en una silla o cojín, lleve su atención a la respiración. Al inspirar, sienta cómo se llena y crece espacialmente. Deje que el vientre se agrande al inspirar, y se contraiga al espirar.

Inspire el aire fresco que ofrece la tierra a todos los seres. Sienta su sustancialidad física al permanecer sentado, llenando el espacio como todos los seres a su alrededor. Observe cómo todo lo que le rodea existe sin excusarse por ello, sin explicarse cómo o por qué pertenece a lo que pertenece. 

Cuando surjan las sensaciones de no ser lo suficientemente valioso, déjelas aparecer, y cuando empiecen a disiparse o debilitarse, déjelas ir. Regrese a la vedad básica de que usted existe en este momento. 

Siéntese derecho, con la conciencia de estar vivo, de que importa, y de que puede marcar una diferencia en las vidas de otras personas. Sienta su parentesco con el resto de los seres del mundo, y su derecho básico a existir, y a dar y tomar en su relación con el mundo al igual que hacen ellos. 

Si surgen sensaciones de orgullo, déjelas aparecer y desaparecer de la misma manera. Acepte que también forman parte de quién es usted, pero que no son la totalidad. Con suavidad y aceptación, recuérdese que sólo forman parte de lo que le hace humano.

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Tras haberse asentado en la respiración, oriente su atención hacia el corazón. Siente  la pesadez, la tristeza que puede existir en él mientras palpita. Mire en su corazón y observe todas las ocasiones en que se ha dicho que no daba la talla, que carecía de importancia, que no pertenecía al lugar.
Mientras continúa concentrado en la respiración, observe en su corazón todas las veces en que se ha dicho a sí mismo que no daba la talla, que cualquiera era mejor que usted.
Observe las heridas que ha ido almacenando en su corazón. Las ocasiones en que la gente le ha dicho que era estúpido, o un inútil, o que carecía de importancia, y que usted ha creído. Las ocasiones en que ha sido herido o abandonado, o ignorado. Las veces en que no fue elegido, las que no llegó a sentir que pertenecía, las que estuvo solo sin querer estarlo.
Mientras observa todas esas heridas, sienta la calidez de su propia respiración. Insufle bondad en su corazón cada vez que inspire. Sienta cómo la calidez va llenando su corazón.
Ahora piense en la bondad con que ha actuado con los demás, cuando ha ofrecido su tiempo y energía en beneficio de otros seres, las ocasiones en que supo que tenía razón y actuó siguiendo esa convicción. Al recordar esos momentos, sienta cómo las heridas, y la creencia de que no pertenece, van fluyendo fuera de usted con la respiración.
Continúe espirando esas falsas creencias. Permita que sean reemplazadas por el conocimiento de que este cuerpo que habita, y el lugar que ocupa en esta tierra, son suyos, y que pertenece a donde está justo ahora. Deje que el conocimiento de su auténtica pertenencia, de su bondad, de su ser todo lo que necesita ser, llene su corazón. 

Realizar la exploración sólo si te sientes cómodo haciéndola. Recomendación del propio autor.


lunes, 13 de agosto de 2012

Cálido y fresco cobijo

haideé iglesias 

viernes, 10 de agosto de 2012

Sonriendo a la vida y dudando

haideé iglesias

Somos buenas personas, siempre; sólo nos confunden las ideas a las que nos agarramos, creyendo que las ideas nos constituyen. Y sí, somos lo que pensamos. Por tanto, si buscamos y ponemos en práctica aquello que nos hace sentir ligeros, felices, armoniosos, generosos y solícitos, comprensivos –con sabia tolerancia– y llenos de vida, no nos estaremos equivocando. El corazón lo sabe muy bien... tanto que su pulso comienza a danzar en armonía con la naturaleza y con toda la humanidad. 
Gracias por vuestra sonrisa, atención y permiso. Me llenan de vida vuestras sonrisas. Agradecida :)

5. Cuando la verdad es auténtica dejarla actuar es todo lo que se puede hacer. 
Todo lo que hago hoy es como un cuestionario. ¿Quiero la pregunta o la respuesta, un conflicto mental o paz, ser justo o feliz, ser una carga para los demás o una bendición, despertarme o seguir durmiendo? Cada decisión que tomo me lleva un paso más cerca o más lejos de Casa. Por lo tanto, es evidente que, como la elección es entre la Verdad y el error, todo lo que tengo que hacer es dudar –y de ese modo liberarme– de mi deseo de continuar cometiendo los mismos errores. 

365 propósitos para empezar el día. Hugh Prather

jueves, 9 de agosto de 2012

La mayor sencillez y la decadencia

haideé iglesias

Los dirigentes de antaño consideraban el mundo ligero y la multiplicidad de las cosas nimias; igualaban la vida y la muerte y se confundían con el cambio y la evolución. Aceptaban la mente de los grandes sabios como reflejo de los sentimientos de todos los seres. Por arriba, eran compañeros de la luminosidad espiritual; por abajo eran miembros de la creación. Si aquellos que querían aprender su Vía no alcanzaban su clara iluminación y su profunda sagacidad, sino que sólo conservaban sus leyes y su política, es evidente que no podían gobernar.
Por tanto conseguir diez espadas afiladas no es tan ventajoso como dominar el arte de la esgrima.

La mayor sencillez carece de forma; la Vía de mayor alcance no tiene medida. Por tanto, el cielo es redondo sin haber necesitado de un compás; la tierra es recta sin haber sido trazada por un gobernante.

Las leyes de los Tres Augustos y los Cinco Emperadores de la antigüedad eran distintas en lo que prescribían, pero equivalentes en el modo en que se ganaron el corazón del pueblo.

Aquellos que valoran la vida, no se destruyen persiguiendo ventajas materiales. Aquellos que son firmes en principios éticos, no intentan escaparse a la vista de las dificultades. Aquellos que pretenden una buena reputación, no deben intentar obtenerla de forma injusta.

Esta es la forma de gobernar un país: los gobernantes no deben ser severos; los oficiales no deben ser molestos; los intelectuales no deben ser hipócritas; los artistas no deben ser decadentes. 

En una sociedad incoherente, los activistas se promocionan los unos a los otros mediante el halago mutuo, mientras que las gentes de cultura se enaltecen las unas a las otras hipócritamente. 

Los escritores artificiosos son deliberadamente prolíficos y confusos, compitiendo en sofismas con la intención de parecer sabios; sus reflexiones sin fin son poco convincentes y no benefician al orden social.

Las costumbres de una sociedad decadente utilizan la astucia y el engaño para disfrazar lo inútil.

El Tao de la política. Sobre el estado y la sociedad.

miércoles, 8 de agosto de 2012

En armonía

haideé iglesias

En armonía
la vida y la muerte
se muestran siempre.

lunes, 6 de agosto de 2012

Karma: el corazón es nuestro jardín (VII y última) Meditación sobre el perdón.


Si pudiéramos leer la historia secreta de nuestros enemigos, encontraríamos en la vida de cada persona pena y sufrimiento suficientes para desarmar cualquier hostilidad. 
Longfellow 

El perdón es uno de los grandes dones de la vida espiritual. Nos permite liberarnos de las penas del pasado. Aunque puede surgir espontáneamente, también puede desarrollarse. Como en el caso de la meditación del amor y de la práctica de la compasión mostrada en anteriores capítulos , existe un modo de cultivar el perdón mediante una práctica antigua y sistemática. El perdón se utiliza como preparación para otras meditaciones centradas en el corazón, como modo de ablandar el corazón y liberar las barreras de nuestro amor y compasión. Mediante la práctica constante, una y otra vez, podemos llevar el espíritu del perdón al conjunto de nuestra vida. 
Antes de que podamos realizar la práctica del perdón, hemos de tener claro lo que significa perdón. El perdón no justifica o condona de modo alguno los actos dañinos. Al perdonar también debemos decir: "Nunca más dejaré que, con mi conocimiento, esto ocurra." Hemos de tomar la resolución de sacrificar nuestra propia vida con el fin de prevenir un daño futuro. El perdón no significa que hemos de ver o hablar con aquellos que nos han causado daño. Podemos elegir no verlos nunca más.
Perdonar es simplemente un acto del corazón, un movimiento para soltar el dolor, el resentimiento, el ultraje que hemos llevado como problema durante tanto tiempo. Es un alivio de nuestro corazón y el reconocimiento de que, no importa lo intensamente que podamos condenar y lo que hemos sufrido por las malas acciones de otro, no podemos situar a otro ser humano fuera de nuestro corazón. A todos nos han hecho daño, del mismo modo que constantemente siempre nos herimos a nosotros mismos y a los demás.
Para la mayoría de las personas, el perdón es un proceso. Cuando hemos sido heridos profundamente, el trabajo del perdón puede llevar años. Puede pasar por muchas fases -pesar, rabia, pena, miedo y confusión– al final, si nos permitimos sentir el dolor que llevamos, se convertirá en un alivio, como una liberación de nuestro corazón. Comprobaremos que el perdón es básicamente para nosotros, un modo que nos permite dejar de cargar con el dolor del pasado. El destino de la persona que nos ha hecho daño, ya esté viva o muerta, no importa tanto como aquello que llevamos en nuestro corazón. Y si el perdón es para nosotros mismos o a otros, el proceso es el mismo. Nos daremos cuenta de que no podemos cargar con él por más tiempo.
Para practicar la meditación formal del perdón, sentémonos cómodamente, cerrando los ojos y haciendo que el cuerpo y la respiración permanezcan en un estado cómodo y natural. Permitamos que el cuerpo y la mente se relajen. Respirando suavemente en la zona del corazón, sintamos todas las barreras y retenciones que llevamos con nosotros al no haber perdonado; no habernos perdonado a nosotros mismos, ni haber perdonado a los demás. Permitámonos sentir el dolor de mantener cerrado nuestro corazón. Luego, tras respirar suavemente en el corazón durante algún tiempo, empecemos a preguntarnos y a extender el perdón, recitando las siguientes palabras y dejando que abran el corazón que perdona. Permitamos que las palabras, imágenes y sentimientos crezcan a medida que las repetimos.

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Perdón de los demás: existen muchos modos en los que he hecho daño a los demás, los ha traicionado y abandonado, les he producido sufrimiento, consciente e inconscientemente, a causa de mi dolor, miedo ira y confusión. Recordemos y visualicemos estos diversos modos con los que hemos hecho daño a los demás. Contemplemos y sintamos el dolor que hemos producido a causa de nuestro propio miedo y confusión. Sintamos nuestra propia pena y arrepentimiento, y tengamos la sensación de que, finalmente, podemos liberar estas molestias y pedir perdón. Imaginemos cada recuerdo que sigue incomodando a nuestro corazón. Luego, de uno en uno, repitamos, te pido perdón, te pido perdón.
Perdón para uno mismo: sintamos nuestra preciosa vida y nuestro precioso cuerpo. Existen muchas formas en las que he traicionado, me he hecho daño, me he abandonado a través del pensamiento, la palabra u obra, consciente o inconscientemente. Permitamonos ver los modos en que nos hemos perjudicado o hecho daño a nosotros mismos. Visualicémoslos, recordémoslos, imaginémoslos. Sintamos  la pena que arrastramos debido a todos estos actos y sintamos que podemos liberar esas molestias, ampliando el perdón de uno en uno. Luego, digámonos a nosotros mismos: para todas aquellas formas en las que me he hecho daño a mi mismo mediante la acción o la falta de acción, a causa de mi miedo, dolor y confusión, llevo el perdón pleno y cálido. Me perdono a mi mismo, me perdono a mi mismo. 
Perdón para aquellos que os han hecho daño y os han perjudicado: existen muchos modos en los que hemos sido heridos y dañados, han abusado de nosotros y nos han abandonada los demás en pensamiento, palabra o hecho, consciente o inconscientemente. Imaginémoslos, recordémoslos, visualicémoslos de distintas formas. Sintamos la pena acumulada por este pasado y tengamos la sensación de que podemos liberarnos de estas molestias ampliando el perdón, si nuestro corazón esta listo. Ahora digamos: de los muchos modos que los demás me han dañado o herido, a partir del miedo, el dolor, la confusión y la ira, ahora los veo. Hasta el punto en qeu estoy listo, les ofrezco el perdón. He cargado durante mucho tiempo con esta pena en el corazón. Por dicha razón, a aquellos que me han causado daños, os ofrezco perdón. Os perdono.
Repitamos suavemente estas tres direcciones para el perdón, hasta que podamos sentir una liberación en el corazón. Tal vez, en el caso de grandes dolores, no sintamos una liberación, sino únicamente la molestia y la angustia o ira que hemos  retenido. Enfócalo con suavidad. Perdónate también a ti mismo al respecto. El perdón no puede forzarse; no puede ser artificial. Sencillamente, sigue con la práctica y deja que las palabras e imágenes trabajen paulatinamente a su aire. En su momento, puedes llevar a cabo la meditación del perdón como parte regular de tu práctica, soltando el pasado y abriendo, mediante un amor sabio, tu corazón c cada nuevo instante. 

viernes, 3 de agosto de 2012

Karma: el corazón es nuestro jardín (VI)


Existe una conocida historia hindú de dos reinos: ambos estaban empezando a ser gobernados en nombre de Krishna. Observando desde el cielo, Krishna decidió visitarlos y comprobar lo que se estaba haciendo en su nombre. Así que apareció en la corte de uno de los reyes. Este rey era conocido por perverso, cruel, miserable y celoso. Krishna apareció en su corte rodeado de luz celestial. El rey se postró ante él y dijo: "Señor Krishna, has venido a visitarme". Krishna dijo:"si, quería darte una tarea. Me gustaría que viajaras por las provincias de tu reino y comprobaras si puedes encontrar una persona buena." Este rey viajó por todas sus provincias. Habló con las castas superiores y las castas inferiores, con sacerdotes y campesinos, con artistas y sanadores. Finalmente, regresó a su trono y esperó a que reapareciera Krishna. Cuando llegó Krishna, el rey se postró y dijo: "Mi Señor, he hecho lo que me pedías, he ido de arriba abajo por todo el reino, pero no he encontrado realmente a ninguna persona buena. Aunque algunas de ellas habían hecho muchas buenas obras, cuando he conocido a cada persona en particular, incluso sus mejores actos eran egoístas, interesados, de conveniencia, fruto del engaño. No pude encontrar a una sola buena persona."
Entonces Krishna fue a la otra corte gobernada por una famosa reina, llamada Dhammajara. Esta reina era conocida por su bondad, amabilidad, amor y generosidad. De nuevo Krishna le puso una tarea: "Desearía que viajaras por tu reino y me encontraras alguien malo." Así que la reina Dhammajara viajó por las provincias, hablando con las castas superiores y las castas inferiores, campesinos, carpinteros, enfermeras y sacerdotes. Tras una larga búsqueda, regresó a la corte, donde se volvió a aparecer Krishna. Se postró y dijo: "Mi Señor, he hecho lo que me has pedido, pero he fracasado en mi tarea. He recorrido el país y he hallado a muchas personas que actuaban inadecuadamente, que estaban mal dirigidos y actuaban de modo que producían sufrimiento. Pero, cuando realmente les he escuchado, no he podido encontrar a ninguna persona mala, sólo personas mal aconsejadas. Sus actos siempre eran fruto del temor, la ilusión y la incomprensión."
En ambos países, las circunstancias de la vida eran regulas por el espíritu de los gobernantes y lo que encontraron era el reflejo de su propio corazón. Si prestamos atención y comprendemos nuestro corazón y crecemos en las respuestas adecuadas de sabiduría y compasión, participamos en que la tierra goce de paz. Mediante nuestra creatividad y nuestro trabajo, podemos crear exteriormente circunstancias benéficas para nuestras vidas. Sin embargo, la mayoría de las grandes cosas que nos suceden, dónde nacemos, dónde morimos, los grandes cambios que cruzan nuestras vidas y el mundo que nos rodea, son el fruto de antiguos poderosos patrones kármicos. No podemos cambiarlos. Caen sobre nosotros como el viento y el tiempo. Lo único que podemos garantizar, es que las condiciones seguirán cambiando. 
Para comprender el karma, hemos de responder a una sencilla pregunta: ¿Cómo nos relacionamos con estas condiciones cambiantes? El tipo de universo que creamos, lo que elegimos plantar, lo que levemos en adelante en el jardín de nuestro corazón, creará nuestro futuro. Buda inició sus enseñanzas en el gran Dhammapada diciendo: 

Somos lo que pensamos.
Todo lo que somos es fruto de nuestros pensamiento. 
Con nuestros pensamientos creamos el mundo.
Si hablas o actúas con una mente impura
tendrás problemas.
Como la rueda sigue al buey que conduce el carro.
Somos lo que pensamos.
Todo lo que somos es fruto de nuestro pensamiento.
Con nuestros pensamientos creamos el mundo.
Si hablas o actúas con una mente pura
le seguirá la felicidad
como si fuera tu inamovible sombra.

A largo plazo, en esta tierra nada poseemos, ni siquiera nuestro cuerpo. Pero mediante nuestras intenciones, podemos conformar o dirigir los patrones de nuestra mente y nuestro corazón. Podemos plantar semillas en nuestro corazón que pueden crear el tipo de reino que será el mundo, ya sea retorcido y maligno o bueno y compasivo. Mediante la consciencia simple de nuestra intención, de instante en instante, podemos plantar un magnífico jardín, podemos crear patrones de bienestar y felicidad que van más allá de nuestras personalidades y de nuestra limitante vida.
La maestra vipassana Sylvia Boorstein ilustra este poder con la historia de un buen amigo, un conocido doctor que durante muchos años fue presidente de la American Psychiatric Association. Se le conocía como caballero, un hombre integro y amable, feliz en todo lo que hacía. Siempre mostraba un gran respeto por sus pacientes y colegas. Cuando se retiró y envejeció, empezó a volverse senil. Perdió la memoria y su capacidad de reconocer a las personas. Seguía viviendo en su casa y su mujer lo cuidaba. Viejos amigos, Sylvia y su marido Seymour, también psiquiatra, fueron invitados a su casa a cenar una noche. Había pasado algún tiempo desde la última vez que se vieran, y se preguntaban si habría aumentado su senilidad. Llegaron a la puerta con una botella de vino y llamaron la timbre. El abrió la puerta y los miró como perdido, sin dar muestras de reconocerlos aunque habían sido amigos durante muchos años. Sonrió y dijo: "No se quienes sois, pero seáis quien seáis, por favor entrad y disfrutad de mi hospitalidad." Luego, se comportó con la misma amabilidad con las que había vivido a lo largo de su vida.
Los patrones kármicos que creamos en nuestros corazones, transcienden las limitaciones del tiempo y del espacio. Despertar el corazón de la compasión y la sabiduría en respuesta a toda circunstancia, es convertirse en Buda. Cuando despertamos el Buda interior, despertamos la fuerza universal del espíritu que puede aportar compasión y comprensión a todo el mundo. Gandhi denominaba e este poder fuerza del Alma. Aporta fuerza cuando necesitamos una acción poderosa. Aporta un gran amor y perdón, y a la vez es la voz de la verdad. Es este poder de nuestro corazón el que aporta sabiduría y libertad en cualquier circunstancia, haciendo que viva el reino del espíritu en la tierra. 
Para Gandhi, dicho espíritu también estaba comunicado con su corazón, siempre abierto a escuchar y listo para responder al mundo, compartiendo las bendiciones de compasión con todos los seres.

Más allá de mi no-cooperacion, hay siempre el mayor deseo de cooperar, con el mínimo pretexto, incluso con los peores oponentes. Según mi opinión, un mortal muy imperfecto necesita la gracia de Dios, siempre necesita al Dharma. Nadie está más allá de la redención. 


miércoles, 1 de agosto de 2012

Karma: el corazón es nuestro jardín (V)


Por ejemplo, podemos tomar la decisión de dejar de fumar, luego a lo largo del día puede presentarse el deseo de fumar un cigarrillo y nos descubrimos buscando en el bolsillo, sacando un paquete, cogiendo un cigarrillo, encendiéndolo y dándole una calada. De repente nos acordamos. "Oh, iba a dejar de fumar." Cuando ponemos el automático y no somos conscientes, seguimos nuestras nociones habituales de buscar un cigarrillo y encenderlo. No es posible cambiar los patrones de nuestro comportamiento o crear condiciones kármicas nuevas hasta que estemos presentes y despierto en e inicio de la acción. Si no, ya ha pasado. Como dice el viejo refrán: "Es como cerrar la puerta de la cuadra cuando el caballo ya ha escapado."
El desarrollo de la consciencia en meditación nos permite estar lo suficientemente atentos o conscientes para reconocer nuestro corazón e intenciones a medida que pasa el día. Podemos ser conscientes de los distintos estados de temor, deseo, confusión, celos o ira. Podemos saber cuando el perdón, el amor y  la generosidad están conectados con nuestros actos. Cuando conozcamos el estado de nuestro corazón, podremos empezar a elegir sobre los patrones y condiciones que seguimos, el tipo de karma que creamos.
Intentar trabajar con este tipo de consciencia en nuestras vidas. Practiquémoslo al hablar. Prestemos una atención cuidadosa y seamos conscientes del estado de nuestro corazón, la intención, cuando hablamos de lo más simple. ¿Es nuestra intención protegernos, apegarnos, defendernos? ¿Es nuestra intención abrir nuestro interés, compasión o amor? Una vez somos conscientes de la intención, hemos de ser también conscientes de la respuesta. Incluso si se trata de una respuesta difícil, mantengámonos con la intención útil durante un periodo de tiempo y observemos el tipo de respuesta que obtenemos. 
Di nuestra intención fue poco hábil o incorrecta, intentemos cambiarla y ver lo que sucede. De entrada, tal vez sólo experimentemos los resultados de nuestra previa actitud defensiva. Pero persistamos en nuestras buenas intenciones y observemos el tipo de respuesta. Para entender como funciona el karma, sólo hay que mirar en nuestras relaciones más personales o nuestras interacciones más simples. Podemos escoger una relación concreta o un lugar específico, y experimentar. Intentemos responder solo cuando esté abierto  nuestro corazón. Cuando nos sintamos de otro modo, esperemos y dejemos pasar el sentimiento problemático. Como Buda nos instruyó, haced que vuestros actos y palabras sean amables, con intención amorosa, en el momento apropiado y para su beneficio. A medida que cultivamos intenciones útiles y amables, podemos practicar en la gasolinera o en el supermercado, en el trabajo, o en un embotellamiento. La intención que tenemos crea el patrón resultante. 


A medida que somos más conscientes de nuestras intenciones y actos, el karma se nos muestra con mayor claridad. El fruto del karma parece incluso venir con mayor rapidez, tal vez sencillamente porque somos conscientes. A medida que prestamos atención, el fruto de lo que hagamos, ya sea adecuado o inadecuado, parece manifestarse más rápido. A medida que estudiemos esta ley de causa y efecto, vemoe que ya sea que actuemos nosotros u otros de un modo basado en el apego, el odio, el prejuicio, la crítica o la ilusión, los resultados inevitablemente traerán algún sufrimiento. Empezaremos a ver como aquellos que nos dañan,también se crean un sufrimiento inevitable ellos mismos. Lo cual nos mueve a desear prestar una atención estrecha y, a medida que observamos la ley de la causa y efecto, podemos ver directamente los estados adecuado e inadecuados en nuestro corazón.
Estar atentos al karma, nos muestra como nuestras vidas están conformadas por las intenciones del corazón. Cuando se le pidió que explicara la ley del karma del modo más simple posible, Ruth Denison, una famosa maestra vipassana, lo expresó de este modo: "El karma significa que nada es en balde". Cada día sembramos las semillas del karma. "Sólo existe un lugar en el que podemos ejercer alguna influencia sobre el karma, y es en la intención que imprimamos a nuestros actos. En realidad, sólo podemos cambiar el karma de una persona, el nuestro. Pero lo que hagamos con nuestros corazones, afecta al mundo en su conjunto. Si podemos desatar los nudos kármicos de nuestro corazón, al estar todos interconectados, de un modo inevitable sanamos el karma de otro. Como dijo un ex-prisionero de guerra, cuando fue a visitar a un compañero superviviente: "¿Todavía no has perdonado a los que te tuvieron prisionero?" El superviviente dijo: "No, no lo he hecho. Nunca." El primer veterano contestó: "Entonces, en cierto modo, sigues prisionero."
Cuando viajaba por India con mi mujer hace algunos años, tuvo una visión muy dolorosa de uno de sus hermanos agonizando. De entrada, pensó que formaba parte de un proceso de muerte y renacimiento en su meditación. Al día siguiente, tuvo una segunda visión de su hermano como espíritu guía, acompañado de dos nativos americanos que le ofrecían un guía y apoyo. Aproximadamente una semana más tarde, llegó un telegrama al ashram en el que nos encontrábamos en el monte Abu, en el Rajistan. Desgraciadamente, le decía a mi mujer que su hermano realmente había muerto del modo en que lo había contemplado en su visión. ¿Cómo podía haber visto la muerte de su hermano con medio mundo por medio? Pudo porque todos estamos conectados. A causa de ello, cambiar nuestro corazón afecta a todos los corazones, así como al karma de todo el mundo. En un retiro que dirigí hace algunos años, una mujer luchaba con los dolorosos resultados de un abuso en su infancia. Había estado enfadada, deprimida y lamentándose durante muchos años. Había trabajado en terapia y en meditación en un largo proceso para sanar dichas heridas. Finalmente, en este retiro llegó a poder perdonar a la persona que había abusado de ella. Lloró con hondo perdón, no por el acto, que nunca podría perdonar, sino porque ya no deseaba cargar con la amargura y el odio de su corazón.
Al acabar el retiro y regresar a casa, se encontró una carta en el buzón. Estaba escrita por el hombre que había abusado de ella, con el que no tenía contacto desde hacía quince años. Mientras que en otros muchos casos los que abusan niegan en última instancia sus actos, a pesar del perdón, algo que había cambiado la mente de este hombre. Escribía: "Por alguna razón me veo obligado a escribirte. He estado pensando mucho en ti durante esta semana. Se que te causé un gran daño y sufrimiento y me produje también un gran sufrimiento a mi mismo. Sólo quiero pedirte perdón. No sé que más puedo decir: "Miró la fecha de la carta. Estaba escrita el mismo día en que ella había acabado con su trabajo interior de perdón.


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