Un samuray fue a visitar a un viejo sabio para plantearle una duda que lo atormentaba.
-Señor, estoy aquí porque necesito saber si existen el infierno y el paraíso.
-¿Quien lo pregunta? - contestó el maestro.
-Un guerrero samuray.
-¿Tú un samuray? - se burló el maestro - ¿Con esa cara de idiota que tienes?
El guerrero no daba crédito a lo que oía.
-Seguro que además de estúpido eres un cobarde - se mofó de nuevo.
La ira se adueñó del samuray que desenvainó instintivamente su sable.
-¡Ahora se abren las puertas del infierno! - gritó el anciano.
El guerrero comprendió de súbito y guardó su sable avergonzado.
-¡Ahora se abren las puertas del paraíso! - exclamó de nuevo el maestro.
Hace algún tiempo estando en un curso, fue puesta una película que muchos llamarían fantasiosa, aunque era histórica. Fue puesta con el fin de ayudarnos distinguir que características emocionales eran propias de cada personaje.
-Bah, a mi estas películas de batallitas me parecen una memez - dijo una alumna.
-Esta película es una visión muy corta de la historia real, este hombre consiguió transformar toda una cultura con muy poco derramamiento de sangre - Y así, el profesor, fue desgranando un poco de la historia real. Cuando terminó, la primera en darse cuenta del error que había cometido fue esa alumna, diciendo:
-Esta claro que siempre hay varias interpretaciones de todo aquello que vemos o nos ocurre.
Así es, si se ve alguien en medio de un parque reptar por entre la hierba alta, es fácil caer en el estereotipo "ese esta mal de la cabeza", pero si nos acercásemos más veríamos a unos cuantos patitos que le seguían entusiasmados (un investigador haciendo un trabajo de campo), puede ser que nos sintiéramos tontos por haber pensado que esa persona estaba loca. Se podrían poner otros muchos ejemplos que acontecen en la vida cotidiana. Si, recuerdo cuando yo vi a una persona ir hablando sola por la calle, automáticamente el pensamiento estereotipado fue que había perdido el juicio. Pues no, eran los primeros teléfonos moviles con auricular. Estaba hablando con otra persona al otro lado de la línea. Las novedades nos cogen por sorpresa y los cambios también. Aunque estos últimos nos producen más bien miedo por no saber el resultado de lo que pueda acontecer, ese eterno pretender la seguridad plena en todo lo que acontezca en la vida, tan previsible se ha convertido todo que casi estamos como muertos. Me viene a la mente una cita de S. La Berge: "Algunas enseñanzas tradicionales sugieren, por ejemplo, que la mayor parte de la humanidad está dormida. Cuando se le preguntó a Idries Shah, un maestro sufí contemporanéo: ¿Cuál es el error fundamental del hombre?, el contestó: Pensar que está vivo, cuando él se ha quedado simplemente dormido en la sala de espera de la vida". Ciertamente estamos dormidos.
En otros casos estamos demasiado despiertos en el sentido de reaccionar impetuosamente al sentirnos vulnerables por creer ser rechazados o juzgados, o porque el otro no piensa como yo. Algo por lo demás normal en aquellos que se empeñan en juzgar a los demás o imponerles sus ideas, se olvidan que siempre viene de vuelta, o bien por la misma persona o bien por el propio acontecer de la vida. Causa y efecto.
Así les ocurre a los que en su fuero interno se sienten muy ufanos de sus hazañas, sean estas las que sean, y en cuanto se pone en duda su valía, les sale la ira pronta y poco sensata que en la mayoría de las ocasiones responde a una mala interpretación de lo que se les ha dicho. Aún siendo cierto, en muy poca estima se tienen que tener a sí mismos cuando con unas pocas palabras se les hace desenvainar la espada bajándolos al infierno. Una persona de estas características es facilmente manipulable (aunque ella piense lo contrario). Somos y seremos lo que nosotros queramos ser, no lo que los otros pretendan que seamos. Pero para esto primero se tendría que comprender que nosotros tenemos la capacidad de solucionarlo. Ser una persona social no significa ser una copia mimetica de los demás sin mayor voluntad que la de un robot, tenemos capacidad de improvisación, por favor utilicémosla. Envainemos más la espada y acerquemonos al paraíso. El paraíso de la templanza y la madurez emocional.
Así les ocurre a los que en su fuero interno se sienten muy ufanos de sus hazañas, sean estas las que sean, y en cuanto se pone en duda su valía, les sale la ira pronta y poco sensata que en la mayoría de las ocasiones responde a una mala interpretación de lo que se les ha dicho. Aún siendo cierto, en muy poca estima se tienen que tener a sí mismos cuando con unas pocas palabras se les hace desenvainar la espada bajándolos al infierno. Una persona de estas características es facilmente manipulable (aunque ella piense lo contrario). Somos y seremos lo que nosotros queramos ser, no lo que los otros pretendan que seamos. Pero para esto primero se tendría que comprender que nosotros tenemos la capacidad de solucionarlo. Ser una persona social no significa ser una copia mimetica de los demás sin mayor voluntad que la de un robot, tenemos capacidad de improvisación, por favor utilicémosla. Envainemos más la espada y acerquemonos al paraíso. El paraíso de la templanza y la madurez emocional.
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