Un maharajá quiso reunir a todos los ciegos de su reino y ordenó que sus servidores les pusieran ante un elefante. Los ciegos tenían que tocarlo y emitir acto seguido su parecer acerca del objeto. Así comenzaron a hacerlo. Los que palparon la cabeza, aseguraron:
-Se parece a un cacharro.
Aquellos que tocaron la oreja aseveraron:
-Parece un cesto de aventar.
Los que pasaron sus manos por los colmillos declararon:
-Es como una reja de arado.
Aquellos que tocaron el cuerpo sentenciaron:
-Es un granero.
Y cada uno de ellos, con el convencimiento de estar en lo cierto, comenzaron a apoyar sus respectivos dictámenes y a discutir hasta enzarzarse en una violenta pelea.
No hace falta añadir mucho más, es una historia que refleja con bastante acierto nuestras constantes peleas por ver quien está en lo cierto y quien es el que se lleva el gato al agua. Al final nos perderemos lo más importante: que el todo configura las partes. Ser capaces de ver el bosque y los arboles, quedandote al final con la sabiduría que es la integración de todo el conocimiento y experiencias en tu propia vida. Y el sentido del humor, ese magnifico sentido que te hace reírte de ti mismo, dejando de lado toda posible cerrazón de la razón haciéndote ver en un instante lo absurdo de una situación.
Nadie tiene el monopolio de la verdad.
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